Economía

¿Cómo luchar por el control obrero en Venezuela?

Introducción.

Tras el golpe de Estado y  el paro patronal de 2002-2003,  una de las estrategias centrales de la burguesía venezolana y el imperialismo contra la revolución ha sido el sabotaje económico. Este sabotaje se ha materializado en el cierre masivo de empresas y  despido de trabajadores. El mismo es  la  expresión gráfica del carácter parasitario de la burguesía venezolana que, incapaz de desarrollar el país, destruye su aparato productivo.  Luchando contra  esta política de los capitalistas,  la clase trabajadora encabezó  innumerables conflictos  en todo el país. Generalmente los cierres patronales  iban precedidos de explotación y abusos patronales  que empujaban a los trabajadores a tomar la planta para protegerse. Así  los trabajadores ocupaban  las plantas para preservar tanto sus empleos como  sus derechos laborales y prestaciones. Invepal, Inveval, Sanitarios Maracay, Cementos andinos, Vivex, La Gaviota, entre otras  muchas empresas, son ejemplo de esta situación propiciada por la burguesía.

El presidente Chávez recogió este ambiente entre los trabajadores en 2005 cuando lanzó la consigna de “fábrica cerrada fábrica tomada”, que sirvió para impulsar este movimiento de ocupación de empresas, lucha  por su estatización y control obrero desde el paro patronal hasta nuestros días. En el éxito y extensión  del control obrero se juega  el futuro  de la revolución bolivariana.

Las nacionalizaciones de empresas básicas en Guayana y el impulso por el control obrero que ha dado el presidente Chávez ha puesto sobre la mesa el debate de  qué es el control obrero, cómo se organiza el control obrero en las empresas,  cómo fortalecer el control obrero con el fin de que sea  modelo para toda la industria nacional. Es importante  tener un conocimiento claro de qué es el control obrero y que fines busca, para no ser confundido por los  enemigos del mismo. Por un lado, la burguesía  pone el grito en el cielo cuando se habla de control obrero de la producción y quiere liquidarlo.  Por otro,  la burocracia reformista que anida en el seno del Estado burgués, habla a favor del control obrero, pero con sus actos lo sabotea continuamente. La burocracia juega con la confusión en el movimiento obrero acerca de qué es el control obrero para paralizar a los trabajadores y derrotarlos. Su fin es el mismo que el de la burguesía: siembra caos  y  confusión para  hacer fracasar las empresas ocupadas o nacionalizadas que tengan o se aproximen al control obrero.

Este folleto pretende aclarar qué es el control obrero de la producción para combatir la confusión burocrática y reformista. Esta confusión  ha producido graves daños, como se relata en el mismo. Un ejemplo fue el caso de la cogestión.  Ésta  buscaba mediante el cooperativismo y diversas formas de propiedad social entre el Estado, los trabajadores y, en algunos casos, los empresarios  levantar la producción nacional. ¿Alguien se acuerda de Fábrica Adentro? ¿Qué fue de los proyectos de los empresarios socialistas?   En su gran mayoría terminaron en fracaso, con dinero del Estado dilapidado. Para hacer avanzar la revolución es necesario saber reconocer  nuestros déficits y errores con honestidad y valentía  con el fin de solventarlos. Uno de ellos es pensar que existe un sector de los capitalistas que tiene intención de invertir en el país y desarrollarlo. Este folleto contesta a estas ideas reformistas. También desmonta el intento de los burócratas de enfrentar los consejos de trabajadores a los sindicatos. Buscan con ello  enfrentar y dividir a los trabajadores dentro de las empresas nacionalizadas.  El folleto demuestra que ambos son necesarios y complementarios.

El control obrero de la producción, en una o varias empresas, es una situación excepcional y temporal. Sólo se puede dar en medio de una situación revolucionaria, cuando la burguesía esta desorientada o  debilitada y el aparato del Estado burgués se descompone y es  incapaz de desarrollar sus funciones como instrumento de represión de los capitalistas contra los obreros y el pueblo. Sólo en esa situación es posible que los trabajadores puedan tomar fábricas y mantenerlas durante cierto tiempo.  De ello  se deduce que el control obrero en una o varias empresas, únicamente  puede ser la antesala de que la clase trabajadora tome el poder del conjunto de la industria (que todas o la mayor parte de las fábricas estén bajo el control de los trabajadores) así como el control político del país, creando un Estado revolucionario controlado por ella misma.  Lo contrario también es cierto. Si la clase trabajadora no aprovecha el impulso revolucionario para apoderarse del aparato productivo  y destruir el aparato estatal capitalista, las empresas que estén bajo control de sus  trabajadores quedarán aisladas.  A la par que este proceso, la burocracia estatal, que es el mecanismo de transmisión del poder capitalista, volverá a ganar confianza en sí misma. El resultado final es que  la burguesía volverá a recuperar tanto la iniciativa como sus fuerzas, recomponiendo el aparato represivo para lanzarlo contra los trabajadores. Evidentemente, la primera y más urgente de las arremetidas contra la clase obrera  será contra  el sector más avanzado de  las fábricas ocupadas, nacionalizadas.

La principal idea de este folleto es que el debate sobre el control obrero es muy importante aunque  insuficiente por sí mismo para lograr que el control obrero se imponga en nuestro país.

El control obrero se desarrollará  exitosamente  si desde los trabajadores de las  empresas que lo implementan, ayudadas por el resto de la clase obrera organizada, se consigue extender el control obrero de la producción al resto de la industria pública y privada  del país. Marx decía que un paso adelante del movimiento vale más que una tonelada de teoría. Concretamente, la toma  bajo control obrero y su posterior expropiación de un grupo de empresas amplio, (100, 200, 1.000 a nivel nacional) sería el auténtico impulso para el control obrero  y salto definitivo para la revolución  socialista.  Por ello, la conclusión  de este folleto es eminentemente práctica: la vanguardia de los trabajadores en el PSUV y la UNETE debe organizarse para que la clase trabajadora en su conjunto se ponga al frente de la revolución por la vía de los hechos, extendiendo el control obrero a lo largo y ancho de nuestro país mediante la extensión de la lucha, la toma y la nacionalización de empresas bajo control obrero, coordinándolas a nivel local, regional y nacional. Ésa es la tarea principal que impulsamos los camaradas de la CMR y el FRETECO.

El mismo se compone de tres partes y un anexo. La primera explica algunos conceptos básicos del funcionamiento del sistema capitalista de producción, necesarios para entender el desarrollo de la lucha de clases en el cual se genera el control obrero;  la segunda aborda el tema del socialismo y el papel que debe jugar la clase obrera en su construcción; y la tercera se refiere al control obrero, qué es, su origen y experiencias, y la forma de desarrollarlo y extenderlo. Siguen los anexos que ampliarán y detallarán más los conceptos abordados en este trabajo, a través de ejemplos y propuestas concretas.

Algunos conceptos previos para entender al capitalismo

1.1.- ¿Qué son las fuerzas productivas?

Las fuerzas productivas están conformadas por las materias (vegetales, minerales o animales) que van a ser transformadas por la fuerza del trabajo (trabajadores) utilizando los medios de producción (herramientas, máquinas, fábricas, etc.) en bienes de consumo (alimentos, vestidos, viviendas, utensilios, etc.).

1.2.- ¿Qué son las relaciones de producción?

Desde que los seres humanos se organizaron socialmente tuvieron que relacionarse entre sí para poder comenzar a producir sus medios de subsistencia. Estas relaciones de producción constituyen la estructura económica de la sociedad y han variado en el tiempo de acuerdo al grado de desarrollo que han tenido en ellas las fuerzas productivas. A cada sociedad que ha existido en la historia le ha correspondido un modo de producción determinado donde se pueden distinguir los dos elementos anteriores: las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Los seres humanos entran en determinadas relaciones para poder llevar a cabo la producción de los bienes deseados, denominadas relaciones de producción. Estas relaciones pueden tener un carácter técnico o social. Las relaciones técnicas de producción derivan de la relación existente entre el trabajador y el control que posee sobre los medios de trabajo y sobre el proceso de trabajo en general. Las relaciones sociales de producción derivan de la clasificación que podemos establecer entre los agentes que participan en el proceso de producción en cuanto a la propiedad o no de los medios de producción, es decir, si son propietarios o no son propietarios de los medios de producción. En este sentido, se pueden establecer relaciones sociales de colaboración (si todos son propietarios de los medios de producción, en cuyo caso ningún sector de la sociedad vive de la explotación de otro), o relaciones de explotación, de exclusión, de dominación (si unos son propietarios de los medios de producción y otros no). En este último caso la relación de dominación es una relación explotador-explotado, en la medida en que los propietarios de los medios de producción viven del trabajo de los no propietarios. Para Marx, esta relación de explotación es la típica de las sociedades clasistas: la sociedad esclavista, la feudal y la capitalista. Resumiendo, la relación entre trabajadores y empresarios es una relación entre explotados y explotadores.

1.3.- ¿Cómo surgió esta relación de explotación entre trabajadores y capitalistas?

Su origen radica, en primer lugar, en la separación de los productores de sus medios de producción. Antes de que existiera el capitalismo los trabajadores (artesanos) eran los dueños de sus herramientas y con ellas trabajaban en sus pequeños talleres artesanales o en sus casas y fabricaban productos que cambiaban o vendían y así cubrían sus necesidades y las de sus familias. “No se trata aquí de gente condenada a morir de hambre si no vendían su fuerza de trabajo. En una sociedad tal no existía la obligación económica de ir a ofrecer los propios brazos, de ir a vender la propia fuerza de trabajo a un capitalista” (1). A raíz del desarrollo de los medios de producción, las máquinas y las herramientas se volvieron muy costosas y los trabajadores artesanales no las pudieron comprar, fueron los capitalistas con el dinero obtenido de sus actividades especulativas los que compraron y se hicieron dueños de los nuevos medios de producción. A continuación, constituyeron estos medios de producción en un monopolio en manos de una sola clase social, la clase burguesa. Es así como aparece otra clase social, el proletariado, compuesta por los antiguos trabajadores artesanales, los campesinos que habían sido despojados de la tierra y los numerosos pobres urbanos que, al quedar separada de sus medios de producción, no tiene más recursos para subsistir que la venta de su fuerza de trabajo a la clase que ha monopolizado los medios de producción. En Venezuela, el actual proletariado desciende de los miles de campesinos pobres que tuvieron que abandonar la tierra en una primera oleada durante la dictadura de Gómez, para ir a trabajar a lo campos petroleros o a las construcciones de carreteras, y luego, en una segunda oleada durante la dictadura de Pérez Jiménez, para trabajar en la construcción de obras públicas o en las nacientes industrias capitalistas.

 “El modo de producción capitalista es un régimen en el que los medios de producción se han convertido en un monopolio en manos de la burguesía, y en el que los trabajadores, separados de dichos medios de producción, son libres, pero están desprovistos de todo medio de subsistencia, y, por consiguiente, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a los propietarios de los medios de producción para poder subsistir” (1).

1.4.- ¿Qué es la lucha de clases?

Las clases sociales derivan de la división social del trabajo impuesta por las relaciones de producción, en el capitalismo esas clases sociales son la burguesía, dueña de los medios de producción, la clase obrera o proletariado, que debe venderle su fuerza de trabajo a los burgueses capitalistas a cambio del salario, y la clase media o pequeña burguesía, profesionales universitarios, pequeños propietarios, etc, que, en la medida que el sistema capitalista ha colapsado y, deben vender su fuerza de trabajo cada día por menos dinero con lo cual también se han ido proletarizando. Los capitalistas explotan a los trabajadores pagándoles por su trabajo un salario que equivale a una pequeña parte de lo que ese trabajo vale, esa diferencia entre lo que vale el trabajo de los obreros y los que les paga el capitalista es la plusvalía.

 Con la plusvalía que les roba a los trabajadores el empresario sigue aumentando su capital mientras los condena a llevar una vida de miseria. Evidentemente, los intereses de trabajadores y capitalistas no son los mismos, son antagónicos, mientras el capitalista quiere que el trabajador trabaje cada día más por menos dinero, el trabajador quiere lo contrario: trabajar cada día menos por más salario, y ello los lleva a enfrentarse, en definitiva, ambos luchan por la plusvalía, por la riqueza, que producen los trabajadores y que los capitalistas se roban. La única forma que tienen los trabajadores de recuperar esta plusvalía, que hoy sirve para que los capitalistas vivan lujosamente sin trabajar mientras los trabajadores se mueren de hambre, sin vivienda y padeciendo miles de calamidades, es que la clase obrera acabe con el sistema capitalista, expropie a la burguesía y socialice los medios de producción, en pocas palabras, que realice la revolución socialista.

¿Por qué si los trabajadores somos muchos y los capitalistas apenas unos pocos, nos dominan y explotan?

“A esta pregunta no es fácil dar contestación, sin más. Pero generalmente existen dos razones: en primer lugar, porque la organización y el poder se encuentran en manos de la clase capitalista; en segundo lugar, porque la burguesía es dueña aun hasta de la mente de la clase obrera.

 El medio más seguro que emplea la clase burguesa para dominar a los trabajadores es la organización estatal, el Estado burgués. En todos los países capitalistas el Estado no es otra cosa sino una asociación de capitalistas. Tomemos cualquier país: Inglaterra o los Estados Unidos, Francia o el Japón, Brasil o Colombia. Los presidentes, los ministros, los altos funcionarios, los diputados, son los mismos capitalistas, latifundistas, emprendedores o banqueros, o sus fieles y bien remunerados servidores: abogados, directores de Banca, profesores, generales, arzobispos u obispos” (2). Así también era Venezuela antes de la revolución.

“El conjunto de todos estos servidores de la burguesía, que se extienden por todo el país y lo dominan, se llama Estado. Esta organización de la burguesía tiene dos fines: en primer lugar, y esto es lo principal, el de reprimir todos los movimientos  e insurrecciones de los obreros, de asegurar la explotación permanente de la clase obrera y el refuerzo del sistema de producción capitalista, y en segundo lugar, el de combatir otras organizaciones similares (es decir, otros Estados burgueses) para el reparto de la plusvalía sacada a la clase obrera. Por tanto, el Estado capitalista es una asociación de burgueses que garantizan la explotación. Sólo los intereses del capital guían la actividad de esta asociación de bandidaje.

El Estado burgués, además de ser la más poderosa y gran de organización de la burguesía, es también la más complicada, pues posee numerosas ramificaciones que extienden sus tentáculos en todas direcciones. Todo ello sirve a un fin primordial: la defensa, la consolidación y expansión de la explotación de la clase obrera. Contra la clase obrera dispone el Estado burgués de los medios de la coacción brutal y de los de la servidumbre mental; estos dos forman los órganos más importantes del Estado capitalista. Los medios de coacción brutal son, principalmente, el ejército, la policía, las cárceles y los Tribunales. Estas son las instituciones del Estado capitalista, que tienen por misión oprimir brutalmente a la clase obrera.

Entre los medios de servidumbre espiritual de la clase trabajadora de que dispone el Estado capitalista son dignos de mencionarse los tres más importantes: la educación, la Iglesia y los medios de comunicación” (2).

1.5.- ¿Qué es una revolución?

Las relaciones de producción favorecen inicialmente el desarrollo de las fuerzas productivas, pero a medida que las fuerzas productivas se van desarrollando, terminan por entrar en contradicción con las relaciones de producción existentes, convirtiéndose éstas en una traba para el desarrollo de aquéllas, lo que provoca una revolución social, que concluye en la sustitución de las viejas relaciones de producción por otras nuevas, adecuadas al grado de desarrollo de las fuerzas productivas. “En el capitalismo, estas contradicciones hacen que la miseria de la clase obrera aumente con el progreso de la técnica, la cual, en vez de ser útil a toda la sociedad, trae mayores ganancias al capitalista y la desocupación y ruina a muchos obreros. Pero esta miseria aumenta también por otras causas. Hemos visto anteriormente que la sociedad capitalista está bastante mal construida. Domina la propiedad privada, sin ningún plan general. Cada capitalista dirige su negocio con independencia de los demás y lucha con los otros por el mercado, por eso se dice que el capitalismo es anárquico, que le falta organización. El otro mal que sufre el capitalismo es que está constituido por dos clases adversas. Con el desarrollo del capitalismo la anarquía de la producción se acentúa constantemente y conduce al disgregamiento y a la destrucción. El proceso de disolución de la sociedad no disminuye, sino aumenta.

El abismo que divide la sociedad en dos clases se hace cada vez mas profundo. Por un lado, acumulan los capitalistas todas las riquezas del mundo, mientras reina en la clase oprimida la miseria y el hambre. Los desempleados representan la clase de los hambrientos, desmoralizados y embrutecidos. Pero aun los que trabajan están cada vez más distantes en su nivel de vida del de los capitalistas. La diferencia entre proletariado y burguesía se hace cada vez mayor. También es verdad que las condiciones de los obreros se han mejorado con el desarrollo del capitalismo, pero aumenta aún más rápidamente la ganancia del capitalista. En la actualidad la clase obrera está tan lejos de la capitalista como el cielo de la tierra. Cuanto más se desarrolla el capitalista tanto más enriquecen los grandes capitalistas y tanto más profundo se hace el abismo entre esta pequeña falange de reyes sin corona y la gran masa de proletarios esclavizados. Hemos dicho que los salarios crecen, pero que la ganancia aumenta con, mucha más rapidez, y que por esta razón el abismo entre las dos clases se hace cada vez más profundo.

