Con el espectacular avance del Ejército Rojo chino, los diplomáticos del Departamento de Estado estadounidense y del Foreign Office británico están discutiendo seriamente la posibilidad del colapso total del régimen de Chiang Kai-Shek. Toda la prensa capitalista escribe artículos sombríos sobre la perspectiva de que el norte de China, pasando por el centro hasta el Yangtse, caiga bajo el dominio estalinista.

En tres años hemos tenido el colapso del imperialismo japonés, el Ejército Rojo ha conquistado Manchuria y la mayor parte del norte de China. La capital, Nanking, junto a la ciudad más rica de China, Shangai, que cuenta con una población de cinco millones de personas, están cayendo rápidamente bajo el dominio del Ejército Rojo. El territorio que dominan ya los estalinistas tiene una población superior a los 170 millones de personas.

Los capitalistas británicos, con inversiones en China que ascienden a 450 millones de libras, están consternados ante la perspectiva de perder este terreno de inversión tan lucrativo. El imperialismo estadounidense, cuya esfera de influencia en China decayó con el despertar de otras potencias imperialistas durante la guerra, ha dado al gobierno del Kuomintang una ayuda valorada en 3.000 millones de dólares. Un intento inútil de salvaguardar China para la explotación imperialista.

Pero los imperialistas estadounidenses ahora se dan cuenta de que conceder más ayudas simplemente significa tirar el dinero. Con todas las ventajas y técnicas militares a su favor, en las primeras etapas de la guerra civil que siguió a la guerra mundial, el Kuomintang ha sufrido una derrota tras otra. El régimen del Kuomintang, bajo el dominio dictatorial de Chiang Kai-Shek, representa a los terratenientes feudales y a los capitalistas. Está controlado por una camarilla militar completamente corrupta que oprime a los trabajadores y campesinos, y que al mismo tiempo saquea a sus maestros.

Chiang Kai-Shek llegó al poder después de la derrota de la revolución china de 1925-27, donde jugó el papel de principal carnicero de la clase obrera. Lo consiguió gracias a la política de Stalin y Bujarin, y a la dirección del Partido Comunista Chino. Su política entonces fue la de formar un bloque con los terratenientes, capitalistas y señores de la guerra feudales chinos, supuestamente para defender la lucha contra el imperialismo. En consecuencia, sabotearon los intentos de tomar las fábricas de los trabajadores y los intentos de los campesinos de ocupar las tierras. Un ministro de trabajo “comunista” saboteó las huelgas y castigó a los huelguistas. Un ministro de agricultura “comunista” ordenó disparar a los campesinos que intentaban tomar la tierra.

La Internacional Comunista aceptó la entrada del Kuomintang capitalista como sección simpatizante. En “La Tercera Internacional después de Lenin”, Trotsky en una nota explica el papel de los estalinistas:

“La Internacional Comunista aceptó la entrada del Kuomintang como partido simpatizante a principios de 1926, aprobada por el Politburó del PCUS, con el único voto disidente de Trotsky. Hu Han-min, el dirigente de derecha del Kuomintang, participó en el Sexto Pleno de la ECCI, en febrero de 1926, como delegado fraternal del Kuomintang. Shao Ki-tze, un secuaz de Chiang Kai-Shek, asistió como delegado fraternal al Séptimo Pleno, ECCI, noviembre de 1926. (Minutes. Edición alemana. p. 403. Londres. 1936).

El 21 y 22 de marzo de 1927 los trabajadores de Shangai tomaron la ciudad. Chiang inmediatamente comenzó los preparativos para masacrarlos. Conspiró con los imperialistas para aplastar a los trabajadores.

En lugar de preparar la lucha, los estalinistas apoyaron plenamente a Chiang. El órgano oficial de la Comintern, International Press Correspondence, edición francesa, del 23 de marzo de 1927, en página 443 decía: “Lejos de dividir, como dicen los imperialistas, el Kuomintang sólo ha fortalecido sus filas”.

