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A menos de dos meses de las elecciones presidenciales, la situación se ha ido polarizando cada vez más. Por un lado, los partidos de derecha PRI y PAN, ante la amplia posibilidad de una derrota electoral, han afilado sus cuchillos contra el candidato de Morena, a partir de lo que se ha conocido como la guerra sucia. La campaña del PRIAN está siendo enfocada en ataques directos, hacia López Obrador, intentando generar miedo entre la población.

Por otro lado, el candidato de la coalición “Juntos haremos historia” (AMLO), ha girado su discurso un poco más a la izquierda en los últimos días, generando una gran agitación y conectando de forma importante con amplios sectores de la sociedad. Aunque su política conciliadora y de hacer alianzas abiertas con sectores de derecha sigue firmemente en su lugar.

Las encuestas ponen a AMLO entre 42% y 48 % de las preferencias electorales, mientras que su más cercano contendiente, Ricardo Anaya del Frente Ciudadano por México, se mantiene entre un 25% y 31%, pero sin ninguna posibilidad de aumentar de forma significativa, aunque algunos medios intentan posicionarlo como el candidato preferido de la juventud. Vemos una ventaja de más de diez puntos, lo cual tiene muy nerviosos a los principales sectores empresariales de nuestro país que no quieren ni el menor viso de un gobierno de AMLO.

De ahí que los empresarios más poderosos de México hayan sacado un comunicado en el que le recriminan a López Obrador las expresiones que tiene hacia ellos, y criticando sus posiciones hacia Las Reformas y el nuevo aeropuerto, lo cual se ha utilizado de forma mediática. Esto no es nuevo, el sector empresarial siempre ha intervenido en los procesos electorales, el problema es que ahora las cosas no les están resultando tan fáciles a consecuencia de que el régimen político que los sostiene es totalmente débil y completamente desacreditado. El PRI tiene un tremenda desaprobación entre la sociedad (8 de cada 10 mexicanos desaprueban el gobierno de Peña Nieto), de ahí que el candidato del partido en el poder, José Antonio Meade, se encuentre en un lejano tercer lugar, le están pasando la factura de un régimen lleno de violencia, impunidad y pobreza. 

Las masas están diciendo ya basta a este régimen político y económico, y ante la ausencia de un partido auténticamente revolucionario de masas, la única alternativa que encuentran de forma pragmática para canalizar este descontento es la vía electoral a través de Morena. La base real de estas pugnas político-electorales es una lucha de clases, y las elecciones son una expresión más de esta lucha entre las clases. Los empresarios no le temen demasiado a López Obrador, sino a la presión de las masas que están tomando con las dos manos y con mucha seriedad esta gran oportunidad de darle un golpe al régimen, y una victoria de la izquierda le daría mucha confianza al movimiento de masas, de que sí es posible transformar las cosas y su instinto de clase les haría ir mas allá de lo que propone el propio López Obrador.

El ambiente en los mítines de AMLO es electrizante, de coraje, fuerza y arrojo. Se empieza a generar un ambiente muy combativo y las propuestas de López Obrador sobre eliminar la corrupción, otorgar apoyos a adultos mayores, discapacitados y mujeres, cancelar la reforma educativa, reducción de salarios a menos de la mitad de los altos funcionarios, ningún rechazado a la educación, aumentar salarios, etc., están siendo recogidas por las masas con ahínco. Éstas una vez más le están diciendo a Obrador que ahí están para luchar, pero a diferencia del 2006, lo están haciendo de una forma muy crítica, no se ve un apoyo acrítico como en el pasado. Le dicen “estamos contigo pero te vamos a exigir”. 

Desde Izquierda Revolucionaria hemos agitado mucho sobre la importancia de mantener la lucha y la organización, no reducir todo al proceso electoral, sino que el verdadero cambio sólo será resultado del movimiento revolucionario de los trabajadores del campo y la ciudad, de los jóvenes, y en general todos los oprimidos en unidad impulsando una política que rompa con el capitalismo, y al mismo tiempo romper con la conciliación de clases impulsada por Obrador. Tenemos que decir que votar no es suficiente, incluso un gobierno de izquierda o progresista por sí mismo no resuelve las cosas de fondo como lo ha demostrado la experiencia de América Latina. No necesitamos a López Obrador en el poder, necesitas al pueblo organizado en el poder.


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