 Es evidente que la creciente desigualdad tiene que conducir, tarde o temprano, al choque entre capitalistas y obre ros” (2). Llega un momento en que los explotados no soportan más su situación, esta desesperación les hace perder el miedo a la burguesía y a las fuerzas represivas del Estado burgués, y se alzan contra el orden establecido para cambiarlo por otro más justo. La revolución es el punto más alto de la lucha de clases en el cual los trabajadores y las masas toman su destino en sus propias manos y se lanzan al combate político para disputarles el poder a los capitalistas.

¿Por qué estalló la revolución en Venezuela?

En 1989 gobernaban los capitalistas en Venezuela a través de sus representantes, los adecos y los copeyanos, mientras ellos vivían muy bien en sus quintas y mansiones, robaban lo que producían los trabajadores y compartían el fruto de sus robos con los políticos corruptos, el pueblo y los trabajadores pasaban hambre y muchos debían alimentar a sus hijos con perrarina y kuley. Cuando el representante de los capitalistas en aquel momento, Carlos Andrés Pérez, quiso solucionar la crisis económica de los capitalistas metiendo una vez más la mano en el bolsillo de los trabajadores, el pueblo no lo soportó y estalló en el Caracazo del 27 de febrero. Fue el comienzo de la revolución venezolana. El gobierno adeco reprimió con las fuerzas represivas del Estado burgués: la policía y el ejército, al pueblo hambriento que luchaba en las calles contra su situación. Ese alzamiento popular fue derrotado como también fue derrotado el posterior alzamiento militar de Chávez del 4 de febrero de 1992, pero en 1998 ese mismo pueblo triunfó en las elecciones, derrotando al candidato de los capitalistas, Enrique Salas Römer, y llevando al comandante Chávez a la presidencia de la República.  

2) La revolución socialista

2.1.- ¿Cuál socialismo?

Desde que el presidente Chávez planteó a comienzos del año 2005 que la Revolución Bolivariana iba hacia el socialismo, se ha abierto una interminable discusión en todos los rincones del país sobre el tema. Todo el mundo opina y quiere dar su versión sobre lo que entiende por socialismo, desde los sectores más explotados y relegados de la sociedad y, quizás por ello los más comprometidos con el proceso revolucionario, que ven en el socialismo la clave para su liberación definitiva, pasando por la burocracia reformista que trata de disfrazar al socialismo de social-democracia, hasta los sectores de la derecha  más reaccionaria que buscan por todos los medios de vender la falsa idea de la superioridad del capitalismo sobre el socialismo al identificar a este último con los fracasados modelos burocrático-stalinistas que existían en Europa del Este. Para nosotros, los trabajadores, sólo existe un socialismo. Un socialismo que no se basa en la conciliación con los capitalistas ni en las buenas intenciones, y que por lo tanto no es utópico, sino que está sólidamente asentado en la realidad material y en la verdad científica.

 Basados en ese análisis científico de la sociedad y de su evolución a través de la historia que realizaran Marx y Engels, coincidimos con el presidente Chávez en que desde hace mucho tiempo el capitalismo, como sistema social, ha dejado de dar respuestas a la humanidad y ya no satisface las necesidades más elementales de la misma, llegando al extremo de poner en peligro la propia existencia de la vida en la Tierra con su forma anárquica y depredadora de producción. Las relaciones de producción capitalistas desde hace más de un siglo se han convertido en una traba para el desarrollo de las fuerzas productivas lo que ha provocado las numerosas revoluciones sociales que se han venido dando en el mundo desde entonces y de las cuales forma parte la Revolución Bolivariana. En ese sentido, estamos convencidos que ha llegado la hora, incluso por una  cuestión de supervivencia de la propia especie humana,  de dejar atrás el sistema capitalista, enterrarlo para siempre en lo más hondo de la historia y comenzar a construir la sociedad socialista, que no es otra cosa que esa sociedad de transición entre la sociedad capitalista y esa sociedad en la cual ya no existan ni la injusticia ni la desigualdad entre los seres humanos. La principal característica de esta sociedad socialista, y que por lo mismo es también la esencia de lo que nosotros entendemos por socialismo, es que la propiedad de los medios de producción ya no será propiedad privada de individuos aislados (principal característica del capitalismo) sino propiedad colectiva de toda la sociedad. Como dijera Lenin: “...El “derecho burgués” reconoce la propiedad privada de los individuos sobre los medios de producción. El socialismo los convierte en propiedad común.”

Sólo de esta forma: acabando con la propiedad privada sobre los medios de producción y convirtiéndola en propiedad común de toda la sociedad se acabará con la explotación del hombre por el hombre y se estará arrancado de raíz el origen de la explotación capitalista, pero para poder hacer esto realidad es necesario que los trabajadores primero acaben con el Estado burgués que aún existe en Venezuela y construyan un Estado obrero basado en los consejos de trabajadores, comunales y campesinos. Los trabajadores no pueden avanzar hacia el socialismo con la actual estructura capitalista del Estado que mantiene y reproduce una burocracia que no genera ninguna riqueza, que sólo consume la plusvalía creada por los trabajadores, que no está bajo el control de los trabajadores y los reprime, y que frena la revolución con su reformismo. Después que se destruya el Estado burgués, se expropie a los capitalistas y sean los trabajadores los que dirijan la sociedad con sus propias instituciones, sí podremos decir que estamos construyendo el socialismo. En ese mismo sentido, también se debe acabar con la propiedad privada de la banca y de la tierra. Una vez que los grandes medios de producción, la tierra y la banca sean propiedad de toda la sociedad, sólo entonces, se podrá planificar la economía en función de las necesidades de todos y no de un puñado de privilegiados. Será ése el comienzo del fin de todas las lacras capitalistas que hoy afligen a los trabajadores de Venezuela y del resto del mundo, como la inflación, el desempleo, la inseguridad, el hambre, la falta de vivienda, etc., y el inicio de una nueva vida de mejor calidad con un acceso masivo a la educación, a la salud, a la cultura, a la ciencia y al esparcimiento para toda la sociedad, sin excluidos. Ese es el socialismo que entendemos, que queremos y que necesitamos los trabajadores y el pueblo.

2.1.- ¿Ya estamos construyendo el socialismo en Venezuela?

Como acabamos de ver, para comenzar a construir el socialismo primero hay que derrumbar al Estado burgués y expropiar a los capitalistas, y nada de eso se ha hecho. La revolución bolivariana ha traído importantes avances a la población. La pobreza se ha reducido de un 50 a un 30% en estos años, la pobreza extrema de  42,5% a 9,5% y muchas personas han tenido acceso a la educación y la salud Pero aunque es verdad que la revolución ha masificado la educación y la asistencia médica, ello es apenas un paso en la dirección correcta, aún faltan muchos pasos más que no se podrán dar si no se destruye al Estado burgués y se expropia a los capitalistas. A pesar que se han expropiado algunas empresas, lo cual es muy bueno porque son medidas en el camino correcto, el grueso de la economía continúa en manos de los capitalistas, así como la banca y la mayoría de la tierra. Las relaciones de producción siguen siendo capitalistas, aun en las empresas que se han nacionalizado o que ha creado el Estado y que se denominan “socialistas”, ya que en ellas los trabajadores continúan trabajando por un salario que no les cubre sus necesidades, no tienen poder de decisión en la gestión de la empresa, que está en manos de funcionarios de la burocracia, y muchas veces hasta les niegan el derecho a la sindicalización.

El Estado, con sus instituciones legislativas, ejecutivas y judiciales, y su aparato represivo, básicamente, es el mismo que existía cuando estaban los adecos y los copeyanos, lo único que ha cambiado son las personas que están al frente de esas instituciones. El modelo de gobierno representativo, característico de la democracia burguesa, con su carnaval electoral, también es el mismo. Es por ello que los problemas de inflación, inseguridad, falta de vivienda, desempleo, etc., que sufre el pueblo también son los mismos que padecía cuando la IV República, porque, como decía el Che, no se puede construir el socialismo con las melladas armas del capitalismo, es decir, con el mismo Estado.

  

¿Cuál es el papel de la clase obrera en la revolución socialista?

Como hizo la burguesía en su juventud contra el feudalismo, corresponde ahora a la clase obrera dirigir la lucha contra el capitalismo y sus sostenedores. La burguesía no puede existir sin la clase obrera, pues su riqueza depende de la explotación de la fuerza de trabajo. Es en ese sentido que Marx planteó que la burguesía creó a sus propios sepultureros. Lejos de la fantasía de los académicos y plumas pagadas de la burguesía acerca de la supuesta “inexistencia” de la clase obrera, ésta está llamada a ser la sepulturera del sistema capitalista. Su papel en la producción capitalista y sus particulares condiciones de vida y trabajo hacen que ninguna otra clase o capa oprimida de la sociedad pueda sustituirla en esa tarea.

Los obreros, en cambio, ven la fuente de sus males en el capitalista, que es el que les baja el salario, el que les obliga a trabajar horas extras, el que les explota y el que les despide. Para defenderse necesitan de la máxima unión entre todos los compañeros de trabajo, de aquí su mentalidad solidaria, colectiva y anti individualista. Sus propias condiciones de trabajo refuerzan esta mentalidad. Todo proceso productivo necesita, para funcionar, la implicación de todos los obreros de la empresa. Cada uno de ellos es un eslabón necesario en el proceso productivo. Esa interdependencia mutua en el proceso de trabajo refuerza dicha mentalidad colectiva.

 La lucha de los trabajadores de cualquier empresa pone de manifiesto una ley muy importante de la dialéctica: el todo es mayor que la suma de las partes. La fuerza combinada de los obreros en una empresa luchando por los mismos intereses es muchísimo mayor que la presión aislada de cada uno de ellos, que es la situación en que se coloca el pequeño burgués de clase media.

El socialismo es la ideología natural de la clase obrera. Cuando la lucha de los obreros contra el capitalista de su empresa llega a su punto más agudo, se producen ocupaciones de empresas. En esos momentos es cuando se pone de manifiesto “quién manda aquí”. La idea de expropiar al patrón y el sentimiento de que la empresa debe ser de propiedad común entre los trabajadores nace, en un momento determinado, como un desarrollo natural de su conciencia.

La idea de la propiedad común nace de su condición obrera. Para que la empresa pueda seguir funcionando, no se puede dividir en trozos y repartir entre los trabajadores, sino que debe mantenerse unida trabajando todos en común. Las propias condiciones de vida que crea el capitalismo, establecen las bases para la futura sociedad socialista, hoy las familias obreras viven en común (ciudades, barrios y edificios comunes), con un sistema de electrificación, de conducción de aguas, de telefonía, de transporte público, y de adquisición de medios de consumo comunes. Todo esto refuerza aún más esa mentalidad anti-individualista y socialista en la conciencia de las familias obreras.

El papel de los trabajadores en la revolución es ponerse al frente de la misma y guiar al resto del pueblo a la toma del poder, acabar con el Estado burgués, expropiar a los capitalistas y construir la nueva sociedad socialista, algo que, por todo lo que acabamos de explicar, no lo puede hacer la burocracia, ni la clase media, ni los intelectuales, sólo lo puede hacer la clase obrera organizada y con un programa revolucionario

Publicamos a continuación una carta que hemos recibido de un joven trabajador del aeropuerto de la Ciudad de México, en la cual da su punto de vista y explica los motivos por los cuáles se han quedado sin empleo más de 10 mil trabajadores de Aeroméxico.

Comité de redacción

Acabo de leer su artículo sobre Mexicana de Aviación (http://militante.org/mexicana-la-solucion-es-el-control-de-los-trabajadores)  y me gustó mucho, sólo les comento que el número de empleados despedidos  de Mexicana de Aviación es superior a los 10,000 empleos directos, más la suma de los indirectos, que en éste caso  deben de tener alrededor del mismo número. Esto es porque Mexicana al igual que Aeroméxico son socios de una empresa que se llama SEAT (servicios de apoyo en tierra) la cual se encarga de dar el servicio de tierra a sus aviones, esto ocurre en todas las estaciones de toda la republica mexicana. Para dar servicio a un vuelo de Mexicana o de Aeroméxico se ocupan alrededor de 5 empleados de SEAT por  3 de mexicana.

 A esto también puedo añadir que SEAT es una empresa poco confiable pues por experiencias propias nos hemos dado cuenta que su trabajo es sólo para inflar las cifras del gobierno; contrata gente al por mayor, los tiene en reserva y cuando alguno es “grillero” o se opone a lo que les dicen: "cuello".  SEAT tarda alrededor de tres años en dar una planta (base) y cuando algún trabajador  ya esta próximo a recibir su planta por alguna razón “misteriosa” los corren o les dicen que no llego su contrato; al mismo tiempo SEAT se apoya de un sindicato nefasto, llamado Sindicato Independencia dirigido por un diputado o senador (son la misma basura) panista que se apellida Del Toro, no recuerdo su nombre.

Para poner más argumento a esto, SEAT fue creado para que las grandes aerolíneas antes mencionadas no contaran con tantos trabajadores y poder reducir costos, pues las personas que pudieron jubilarse con las razones sociales de las aerolíneas Mexicana y Aeroméxico reciben una pensión de aproximadamente (para los empleados de categorías más bajas) $10,000.00 mensuales; esto es hoy en día una muy buena jubilación considerando los sueldos actuales.

Como ven en la aviación han existido grandes fraudes y cosas un poco turbias, la quiebra de Aeroméxico en la década de los 80- 90 's y de Mexicana unos años antes, la venta del 60% de las acciones de Aeroméxico que le pertenecía al gobierno en el 2007 y que casi nadie lo supo y que a pesar de ser la mayor parte del gobierno los empleados estaban dados de alta en el IMSS y no en el ISSSTE como normalmente sucede.

 Bueno espero te sirva de algo.

Preparando una explosión de la lucha de clases

En septiembre del año pasado, un minúsculo porcentaje de crecimiento del PIB alemán y francés, por debajo del 1%, se convirtió en el dato necesario para desatar la famosa euforia de los brotes verdes. Los tambores de la propaganda mediática de la burguesía golpearon con fuerza anunciando el final del túnel. Incluso Zapatero se venía arriba asegurando que la economía española también sufría de un sarpullido primaveral anticipado. Poco tiempo después, a principios de este año, eran las cifras oficiales de la economía estadounidense las que daban el impulso para lanzar las campanas al vuelo: la recuperación económica en los EEUU era un fenómeno irreversible, afirmaban con confianza el presidente Obama y su colega Bernake, el también presidente de la Reserva Federal (FED). Y, sin embargo, en el quinto mes del año, Europa se convirtió en el epicentro de una crisis que puso en cuestión el futuro de la UE, y "el mundo estuvo al borde del colapso" en palabras de un alto funcionario del FMI.

Fracaso del G-20 en Toronto

La reunión de las grandes potencias de la economía mundial (G-20) celebrada los pasados 26 y 27 de junio en la ciudad de Toronto (Canadá), reflejó, más que ninguna de las anteriores, el calado y la profundidad de la crisis. El enfrentamiento entre los EEUU y la UE ante las estrategias de salida de la recesión puso aún más de relieve, si cabe, las enormes dificultades para una coordinación efectiva de las políticas económicas. También se dejó en suspenso, por enésima vez, el quimérico plan -propaganda de la mala en realidad-, para regular o aplicar tasas o impuestos al sector financiero.

Los medios de comunicación han destacado que el enfrentamiento respondía, supuestamente, a un pulso entre los que defienden mantener los estímulos públicos para reactivar la economía (EEUU), y los que apuestan con vehemencia por los planes de ajuste y austeridad para reducir el déficit y la deuda pública (UE). Hemos subrayado la palabra supuesta pues, como en cualquier aspecto que enfrenta a las potencias capitalistas, las apariencias de los discursos oficiales suelen ocultar intereses mucho más mundanos. Decir que Obama es un defensor de la inversión pública, en sentido coloquial para entendernos, es lisa y llanamente mentira, tal como los hechos se están encargando de demostrar. La administración demócrata ha aprobado planes de ayuda estatales por valor de varios billones de dólares que han sido destinados, en su mayor parte, a salvar al sistema financiero estadounidense, sostener a los grandes monopolios de la automoción (gracias a las subvenciones a fondo perdido otorgadas generosamente por Obama, por ejemplo a General Motors), subsidiar la venta de casas, y continuar con los gastos multimillonarios en materia de defensa militar (las guerras de Iraq y Afganistán) y seguridad interior, entre otros. Pero las inversiones productivas, en infraestructuras, en obra pública, en sanidad, en educación, para crear empleo y estimular el consumo, han brillado por su ausencia. Más bien habría que señalar que los ataques a los gastos sociales, a las pensiones, a los empleados públicos (en las administraciones de los estados y en los ayuntamientos se han destruido 69.000 y 247.000 puestos de trabajo respectivamente desde agosto de 2008), a la sanidad y la educación, también se suceden a buen ritmo en los EEUU. Las ventajas fiscales para los ricos y los beneficios estratosféricos que los grandes bancos están obteniendo, son parte del panorama económico estadounidense igual que en Europa o Japón.

Basta recordar que hace pocos meses, en mayo, justo cuando estalló la crisis europea y el euro estuvo bajo un intenso fuego de los "especuladores" (es decir, de los grandes bancos y las grandes multinacionales, en una parte considerable de matriz estadounidense), el presidente norteamericano telefoneó a Zapatero, al primer ministro griego Papandreu, al primer ministro portugués Sócrates, por no decir a Merkel y Brown (todavía había un gobierno laborista en Gran Bretaña), para presionarles y exigirles que pusieran en marcha cuanto antes los planes de ajuste y austeridad, el recorte del déficit y la ofensiva contra la clase obrera. Obama, como portavoz político de los grandes negocios estadounidenses, de los grandes bancos y las grandes corporaciones, igual que lo fueron otros presidentes estadounidenses en los que se inspira, como Wilson o Roossevelt, no hacía más que asegurar que estos grandes consorcios capitalistas recibieran puntualmente el pago de sus intereses y la devolución de sus préstamos, que pudieran continuar con sus sabrosos negocios especulativos a costa de la sangre, el sudor y las lágrimas de la clase obrera europea.

