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La política de conciliación de clases, tomo fuerza a mediados del siglo XX, tomando como base las teorías keynesinistas, dando como resultado los llamados Estados Benefactores principalmente en los países occidentales. Sin embargo, ese período no fue otra cosa más que la construcción sutil, pero sólida del domino y la hegemonía de la oligarquía y la gran burguesía nacional en alianza con las burguesías internacionales.

Durante este período, grupos de intelectuales, tanto de derecha como de izquierda anunciaban el fin de la teoría de la lucha de clases, planteando que quedaba demostrada una tercera vía de desarrollo en la que se podían conciliar los intereses de clases antagónicas y todo mundo podría vivir bien, sin necesidad de luchar, sólo poniéndose de acuerdo los empresarios y los trabajadores.

Esta política fue adoptada incluso por algunas organizaciones de izquierda, lo cual significa una verdadera traición a la lucha de los trabajadores que entendían muy claramente que el patrón nunca les pagaría un salario realmente justo, en relación con las ganancias que éste generaba.

Pero este sueño guajiro se vino abajo a partir de la década de los 80´s, con las crisis y las contracciones económicas que dan la bienvenida a las medidas neoliberales más crudas, haciendo más evidente que nunca, que la lucha entre el capital y el trabajo se agudizaba y por lo tanto la gran burguesía a nivel internacional, necesitaba explotar y exprimir más a la clase trabajadora.

Hoy es muy claro que lo que estamos viviendo es una lucha de clases cada vez más rapaz, en la que los trabajadores a nivel mundial estamos siendo sometidos a políticas laborales verdaderamente de esclavitud. En el caso de México las reformas estructurales que se han aplicado durante los últimos dos gobiernos, no son otra cosa más que beneficiar a la clase dominante sobre la clase de los explotados; y eso no se le puede llamar de otra forma más que lucha de clases.

Durante los últimos 20 años hemos visto la llegada al poder de gobiernos de izquierda en América Latina, y la mayoría de ellos han impulsado la política de conciliación de clases, haciendo acuerdos con empresarios, que ahora se están cobrando, y al doble, lo poco que pudieron perder con este tipo de gobiernos. Incluso en el caso revolucionario más avanzado, como lo fue el de Venezuela, se deja a la burguesía al frente de palancas importantes de la economía, la misma que ahora boicotea la revolución, desacreditar el proceso revolucionario y tarar de recuperar el poder. 

La situación que se está viviendo en la actualidad en Brasil con el encarcelamiento de Lula, es en cierta forma, resultado de aplicar una política de colaboración de clases. Se deposita confianza en los enemigos de la clase trabajadora, los enemigos del progreso real de la humanidad donde la justicia social y la igualdad económica puedan imperar, y ahora se están pagando los costos de confiar en la oligarquía y pensar que con reformas se puede poner control sobre ella, o se pueden lograr acuerdos para beneficiar al trabajador, eso es la utopía más grande del mundo. 

Lo que vivimos en la actualidad es la más rapaz lucha de clases en la que los grandes empresarios seguirán golpeando cada vez más fuerte a los trabajadores.

Lo mismo sucedió en Argentina, incluso desde el Peronismo y ahora con los Kirchner. En el caso de México, el candidato de izquierda defiende exactamente lo mismo. Planteando que con una política de honestidad y sin corrupción, se puede sacar adelante a la sociedad. Esto es no entender la naturaleza del capitalismo y evadir la existencia de la lucha de clases. El reformismo, es decir, pensar que con reformas, sin acabar con el capitalismo, se solucionaran los problemas más graves como la pobreza, el desempleo, la explotación laboral o la violencia, es no entender la base material de todos estos problemas, que es la lucha por la ganancia.

De cara al proceso electoral del 2018, López Obrador ha manifestado claramente que no está en contra de los empresarios, reflejando claramente su política de colaboración de clases que históricamente está demostrado que es un total fracaso, y con mucho más razón en la actualidad, ya que estamos viviendo una de las crisis más severas del sistema capitalista y por lo tanto, los grandes banqueros y capitalistas no están de dispuestos a perder ni un céntimo de ganancias.

Incluso AMLO ha mencionado que no está en contra de la riqueza acumulada si se hace de forma honesta, o sin corrupción. Pero esto es perpetuar la explotación del trabajador, porque un empresario por más honesto que sea, hace su riqueza a partir de exprimir la fuerza laboral de los trabajadores, y esa lógica del capitalismo es la que engendra las peores barbaries que estamos viviendo en la actualidad. Ante la ley, no está haciendo nada malo, porque las leyes permiten este tipo de explotación, pero desde los trabajadores no nos deben importar las leyes, sino los intereses de clase. Esto no quiere decir que planteamos vivir en una anarquía, pero sí recordar que los grandes cambios se han hecho a partir de romper con las estructuras legales y económicas existentes.

Para transformar de forma real nuestra realidad, debemos impulsar la organización de los trabajadores, campesinos, jóvenes y demás sectores explotados, bajo la lógica de la lucha de clases, es decir, construir nuestras organizaciones con una independencia de clase y con un programa que abiertamente se plantee la victoria del trabajador sobre la explotación, impulsando medidas como el control obrero de las fábricas y una distribución justa de la riqueza entre todos los trabajadores.


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