El 30 de marzo escribían: “Por ahora está completamente excluida una escisión en el Kuomintang y las hostilidades entre el proletariado de Shangai y los soldados revolucionarios, ya que el propio Chiang Kai-Shek ha declarado que acataría las decisiones del partido... Un revolucionario como Chiang Kai-Shek no descansará, como les gustaría creer a los imperialistas, hasta llegar a Chang Tao-lin (el norte militarista) para luchar por el movimiento de emancipación...”.

Chiang empezó a organizar un golpe, masacró a la flor y nata de los trabajadores, ilegalizó los sindicatos, las organizaciones campesinas, el Partido Comunista y privó a las masas de todos sus derechos.

Las masas fueron completamente derrotadas y los remanentes de la dirección china del Partido Comunista huyeron a las zonas campesinas, y ahí intentaron organizar una guerra campesina.

El ejército campesino

La lucha guerrillera vomitó dirigentes con un genio militar notable. Mao Tse Tung, Chu The1 y otros, consiguieron escapar a las poderosas fuerzas militares que el Kuomintang había lanzado tras ellos. A pesar de la línea política equivocada que llevó a desastres sucesivos, en una de las hazañas militares más destacadas de la historia mundial, Mao dirigió desde el centro y sur de China una retirada de 6.000 millas hacia las montañas próximas a Yenan, donde se creó una república “soviética”. Allí, a pesar de todos los esfuerzos del régimen de Chiang por expulsarlos, consiguieron mantenerse y repeler un ataque tras otro. El secreto de su éxito fue la división de la tierra entre los campesinos de esta pequeña región que contaba con una población de diez millones de personas.

En el período entreguerras el régimen de Chiang acumuló cada vez más cargas sobre los hombros de los trabajadores y campesinos. En algunas zonas los funcionarios locales corruptos cobraban impuestos a los campesinos con ochenta años de anticipación.

Había un despilfarro constante de riqueza en gastos militares y el débil régimen del Kuomintang demostró ser incapaz de llevar a cabo una lucha revolucionaria contra las incursiones del imperialismo japonés.

El régimen de Chiang se dedicó a implantar una política de terror y robo. En dos décadas degeneró completamente de arriba a abajo y perdió prácticamente la mayor parte del apoyo que tenía entre la clase media.

Después del colapso de Japón, con cierta ayuda del Ejército Rojo en Manchuria para capturar las municiones japonesas, una gran parte de Manchuria y del norte cayó en manos de los estalinistas. El Ejército Rojo chino había llevado a cabo una guerra de guerrillas contra el militarismo japonés durante la guerra y después del colapso japonés quedó en una posición estratégica para capturar algunas zonas del país. Incluso durante la guerra, la principal preocupación de Chiang era el peligro social en casa -cómo ocuparse de los estalinistas y los trabajadores-, no estaba claro que Japón cayera derrotado y es bastante probable que hubiera capitulado y llegado a un compromiso con el imperialismo japonés.

Un régimen moribundo

El imperialismo estadounidense ayudó a Chiang con municiones y otros suministros, incluso con la intervención militar directa en el trasporte de tropas del Kuomintang a Manchuria y el norte de China, en concreto de la flota y la fuerza aérea estadounidenses. Chiang al principio consiguió algunos éxitos, pero todo fue en vano. Estaba al mando de un régimen moribundo más arcaico que incluso el régimen zarista ruso. El régimen estaba tan corrompido que una gran parte de los suministros eran vendidos por los funcionarios a los ejércitos estalinistas a cambio de oro, los ministros y funcionarios del gobierno de Chiang se quedaban con una gran parte de los dólares que EEUU enviaba para la guerra. Sólo una pequeña parte de los suministros y municiones llegaban a las tropas nacionalistas que se encontraban en el frente.