Presentar a Obama como el defensor de otro modelo económico es demagogia barata. En realidad, la causa del enfrentamiento entre los EEUU y la UE, también del enfrentamiento con China, no es otro que la lucha bestial por el mercado mundial. EEUU, que atraviesa una fase depresiva en su consumo, no puede convertirse en el destinatario de las mercancías baratas de todo el mundo y hundir aún más sus industrias manufactureras. Esto va directamente en contra de los beneficios del capital norteamericano. Al contrario, la burguesía estadounidense necesita resituarse en el mercado mundial, incrementar el volumen de sus exportaciones para salir de una crisis que se prolonga y vender mucho más en el exterior. En el pico del anterior boom económico, el consumo doméstico de los EEUU aportaba el 75% de su PIB, y el 15% del PIB mundial, pero esas cifras se fueron como la primavera. No volverán a medio plazo.

Lo que puso de manifiesto la reunión del G-20 en Toronto, es que una perspectiva de enfrentamientos comerciales, devaluaciones competitivas (mucho más después de lo ocurrido este último trimestre con la caída del euro y el crecimiento exponencial de las exportaciones alemanas) e incrementos de los aranceles está a la vuelta de la esquina. Algo que confirma la propia prensa capitalista, aunque tenga que recurrir al lenguaje indirecto: "Las soluciones nacionales se abren paso ante la crisis", titulaba El País la crónica sobre el G-20 el pasado 27 de junio.[1]

Pesimismo en EEUU

Los fundamentos de la economía mundial están golpeados por una tremenda crisis de sobreproducción.[2] La media de utilización de la capacidad productiva instalada de las principales economías del mundo en este año (EEUU, UE, Japón, exceptuando China), está por debajo del 75%, lo que señala con rotundidad que el mercado mundial es incapaz de asimilar las mercancías, los bienes y los servicios que es capaz de producir con la base económica existente. Los datos son concluyentes: en 2009 la caída de la inversión directa extranjera fue de -29,2% en la UE, en las economías avanzadas alcanzó un -41,2%, y en el conjunto del mundo un -38,7% de media, según los datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

Lo que demuestra el carácter senil y decadente del capitalismo es que en la fase más aguda de la crisis, la especulación bursátil y financiera vuelve a arreciar con fuerza: nuevas fortunas multimillonarias se crean en todo el mundo chupando los recursos públicos a través de la compra de deuda pública. Los gobiernos capitalistas a su vez, obtienen los recursos para mantener esta sangría rebajando los salarios de los empleados públicos, recortando los gastos sociales y desmantelando los servicios públicos. Increíble pero cierto. Pero la adopción de los planes de ajuste para contentar a las grandes finanzas tendrán otros efectos: deprimirán aún más la demanda interna haciendo mucho más difícil la recuperación general de la economía. Y sobre todo, aseguran un futuro de bajo salarios, precariedad y paro masivo. En términos políticos esto es una receta acabada para la explosión de la lucha de clases.

Las perspectivas económicas se han vuelto a enturbiar después de conocerse los últimos datos de la economía estadounidense. La exposición del sector financiero estadounidense a la crisis inmobiliaria -que se mantiene vigorosa tras caer la venta de viviendas de segunda mano un 27% en el primer trimestre-, ha sido subrayado por el Fondo de Garantías de Depósito de los EEUU, que calcula en 552 las entidades financieras que pueden quebrar en los próximos dos años (lo que significaría una pérdida de 250.000 millones de dólares). A la incertidumbre por nuevas recaídas del sistema financiero se suma el gran problema de la economía norteamericana: el crecimiento del paro, en tasas históricas y sin ningún síntoma de remitir. Según los estudios de Goldman Sachs, la economía de EEUU necesitaría crecer durante los próximos cinco años a una tasa anualizada del 5% para lograr que el empleo volviese a la situación previa a la crisis. Eso significa crecer el doble de lo que la FED ha previsto para el segundo trimestre de este año, pero que no se cumplirá con casi toda seguridad.

La perspectiva de un nuevo descenso a los infiernos para la economía norteamericana no es ningún invento. El corresponsal de El País en EEUU, Sandro Pozzi, lo fundamentaba así en un artículo del pasado 28 de agosto: "El que iba a ser el verano de la esperanza se está convirtiendo en el del miedo a que EEUU tropiece, vuelva a caer en la recesión y se lleve por delante la recuperación en todo el mundo. Ante tanta incertidumbre, el cónclave en Jackson Hole (Wyoming, EEUU) de economistas y banqueros centrales internacionales ha cobrado especial relevancia, con un mensaje de nubes y claros. ‘Esta crisis durará casi 10 años en los países más endeudados -tanto EEUU como España están entre ellos-, y apenas llevamos tres desde que estalló', explicó en una entrevista con este diario Carmen Reinhart, de la Universidad de Maryland (...) En la calle, con 14,6 millones de parados y otros 2,4 millones que ni siquiera buscan empleo en la situación actual, la respuesta parece ser afirmativa. En EEUU hay también 8,5 millones de personas que no tienen más remedio que trabajar a tiempo parcial, lo que se traduce en menos ingresos. Y 40 millones de personas con bajos recursos que acuden a las ayudas públicas para poder comer, a los conocidos food stamps: para todos ellos, la vida es una especie de depresión contenida. Tampoco hay buenas noticias para las empresas, que ven cómo la demanda vuelve a bajar. Ni en el sector de la vivienda, donde las ventas avanzan al menor ritmo en cinco décadas...".

La situación es tan grave que Obama se ha precipitado a presentar un nuevo plan de "estímulo" de la economía, con 50.000 millones de dólares de inversión en infraestructuras públicas, y ayudas fiscales a las empresas. Pero esto es 16 veces menos que su plan de hace un año y medio, un plan que ha fracasado a la hora de sacar a la economía del agujero. Economistas como Krugman exigen más ambición y un plan de estímulo mayor, pero ¿para invertir en qué y de dónde saldrá el dinero? Si se aumenta la inversión pública de algún sitio tienen que salir los recursos. ¿De los impuestos a los ricos? Sería una alternativa... pero Obama, presionado por un numerosos grupo de congresistas demócratas, ha decidido ampliar las exenciones fiscales a las grandes fortunas que aprobó Bush y que vencían en diciembre de este año, todo un escándalo. Su argumento es el mismo que el que utiliza su colega Zapatero, que después de amagar con aumentar la fiscalidad a las grandes fortunas ha reculado vergonzosamente aduciendo que eso podría provocar fugas de capitales y empeorar la situación. Así es la lógica implacable del capitalismo, incluso para sus feligreses más piadosos y bienintencionados.

Incertidumbre y estancamiento en Europa y Japón

La situación de EEUU es adversa, pero las perspectivas para Europa no son mejores. Después del terremoto de mayo, del hundimiento de la economía griega, de los planes de auxilio al sistema financiero, poco se ha resuelto. La jerga oficial habla ya de una Europa a dos velocidades, en todo, y lo peor es que a pesar de poner en marcha un plan de ajuste y austeridad de caballo, las posibilidades de que arranque la recuperación son cada vez más inciertas. Como ocurre en EEUU, las tasas de desempleo en la UE están en cotas históricas: según las cifras de Eurostat, la zona euro se situó en el mes de julio en el 10%, un máximo de los últimos 12 años. Casi 16 millones de personas no encuentran trabajo en la eurozona.

La economía francesa está en encefalograma plano, la inglesa sigue descendiendo, y la alemana, que ha crecido un significativo 2,2% en el segundo trimestre, tiene enormes desequilibrios y zonas oscuras que puede arrastrar al conjunto de Europa, empezando por la situación nada fiable que atraviesa su sistema bancario. El crecimiento se ha basado en sus exportaciones, que se benefician de la debilidad del euro, de la caída de los salarios, de la precariedad creciente del mundo laboral alemán y, una razón de mucho peso, de la pujanza de la economía china y los planes de inversión estatal de su gobierno, que ha aumentado significativamente las importaciones de maquinaria y tecnología alemana. Una dinámica que tiene sus consecuencias. En primer lugar, no está claro que un crecimiento semejante pueda mantenerse por mucho tiempo. El corresponsal de La Vanguardia en Alemania advertía de ello: "El nivel de dependencia exterior de Alemania es la clave de su éxito y también su talón de Aquiles. Su cuota de exportación supera el 40% en sectores como el del automóvil y la máquina herramienta, y el 50% o 60% en la industria electrónica o farmacéutica. Alemania depende como pocos de la coyuntura internacional, algo que se parece a unas arenas movedizas, porque el panorama general está dominado por la incertidumbre...".[3]

El crecimiento de las exportaciones alemanas, que ya representan el 50% de su PIB, también tiene otra cara: aumenta las tensiones con sus supuestos socios europeos y, sobre todo, agudiza el enfrentamiento con los EEUU. Como señalábamos al principio del artículo, los norteamericanos claman contra la política exportadora germana, y por ende contra Europa, que se ha beneficiado notablemente de la caída del euro -en el segundo trimestre la moneda única perdió más de un 6,5% en su cambio frente al dólar-. Una situación que de mantenerse acelerará el enfrentamiento comercial, y la posibilidad de una espiral de devaluaciones competitivas.[4]

El otro punto débil sigue localizado en el sector financiero. Tan sólo hace unos meses que se hicieron los test de estress para evaluar la solvencia de los principales bancos europeos y calmar a los mercados. Los bancos españoles salieron aparentemente airosos, a pesar de que llevan años incorporando a sus balances, como si fueran activos, todo el pasivo de la crisis inmobiliaria, que tienen préstamos concedidos al sector por valor de 600.000 millones, y una morosidad que supera los 100.000 millones de euros. El resultado de las pruebas permitió a Zapatero sacar pecho, pero el 9 de septiembre el gobernador del Banco de España volvió a advertir de posibles quiebras bancarias. De todas formas, recientemente han aparecido informes sobre las características técnicas de estos test. Y han confirmado que quien hace la ley hace la trampa. Si un gobierno como el griego puede falsificar sus cuentas públicas para pasar el examen de la UE, los bancos europeos, y sobre todo los alemanes, pueden presionar para que la realidad quede oportunamente enmascarada y ocultar convenientemente su exposición a la deuda griega. La metodología de las pruebas de resistencia de la banca europea apenas penalizaba la posesión de deuda griega. Para justificar una decisión así se argumentó que tras la creación del fondo de rescate del euro ya "no se contempla la hipótesis de un impago por parte de ningún país europeo". Del análisis fueron también excluidas las inversiones en deuda rusa. Como han señalado The Wall Street Journal poniendo el dedo en la llaga: las maniobras técnicas han servido para ocultar la enorme exposición de los bancos europeos, su gran pasivo acumulado y que puede ser muy difícil recuperar (en los últimos días se ha hecho público que los grandes bancos alemanes necesitarán más de 100.000 millones de euros para cumplir con las nuevas regulaciones).

El pesimismo económico dibujado en otoño se ha completado con los datos de Japón. Sumergido en una situación de deflación, con un yen más fuerte que nunca que afecta muy negativamente a sus exportaciones, el gobierno japonés intenta de nueva insuflar vida en el organismo económico a través de nuevas inyecciones públicas. Pero lo más significativo es que el estancamiento de la economía japonesa ha llevado las cifras del paro a sus mayores índices desde el final de la Segunda Guerra Mundial: una tasa de paro superior al 5%, que oculta así mismo la generalización de la precariedad del empleo, los salarios basura y la creciente brecha entre ricos y pobres: "Los miles de jóvenes que pernoctan en los cibercafés porque no pueden permitirse pagar un alquiler o los ancianos obligados a sobrevivir con pensiones míseras inflan cada vez más las filas de los pobres de Japón. Este año, el Gobierno hizo públicas las cifras de este colectivo por primera vez en la historia del país. Hablan de 19 millones de pobres, uno de cada seis japoneses. Lo peor es que esos datos son de 2007, antes de la crisis".[5]

A pesar de que los datos de crecimiento del comercio mundial serán positivos este año en relación al año 2009, el mayor incremento se centra en los países emergentes y exportadores de materias primas. Y este aspecto, el aumento del precio de las materias primas, tampoco es una buena noticia para la recuperación, pues aumenta los costes de producción en las grandes potencias. La perspectiva por tanto es clara: un largo periodo de estancamiento económico en términos macroeconómicos -aunque para la mayoría de la población de planeta en nada se diferencia de una recesión profunda-, sin descartar una nueva recaída en la depresión, tal como ocurrió en 1937 durante el gran crack económico de los EEUU.

Ruptura del equilibrio capitalista

Cuando Obama fue elegido Presidente de los EEUU, inmediatamente se puso manos a la obra en su particular cruzada mundial para refundar el capitalismo sobre bases "humanas". Sus planes cautivaron a la socialdemocracia mundial. Parecía que la crisis, a pesar de su profundidad y ferocidad, podría ser la oportunidad que se necesitaba para sacar las conclusiones pertinentes de los errores pasados e introducir cordura y racionalidad en los mercados. Dos años después ¿Qué queda de estos planes? ¿Qué queda de los grandes mensajes, de las grandes ambiciones?

Queda un fracaso completo a la hora de poner el cepo a los grandes especuladores. Queda una herida abierta en canal que enfrenta por cada palmo del mercado mundial a las grandes potencias internacionales. Queda la continuidad de la crisis, lastrada por una deuda pública estratosférica y, en la mejor de las previsiones, una prolongada fase de estancamiento con tasas masivas de desempleo que se pueden prolongar durante los próximos diez años. La racionalidad que pretendían introducir en el sistema capitalista sus salvadores "democráticos", se está traduciendo en caos y descomposición: miles de millones de euros se dilapidan para pagar los intereses de la deuda pública a la gran banca, un ingente volumen de capital que no se dedica a la inversión productiva, a crear industrias y empleo.

La gran recesión de la economía ha sido el ariete para que el equilibrio capitalista se rompa en todos los planos y, por supuesto, en el político. Una gran parte de los fundamentos que daban credibilidad a la democracia burguesa también están en cuestión. La experiencia de estos años ha desvelado la brutal dictadura del capital financiero que domina el mundo. No, no es democracia, es una dictadura ejercida por individuos que nadie ha elegido, que nadie ha votado, pero que tienen la capacidad para poner de rodillas a todos los gobiernos que aceptan la lógica del capitalismo.

Las recetas capitalistas para enfrentar la crisis han acabado con las viejas certidumbres. Y las consecuencias se dejarán notar en diferentes planos. Para empezar, la inestabilidad política será la constante en los próximos años, donde las dificultades de la burguesía y de sus aparatos políticos por mantener cohesionada a su base social van a aumentar. La crisis del gobierno de Sarkozy y del entramado político liderado por Berlusconi son síntomas de lo que está por venir. Pero sobre todo, la ofensiva que supone la aplicación de los planes de austeridad anuncian una nueva era de lucha de clases, muy dura y radicalizada. Estamos en el comienzo, pero vaya comienzo: huelgas generales en Grecia, en Francia, en Italia, en el Estado español, movilizaciones de masas en Portugal, en Dinamarca, en Alemania, movimientos revolucionarios del proletariado en Centroamérica, América Latina, el subcontinente indio...

Este auge de la lucha de masas, con sus flujos y reflujos, tendrá efectos demoledores sobre el modelo sindical reformista y de paz social que ha dominado el panorama de los últimos años. El mayor pilar con el que ha contado la burguesía para garantizar sus grandes negocios y la estabilidad de su sistema en los últimos treinta años, esto es, la colaboración de los dirigentes de los sindicatos y los partidos de la izquierda, se agrietará por la presión de la clase obrera. Las ideas del socialismo revolucionario, del marxismo, volverán a convertirse en el programa de millones de oprimidos en todo el mundo

NOTAS

1. Esta perspectiva, por muy sorprendente que parezca, es animada y estimulada incluso por aquellos que se hacen pasar por keynesianos ortodoxos (es decir, liberales simpáticos, que aparentan ser muy críticos, en el papel, con la derecha). El caso más emblemático es del profesor Krugman que atiza el nacionalismo económico estadounidense y llama a la guerra santa (en términos económicos claro) contra China y Alemania. Krugman escribió un artículo que tituló La tomadura de pelo del yuan (El País, 26/06/10). Citaremos algunos renglones: "La semana pasada, China anunció un cambio en su política monetaria, una jugada claramente destinada a quitarse de encima la presión de Estados Unidos y otros países en la cumbre del G-20 de este fin de semana. Desafortunadamente, la nueva política no hace frente al problema real, que es que China ha estado fomentando sus exportaciones a costa del resto del mundo (...) De hecho, lejos de suponer un paso en la dirección correcta, el comunicado chino fue un acto de mala fe, un intento de aprovecharse de la moderación de EEUU (...)  Está claro que el Gobierno chino trata de tomarnos el pelo a todos los demás, (...) China tiene que dejar de darnos largas e imponer un cambio de verdad. Y si se niega a hacerlo, habrá llegado la hora de hablar de sanciones comerciales." Más claro el agua.

2. El Militante ha publicado una gran cantidad de materiales de análisis sobre la crisis económica mundial. Se pueden consultar en http://www.elmilitante.net/content/view/5058/1/

3. Rafael Poch, La Vanguardia 06/09/2010 

4. Como en el caso de China, Paul Krugman también emite su veredicto en una entrevista a El País del pasado 11 de julio: "Alemania está jugando un papel realmente destructivo. Está empujándose a sí misma y al resto de Europa por la vía de la autodestrucción".

