Los beneficios capitalistas por encima de las vidas humanas

El derrumbe del edificio Rana Plaza en Bangladesh el pasado 24 de abril ha dejado al descubierto la realidad más brutal y despiadada del sistema capitalista. Más de 1.100 muertos y otros tantos heridos en un accidente que podía haberse evitado: un día antes del hundimiento los inspectores de seguridad recomendaron la evacuación del edificio debido a las enormes grietas que habían aparecido. Los empresarios de las fábricas de confección alojadas en el Rana Plaza obviaron esta recomendación y amenazaron a los trabajadores con descontar tres días de salario por cada día de ausencia.

Los beneficios capitalistas por encima de las vidas humanas

El derrumbe del edificio Rana Plaza en Bangladesh el pasado 24 de abril ha dejado al descubierto la realidad más brutal y despiadada del sistema capitalista. Más de 1.100 muertos y otros tantos heridos en un accidente que podía haberse evitado: un día antes del hundimiento los inspectores de seguridad recomendaron la evacuación del edificio debido a las enormes grietas que habían aparecido. Los empresarios de las fábricas de confección alojadas en el Rana Plaza obviaron esta recomendación y amenazaron a los trabajadores con descontar tres días de salario por cada día de ausencia.

El edificio albergaba cinco empresas de confección que producían ropa para empresas como H&M, Benetton, El Corte Inglés o Mango. Se calcula que había unos 3.100 trabajadores, aunque es difícil conocer la cifra exacta porque muchos trabajaban en condiciones de ilegalidad. Este tipo de accidentes no son algo extraño en Bangladesh, se trata del último de una serie de catástrofes, incendios y hundimientos de fábricas que en los últimos 6 años han matado a más de 1.900 trabajadores.

El paraíso de las grandes marcas internacionales de ropa

En los años ochenta el gobierno bangladeshí para competir con países como Vietnam o China orientó la economía del país a la industria de la confección, ofreciendo a las grandes empresas internacionales de ropa una abundante mano de obra muy barata. Crearon las llamadas Zonas de Procesamiento para la Exportación donde se instalaron multitud de talleres y fábricas de ropa, en estas zonas se pasa por alto toda la legislación laboral y de seguridad. A los trabajadores se les niega a sindicarse, cobran el salario mínimo y trabajan jornadas interminables en unas condiciones penosas. Por si esto no fuera poco, gastos corrientes como agua, luz y gas son pagados por el gobierno, además de subvencionar la adquisición de terrenos y otorgar todo tipo de exenciones fiscales y arancelarias. Estas condiciones económicas y laborables han convertido a Bangladesh en el segundo productor mundial de ropa, después de China, y en el tercer exportador mundial, tras China e Italia. En 2012 las exportaciones de ropa alcanzaron un valor de 20.000 millones de dólares representando el 80% del total de las exportaciones del país.

En este sector trabajan aproximadamente 3,6 millones de personas, un 90% son mujeres y un 30% niños, distribuidos en miles de fábricas en las que trabajan una media de 400 a 500 personas. Estos trabajadores son uno de los sectores más explotados de la clase obrera mundial, reciben los salarios más bajos del mundo y soportan unas condiciones laborales terribles. La jornada laboral está entre 12 y 14 horas diarias por un salario mensual de 37 dólares, una cuarta parte de los salarios que se pagan en China. Según International Labour Rights Forum: “el salario equivale a 20 céntimos la hora, el más bajo de todos los países fabricante de ropa. Los estudios muestran que este salario no cubre el coste de las necesidades nutricionales mínimas ni siquiera de un trabajador, menos aún de su familia”.

Los trabajadores bangladeshíes estallan

protesta_bangladeshLa reacción de los trabajadores tras el hundimiento fue de rabia e indignación. Nada más conocerse el accidente, cientos de miles se presentaron voluntarios para las labores de rescate. A pesar de la dificultad para sindicarse y organizarse, se convocaron manifestaciones, estallaron huelgas y hubo mítines con miles de trabajadores en las principales ciudades. Decenas de miles bloquearon carreteras y paralizaron las tres principales zonas industriales.

La exigencia inicial de los trabajadores fue la detención y la condena a muerte de los propietarios del edificio y empresas de confección del Rana Plaza. El problema para el gobierno y las grandes empresas es que el accidente ha sido el catalizador que ha sacado a la superficie toda la rabia e indignación acumuladas tras años de explotación y casi esclavitud laboral. Los trabajadores no sólo quieren el castigo de los culpables, ahora han ampliado sus demandas decididos a cambiar radicalmente sus condiciones de vida, han elaborado una tabla reivindicativa en la que exigen un salario mínimo mensual de 100 dólares, derecho a organizarse y la mejora de sus condiciones laborales y de seguridad.

Mientras las luchas de los trabajadores se profundizan y generalizan, el gobierno se enfrenta a un gran dilema, cómo contener el descontento social al mismo tiempo que mantienen las mismas condiciones laborales y salariales que han convertido el país en un gigantesco taller de confección.

Hipocresía capitalista

Nada más producirse este último accidente, las grandes empresas de confección hicieron comunicados en los que expresaban su “conmoción” y “tristeza” por la pérdida de vidas humanas, apresurándose además a negar cualquier responsabilidad en esta última catástrofe, se lavan las manos y culpan a los subcontratistas y empresarios locales. Esta “conmoción” y “tristeza” es totalmente hipócrita, aunque legalmente los talleres no fueran de su propiedad, sus empresas tienen la principal responsabilidad de los salarios de pobreza, de las condiciones inseguras y de la supresión de cualquier derecho democrático para los trabajadores. Este tipo de talleres y fábricas son conocidos como “fábricas del sudor” y gracias a ello las grandes marcas internacionales de ropa consiguen los costes de producción más bajos del mundo.

talleres_bangladeshEstos días también hemos podido leer en la prensa artículos en los que se culpa al consumidor de la situación que padecen estos trabajadores, parece ser que nuestra ansia de comprar barato obliga a las marcas internacionales de ropa a explotar a los trabajadores. Por supuesto se trata de otra falacia del capitalismo. Si estas empresas trasladan su producción a otros países con mano de obra más barata no es para vender más barato, sino para mantener e incrementar sus márgenes de beneficio, el ejemplo es que el coste laboral de producir en Bangladesh una camiseta que se vende a 20 euros es de 1,5 céntimos. Es decir, tienen margen de maniobra para vender más barato, el problema es que pagar salarios más elevados reduciría su beneficio.

Después del accidente se anunció que 39 empresas internacionales habían firmado un acuerdo con el que se comprometían a mejorar la seguridad de las empresas, entre ellas están Inditex, H&M, Carrefour, Benetton, El Corte Inglés o Mango. El acuerdo sólo pretende lavar la imagen de estas empresas. Al mismo tiempo que firmaban este acuerdo, directivos de H&M reconocían a The Financial Times que estaban buscando nuevas localizaciones para su producción en Sudamérica, Centroamérica y África. Walt Disney ha anunciado que abandonaba Bangladesh.

Lejos de mejorar la seguridad y las condiciones laborales, las grandes empresas internacionales de ropa están protagonizando una lucha feroz para conseguir acaparar cuota de mercado frente a sus rivales. Bajo el capitalismo, la búsqueda incansable de beneficios seguirá realizándose a costa de los niveles de vida, la seguridad, la salud y como hemos visto, a costa de la vida de miles de trabajadores.


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