Los oficiales del ejército intrigaban entre sí, como ocurre en todos los regímenes condenados. Chiang, por ejemplo, privó de municiones al general Fu Tso Yi, el único general destacado que realmente tenía capacidad en el ejército nacionalista, por temor a que pudiera sustituirle. A los generales los superó la estrategia y las tácticas del Ejército Rojo.

Las cuestiones sociales

Sin embargo, la razón principal para la victoria de los estalinistas chinos enseguida la abordó Mao Tse Tung: las cuestiones sociales. La “tierra para los campesinos”, como en la Revolución Rusa, fue el toque de difuntos para los terratenientes feudales y su régimen corrupto. En gran medida los estalinistas chinos han realizado una revolución agraria. Esa es la diferencia significativa entre la lucha de 1927 y la actual. Esta cuestión es la responsable del desvanecimiento de los ejércitos que Chiang intentó utilizar para aplastar la rebelión agraria. Los ejércitos de Chiang estaban formados por campesinos -en realidad los campesinos más pobres- que no tenían dinero suficiente para escapar del servicio militar sobornando a los oficiales.

Incluso el News Chronicle (11/12/1948) tiene que admitir lo siguiente: “Existe descontento en las filas del ejército nacionalista. Los soldados rasos de Chiang reciben cinco peniques al mes. En algunas aldeas a los reclutas se los encadena en el camino que va hacia los barracones y cuando viajan en tren las puertas de los vagones están selladas para que no puedan escapar”.

Naturalmente, desertaban con sus armas y cuando se encontraban con el programa agrario de los estalinistas desertaban divisiones militares enteras.

El programa agrario estalinista

En la conferencia nacional agraria del Partido Comunista Chino celebrada el 13 de septiembre de 1947 se propuso una ley agraria que incluía los siguientes puntos:

“Artículo 1º. Abolición del sistema agrario de explotación feudal y semifeudal. Se establece el sistema agrario de ‘tierra para el campesino’.
Artículo 2º. Abolición de los derechos de propiedad de la tierra de todos los terratenientes.
Artículo 3º. Abolición de los derechos de propiedad de la tierra de todos los santuarios ancestrales, templos, monasterios, escuelas, instituciones y organizaciones.
Artículo 4º. Cancelación de todas las deudas contraídas en el campo antes de la reforma del sistema agrario”.

El artículo 10º afectaba directamente a los soldados e incluso a los oficiales del Kuomintang y dice lo siguiente: “Sección c. A todo el personal de los Ejércitos Populares de Liberación, gobiernos democráticos y a todas las organizaciones populares que vivan en el campo se les entregará tierras y propiedades equivalentes a la que tienen los campesinos y sus familias.
Sección d. Los terratenientes y sus familias recibirán tierra y propiedades equivalentes a la que tienen los campesinos.
Sección e. Las familias de los oficiales y soldados del Kuomintang, militantes del Partido Kuomintang y otro personal enemigo que vivan en las zonas rurales, recibirán tierra y propiedades equivalentes a las de un campesino”.

Uno de los hechos más destacados de la situación china es la relativa pasividad de la clase obrera. Es verdad que como resultado del colapso de los ejércitos de Chiang estallaron huelgas en las grandes ciudades: Shangai, Cantón, Hankow y Nanking, a pesar de las condiciones represivas. Sin embargo, está claro que cuando los estalinistas avancen hacia las grandes ciudades del Yangtse, los trabajadores, debido a la ausencia de una alternativa de masas, sólo podrán reunirse alrededor de su bandera. Los trabajadores nunca apoyarán al régimen de Chiang Kai Shek.