5. El País, 05/09/10

A finales de verano de 2008 la burguesía no podía dar crédito a lo que estaba ocurriendo: el conjunto del sistema financiero se desplomaba y la economía mundial entraba en la senda de una recesión de proporciones históricas. El pánico, la incertidumbre por el futuro y por las consecuencias políticas y sociales del hundimiento, se apoderaron de los centros de poder en todos los continentes.

La crisis actual acabó bruscamente con los sueños de un crecimiento económico sostenido. Parecía imposible pero así ha sido. Pero no sólo eso: el tinglado ideológico de que el capitalismo era el mejor de los mundos posibles, los axiomas del fundamentalismo neoliberal con el que la burguesía sacaba pecho tras el colapso del estalinismo y seducía a los dirigentes reformistas del movimiento obrero, se han desmoronado, rápida y estrepitosamente. El fin de la historia no era tal, ni mucho menos.

La crisis está afectando duramente a la credibilidad y la estabilidad general del sistema, mientras el desconcierto y la desorientación dominan los foros internacionales y la política de los gobiernos. Es imposible fiarse de las previsiones: las correcciones de las perspectivas económicas que trazan los institutos económicos son constantes, hasta el punto que las recientes expectativas han dado paso a un horizonte lleno de dudas y desánimo por el futuro. No es para menos.

Las causas del hundimiento

La virulencia de la actual recesión se explica, dialécticamente, por el carácter del boom económico precedente. El ciclo de acumulación capitalista que se desarrolló en las dos últimas décadas hunde sus raíces en factores derivados de la lucha de clases [1] y en la gran expansión del comercio mundial, factores ambos que ayudaron al abaratamiento de los costes de producción y a contrarrestar la tendencia decreciente de la tasa de ganancias. También jugaron un papel destacado la caída de los precios de las materias primas, las privatizaciones, así como la nueva tecnología de la información.

El desarrollo de la economía china fue otro factor de primera magnitud a la hora de contener la amenaza de recesión en Occidente a finales de la década de los ochenta del siglo pasado.[2] Pero sobre todo, el boom económico se prolongó durante mucho más tiempo debido a la extrema desregulación del mercado financiero y al recurso generalizado del crédito, que además de sostener las actividades puramente especulativas, alimentó el consumo de la principal economía del planeta (EEUU) y la producción de una parte importante de las manufacturas mundiales.

Como hemos explicado en numerosas ocasiones, el crédito barato generó una espectacular burbuja bursátil e inmobiliaria que atrajo miles de millones de euros acumulados en años de explotación intensiva de la fuerza de trabajo, y que obtuvieron plusvalías muy altas sin tener que pasar por el doloroso proceso de la inversión productiva.[3] Pero el crédito masivo que generó altos beneficios también dio luz verde a un endeudamiento privado y empresarial sin precedentes que se cubría con más deudas. Y estas deudas multimillonarias, gracias a la ingeniería financiera, se transformaron en "activos" que cotizaban al alza en las bolsas, hasta que todo el sistema estalló en verano de 2007 con los impagos masivos de las hipotecas subprime en EEUU.

Cuando el sistema financiero de EEUU se vio afectado por el retroceso que estaba experimentando la economía real y el crecimiento del desempleo, el desplome de los grandes bancos de inversión, comprometidos como estaban hasta los tuétanos con la especulación inmobiliaria y bursátil, se precipitó. Esto tuvo efectos inmediatos provocando que la crisis de sobreproducción latente emergiera a la superficie con toda virulencia y empeorara aún más la situación insostenible del sistema financiero. Estalló entonces una crisis clásica del sistema capitalista, de sobreproducción de mercancías, bienes y servicios, precisamente, en el pico agudo del boom económico.[4]

El papel del Estado en la crisis

Cuando se habla de crisis de liquidez para explicar lo que está ocurriendo, hay que responder que este tipo de argumentos no tienen nada que ver con la realidad. No es un problema de liquidez de capitales, que por otra parte han sido concedidos a manos llenas a la banca por el conjunto de los estados capitalistas, sino de la incapacidad del mercado mundial para absorber el exceso de mercancías, bienes y servicios, en un contexto de deudas masivas de la población y desempleo galopante.

Bajo el capitalismo, la inversión de capital sólo tiene sentido si ésta proporciona ganancias tangibles al capitalista. Cuando la capacidad productiva instalada está funcionando a mínimos históricos en EEUU, en la UE, en Japón; cuando la demanda interna se reduce drásticamente a consecuencia de las deudas multimillonarias, y el comercio mundial cae un 14% en 2009, ¿para que invertir en ampliar la producción, en construir nuevas fábricas, en contratar más trabajadores?

La envergadura de la crisis obligó a los gobiernos de las naciones más desarrolladas a adoptar medidas drásticas. Pero, a pesar de lo que digan los defensores del neokeynesianismo, los planes de salvamento público (cerca de 20 billones de dólares en estos dos años, equivalentes a un tercio del PIB mundial) han servido, esencialmente, para rescatar al sistema financiero a través de una masiva nacionalización de las pérdidas. Visto a la luz de los datos, es incuestionable que este drenaje salvaje de las finanzas públicas ha dado lugar a un nuevo proceso de acumulación capitalista donde el máximo beneficiario está siendo, por increíble que parezca, el mismo sistema financiero que precipitó la gran recesión y que obtuvo beneficios multimillonarios en el periodo precedente.

Estamos ante una paradoja que ilustra el carácter reaccionario del capitalismo. Si el Estado nacional se ha convertido en un armatoste que obstaculiza el desarrollo de las fuerzas productivas y está completamente superado por la realidad del mercado mundial, no es menos cierto que ese mismo Estado nacional es esencial para garantizar los intereses capitalistas en momentos de crisis. La burguesía nacional necesita a su Estado para defenderse de los competidores extranjeros (proteccionismo), necesita al Estado para mantener la solvencia del capital financiero; necesita al Estado para amortiguar las graves consecuencias de los conflictos políticos y sociales que se derivan de la crisis... En palabras de Federico Engels: "El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una maquinaria esencialmente capitalista, un Estado de los capitalistas: el capitalista total ideal. Cuantas más fuerzas productivas se apropie, tanto más se hace capitalista total...".[5]

Deuda pública: un negocio fabuloso para el capital financiero

El capital financiero, que domina con puño de hierro la economía de mercado, obligó al conjunto de la sociedad a penetrar en el corralito de las deudas hipotecarias. Sobre la base del endeudamiento masivo, público y privado, los grandes bancos y fondos de inversión se apropiaron de la plusvalía de cientos de millones de personas a lo largo y ancho del planeta. Como ahora es imposible continuar con el festín de la misma manera, el capital financiero se beneficia de plusvalías multimillonarias a través de los planes de salvamento público y, por alucinante que parezca, de financiar la gigantesca deuda pública que estos mismos planes de salvamento han generado.

Los datos son contundentes: el mercado mundial de derivados que movía en torno a 500.000 millones de dólares a mediados de 2007, se acercaba a los 600.000 millones en 2009. Así mismo, los 25 gestores más ricos de fondos de altos riesgos, en pleno pico de la crisis (2009), lograron unas ganancias globales de más de 25.000 millones de dólares, más del doble que el año anterior.

La deuda pública de los 30 países más avanzados del mundo alcanzará en promedio en 2010 el 100% de su PIB. En el caso de EEUU el pago de intereses de la deuda pública supone ya la cuarta partida de su presupuesto anual. Sólo en 2009, los títulos de obligaciones emitidos en Alemania alcanzaron la cifra de 1 billón 692.000 millones de euros. En el conjunto de la UE se emitieron en 2008 más de 650.000 millones de euros en deuda pública; en 2009 fueron más de 900.000 millones y en 2010, según estimaciones conservadoras, será de 1,1 billones. El conjunto de los estados de la UE tiene ya más de 8 billones de euros en deuda pública

La deuda pública se ha convertido en el gran negocio del momento. Mientras el Banco Central Europeo (BCE) por sus estatutos tiene prohibido comprar y tener deuda pública de los Estados miembros de la eurozona, el mismo BCE inunda el mercado financiero de miles de millones de euros que son facilitados a los bancos privados a tipos de interés ridículos. Estos mismos bancos dedican una parte muy considerable de esos capitales, no a la inversión productiva, no a ayudar a las PYMES o a conceder créditos al consumo, sino a la compra de deuda pública a tipos de interés muy rentable. Es una auténtica estafa que refleja perfectamente la lógica del capitalismo en su época de decadencia senil.

Pero ¿de dónde saldrán las multimillonarias retribuciones que recibirá la banca privada de colocar miles de millones de euros en la deuda pública? La respuesta es obvia: de la sangre, el sudor y las lágrimas de la clase trabajadora a través de los planes de austeridad.

La bancarrota griega

El crecimiento de la deuda pública y privada ha tenido también otros efectos dramáticos. Aunque los planes multimillonarios para salvar el sistema financiero y estimular la demanda no han logrado sacar a la economía mundial de la recesión, sí han situado a ciertos países al borde de la bancarrota... de la bancarrota desde el punto de vista capitalista.

La virtual suspensión de pagos de las finanzas griegas ha llevado a la Unión Europea, o más exactamente a Francia y Alemania, a "auxiliar" al gobierno de Papandreu,. Pero la razón de fondo de esta ayuda es la fuerte implicación de la banca europea en la deuda griega (en torno a 800.000 millones de euros para los bancos franceses, británicos y alemanes); es decir, de lo que se trata es de seguir garantizando el negocio parasitario de la gran banca. En cualquier caso, la "ayuda" propuesta sólo supone una nueva línea de créditos si Grecia no encuentra la financiación suficiente en los mercados, y para garantizarla, el gobierno de Papandreu ha tenido que pasar por las horcas caudinas de la "austeridad", lanzar un recorte salvaje del gasto público, de los salarios del conjunto de la clase obrera, de privatizaciones masivas, de ataques a la jubilación y las pensiones.

La crisis griega ha desatado también la euforia de los fondos de inversión, es decir los grandes especuladores, que se han lanzado al degüello de las finanzas públicas del país. El martes 6 de abril, el Estado griego tuvo que pagar un 7% de intereses por su deuda pública a 10 años. Esto significa que una parte importante del dinero que se obtendrá del recorte del gasto público será consumido en pagar intereses a los grandes banqueros y especuladores. Pero incluso esto ha sido insuficiente. El 22 de abril Grecia sufrió otro duro batacazo, al conocerse que sus cifras de déficit público son mayores de lo esperado (hasta llegar al 13,6% del PIB). Inmediatamente, la noticia provocó una caída de los valores de la deuda griega y un encarecimiento de su financiación: los intereses de los bonos de deuda griega a 10 años se situaron en el 8,78%, es decir, 5,73 puntos porcentuales más de interés que lo que se paga por los bonos alemanes. Al día siguiente, el 23 de abril, el primer ministro Papandreu tenía que salir públicamente implorando la ayuda de la UE y del FMI.

La envergadura de la crisis griega ha hecho saltar las alarmas en Portugal, Irlanda y, por supuesto, el Estado español. El riesgo de que algo semejante ocurra en estos países es evidente. La deuda privada del Estado español representa el 225% del PIB; si le sumamos el 55% que supone la deuda pública, la deuda total equivale al 280% del PIB. Esto significa que cada año la economía española necesita refinanciar ¡600.000 millones de euros! En la actualidad los créditos morosos, como consecuencia de la recesión, se han disparado y se acercan ya a la peligrosa cifra de 100.000 millones de euros según datos del Banco de España.

El sector inmobiliario, que tiene comprometidos más de 440.000 millones de euros (casi al 50% del PIB), es una amenaza a la estabilidad del sistema financiero español. Los bancos por su parte, han incorporado a sus balances muchas de estas deudas incobrables, adquiriendo constructoras y un vasto parque inmobiliario que no encuentra, ni encontrará, comprador a corto y medio plazo. El premio Nóbel de economía, Paul Krugman, describía crudamente la situación en un artículo titulado Anatomía de un desastre: "Buena parte de la cobertura mediática de los problemas de la eurozona se ha centrado en Grecia, lo que es comprensible: Grecia está contra las cuerdas, más que cualquier otro país. Pero la economía griega es muy pequeña. De hecho, en términos económicos, el corazón de la crisis está en España, que es un país mucho más grande".

Los históricos acontecimientos de Grecia tendrán importantes consecuencias políticas. En primer lugar han puesto de relieve los graves problemas de la unificación económica europea. En los años de boom la integración de estas economías nacionales divergentes fue más lejos de lo previsible, espoleada por la fuerte competencia de EEUU y el bloque asiático (Japón y China). Es ahora, en el marco de una recesión brutal, cuando todas las contradicciones derivadas del proceso de la unión monetaria estallan de manera descontrolada. Pero sobre todo, la crisis griega también ha colocado al conjunto de la economía capitalista delante de un espejo. La sacudida de movilizaciones obreras, huelgas generales y cuestionamiento del capitalismo puede extenderse a otros países con problemas similares. No ha hecho falta esperar a la recuperación económica para asistir a un poderoso movimiento de los trabajadores y la juventud griega, que continúa con un proceso de luchas iniciado años atrás.

¿Recuperación económica o recaída en la recesión?

Los datos sobre la recuperación de las economías más fuertes -EEUU, la eurozona, Japón...- muestran unas perspectivas inciertas; la sobreproducción sigue afectando a todos los sectores clave, y la inversión en capital fijo sigue sufriendo caídas importantes y sostenidas. Por otra parte, el consumo sigue y seguirá muy deprimido a causa de la montaña de deudas y el desempleo de masas, que lejos de descender sigue creciendo con fuerza en las economías más industrializadas. Incluso la posibilidad de nuevas quiebras financieras y bancarias están en el orden del día. Los efectos de la crisis son múltiples. No sólo afectan a la estabilidad económica del sistema en su conjunto, también agudizan la lucha interimperialista por los mercados. Las relaciones internacionales están siendo sacudidas por una nueva configuración de fuerzas, el aumento de las contradicciones y una escalada de enfrentamientos entre las grandes potencias.

En un contexto así, es necesario volver a reafirmar que los planes estatales sólo pueden tener un efecto limitado como paliativo de una recesión tan profunda. Para superar la recesión y que la recuperación adquiera la consistencia que se necesita es fundamental que la inversión del capital se reactive. Y eso sólo se producirá cuando la demanda y el consumo muestren signos claros de avance.[6]

Con un desempleo de masas, con recortes de los gastos sociales, de los salarios públicos y privados, mientras el crédito sigue estrangulado, es decir, con todos los factores empujando a que el consumo se mantenga en niveles muy bajos, las posibilidades de una nueva recaída en la recesión se hacen reales. No sólo lo decimos los marxistas, el propio FMI lo señaló el pasado martes 20 de abril en su cumbre de primavera: "(...) El FMI alertó ayer de una tercera oleada, causada por la explosión de la deuda con que los Gobiernos han estabilizado la banca y la economía, algo que desde el principio reclamó el propio FMI para no caer en una depresión. Vuelve el miedo: el potencial de esta crisis fiscal es muy peligroso, puede barrer la costosa estabilización del sistema y, en última instancia, puede devolver a la economía global de nuevo al lodazal de la recesión" (El País, 21 de abril de 2010). En cualquier caso una cosa es segura: la economía capitalista experimentará un estancamiento que durará años, en los que los ataques a la clase trabajadora se ampliaran y recrudecerán país tras país.

La crisis y las tareas del movimiento obrero: por una alternativa marxista

La conmoción que han sufrido millones de trabajadores, a los que la crisis ha cogido desprevenidos, se ha amplificado por las políticas de desmovilización y colaboración gubernamental practicadas por los dirigentes sindicales. Los sacrificios y las concesiones son la norma del momento, pero sólo envalentonan a la patronal y preparan retrocesos aún mayores.

A pesar de todo, y con un ritmo que es difícil de predecir, la experiencia de los trabajadores entrará en conflicto con la política de los dirigentes. Choques sociales tremendos se pondrán en el orden del día en los próximos años.

En una crisis económica de estas proporciones el movimiento obrero se encuentra en una clara disyuntiva: la lucha sindical limitada empresa a empresa es totalmente ineficaz e impotente para defender las condiciones mínimas del empleo y la embestida patronal, para mantener el poder adquisitivo de los salarios o preservar las conquistas de generaciones anteriores. Es claro que la lucha económica se tiene que convertir en lucha política, y que ésta no puede aceptar los parámetros de la lógica del capitalismo. Si queremos defender elementos mínimos e imprescindibles para la vida de millones de familias obreras, es necesario cuestionar el capitalismo, levantando una alternativa socialista consecuente.

El capitalismo es horror sin fin, solía decir Lenin. Cuando esta catástrofe se extiende como una mancha de aceite por el mundo, cabe preguntarse: ¿Es esto necesario? ¿Es inevitable? Ni es necesario ni es inevitable. La razón de esta sin razón se explica por la supervivencia de un sistema decrépito y reaccionario, el capitalismo, basado en la dictadura brutal de un puñado de grandes bancos y consorcios multinacionales. Todos los acontecimientos que hemos vivido en estos años han vuelto a subrayar una idea planteada brillantemente en El Manifiesto Comunista: El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.

La clase obrera entenderá, en esta dura escuela de la crisis, la necesidad de volver a levantar con fuerza la bandera del socialismo, de la lucha por la expropiación de la banca, de los monopolios, de los latifundios, bajo el control democrático de la mayoría de la población. La solución al caos actual requiere acabar con el peso muerto de la propiedad privada de los medios de producción y de ese viejo cachivache reaccionario que es el Estado nacional. Con las palancas fundamentales de la economía bajo el control de la clase obrera sería posible utilizar toda la capacidad productiva de la sociedad y planificar de forma armónica la economía mundial. En condiciones semejantes toda la situación se transformaría de un plumazo, se lograría fácilmente suprimir la lacra del desempleo, garantizando a todos un puesto de trabajo digno. Gracias a la planificación socialista de la economía sería completamente factible la reducción drástica de la jornada laboral, sin recorte del salario, permitiendo a la mayoría de la población participar realmente en la gestión de la vida social, en la economía, en la política, en la cultura, que dejarían de ser el monopolio de la clase dominante. No existiría ningún impedimento para garantizar una vivienda pública decente y asequible, una enseñanza y una sanidad gratuita y de calidad.

