Una huelga general y unas manifestaciones enormes de una magnitud sin precedentes han sacudido el reino jordano en un contexto de aumento exorbitante del coste de la vida y de la corrupción gubernamental. La lucha ha conseguido echar atrás algunos de los decretos de austeridad del Gobierno y ha derribado al primer ministro. Esta lucha representa una nueva esperanza para la región. Shahar Benhorin, miembro del Movimiento Lucha Socialista Israel-Palestina, es el autor de este artículo sobre la rebelión de las masas jordanas.


El rey Abdulá regresó urgentemente de una visita a Albania y destituyó al primer ministro Hani al-Mulqi en un intento de calmar el malestar social en Jordania. Treinta y tres sindicatos anunciaron una huelga nacional el 30 de mayo y ésta abrió las compuertas a la indignación de los trabajadores. A pesar de la festividad del Ramadán decenas de miles de manifestantes tomaron las calles de Amman durante los siguientes días.


El 2 de junio las manifestaciones en varias localidades alcanzaron el máximo de participación con más de 200.000 manifestantes. La protestas continuaron la noche del sábado a domingo, las principales intersecciones de Amman y de otras ciudades fueron bloqueadas, también llegaron noticias de manifestantes que habían tomado oficinas del Gobierno y de algunas empresas. También se informó de incidentes con disparos policiales.


Jordania ha sido considerado uno de los países más “estables” de Oriente Medio. Incluso las manifestaciones de miles de personas en diciembre de 2011, en el punto álgido de la oleada revolucionaria de la ‘Primavera Árabe’ que recorrió la región, no alcanzaron este nivel. Realmente la protesta actual no tiene precedentes tanto en tamaño como en intensidad, incluso en comparación con la exitosa protesta de 1989 contra los decretos económicos y el Gobierno.


El FMI concedió al reino un préstamo con la condición de aprobar una serie de medidas neoliberales que pretenden reducir el déficit presupuestario y la deuda pública, que han hundido el PIB un 96%. El presupuesto del estado aprobado en enero incluye varias medidas de austeridad que llevaron a un aumento importante de los precios de los productos básicos, incluidos el agua y el combustible. El FMI exige que se cumplan sus preceptos y con ello aumenta la resistencia.


Boicot al combustible


El año pasado comenzaron las protestas contra el coste de la vida y se organizó un boicot popular a la compra de huevos, con la participación de cientos de miles de persona. En esta ocasión fueron las gasolineras donde los manifestantes colocaron carteles que decían: “Hermano ciudadano, no queremos impedir que llenes el depósito, pero te pedimos que boicotees las gasolineras durante tres días”.


La redes sociales estaban furiosas y lo mismo sucedía en las calles que se llenaron de consignas contra el ‘Gobierno de ladrones” y otras similares. El desencadenante de la huelga general y las manifestaciones de masas fue una nueva ley impulsada por el primer ministro al-Mulqi, respondiendo así a los deseos del FMI, que aumenta los impuestos no sólo a las empresas; también se aplicaría incluso a las capas más empobrecidas de la clase trabajadora. La exención de impuestos pasará de 17.000 dólares a 11.000 dólares anuales.


El Gobierno jordano, de una manera arrogante, consideró que podría ignorar el ‘ruido de fondo’ de la protesta y decidió subir los precios del combustible y la electricidad por ¡quinta vez este año! Esta decisión intensificó la indignación pública y se encontró con un aumento de la movilización y las manifestaciones al final de las oraciones del viernes (1 de junio) y al día siguiente.


El rey Abdulá intervino y anunció la cancelación de esta subida pero no satisfizo a los sindicatos y manifestantes. El rey espera que, como en crisis políticas anteriores, los cambios en el Gobierno estabilicen la situación política, pero en esta ocasión no será suficiente.


El principal requisito del movimiento es echar atrás la nueva ley del impuesto de la renta. El 2 de junio se firmó un acuerdo vago entre el Gobierno y los sindicatos, incluyendo el establecimiento de un comité para examinar los cambios legislativos que hay previstos, pero sin un acuerdo sobre la ley de la renta. Sin embargo es probable que la ley se congele, especialmente después de que docenas de parlamentarios hayan expresado su oposición a la misma.


En las manifestaciones, especialmente fuera de la capital Amman, el llamamiento va más allá, exigiendo la renuncia del Gobierno y el Parlamento. Incluso se llega a pedir la destitución del rey.


Otra huelga general

Los sindicatos, representado tanto a los trabajadores del sector público como del privado, anunciaron otra huelga general el 6 de junio. Todavía la iniciativa está en manos de los sindicatos y los organizadores de las manifestaciones en los distintos centros de protesta, aunque el régimen está a la defensiva, los acontecimientos aún no se han escapado totalmente a su control.


