Estados Unidos vive en la actualidad la peor crisis de su historia; México es un país, que en lo que particularmente a economía se refiere, es enormemente dependiente del primero. Cualquiera esperaría que entonces de México ya no quedara piedra sobre piedra después de tan atroz caída en EUA y sin embargo, parecería que la administración del espurio “ha resistido” la sacudida. ¿A qué se debe? ¿qué tanto tiene de permanente este equilibrio?

México vivió junto con el resto del mundo capitalista un ascenso prolongado de aproximadamente veinte años después de la Segunda Guerra Mundial. Al terminar el ímpetu de este último gran boom, México no ha conocido más que depresiones económicas: los que no estamos tan jóvenes recordamos amargamente las crisis del 76-77, 82-83, 88-89 y la del 94-95 que nos dejó el pelón Salinas.

En este mismo periodo de tiempo, Estados Unidos ha vivido insípidos ascensos y descensos, hasta este último bajón que se convirtió en la crisis más grande de este país. El nivel de su deuda interna y externa ronda por los 15 billones de dólares ($15,000,000,000,000), el nivel de desempleo llega casi al 10% de la población, como un par de botones de muestra. Esta situación, de acuerdo a los analistas más optimistas durará todo este año y principios de 2010 antes de acusar cualquier tipo de repunte. Los análisis más objetivos no se aventuran a decir que el fondo se alcance el año entrante.

¿Y México? Igual de jodido que hace más de veinte años, al menos eso parece. Quienes hemos vivido en esta época, somos hijos de la crisis; no hemos conocido otra cosa. En estas últimas tres décadas, después de la técnica de la “defensa de perro” del peso, sufrimos una rapaz andanada “tecnócrata y privatizadora” que dejó en las manos de veinte familias la fuente de trabajo, y por tanto de vida, de la enorme mayoría de la clase trabajadora.

¿Entonces esta crisis qué diferencia hace? La tortilla sí subió, pero no subió todo lo que se esperaba, el desempleo sí creció y los despidos sí crecieron, pero nada que no hayamos soportado antes. ¿Entonces por qué tanta alharaca?

Vamos a ver, ¿de dónde sale el dinero? Eso no lo vamos a tratar en un breve artículo, pero invitamos al lector a que visite la sección de Economía en la página de militante.org y lea lo que Marx dice al respecto. En resumen, le adelanto la respuesta corta a la pregunta: es nuestra fuerza de trabajo la única mercancía que genera dinero. De ahí proviene cada centavo que traemos (o no traemos) en la bolsa.

La fuerza de trabajo, aplicada en un proceso productivo, generará mercancías que saldrán a la venta aquí o en cualquier otro lugar del mundo. México, colonizado desde 1521, no ha abandonado su carácter dependiente; que el proletariado mexicano produzca más y mejores mercancías no está en los planes de la burguesía internacional, que primero tiene que vaciar las bodegas que ya tiene repletas antes de pensar en seguir produciendo y menos aún, en hacerlo a mayor velocidad.

No se diga de los haraganes de la burguesía nacional, que si pueden holgarse de alguna tradición, es la de vivir de parásitos de los grandes burgueses internacionales y vivir de un monopolio que en muchas ocasiones les fue concedido después de la ola privatizadora, como es el caso de las telecomunicaciones, las cementeras o las carreteras.

Bajo dichas premisas, el país no puede crecer, pues se encuentra bajo el doble yugo de la burguesía nacional e internacional. Y la única manera de crecer, sería quitarnos de la espalda este doble peso.

No estamos cerca de que pase lo peor. La espiral descendente seguirá empujándonos al abismo de la barbarie. La economía nacional pende de alfileres y en cuanto ésta se derrumbe nosotros viviremos aún peor. ¿Lo soportaremos todavía? Los obreros mexicanos durante mucho tiempo hemos sido pobres y aguantadores; sólo recordar que lo mismo se decía de los campesinos en 1810 y en 1910.

Más allá de profecías

No hay plazo que no se cumpla ni fecha que no se llegue. Cuando alguien llega con uno a decirle que el mundo se va a acabar, uno no le presta demasiada atención, pues más que profecía, es un lugar común de algo que seguro pasará, pero en una fecha tan pero tan pero tan lejana, que este acontecimiento poco influye en lo que hago y en lo que haré.

Si los marxistas a veces parecemos de este tipo de profetas anunciando el fin del capitalismo, tenga el lector un poco de paciencia, pues a diferencia del fin del mundo que está lejos y no depende directamente de nosotros, estamos convencidos que el fin del capitalismo es una tarea que nos atañe, que es realizable para nuestra generación y de la cual, tenemos el espíritu henchido de confianza en que nuestra clase cumplirá a cabalidad.

 


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