Esta es la verdad que los grandes medios de comunicación de la burguesía y la ideología dominante se encargan de ocultar sistemáticamente. El socialismo es una necesidad pero no caerá del cielo. Será el producto de la lucha consciente de la clase trabajadora para levantar una organización revolucionaria a la altura de las circunstancias históricas.

NOTAS

1. En primer lugar, por un incremento global de la explotación de la fuerza de trabajo y la reducción de los salarios reales que cobró fuerza como consecuencia del fracaso del movimiento revolucionario de los trabajadores de Europa, EEUU y América Latina en la década de los setenta y ochenta. La restauración capitalista en los antiguos países estalinistas (URSS, China, Este de Europa) reforzó este proceso, propiciando una nueva división del trabajo internacional y la ampliación del mercado mundial.

2. Por ejemplo, en el periodo más intenso del boom económico (2003/2007) la economía china se convirtió en la primera receptora de inversión de capital extranjero de todo el mundo; en la principal fuente de financiación del consumo privado de los EEUU (en mayo de 2009 llegó a acumular 800.000 millones de dólares en bonos del tesoro norteamericano) y también en el mayor proveedor del mercado doméstico norteamericano.

3. Para hacernos una idea de lo que supuso este ciclo de acumulación basta saber que la tasa media de beneficios empresariales en EEUU y Europa pasó de un 12-14% entre 1975-1982, a valores superiores al 20% desde mediados de la década de los ochenta hasta mediados del año 2000, porcentajes más similares a los obtenidos en los años sesenta. Como consecuencia de esta burbuja, la brecha entre la producción real y la especulación financiera aumentó exponencialmente (entre el 90-95% de los movimientos actuales de capital no responden a operaciones comerciales o de inversión, sino a movimientos puramente especulativos).

4. Hace más de 150 años Marx y Engels explicaron los fundamentos de las crisis del capitalismo en El Manifiesto Comunista: "Las relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de propiedad, toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir como por encanto tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros. Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de producción, contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación. Basta mencionar las crisis comerciales que, con su retorno periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa. Durante cada crisis comercial, se destruye sistemáticamente no sólo una parte considerable de productos elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante las crisis, una epidemia social que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la superproducción. La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de repentina barbarie: diríase que el hambre, que una guerra devastadora mundial la han privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. Y todo eso, ¿por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no favorecen ya el régimen de la propiedad burguesa; por el contrario, resultan demasiado poderosas para estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo, precipitan en el desorden a toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propiedad burguesa.

"Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyendo los medios de prevenirlas." (Carlos Marx y Federico Engels, El Manifiesto Comunista, FFE, Madrid, 1996, pp. 33-34).

5. Federico Engels, El Anti Dühring, Editorial Grijalbo, Barcelona 1977, p 289.

6. Para un análisis más detallado de las perspectivas para la recuperación se puede consultar el artículo publicado en enero de 2010 en El Militante, ¿Esto es la recuperación económica?

Una lucha feroz por los mercados. La nueva correlación de fuerzas mundial

En este panorama la lucha interimperialista por el mercado mundial se hace más brutal y alimenta nuevas contradicciones. Una de las consecuencias políticas de mayor alcance que puede provocar este punto de inflexión histórico es la aparición de una nueva correlación de fuerzas internacional.

No obstante, hay que ser cuidadosos a la hora de abordar esta discusión. Es un error afirmar, como se hace muy a la ligera en determinados análisis, que la supremacía política y económica de los EEUU está amenazada a corto plazo. El imperialismo estadounidense sigue conservando un músculo económico y militar que ninguna otra potencia puede, por el momento, desafiar frontalmente. A pesar de lo anterior, no es posible obviar que la escalada del enfrentamiento entre el imperialismo norteamericano con el gobierno chino es la prueba de los cambios de fondo que se están operando en las relaciones internacionales: estamos ante una lucha prolongada por el dominio de sectores estratégicos del mercado mundial que tendrá consecuencias políticas de primer orden. China se convertirá en 2010 en la segunda potencia exportadora del mundo, y en muchos aspectos ya es una potencia económica de primer orden con la que hay que contar.

La volatilidad del mercado de divisas es un síntoma más de la incertidumbre de la recuperación. Los continuos vaivenes en los cambios no son una señal de estabilidad. Incluso el final del año 2009 registró una recuperación importante del dólar después de que aparecieran los datos sobre la deuda en Grecia, el Estado español e Irlanda. A pesar de todo, es evidente que el dólar se muestra para muchos especuladores como un refugio más atractivo que el euro.
En cualquier caso una cosa es cierta: se está librando una batalla sorda, pero muy intensa, en torno al mercado de divisas y la razón no es otra que la profundidad de la recesión y las estrategias para salir de ella. De esta forma se ponen de relieve a su vez los intereses contradictorios de las grandes potencias.

Los signos de que el enfrentamiento de los imperialistas norteamericanos con China puede recrudecerse son visibles. No sólo se trata de Oriente Medio. Se trata también de África, donde las inversiones chinas han crecido exponencialmente en sectores estratégicos de materias primas y energía; o de América Latina, donde las compras de empresas y los acuerdos económicos no paran de sucederse con los gobiernos de la zona.


La clase obrera y la crisis

Si nos atenemos a las previsiones de recuperación presentadas por la burguesía internacional, las consecuencias para la clase obrera son de auténtica pesadilla. Los años de austeridad que pronostican los estrategas económicos del capital, como el responsable de política económica de la Comisión  Europea, el "socialista" Joaquín Almunia, son una receta acabada para una ofensiva sin cuartel contra los salarios, los derechos laborales y sindicales y las conquistas históricas del movimiento obrero. Hasta el momento, la ofensiva empresarial auspiciada por los gobiernos, ya sean de derechas o socialdemócratas, ha tenido éxito. Pero este éxito ha sido posible gracias al apoyo decidido de los dirigentes reformistas de los sindicatos obreros, convertidos en esta época de decadencia capitalista en auténticos ministros sin cartera.
Los dirigentes socialdemócratas, tanto políticos como sindicales, han servido activamente a los intereses del gran capital rechazando hasta el momento cualquier intento de enfrentar la crisis girando a la izquierda. Por eso la recesión también acentúa la tendencia de los últimos años de pérdida de confianza por parte de millones de trabajadores y de jóvenes en este reformismo sin reformas.
El avance de la ofensiva patronal y el padecimiento de la mayoría de la población es directamente proporcional a la ausencia de movilizaciones unificadas; de una lucha sostenida y contundente por enfrentar esta ofensiva en el plano político con un programa de reivindicaciones socialistas que exija, en primer término, que el dinero público sea utilizado para defender los empleos, los salarios y los servicios sociales, y que defienda, sin temor ninguno, la expropiación de la Banca bajo el control de los trabajadores y sus organizaciones. En una crisis económica de proporciones históricas como la actual, la lucha sindical limitada empresa a empresa es totalmente ineficaz e impotente. La lucha económica se tiene que transformar en una amplia, extensa y contundente lucha política si queremos arrancar conquistas imprescindibles para la vida de millones de familias obreras, pero que entran en contradicción con los fundamentos en que se sustenta el sistema capitalista. Una lucha que debe ser utilizada para aumentar el grado de conciencia y organización de la clase trabajadora y la juventud, y fortalecer las fuerzas que hagan posible la transformación socialista de la sociedad.
En una situación semejante no puede extrañar que el miedo a perder el empleo, el chantaje empresarial para imponer recortes salariales o aumentar la jornada laboral, pueda abrirse camino temporalmente. Pero al mismo tiempo que esta realidad se comprueba día a día en numerosas empresas, la confianza en el futuro del sistema se mina, y el resentimiento entre capas amplias de la clase trabajadora se acumula en las entrañas de la sociedad. Aunque no es un fenómeno homogéneo ni lineal, su proporción es creciente y será más masivo conforme se compruebe que la salida de la crisis no ofrece más que nuevos sacrificios y os y pesares.

A los trabajadores siempre les llueven piedras. Esto es más verdad en las épocas de crisis económicas agudas, cuando además el conjunto de la clase está carente de organizaciones revolucionarias con capacidad de ofrecer una resistencia masiva a estos ataques. Pero esta dura escuela enseñará una lección inolvidable a nuevas generaciones de trabajadores, empezando por la juventud obrera incorporada masivamente a la explotación capitalista en los años de boom y hoy arrojada a la cuneta del desempleo y las deudas agobiantes. Es difícil pronosticar los ritmos en una situación semejante. Pero el camino de la lucha de clases, de la organización y la movilización es el único para defender el nivel de vida de millones de hombres y mujeres de todo el mundo, para defendernos de la catástrofe que vivimos. No cabe duda de que los planes de la burguesía son una receta acabada para la explosión de la movilización de masas, y los síntomas de la tormenta que se está preparando los estamos viviendo ya. La tarea de los marxistas revolucionarios y de los trabajadores avanzados es comprender la dinámica contradictoria de este proceso, sus efectos en las organizaciones tradicionales de los trabajadores. Debemos prepararnos para los futuros acontecimientos ganando posiciones en las organizaciones sindicales y en las empresas, combatiendo la política de la paz social y defendiendo un sindicalismo de clase, democrático y combativo. Pero sobre todo construyendo paso a paso, ladrillo a ladrillo, las fuerzas del marxismo revolucionario. La liberación de la clase obrera depende del éxito en esta tarea. No hay tiempo que perder.

 

“La abrupta crisis de la economía mundial, una crisis de sobreproducción y sobreinversión agudizada por años de endeudamiento masivo y especulación financiera, ha reivindicado la vitalidad de la teoría económica marxista y sus análisis sobre las contradicciones del capitalismo (…). La polarización social y política en el corazón del capitalismo mundial, la inestabilidad crónica en las relaciones internacionales, el incremento de las contradicciones interimperialistas en la lucha por el dominio de los mercados, de las fuentes de materias primas y las áreas geopolíticas estratégicas y, por supuesto, la guerra, son pruebas inapelables de que los tiempos han cambiado.”

La ciénega económica del capitalismo, Juan Ignacio Ramos, Febrero 2008

En la década anterior al 2007 los teóricos del capitalismo no se cansaron en decir que los ciclos de boom y recesión habían finalizado, que el sistema del libre mercado era el único posible para la humanidad; emborrachados por los últimos años de crecimiento económico basados en el crédito y por lo tanto en el endeudamiento masivo de empresas y particulares no dudaron en catalogar este periodo de especulación bursátil e inmobiliaria como un “círculo virtuoso”. Sin embargo la realidad es concreta, una vez más el capitalismo ha colapsado sobre sus propios cimientos, los estrategas burgueses se han quedado sin palabras ante tal desastre y han empezado una dura batalla para recargar esta crisis en la clase trabajadora con más desempleo y mayor explotación.

Trotsky decía que la teoría es la superioridad de la previsión sobre la sorpresa, para la Fundación Federico Engels es una tarea primordial armar con teoría revolucionaria a la clase trabajadora para enfrentar los ataques del capitalismo, es por ello que hemos publicado una serie de artículos escritos por Juan Ignacio Ramos compilados en el libro “Pirómanos apagando un fuego. Crack financiero y crisis de sobreproducción. Un análisis marxista”, con el fin de contribuir al conocimiento de la teoría marxista de las crisis económicas capitalistas y el origen de la actual recesión.

En mayo del 2007 ya advertíamos lo nocivo del aumento en el endeudamiento hipotecario, incluso antes de que estallara la burbuja inmobiliaria, y analizábamos los evidentes rasgos de sobreproducción que pronosticaban una recesión. En agosto del 2007 se concretaron todas las perspectivas anunciadas meses atrás, todas las bolsas de valores entraron en pánico ante el desplome de los fondos de inversión ligados a las hipotecas de alto riesgo. La burguesía soñaba con que sólo fuera una pequeña caída, nadie quería reconocer lo que para esas fechas ya afirmábamos en las páginas de los artículos compilados en este libro: una inevitable recesión mundial.

No sólo fueron los estrategas capitalistas los que no querían y no podían reconocer la realidad, por otra parte muchos dirigentes reformistas de la clase trabajadora buscaron salidas para justificar el sistema capitalista y aplaudieron los planes económicos keynesianos y un nuevo New Deal buscando una cara buena del capitalismo; sin embargo, a pesar de las múltiples nacionalizaciones de bancos y empresas y el enorme derroche de recursos públicos para rescatar a los capitalistas la realidad demostró que estas ideas no son una alternativa real a la crisis, por ello consideramos que es muy importante analizar las similitudes de la actual crisis con la del Crack de 1929 así como el estudio de la teoría del valor del trabajo, temas ampliamente explicados en las páginas de este libro.

Los marxistas demostramos la superioridad de nuestras ideas basándonos en la economía política materialista y hemos sido capases de definir las líneas fundamentales de los acontecimientos y al mismo tiempo hemos demostrado que la única alternativa es expropiar a los bancos y las industrias poniéndolas bajo el control democrático de los trabajadores.

Invitamos a todos nuestros lectores a que adquieran este libro y luchen con nosotros por una verdadera solución a la crisis del capitalismo, por una alternativa socialista. Búscalo con tu vendedor habitual del periódico Militante o comunicarte con nosotros al tel. 04455-4081-0997 o al correo Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

Desempleo masivo, desplome del consumo y la inversión productiva, deuda pública

Los informes de perspectivas elaborados por los organismos económicos mundiales (FMI, BM, OCDE) muestran una misma línea argumental: lo peor de la crisis ya ha pasado y en 2010 asistiremos al fin de la recesión global, pero...y aquí viene lo mejor, la supuesta recuperación no impedirá tasas masivas de desempleo y la continuidad del hundimiento del consumo doméstico, aplastado por una deuda familiar gigantesca y el paro creciente. La inversión productiva, después de sufrir un descalabro histórico en 2009, apenas se recuperará, y a los índices depresivos en todas las economías desarrolladas les seguirá para 2010 unas previsiones de crecimiento raquíticas: el avance del PIB en economías fuertes como las de EEUU, la UE o Japón se situaría en torno al 1o al 1,5%. ¿Qué tipo de recuperación es ésta? 

Todos los gobiernos e instituciones capitalistas reconocen que los nubarrones que se ciernen sobre la esperada recuperación son muy espesos. De hecho, los planes públicos para estimular la economía y el salvamento multimillonario de la banca privada  han trasladado el problema a las finanzas públicas, generando una deuda en los estados capitalistas avanzados (esencialmente EEUU, la UE, Japón y China) que no tiene parangón en tiempos de paz y que amenaza la estabilidad, no sólo económica también política, del capitalismo.

Caos capitalista

Los intentos de "regular el mercado" auspiciados por la administración Obama, y secundados con entusiasmo por los líderes socialdemócratas europeos, han fracasado miserablemente. La última reunión del G-20, en Pittsburgh, el pasado mes de septiembre ha puesto las cosas en su sitio. Como señalaba un comentarista que asistió al encuentro: "De Washington a Pittsburgh, con parada en Londres, el trepidante viaje del G-20 se traduce en comunicados cada vez más largos y logros cada vez más cortos". Nada se ha avanzado en el control de los mercados financieros, que siguen funcionando independientemente de los sermones lanzados desde los foros políticos.

En estos meses de quiebra de la producción y despidos masivos, una nueva burbuja especulativa ha hecho aparición impulsada por los fondos de dinero que los estados han proporcionado gratis al sistema bancario. La liquidez monetaria, que además se beneficia de unos tipos de interés fronterizos con el 0%, no se ha orientado a los créditos para la producción, ni al consumo de las familias. ¿Por qué iban los bancos a conceder créditos con un alto riesgo de impagos en un momento en que la actividad económica está deprimida y la inversión productiva sigue disminuyendo? El nuevo "paradigma económico", tan ansiado por los reformistas de todo pelaje, se ha concretado en la utilización indiscriminada del capital público para sanear los números rojos de los bancos privados, para que estos mismos bancos cosechen beneficios fabulosos en el mercado de la deuda pública y para desviar una parte de estos fondos a operaciones especulativas en Bolsa y en los mercados de materias primas. Poner freno a la codicia del capital financiero no se puede hacer con las reglas que dicta el mismo capital financiero.

Las cifras sobre este fiasco político son mayúsculas. Según informaciones proporcionadas por la Oficina de Contralor de Nueva York, 2009 cerrará un año glorioso para la bolsa de Wall  Street: las ganancias superarán el récord registrado hace tres años, antes del comienzo de la debacle financiera del país. Las cuatro firmas financieras más grandes de los EEUU (Goldman Sachs, Merrill Lynch, Morgan Stanley y JPMorgan Chase) habían reconocido unas ganancias de 22.500 millones de dólares en los ocho primeros meses de 2009. Estas ganancias no provienen del negocio crediticio, ni de la actividad productiva, sino de operaciones de inversión especulativa que siguen siendo la parte del león de las grandes firmas. De hecho, el mercado bancario dedicado a financiar la compra de casas, la creación de pequeños negocios o créditos al consumo, sigue en una crisis aguda en EEUU. Según The New York Times, hasta septiembre de 2009, 7.000 entidades financieras de este tipo han registrado pérdidas conjuntas de 2.700 millones de dólares. [1]

La aparición de una nueva burbuja especulativa en la Bolsa es una realidad en todo el mundo y también se alimenta por los movimientos de fusiones y concentración de empresas, que son el resultado inevitable de la lucha por los mercados en los periodos recesivos. Recortando costes de producción, despidiendo a miles de trabajadores bien pagados, disminuyendo los salarios y aumentando los ritmos de trabajo y la jornada para el resto, las expectativas de beneficio en bolsa de las empresas fusionadas o con planes al respecto, crecen y se retroalimentan. Un fenómeno que ya vimos en años pasados y que se convirtió en un potente catalizador de la recesión actual. Pero entonces, ¿qué lecciones se están sacando de lo ocurrido?