El príncipe heredero, el Príncipe Hussein, llegó a la escena para saludar a los policías y pedirles que se contuvieran de asesinar manifestantes. En este momento el régimen jordano, si intenta aplastar la lucha mediante la fuerza policial, corre el riesgo de una explosión mayor.


Ya ha logrado provocar a las clases medias que se encuentran bajo una presión económica creciente, lo mismo sucede con los líderes tribales en los que se ha basado el régimen en el pasado para aplastar las luchas sociales. Ahora estas capas medias se han unido a los manifestantes.


Si el rey apuesta, como ha hecho el primer ministro, por complacer al FMI aplicando los nuevos decretos económicos, el movimiento contra el coste de la vida puede convertirse en un movimiento revolucionario con el objetivo de derrocar al propio régimen. El dilema del régimen es que incluso si hace concesiones esto podría significar el derrumbe de la ‘barrera del miedo’ y aumentar la confianza de las masas, para después enfrentarse a un movimiento más decidido.


Las clases dominantes en la región tienen razones para temer esta escalada dramática de la lucha de clases jordana. Ésta podría ayudar a restablecer la confianza y el espíritu de lucha de las masas en otros países y promover el final del ‘Invierno Árabe’ (la retirada del  movimiento de masas de 2011) que permitió a las clases dominantes, fuerzas reaccionarias y potencias imperialistas llevar a cabo contrarrevoluciones destructivas y hundir toda la región en conflictos sangrientos y sufrimiento creciente.


Las circunstancias regionales han sido un factor central en la supervivencia estos años del Gobierno ultraderechista de Netanyahu recurriendo a una intensa demagogia sobre la seguridad.


Un sistema en bancarrota

Si el régimen elimina las medidas de austeridad para tranquilizar a las masas, necesitará un plan económico alternativo si quiere contener el desarrollo de una crisis más severa en la tambaleante economía capitalista.

Es posible que el FMI, bajo la presión de los acontecimientos, pueda moderar sus dictados, quizá haya propuestas de ‘ayuda’ económica de otras potencias capitalistas. Pero esto no bastará para solucionar los problemas de la deuda, el coste de la vida, el alto desempleo, agudizado por la crisis de refugiados, y la creciente indignación con la desigualdad. Las mujeres en Jordania sufren una enorme discriminación de género y a pesar de tener uno de los niveles más altos de educación de Oriente Medio sólo un pequeño número de ellas encuentra empleo.

El régimen capitalista probablemente intentará posponer alguno de los decretos, pero continuará intentando resolver los problemas estructurales de la economía mediante una política neoliberal que facilite a los capitalistas jordanos y extranjeros explotar como ellos deseen a los trabajadores jordanos.

La Hermandad Musulmana, que logró explotar en su propio beneficio las anteriores oleadas de manifestaciones y crisis políticas, apoya a la monarquía y defiende una agenda procapitalista de derechas y en esta ocasión no está jugando un papel central en los acontecimientos. Las organizaciones de trabajadores y la juventud están a la cabeza de las manifestaciones.

Este hecho refuerza el potencial para el desarrollo de una lucha más efectiva contra las medidas de austeridad, la pobreza, las política corrupta, la represión y la desigualdad, mientras promueve un plan alternativo que represente los intereses reales de los trabajadores, los pobres y los jóvenes.

Esto contrastaría con los llamamientos vagos de algunos círculos de clase media a establecer un ‘Gobierno de salvación nacional’. Sin embargo, cualquier Gobierno ‘alternativo’ que intentara resolver la crisis sobre bases capitalistas, incluso si prioriza las concesiones para aplacar la furia de las masas, tarde o temprano tendría que cumplir las demandas de medidas procapitalistas y contra la clase obrera en un intento de estabilizar el sistema.

Un verdadero Gobierno de ‘salvación’ tendrá que representar directamente a las organizaciones obreras, comunitarias y movimientos juveniles, formado por auténticos representantes de los trabajadores y la juventud. Se enfrentará a la tarea de encabezar una lucha contra la rica familia real, los capitalistas y las corporaciones imperialistas para erradicar la pobreza y el desempleo, para establecer una genuina democracia sobre la base de una política socialista.
Los acontecimientos en Jordania son una fuente de esperanza; junto con el despertar de las protestas de masas de los residentes de Gaza, representa el regreso al camino de la lucha, necesario en toda la región, contra las elites corruptas, los Gobiernos opresores y los regímenes en bancarrota.


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