En un momento de depresión de la producción mundial, los precios de materias primas como el petróleo o de los productos agroalimentarios se mantienen inusitadamente elevados. La razón es obvia: los movimientos especulativos del capital financiero sobre este tipo de mercancías se están disparando. En parte esto explica por qué en toda una serie de países emergentes, que dependen de la exportación de materias primas, la crisis no haya sido tan aguda y se observen síntomas de recuperación antes que en las grandes potencias. [2]

Durante 2009 los fondos de renta fija en EEUU han movido 18 veces más dinero que los de renta variable (254.600 millones frente a sólo 14.500 millones). No obstante, ya hay economistas que prefieren curarse en salud y advierten que esta tendencia podría invertirse: "La exuberancia irracional ha vuelto a los mercados" señaló Joseph Stiglitz, Nobel de economía, en la reunión del FMI en Estambul el pasado mes de octubre. "La bolsa ha subido demasiado alto, demasiado pronto y demasiado rápido" afirmó, en el mismo foro, Nouriel Roubini. La existencia de una gran masa de capital especulativo en los EEUU (según los datos de Investmens Company Institute hay 3,45 billones de dólares en activos monetarios en los EEUU) supone un riesgo latente. Como en el pasado, este capital se orientará en función de las oportunidades de negocio: mientras la inversión en la economía real siga deprimida, el capital especulativo que hoy está en activos de renta fija podría dirigirse a la renta variable si los dividendos en bolsa siguen creciendo. La escalada de la especulación bursátil e inmobiliaria en China durante este año es una advertencia de lo que puede ocurrir.

Una deuda pública histórica

Según  la  Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la deuda  pública de los 30 países más avanzados del mundo alcanzará en promedio en 2010 el 100% de su PIB. Si el objetivo fuera reducir la deuda al 60% para el año 2030, el ajuste fiscal en 2010 debería ser de ocho puntos del PIB. Estamos ante niveles de deuda pública no vistos en tiempos de paz y sólo superados por los registrados con posterioridad a la II Guerra Mundial.

En poco más de un año y medio, los gobiernos capitalistas de EEUU, la UE, China y Japón han comprometido más de 20 billones de dólares de dinero público, casi un tercio del PIB mundial, en una operación desesperada para evitar la quiebra generalizada de la banca mundial y estimular una economía que se ha despeñado por el precipicio. Pero a pesar de esta cantidad millonaria, la actividad privada no se ha recuperado sustancialmente, y los pequeños brotes verdes que se divisaban son en realidad el reflejo primario de mantener el gasto estatal. ¿Cuánto tiempo más se puede mantener esta situación?

El quid de la cuestión estriba precisamente en que la deuda pública de los estados más desarrollados se está haciendo insostenible. Para luchar contra esta metástasis la burguesía ha levantado la bandera de la austeridad, es decir, el recorte salvaje de los gastos sociales (educación, sanidad, subsidios al desempleo...), una nueva oleada de privatizaciones, la reducción de los salarios y nuevas reformas laborales. Éstos serán los frutos de la reactivación económica para millones de trabajadores.

En esta coyuntura es cuando más evidente se revela el carácter parasitario del capital financiero, que no sólo se lucra de las ayudas públicas de rescate sino que hace su agosto financiando la deuda pública que los estados capitalistas están emitiendo por valor de billones de dólares. En el caso del Estado español, el pago de intereses anuales por la deuda pública colocada (más de 20.000 millones) supone ¡la tercera partida de los presupuestos generales del estado! sólo por detrás de las pensiones y las prestaciones por desempleo. En este juego obsceno, la banca española, como la del resto del mundo, obtiene en el mercado crediticio público (Banco Central Europeo, Reserva Federal...) dinero a tasas del 1% (al que hay que descontar el diferencial de inflación) y compra deuda pública al 3% de interés. ¿Es posible un negocio más rentable, una manera más descarnada de succionar los recursos públicos para beneficio de una minoría de especuladores fraudulentos?

Estos datos, y todos los demás, confirman la auténtica dictadura del capital financiero que soportamos. Nadie, salvo los capitalistas y sus defensores, puede negar que expropiar la banca bajo el control democrático de los trabajadores y sus organizaciones es una necesidad de primer orden. ¿Cómo si no se puede enfrentar una salida a la crisis en beneficio de la mayoría de la población? No es posible sentar las bases de un nuevo modelo productivo para satisfacer las necesidades sociales sin arrancar a la burguesía financiera el control de la economía real ¿Y cómo se puede lograr esto sin derrocar el capitalismo, sin una lucha revolucionaria consecuente y hasta las últimas consecuencias por la transformación socialista de la sociedad?

La política es economía concentrada. El poder político depende del poder económico y como la historia se ha encargado de confirmar una y otra vez, y esta recesión lo ha subrayado con trazo grueso. Los gobiernos de todo el mundo no dejan de actuar como meros comités ejecutivos que velan por la defensa de los intereses de la clase capitalista. Se han postrado y arrodillado ante los pies de la gran plutocracia económica, y no se han desviado ni una coma del guión que les han dictado.

La debacle griega y el futuro de la UE

El intento de evitar la catástrofe general ha llevado a una situación de emergencia,  donde la posibilidad del impago de la deuda de algunos países se está haciendo cada día más real. Las advertencias en estas últimas semanas son muy claras: la tempestad financiera desatada por la amenaza de suspensión de pagos de Dubai World provocó el pánico en los mercados durante unos días y recordó que la burbuja especulativa todavía amenaza al sector bancario. [3] Pero ha sido la entrada en barrena de Grecia, cuya deuda soberana ha caído al mismo nivel de riesgo que los bonos basura tras hacerse público un déficit presupuestario y una deuda pública del 12,7% y 114% del PIB respectivamente, lo que ha desatado todas las alarmas. ¡La deuda y el déficit griego son el doble de lo reconocido por el anterior gobierno!

La situación en Grecia ha reabierto el debate sobre el futuro de la UE. Como señalamos los marxistas, la integración económica de Europa llegó mucho más lejos de lo previsible gracias al crecimiento de la economía mundial y a la fuerte presión que suponía para las burguesías decisivas del viejo continente la competencia de los EEUU y las economías asiáticas. En un periodo de ascenso las contradicciones de economías divergentes y con desarrollos muy desiguales se podían atemperar, pues todas salían beneficiadas de la integración. La verdadera prueba llegaría con la recesión y eso es a lo que estamos asistiendo. Las divisiones en la UE sobre las medidas a adoptar y la continuidad o no de los planes de estímulo; el volumen de las ayudas desembolsadas para salvar las finanzas de las economías del Este de Europa y de los países bálticos en una situación realmente calamitosa; el hecho de que los límites impuestos por el Tratado de Maastricht hayan saltado en pedazos, y la percepción de que el UE es sinónimo de ataques a los gastos sociales y contrarreformas sociales; todo ello, está amenazando el futuro de la Unión.

La idea de una Unión de Europa sobre bases capitalistas es una utopía reaccionaria, y ahora, en el marco de una recesión brutal, las costuras del acuerdo están saltando por sus eslabones más débiles. ¿No podría ocurrir algo semejante a lo que ha pasado en Grecia en el Estado español, en Portugal o Irlanda? La agencia de calificación Moody's ha situado al Estado español a la cabeza de las economías avanzadas con mayores riesgos financieros en esta década. ¿Cuál sería el futuro desarrollo de la UE si los recursos comunes tienen que dedicarse a rescatar de la bancarrota a alguno de estos países? ¿Cuál sería la actitud de la burguesía británica, francesa o alemana, afectadas también por una crisis profunda de sus economías? Si nos basamos no en los hechos objetivos sino en la propaganda oficial, el riesgo no existe. Pero no son pocos los economistas burgueses que afirman lo contrario, y sus credenciales en ningún caso son sospechosas de marxismo.

Una perspectiva de crecimiento muy débil y desempleo masivo, como el que todos los gobiernos y organismos prevén, no son el mejor escenario para que los planes de reducción de la deuda pública en los próximos años sean realmente eficaces. La caída de los ingresos fiscales del Estado y las presiones al alza sobre el gasto público serán muy fuertes. Si la orientación que se adopta de forma generalizada es la retirada de los planes de estímulo para que la deuda no crezca más, el efecto que se puede producir es una nueva recaída. Nadie se atreve a negar rotundamente esta posibilidad. El problema en cualquier caso es real y muestra el callejón en que se encuentran los gobiernos capitalistas. Además, el coste de financiar esta deuda se va a hacer cada vez mayor: según estudios del FMI, el pago de los intereses de la deuda para los países avanzados consumió el 1,9% de su PIB en 2007, pero alcanzará el 3,5% en 2014.

Hay motivos serios para pensar que la recuperación tan cacareada podría sufrir un traspié importante y dar paso a una nueva fase recesiva. La anhelada recuperación depende del apoyo estatal. Es el caso de la precaria reactivación de la demanda mundial, sostenida por los planes de estímulo del gobierno chino y de los EEUU (los cálculos oficiales hablan de que los recortes de impuestos, los subsidios a la compra de automóviles o la inversión en obra pública han sumado más del 2% del PIB mundial). Por otra parte, el saneamiento de los bancos mundiales todavía no ha terminado. El FMI calcula que todavía quedan por registrar 3,5 billones de dólares de pérdidas en la banca mundial hasta final de 2010; pero la cantidad puede ser muy superior y seguir lastrando la recuperación. La posibilidad de que la recuperación deje paso a una nueva bajada a los infiernos con la retirada de las ayudas estatales -es decir, que la crisis se desarrolle en forma de U o de W- no es el criterio caprichoso de economistas desmoralizados y contagiados de pesimismo, sino una posibilidad real. Todas estas hipótesis, que obviamente pueden sufrir variaciones, hay que ligarlas a la más importante: los efectos de esta política de ajuste duro y de austeridad en la lucha de clases. La reacción de la clase trabajadora es una variable fundamental en las perspectivas.

La recesión puede continuar

El carácter profundo de la depresión económica, que ahora se intenta minimizar, también explica las dificultades para salir del pantano. Según algunos estudiosos de la historia económica, la comparación entre la recesión actual y el crack de 1929 es relevante. Los datos que han recopilado los profesores de Economía, Barry Eichengreen (Universidad de Berkeley, California) y Kevin H. O'Rourke (Trinity College, Dublín), señalan que la producción industrial, los mercados bursátiles y el comercio mundial cayeron en este último año y medio con más fuerza que en los inicios de la Gran Depresión, y sólo desde el pasado verano los indicadores han empezado a mejorar muy levemente.

Los organismos internacionales hablan de que la producción industrial podría remontar en este año, pero hay que insistir en que el estímulo público no puede determinar decisivamente la orientación general de la economía. La clave sigue siendo la inversión de capital privado, que está por los suelos, y el crecimiento de la demanda interna, del consumo privado, que supone la parte del león del PIB en los países avanzados. A fin de cuentas, el consumo de las familias estadounidenses aporta más del 15% del PIB mundial, pero su alto grado de endeudamiento unido al fantasma muy real del desempleo, dificulta muy seriamente las perspectivas de recuperación.

En términos generales hay que retroceder a la Segunda Guerra Mundial para encontrar una caída del PIB de los países industrializados tan importante (-3,5% en 2009). Exactamente igual se puede decir del desempleo, aunque en este caso las referencias hay que tomarlas directamente de la depresión de los años treinta: las economías de la OCDE (las 30 naciones más industrializadas) alcanzarán los 60 millones de desempleados, casi el doble que al inicio de la crisis.

La perspectivas para Europa son, en el mejor de los casos, de una continuidad del estancamiento económico en Francia y Alemania, pero la profundidad de la crisis se mantendrá en Gran Bretaña, que ha experimentado una caída de la producción superior a la que registró en 1931 y donde se prevé una cifra cercana a los cuatro millones de desempleados para 2010. La situación en Italia, en el Estado español, en Grecia o Portugal es mucho peor. Por eso, la posibilidad de un escenario general semejante al vivido en Japón en las dos últimas décadas es una hipótesis que se maneja abiertamente en muchos foros económicos. [4]

En cuanto a las perspectivas para los EEUU, de la euforia inicial de hace unos meses se ha pasado a un ambiente de frustración y pesimismo. La dislocación de sus finanzas públicas ha colocado al gigante norteamericano con un déficit presupuestario y una deuda pública por encima del 10%  y del 80% del PIB respectivamente. La polarización social y política en el país, fruto de un crecimiento de la desigualdad sin precedentes desde el crack del 29, ha determinado los últimos acontecimientos políticos, especialmente la victoria de Obama y también su rápida pérdida de popularidad. De igual manera, las incursiones militares en Iraq y en Afganistán se están resolviendo con una derrota sin paliativos, que muestra los límites que el imperialismo enfrenta para imponer su dominio. El hecho de que la revolución socialista se continúe desarrollando en América Latina, se fortalezca el gobierno de Evo Morales en Bolivia, la oposición pro burguesa siga derrotada en Venezuela y el imperialismo haya tenido que recurrir a movimientos de fuerza en Colombia, reforzando su presencia con nuevas bases militares en el país, y al golpe de Estado en Honduras, son muy indicativos de las dificultades del imperialismo para, haga lo que haga, avanzar en una situación de mayor estabilización del escenario mundial.

La burguesía estadounidense se encuentra en un aprieto. Aunque según el gobierno Obama la recesión quedó atrás, la recuperación no está siendo tan fuerte como se afirmó en el mes de noviembre. La economía creció en el tercer trimestre a un ritmo del 0,7% del PIB, dos décimas menos que en la primera estimación. El factor que más contribuyó a esta revisión a la baja fue el estancamiento del consumo: el gasto de las familias creció entre julio y septiembre de 2009 a una tasa anualizada del 2,9%, medio punto menos de lo estimado. [5] Unas cifras que se explican por el alto endeudamiento familiar y el crecimiento brutal del desempleo que llegó en octubre a su nivel más alto en más de 26 años (el 10,2%). La recesión ha eliminado 8,2 millones de puestos de trabajo desde diciembre del 2007 hasta alcanzar la histórica cifra de 15,7 millones de desempleados.

Junto al crecimiento del desempleo, la inversión empresarial cayó un 4,1% en el tercer trimestre, otro síntoma evidente de la fragilidad de la reactivación. El Fondo de Garantía de Depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés) elevó a 552 las entidades financieras con serios problemas de liquidez que pueden acabar siendo intervenidas, un 33% más que hace tres meses, lo que se sumaría a los 124 bancos quebrados hasta septiembre de 2009. Todo esto es lo que se ha podido conseguir tras dos años de inyecciones de dinero público para rescatar el sistema financiero del colapso y estimular la demanda.

La burguesía norteamericana necesita salir de la crisis lo más rápidamente posible y es muy difícil hacerlo basándose únicamente en la fuerza de su mercado interno. Por eso mismo recurren al mercado mundial y al crecimiento de sus exportaciones. Utilizan la depreciación del dólar como ariete (dejándolo caer un 20% desde diciembre de 2008), y levantan medidas arancelarias para proteger su mercado doméstico de las exportaciones chinas y asiáticas, animando la escalada de proteccionismo que tendrá consecuencias desastrosas en los próximos años. Pero con esta orientación liberan fuerzas contradictorias, que se pueden volver como un boomerang sobre ellos. Para empezar la burocracia china, reconvertida en la nueva clase capitalista del país, no está dispuesta a seguir los dictados del imperialismo norteamericano como si se tratase de un buen vasallo, y tiene sus propios planes para el futuro.

Una lucha feroz por los mercados. La nueva correlación de fuerzas mundial

En este panorama la lucha interimperialista por el mercado mundial se hace más brutal y alimenta nuevas contradicciones. Sin duda, una de las consecuencias políticas de mayor alcance que puede provocar este punto de inflexión histórico es la aparición de una nueva correlación de fuerzas internacional. Éste sería uno de los hechos más trascendentales de la historia mundial, veinte años después de la caída de los regímenes estalinistas de la URSS y Europa del Este.

 No obstante, hay que ser cuidadosos a la hora de abordar esta discusión. Es un error afirmar, como se hace muy a la ligera en determinados análisis, que la supremacía política y económica de los EEUU está amenazada a corto plazo. El imperialismo estadounidense sigue conservando un músculo económico y militar que ninguna otra potencia puede, por el momento, desafiar frontalmente. Un músculo construido a lo largo del siglo XX, tras la Primera y la Segunda Guerra mundiales, cuando desplazó definitivamente del liderazgo económico y político a Gran Bretaña, o lo que es lo mismo al viejo continente europeo, y se aseguró el control decisivo de las finanzas mundiales a través del dólar y del sistema nacido con Bretton Woods en 1944.

A pesar de lo anterior, no es posible obviar que la escalada del enfrentamiento entre el imperialismo norteamericano con el gobierno chino es la prueba de los cambios de fondo que se están operando en las relaciones internacionales: estamos ante una lucha prolongada por el dominio de sectores estratégicos del mercado mundial que tendrá consecuencias políticas de primer orden. China se convertirá en 2010 en la segunda potencia exportadora del mundo, y en muchos aspectos ya es una potencia económica de primer orden con la que hay que contar.

Dejando clara su posición al respecto, los responsables del gobierno chino han dicho no a las exigencias de Obama de revaluar el yuan, tal como exigió el presidente estadounidense en la visita que realizó a Pekín en noviembre. El gobierno de Wen Jiabao también está moviendo todos sus hilos para evitar que las exportaciones norteamericanas afecten a sus mercados naturales en Asia, y ha presionado duramente a los bancos centrales de Corea del Sur, Malasia, Tailandia, Filipinas y Hong Kong, para que compren dólares -o activos denominados en dólares- para frenar una mayor devaluación del dólar. Wen ha encontrado mucha receptividad en estos países, muy interesados también en seguir exportando a todo el mundo, incluido claro está EEUU.

Lógicamente, el gobierno norteamericano no pretende el hundimiento del dólar. Eso sería trágico precisamente en un momento en que la financiación externa de la deuda pública estadounidense es decisiva para el mantenimiento de su economía, y necesita que su moneda siga siendo considerada como un valor seguro. Tampoco es lo mejor desde el punto de vista de los intereses de los grandes inversores y del resto de las potencias imperialistas, pues el dólar está presente en el 86% de las transacciones diarias de divisas en los mercados financieros internacionales, y casi dos terceras partes de las reservas de los bancos centrales del mundo están denominadas en dólares. Lo que pretende Obama y el capital norteamericano es presionar lo suficiente para poder aumentar su parte de la tarta en el mercado mundial, que disminuyó sensiblemente en el periodo de auge de la década de los noventa y del dos mil. Ahora éste es un lujo que la burguesía estadounidense no se puede permitir.

La volatilidad del mercado de divisas es un síntoma más de la incertidumbre de la recuperación. Los continuos vaivenes en los cambios no son una señal de estabilidad. Incluso el final del año 2009 registró una recuperación importante del dólar después de que aparecieran los datos sobre la deuda en Grecia, el Estado español e Irlanda. A pesar de todo, es evidente que el dólar se muestra para muchos especuladores como un refugio más atractivo que el euro.

En cualquier caso una cosa es cierta: se está librando una batalla sorda, pero muy intensa, en torno al mercado de divisas y la razón no es otra que la profundidad de la recesión y las estrategias para salir de ella. De esta forma se ponen de relieve a su vez los intereses contradictorios de las grandes potencias. En un artículo reciente de Robert Fisk titulado La agonía del dólar, se describía la forma que está adquiriendo el enfrentamiento: "En una ilustración gráfica del nuevo orden mundial, los países árabes están promoviendo reuniones secretas con China, Rusia y Francia para que dejen de utilizar la divisa estadounidense en el comercio del petróleo (...) y crear una cesta de divisas que incluya el yen japonés, el yuan chino, el euro, el oro y una nueva moneda unificada prevista para los países del Consejo de Cooperación del Golfo: Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Kuwait y Qatar.

"Estados Unidos, que aunque sabe de las reuniones no conoce los detalles, se prepara para enfrentarse a esa conspiración internacional que incluye a sus fieles aliados (hasta ahora) Japón y los países árabes del Golfo (...) un inquietante augurio de una peligrosa guerra económica entre Estados Unidos y China por el petróleo de Oriente Medio (lo que convertiría, una vez más, los conflictos de la región en una batalla por la supremacía mundial). China consume más petróleo que Estados Unidos debido a que el crecimiento de éste es menos dependiente de la energía (...) China importa el 60% de su petróleo. La mayor parte de Oriente Medio y Rusia. Tiene concesiones petroleras en Iraq -bloqueadas por Estados Unidos hasta este año-. Y desde 2008 tiene un acuerdo de 8.000 millones de dólares con Irán para el refinado de petróleo y la explotación de gas. Además tiene acuerdos petroleros con Sudán (donde ha sustituido intereses estadounidenses) y ha negociado concesiones de petróleo con Libia, donde todos los contratos se realizan mediante la constitución de empresas conjuntas..."

Los signos de que el enfrentamiento de los imperialistas norteamericanos con China puede recrudecerse son visibles. No sólo se trata de Oriente Medio. Se trata también de África, donde las inversiones chinas han crecido exponencialmente en sectores estratégicos de materias primas y energía; o de América Latina, donde las compras de empresas y los acuerdos económicos no paran de sucederse con los gobiernos de la zona. Toda esta situación está generando en los EEUU una intensa campaña contra China, no sólo desde los medios republicanos, también es el caso de  artículos públicos de insignes demócratas y neokeynesianos fanáticos, como Paul Krugmann que está dedicando sus epítetos más duros a lo que llama la "intransigencia china", y colocando la política del gobierno chino como la mayor amenaza a la estabilidad y la recuperación de la economía mundial. [6]

Las contradicciones llegan también al punto de que muchas de las esperanzas para la recuperación están puestas en China. Por ejemplo, analistas del Deutsche Bank auguran que cerca del 50% del crecimiento mundial en el  2010 provendrá de China (el PIB de China puede avanzar en torno al 8,5% en 2009). Es cierto que los efectos de la recesión mundial en China no han sido tan brutales como se podría pensar en un primer momento. La crisis de sobreproducción que ha afectado de lleno a su economía en sectores exportadores importantes, ha podido ser sorteada parcialmente gracias a los gigantescos planes de inversiones públicas (equivalente a más del 3% del PIB) y de activar el crédito masivo, que ha concluido en la aparición de una nueva burbuja en el sector inmobiliario. Pero el futuro de la economía china está completamente vinculado a la capacidad de las economías fuertes para salir de la recesión.

Lo cierto es que la fuerza exportadora de China no es una buena noticia para el imperialismo norteamericano en tiempos de crisis aguda. El imperialismo norteamericano está presionando a China para que desarrolle su mercado interior, y que los productos americanos puedan llegar con igual intensidad que las mercancías chinas a EEUU. Pero la creación del mercado interior chino a una escala como la que quiere la burguesía estadounidense pasa, irremediablemente, por el acrecentamiento de la posición de China en el mercado mundial, igual que hizo la burguesía estadounidense en el siglo XX. El abultado superávit comercial chino, sus ingentes reservas en dólares (2,3 billones) son su músculo y lo está utilizando tanto en el plano doméstico como en el mercado mundial. No será fácil domar a la burguesía china.

La clase obrera y la crisis

Si nos atenemos a las previsiones de recuperación presentadas por la burguesía internacional, las consecuencias para la clase obrera son de auténtica pesadilla. Los años de austeridad que pronostican los estrategas económicos del capital, como el responsable de política económica de la Comisión  Europea, el "socialista" Joaquín Almunia, son una receta acabada para una ofensiva sin cuartel contra los salarios, los derechos laborales y sindicales y las conquistas históricas del movimiento obrero. Hasta el momento, la ofensiva empresarial auspiciada por los gobiernos, ya sean de derechas o socialdemócratas, ha tenido éxito. Pero este éxito ha sido posible gracias al apoyo decidido de los dirigentes reformistas de los sindicatos obreros, convertidos en esta época de decadencia capitalista en auténticos ministros sin cartera.

Los dirigentes socialdemócratas, tanto políticos como sindicales, han servido activamente a los intereses del gran capital rechazando hasta el momento cualquier intento de enfrentar la crisis girando a la izquierda. Por eso la recesión también acentúa la tendencia de los últimos años de pérdida de confianza por parte de millones de trabajadores y de jóvenes en este reformismo sin reformas.

El avance de la ofensiva patronal y el padecimiento de la mayoría de la población es directamente proporcional a la ausencia de movilizaciones unificadas; de una lucha sostenida y contundente por enfrentar esta ofensiva en el plano político con un programa de reivindicaciones socialistas que exija, en primer término, que el dinero público sea utilizado para defender los empleos, los salarios y los servicios sociales, y que defienda, sin temor ninguno, la expropiación de la Banca bajo el control de los trabajadores y sus organizaciones. En una crisis económica de proporciones históricas como la actual, la lucha sindical limitada empresa a empresa es totalmente ineficaz e impotente. La lucha económica se tiene que transformar en una amplia, extensa y contundente lucha política si queremos arrancar conquistas imprescindibles para la vida de millones de familias obreras, pero que entran en contradicción con los fundamentos en que se sustenta el sistema capitalista. Una lucha que debe ser utilizada para aumentar el grado de conciencia y organización de la clase trabajadora y la juventud, y fortalecer las fuerzas que hagan posible la transformación socialista de la sociedad.

En una situación semejante no puede extrañar que el miedo a perder el empleo, el chantaje empresarial para imponer recortes salariales o aumentar la jornada laboral, pueda abrirse camino temporalmente. Pero al mismo tiempo que esta realidad se comprueba día a día en numerosas empresas, la confianza en el futuro del sistema se mina, y el resentimiento entre capas amplias de la clase trabajadora se acumula en las entrañas de la sociedad. Aunque no es un fenómeno homogéneo ni lineal, su proporción es creciente y será más masivo conforme se compruebe que la salida de la crisis no ofrece más que nuevos sacrificios y os y pesares.

A los trabajadores siempre les llueven piedras. Esto es más verdad en las épocas de crisis económicas agudas, cuando además el conjunto de la clase está carente de organizaciones revolucionarias con capacidad de ofrecer una resistencia masiva a estos ataques. Pero esta dura escuela enseñará una lección inolvidable a nuevas generaciones de trabajadores, empezando por la juventud obrera incorporada masivamente a la explotación capitalista en los años de boom y hoy arrojada a la cuneta del desempleo y las deudas agobiantes. Es difícil pronosticar los ritmos en una situación semejante. Pero el camino de la lucha de clases, de la organización y la movilización es el único para defender el nivel de vida de millones de hombres y mujeres de todo el mundo, para defendernos de la catástrofe que vivimos. No cabe duda de que los planes de la burguesía son una receta acabada para la explosión de la movilización de masas, y los síntomas de la tormenta que se está preparando los estamos viviendo ya. La tarea de los marxistas revolucionarios y de los trabajadores avanzados es comprender la dinámica contradictoria de este proceso, sus efectos en las organizaciones tradicionales de los trabajadores. Debemos prepararnos para los futuros acontecimientos ganando posiciones en las organizaciones sindicales y en las empresas, combatiendo la política de la paz social y defendiendo un sindicalismo de clase, democrático y combativo. Pero sobre todo construyendo paso a paso, ladrillo a ladrillo, las fuerzas del marxismo revolucionario. La liberación de la clase obrera depende del éxito en esta tarea. No hay tiempo que perder.

NOTAS

1. Los ricos siguen haciendo grandes negocios en tiempos de crisis. A pesar de todos los comunicados oficiales de la administración Obama en contra de los ingresos "abusivos" de los grandes ejecutivos de las corporaciones financieras, un informe reciente del fiscal general del Estado de Nueva York señala que los nueve bancos estadounidenses que recibieron 125.000 millones de dólares del Programa de Rescate de Activos con Problemas (TARP por sus siglas en inglés), pagaron en 2009 más de 30.000 millones de dólares en bonificaciones a sus ejecutivos. En el caso del Estado español, la oligarquía financiera e industrial se ha puesto las botas. Como señalaba el diario Público en su edición del pasado 28 de diciembre, las diez principales fortunas del país elevaron su patrimonio un 27%. Dueños de grandes compañías, que en su mayoría cotizan en el Ibex 35, disponen hoy de 6.803 millones más en sus participaciones empresariales. Amancio Ortega ha logrado aumentar su participación en Inditex en 4.313 millones, un 37%, hasta los 15.893 millones. Alicia Koplowitz sólo en Morinvest acumula 428 millones, un 11% más. Su hermana, Esther Koplowitz, dueña del 45% de FCC, es un 24% más rica que en 2008. Emilio Botín, presidente del Santander, es el que más ha revalorizado su patrimonio empresarial, un 71% este año, hasta 885 millones. Le sigue la familia Del Pino, dueña del 44,6% del grupo de construcción y servicios Ferrovial que, tras fusionarlo con su filial de autopistas Cintra, ha incrementado el valor de su participación un 48% (2.568 millones)...

2. Pero incluso estos síntomas pueden transformarse en su contrario. En la asamblea anual que el FMI y el Banco Mundial celebraron en Estambul a principios de octubre, el economista jefe del BM, Justin Lin, señaló que los países emergentes afrontan un déficit de financiación de 350.000 millones este año: "Con los déficit fiscales crecientes en los países ricos y el descenso de los flujos de capital a los países en desarrollo, el coste de financiación para los países emergentes se disparará y eso puede reducir su potencial de crecimiento hasta un ritmo de apenas el 2,7%". Pero si la recesión se mantuviera o se profundizara en los próximos meses en los países avanzados, la situación podría ir a peor.

3. Las autoridades de Dubai pidieran una moratoria de seis meses sobre la deuda de este conglomerado semipúblico, estimada en 59.000 millones de dólares.

4. A pesar de que Japón sigue siendo la segunda potencia mundial, que cuenta con uno de los mayores patrimonios financieros del planeta, que su industria es la más automatizada del mundo y con un altísimo valor añadido, la economía nipona sigue sin levantar cabeza. Oficialmente Japón salió de una acusada recesión en el segundo trimestre de 2009 pero los registros de crecimiento de su economía siguen siendo muy modestos: entre julio y septiembre de 2009 sólo un 0,3%, muy lejos del 1,2% que había avanzado en un primer momento el gobierno japonés. En tasa anualizada, el crecimiento fue del 1,3% frente a unas previsiones gubernamentales del 4,8%. No hay que olvidar que estos resultados decepcionantes, como está siendo la tónica en el resto de los países avanzados, se han alcanzado incluso gracias a unos planes de estímulo público que han rozado en dos años el 4% del PIB nipón. El gobierno, lejos de retirar el estímulo estatal, ha vuelto a aprobar un  último plan dotado con cerca de 55.000 millones de euros. Mientras los resultados siguen siendo muy tenues, la deuda pública japonesa se acerca ya al 200% del PIB.

5. Un análisis publicado en The Wall Street Journal con datos de la Reserva Federal muestran que el mercado de crédito al consumo se ha reducido en un7%, equivalente a 5.000 millones de dólares desde noviembre de 2007. Los mercados financieros que sostienen las tarjetas de crédito, préstamos para comprar coches e hipotecas no respaldadas por el gobierno son entre un 10% y un 40% más pequeños de lo que eran en la segunda mitad de 2007.

6. Ver el artículo de Paul Krugman titulado Mundo desequilibrado (El País, 22/11/2009).

En un mundo capitalista donde lo único que busca la minoría privilegiada es engordar sus bolsillos a costa del sudor de los trabajadores, se vive hoy mismo la realidad más despiadada a nivel mundial para el pueblo trabajador; los burgueses han querido tapar el sol con un sólo dedo respecto a las condiciones de vida que cada día se encarecen más haciendo creer que la crisis la estamos pagando todos por igual. Pero en el afán de cubrir su incapacidad para garantizar una vida digna a el proletariado, los dueños del dinero han caído en una serie de mentiras y contradicciones que lo único que han hecho en contra de su voluntad es tener un efecto sobre el desarrollo de la conciencia de los trabajadores lo cuales ven que todos ese discurso es totalmente falso al darse cuenta estos últimos pues que para los burgueses es muy fácil aumentar los precios de los productos y poder seguir teniendo ganancias estratosféricas mientras que los asalariados deben de apretarse el cinturón para poder mal sobrevivir.

De acuerdo al gobierno y la burguesía la crisis actual del capitalismo es cosa del pasado pues según los mensajes emitidos por FeCal este nuevo año (2010) será el de la recuperación económica, generación de empleos y prosperidad para los mexicanos; sin embargo los hechos demuestran lo contrario pues desde el segundo semestre del año 2009 e inicio de este año ya hemos sido victimas de los aumentos desmesurados de la mayoría de productos básicos.

Tan solo para finales del 2009 varios productos tuvieron un incremento substancial en cuanto a sus precios que alcanzaron un aumento hasta del más del 90%, como el caso del azúcar, esto último de acuerdo a cifras dadas a conocer por el propio Banco de México. Pero claro para los economistas burgueses esta medida de aumento de precios e impuestos responde a la necesidad de poder subsanar el gasto social del país y salir todos juntos de la crisis, una crisis que los trabajadores no provocaron y que tienen que pagar.

El incremento al precio de los productos básicos ha ido en aumento de manera extravagante desde el 2008: a partir de ese año el aumento tanto a frijol, huevo, tortillas, azúcar, arroz, etc., se ha ido elevando de manera substancial y desproporcionada al salario mínimo.

Pero no solo el alza de los productos básicos afectara los bolsillos de los trabajadores, si no otros servicios tales como la vivienda obrera para la cual se ha anunciado a principios de este año que el Infonavit aplicó a los obreros con créditos un incremento de su deuda que es en términos reales será del 11 por ciento. Las viviendas económicas también ajustaron su precio, en 4.65 %  y quedaron en un precio base del 2010, en 204 mil 483 pesos con 85 centavos, en su precio de contado. Cuando el año pasado se cotizaban en 195 mil pesos.

Otro de los aumentos que se ha dado es el de la gasolina que este a su vez ha sido la causa de muchos aumentos a las tarifas de transporte y de manera indirecta a los precios de los productos básicos. Ernesto Cordero secretario de la Secretaria de Hacienda y Crédito Público (SHCP), advirtió que el precio de la gasolina seguirá subiendo de manera gradual. El funcionario destacó que se pretende que el precio alcance la referencia internacional, es decir la de Estados Unidos, donde el costo oscila en los 9 pesos por  litro; actualmente, en nuestro país, el litro de gasolina se vende en 7 pesos con 88 centavos. Cosa más absurda pues si hacemos una comparación de los salarios mínimos entre ambos países estos son desproporcionales: mientras que en México el salario mínimo actual por una jornada de ocho horas es de $57.46 pesos (es decir 4, 52 dólares) en Estados Unidos, de acuerdo al incremento definido en diciembre pasado, el salario mínimo por hora de trabajo es de 7.25 dólares, (es decir 91.88 pesos) Ello quiere decir que un salario mínimo en suelo yanqui equivalente a una jornada de ocho horas alcanza un monto, convertido en moneda nacional, de 735 pesos mexicanos.

Otro aumento al que ya nos enfrentamos es el aumento del boleto del Metro en el caso de la Ciudad de México, medio de transporte más usado en el DF y que para millones de trabajadores es la vía diaria para llegar a sus centros laborales. Para el caso del Metro el aumento es del 50% al pasar el precio del boleto de dos a tres peso, mientras que el resto de impuestos y servicios que cobra el gobierno capitalino se incrementan en promedio 5.5%. Se trata de una política desafortunada por parte del gobierno capitalino del PRD que encabeza Marcelo Ebrard, el cual de este modo intenta compensar los serios ajustes y recortes de presupuesto que le ha impuesto el gobierno de Calderón. Marcelo Ebrard tiene que cambiar de política pues los millones de capitalinos que votaron por el PRD lo hicieron esperando un política diferente a la del PAN y a la del PRI. Es por ello que el gobierno dl DF tiene que ser consecuente con la gente que lo votó y en todo caso llamar a la movilización a los millones de trabajadores capitalinos para obligar a Calderón a elevar significativamente la parte correspondiente del presupuesto federal destinado al gobierno de la Ciudad de México.

Las objetivo del gobierno federal en turno es llegar a una meta inflacionaria de 3%, sin embargo, este cálculo fue aplazado hasta finales de 2011, ya que las modificaciones fiscales (como un aumento del IVA del 15 al 16%) que entraron en vigor en 2010 y los aumentos en algunas tarifas y precios de servicios públicos provocarán un alza de precios de hasta 5.25% durante este año, según el Banco Central.

Es claro que aquellas promesas que hizo Fecal en su campaña sobre una supuesta “mejoría en la calidad de vida” de la población fue la farsa más absoluta; por el contrario durante su gobierno no ha sido capaz de evitar la escalada de precios; además no sólo ello sino que en lugar de generar empleos ha destruido cientos de miles de estos, para muestra solo mencionaremos el caso del SME sindicato para el cual cierre de Luz y Fuerza del Centro se tradujo en mas de 40 mil despidos dejando de esta manera más pobres a los pobres.

Es claro que los trabajadores ya no soportan esta difícil situación y los dirigentes tienen que ponerse a la cabeza de las protestas o corren el riego de ser rebasados por las bases; en ese sentido la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) ya prepara movilizaciones contra el alza de precios y exigirán al gobierno federal un incremento salarial de emergencia, según anunció Francisco Hernández Juárez, de la presidencia colegiada de esta central obrera, quien dijo que las negociaciones contractuales serán por aumentos de 10 por ciento a los salarios.

Por separado, el dirigente de la Confederación Nacional Campesina (CNC), el priísta Cruz López adelantó que se prepara una megamarcha para exigirle al gobierno de Felipe Calderón no sólo que se acaben los aumentos, sino que se cambie el modelo económico y se dé atención al campo.

Mientras tanto el pasado 4 de enero miles de transportistas de carga y de pasajeros ya dejaron sentir su descontento ante las alzas a gasolinas y diesel mediante el paro y bloqueo de carreteras en estados como Puebla, Hidalgo, Veracruz y Nayarit. De seguir las cosas igual es muy probable que este acto solo sea el anticipo de acciones mayores y similares a las de inicios del año pasado cuando los paros y los bloqueos de carreteras se extendieron a prácticamente todo el país.

Es claro que el alza de los precios en la canasta básica y en la gasolina no sólo incrementará los índices de pobreza en el país, sino que además puede generar estallidos y reacciones sociales debido a la cada vez mayor inconformidad de la población ante la política económica del gobierno federal. La desesperación se incrementa cada día y los trabajadores ya no soportan más las condiciones a las que los ha condenado el capitalismo.

La única manera de poder resolver estos problemas de precariedad es la lucha unificada de los trabajadores por un mundo socialista que no genere estas carestías. Debemos de unirnos y luchar por mejorar no solo nuestras condiciones de vida si no por la eliminación de este sistema que nos ha hundido en la más absoluta pobreza.

Somos los trabajadores los que generamos la riqueza y debemos de ser nosotros los que gocemos de la misma más no los parásitos que solo se roban el producto de nuestro trabajo. Debemos de poner un alto a este gobierno espurio que solo llegó al poder a representar los intereses de la burguesía y que para ello ha pisoteado nuestros derechos más elementales a una vida digna. La única manera de lograr esto es organizándonos y luchando contra esta clase parasitaria para quitarles lo que nos pertenece y definir nosotros el  rumbo de nuestra vida.

Compañero trabajador únete a los marxistas de Militante y lucha por:

- Aumento salarial de emergencia del 100%

- Por un salario mínimo de 9 mil pesos.

- Escala móvil salarios-precios.

- Empleo estables para todos.

- Reducción de la jornada de trabajo a 6 horas sin reducción de salario ¡Que el trabajo se distribuya entre todas las manos disponibles¡

- Congelación y reducción inmediata de precios de medicamentos, alimentos, transportes, gasolinas, gas domestico, tarifas eléctricas, ropa y calzado, útiles escolares y todos aquellos productos y servicios vitales para la condiciones de vida de los trabajadores del ciudad y el campo.

- Subsidios y créditos blandos para los campesinos pobres es elevar la producción de alimentos.

- Precios de garantía para los productos agrícolas.

- Eliminación de toda clase de intermediaria y coyotaje.

- Eliminación del IVA y de todos los impuestos contra los pobres y por un sistema fiscal que tengan principal base a la burguesía, sus fortunas y sus privilegios.

- Nacionalización de los monopolios comerciales y del transporte.

- Nacionalización de la tierra.

- Nacionalización de las fábricas y de la banca.

- Por el derrocamiento de Calderón y la instauración del una democracia obrera.

 

Compañero trabajador únete a la Tendencia Marxista Militante y lucha en tu sindicato y en el PRD por un programa socialista contra la carestía de la vida y la explotación capitalista.

 

“La crisis está golpeando, además, con fuerza a los jóvenes, y se espera que el número de desempleados jóvenes aumente entre 11.6 millones y 17.7 millones entre 2008 y 2009, y que la tasa de desempleo juvenil se incremente de 12.2 % en 2008 a entre 14.1 y 15.1% en 2009.” (El Universal 28/05/09).

La juventud ha sido durante años uno de los sectores más desfavorecidos por  el sistema capitalista a nivel mundial, el cual ha creado toda una  maraña de ideas alrededor de este sector social siempre bajo la perspectiva de desacreditarlo; no es casualidad que se hable de la juventud como “anárquica y alocada” por parte de la burguesía, pues reconoce a la juventud como un fosforo que de ser encendido puede ser el origen de un gran incendio en de la lucha de clases.

El desempleo juvenil, un problema del capitalismo.

Como hemos señalado la juventud es uno de los sectores más desfavorecidos por el sistema económico actual, el capitalismo; ello incluso en sus momentos de auge económico. Pero la situación se torna más complicada para la juventud a nivel mundial en el contexto de la crisis económica, una crisis orgánica del capitalismo. En 2006 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) realizó un estudio sobre el empleo juvenil mismo en donde salen a la luz una serie de datos que son significativos sobre la situación laboral de la juventud. Según este estudio entre 1995 y 2005 el desempleo juvenil aumento casi un 15 %, es decir aumentando de 74 a 85 millones de jóvenes desempleados. Esto significaba que para 2005 la probabilidad de que los jóvenes trabajadores se encontraran desempleados ya era tres veces mayor a la de un trabajador adulto; si ¡Tres veces mayor! Esto aun cuando la actual crisis económica del capitalismo no estallaba.

El año pasado el mismo organismo, la OIT, preveía que se encontrarían en situación de desempleo entre 220 y 240 millones de personas a nivel mundial, con una tasa de desempleo de entre 6.5 y 7.4 %. En el caso de América Latina esta tasa se situó, según sus estimaciones, entre el 8.4 y 9.2% de la Población Económicamente Activa (PEA) regional. Aunque en el caso de América Latina, Juan Samovia, quien es el responsable de la OIT, considera que “ha habido una capacidad de resistencia”. Pero alertaba sobre lo que podría suceder de no revertirse el aumento del desempleo: “estos datos son extremadamente preocupantes. Con el fin de evitar una recesión social mundial, necesitamos un pacto mundial para el empleo, que implique colocar la creación de empleo y la protección social en el centro de las políticas de recuperación”. En otras palabras, interpretando las declaraciones del funcionario de la OIT, de no revertirse el incremento del desempleo y los ataques a las conquistas laborales y sociales que veremos, como ya se puede ver, el desarrollo de una “crisis social mundial” con el aumento de las luchas de la clase trabajadora y la juventud a nivel internacional.

En México no son peras en dulce.

La situación en México no es nada alentadora, según el INEGI en los últimos diez años el desempleo aumentó en 162%, mientras el empleo aumento en el mismo plazo solo el 12%. Las perspectivas para el año que corre no son muy alentadoras, según la OCDE el desempleo llegara al 6.5% tan solo en el primer semestre del año. Y aunque el mismo organismo prevé que el PIB crecerá en un 2.7% a lo largo del 2010, asegura que el Banco de México tendrá poco espacio para bajar las tasas de interés por las presiones inflacionarias. En palabras comunes esto significa que a la par del incremento del desempleo, el crecimiento económico  no se verá reflejado en la mejora de las condiciones de vida de la clase trabajadora, sino solo en las fortunas de los banqueros y la burguesía.

La situación de la juventud trabajadora es aun más dolosa. Para finales de 2007 cerca del 30% de la PEA mexicana la integraban jóvenes, pero a la par cerca del 60% de los desempleados se encontraban en este sector, según Rosa María Camarena Córdova del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Dentro de este sector de la juventud trabajadora (el ubicado entre 14 y 19 años) solo el 17% contaba con servicio médico, es decir uno de cada seis, por estar contratado. De los trabajadores subordinados 92% de entre 14 y 19 años y el 81% de entre 20 y 29 años no disfrutaban de ningún tipo de prestación (aguinaldo, vacaciones o reparto de utilidades).

Sin duda las expectativas para la juventud trabajadora de México no son nada alentadoras y en cambio bastante pesimistas. Sin duda la crisis económica está lejos de ser superada y aunque puede haber algunos repuntes estos sólo serán raquiticos; mientras tanto el desempleo, la miseria y la explotación irán en aumento presionando así aun más a la juventud.

La lucha por el socialismo: la única alternativa para la juventud trabajadora.

El capitalismo es incapaz de darnos a los jóvenes trabajadores una alternativa distinta a la explotación y a la miseria. El desempleo y la falta de oportunidades serán la constante para la juventud no solo en México, sino incluso a nivel mundial. La educación pública es un claro ejemplo, tan solo el año pasado fueron excluidos de la educación superior cerca del 90% de los aspirantes que realizaron su examen para ingresar a alguna de las instituciones de educación pública superior.

Las condiciones a las cuales nos enfrentamos los jóvenes son cada vez más desoladoras, pues son recortados los empleos, los lugares en la educación superior además de criminalizarnos por ser supuestamente “el campo fértil para la delincuencia organizada”. ¿Pero cuáles son las alternativas que tenemos enfrente? La burguesía solo nos ofrece eso que hasta ahora nos ha ofrecido, desempleo, miseria y explotación. Pero aun tenemos una salida, la lucha por el socialismo.

La crisis actual del capitalismo es una muestra más de su incapacidad para satisfacer las necesidades de la sociedad. El capitalismo se ha vuelto, junto con la burguesía, en un peso muerto que los trabajadores, sus jóvenes hijos y el resto de  sectores oprimidos cargamos sin ninguna necesidad. Mientras somos nosotros quienes creamos la riqueza con nuestro trabajo, la burguesía y sus gobiernos quienes disfrutan de ella. Por ello es necesario que los trabajadores y los jóvenes nos organicemos para enfrentarnos a la burguesía la cual, desde que ha estallado la crisis económica la ha cargado a nuestras espaldas siendo ella la responsable de la tormenta por la cual estamos pasando las clases explotadas. Calderón, el representante de la burguesía mexicana, nos pide que nos sacrifiquemos aun más pero ni él ni la burguesía hacen ningún tipo de sacrificio.

¿Qué hacer? Nuestra tarea es revivir nuestras organizaciones tradicionales de lucha y transformarlas en una herramienta para la batalla de la lucha de clases. Es indispensable que nos organicemos como trabajadores a partir de lo cual podamos ir dando pasos en contra de los ataques de Calderón y de la burguesía en contra de nuestra clase. La convocatoria de una huelga general es indispensable, pues pondría sobre la mesa que somos los trabajadores quienes realmente tenemos el poder en la sociedad. Es necesario que todas las luchas se realicen de forma unificada para con ello integrar a más compañeros trabajadores, de ahí la necesidad de vincular las demandas de la juventud con las del resto del la clase trabajadora uniendo nuestros reclamos por el derecho a empleos estables y salarios dignos, además de la defensa de la educación pública,  a las de, por ejemplo, los compañeros del SME por la recuperación de su fuente de empleo o también a las de los camaradas de Atenco por la libertad de los presos políticos; también la juventud proletaria debemos movilizarnos al lado del campesinado pobre exigiendo subsidios para el campo, créditos blandos, precios de garantía, etcétera. Con acciones de esta naturaleza, demandas como la reducción de la jornada laboral sin reducción de salario y la distribución del trabajo entre todas las manos podrán encontrar mayor eco en el movimiento fortaleciendo las aspiraciones de los jóvenes por un futuro digno de ser vivido.

Es por ello, para alcanzar ese último objetivo, la juventud trabajadora también, junto a las anteriores demandas, debemos luchar por el derrocamiento de Calderón y la eliminación del Estado burgués para ser sustituido por una democracia obrera que impulse la nacionalización de los bancos, las fábricas, el transporte, las cadenas comerciales, los latifundios abiertos o velados, etcétera, y para poner todas esas palancas al servicio de la sociedad eliminando de una vez por toda a la propiedad privada capitalista fuente de todos los males que aquejan a las masas desposeídas.

Los jóvenes proletarios tenemos una tarea importante: animar a nuestros compañeros mayores a salir a las calles por nuestras reivindicaciones, sólo de esta forma lograremos echar para atrás los ataques de la burguesía y Calderón y dar pasos en la construcción de una sociedad más justa donde quienes produzcamos la riqueza seamos quienes verdaderamente la disfrutemos: una sociedad socialista. Compañero joven trabajador organízate y discute en torno a la prensa marxista de Militante y organízate con nosotros para luchar por mejores condiciones de vida y laborales para la clase trabajadora en su conjunto.

¡Contra los despidos, contra los salarios de hambre y la miseria; Huelga General!

¡Que la crisis la paguen los capitalistas!

¡La crisis del sistema no tiene solución, la única salida es la revolución!

 

Formalmente el salario es el precio que los capitalistas pagan por la energía empleada por un obrero durante su jornada laboral. También formalmente este salario tendría que cubrir las necesidades básicas del obrero y su familia.

La constitución mexicana de 1917, redactada el marco de la revolución mexicana, se vio obligada a reconocer esta condición del salario en el artículo 123 el cual señala que "los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer la educación obligatoria de los hijos".

Pero para la burguesía la aplicación de las leyes es selectiva, según de cual se trate y en qué condiciones históricas se encuentre. Por tanto desde hace décadas que el salario mínimo en nuestro país ha dejado de cubrir las necesidades  básicas de los trabajadores. Para asegurar que esto pueda seguir siendo así el régimen ha establecido la llamada Comisión Nacional de Salarios Mínimos encargada de establecer año con año el “aumento” al salario mínimo. En dicha Comisión los sindicatos corporativos junto con una representación de los patrones y otra del gobierno, se encargan de avalar el deterioro en las condiciones de vida de todos los trabajadores del país.

Para este año se ha determinado que el “aumento” sea en promedio de 2 pesos con 59 centavos, pasando el salario mínimo promedio de $54.80 a $57.46. El aumento, de por sí insuficiente, no refleja toda la precariedad a la que están expuestas las familias obreras; la inflación que se espera para el 2010 será de 5%, con lo que el “aumento” quedará anulado. Por otro lado hay que considerar que el pronóstico de inflación se establece en base a los aumentos de precios en mercancías de consumo básico así como de lujo, que una familia proletaria por lo regular no adquiere. Por tanto si tomamos en cuenta la inflación en los productos básicos la realidad es más cruda;  en este mes de diciembre el precio de la tortilla se incrementó hasta en un 75% en algunas regiones del país. El diesel (que ocupan más del 90% de automóviles de carga) costaba $7.3 por litro en enero del 2009, para diciembre se incrementó a $11.32 por litro, encareciéndose  un 11.3%. Incluso antes  de que el pírrico “aumento” de $2.59 entre en vigor ya nuestro poder adquisitivo se encuentra mermado.

La  crisis económica se ha vuelto un pretexto más para la burguesía para no otorgar aumentos salariales reales, no obstante la crisis lejos de ser una justificación para los empresarios es un argumento para que los trabajadores salgamos a la lucha por lo que nos pertenece. La crisis económica no la hemos creado los trabajadores si no los burgueses, ellos son los que tienen que pagarla. Los trabajadores no debemos de bajar nuestras demandas, si no por el contrario defenderlas con más brío. ¡Por un salario mínimo de 9 mil pesos al mes, que aumente en proporción a la inflación!

 

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