Todo trabajador socialista apoyará con entusiasmo la destrucción del capitalismo feudal en esta importante zona de Asia, incluso aunque se lleve a cabo bajo la dirección del estalinismo. Sus implicaciones a largo plazo son tan importantes como la propia Revolución de Octubre. No se puede hacer un análisis mejor del cuadro sombrío al que se enfrenta la clase capitalista mundial que el realizado por la editorial del periódico The Times (10 de noviembre de 1948):

“En el mejor de los casos sólo anuncia una cosa (en ese momento los nacionalistas controlaban Hsuchow pero después cayó), después de meses de conquistas la correlación de fuerzas militar, industrial e ideológica han cambiado hacia el lado comunista. Su control de grandes zonas del norte y el centro de China tiene un significado mucho más profundo que la invasión japonesa de hace diez años, los comunistas -ayudados por Rusia porque eran y son marxistas- han armado y organizado a las fuerzas revolucionarias nativas. En cuanto a su inmensidad y alcance también es probable que el actual levantamiento tenga consecuencias comparables a las que tuvo la Revolución Rusa de 1917. Cuanto mayor sea el éxito de los comunistas chinos mayor será su influencia y mejor será el momento para tener un éxito importante. Los largamente acariciados planes soviéticos de trasladar a los millones de campesinos atrasados de Asia a la zona que abarca desde el Oder a Sakhalin recibirían un gran impulso.

(...) Pueden agitar al campesinado utilizando sus divisiones y han conseguido ganar el apoyo del campesinado expropiando a los terratenientes y distribuyendo la tierra. Cuanto más prosperen las reformas agrícolas de los comunistas obviamente menos tendrán que recurrir a las grandes ciudades para la alimentación; la comida se encuentra fundamentalmente en las zonas rurales.

En algunas regiones se ha ejecutado o encarcelado a aquellos oficiales que son anticomunistas; en otras se ha mostrado tolerancia con los pequeños cambios de la forma tradicional de vida. Los empresarios sólo han tenido la elección de quedarse o abandonar. Esta muestra de tolerancia parece ser la política de Mao Tse Tung, un dirigente comunista muy astuto. Sus escritos y discursos lo presentan como un marxista inquebrantable, pero hay que reconocer que el análisis de Marx sobre las posibilidades de la revolución en la Europa industrial del pasado siglo no se puede aplicar estrictamente en el estado agrícola o primitivo en el que se encuentra la mayor parte de China. Parece haber decidido alcanzar su objetivo comunista en dos etapas. La primera debe ser un sistema de relativo libre comercio, similar a la Nueva Política Económica que Lenin introdujo después del fracaso inicial del comunismo de guerra en Rusia. Él pretende encontrarse ahora en esta etapa y espera, con éxito, no sólo ganar a los campesinos, sino también mitigar los temores de muchos habitantes de las ciudades. En segundo lugar, cuando la primera etapa se haya cumplido, pretende dar un paso más hacia el socialismo marxista”.

Las referencias al marxismo y la política comunista de Mao son por supuesto falsas. La política del estalinismo en Rusia, Europa del Este y China ha sido etiquetada de marxista por los actuales periodistas capitalistas. Pero se trata de una perversión del marxismo. Sin embargo para The Times parece que la táctica de los estalinistas chinos será similar a la utilizada por los estalinistas en Europa del Este.

Dos caras de la misma moneda

Al mismo tiempo que se apoya la destrucción del feudalismo en China, hay que insistir en que debido a la dirección de los estalinistas de este proceso sólo saldrá una horrible caricatura de la concepción marxista. No es una verdadera democracia, sino un régimen totalitario tan brutal como el de Chiang Kai Shek. Como ha ocurrido con los regímenes de Europa del Este, Mao verá en Rusia a su modelo. Sin duda, conseguirá un tremendo avance económico. Pero las masas, tanto obreras como campesinas, serán esclavizadas por la burocracia.

Los estalinistas están incorporando a su régimen a militaristas ex-feudales, elementos capitalistas y a la oficialidad burocrática de las ciudades que ocuparán puestos de privilegio y poder.

Sobre la base de una economía atrasada la diferenciación a gran escala entre los campesinos (como después de la Revolución Rusa durante el período de la NEP), ayudada por el fracaso de la nacionalización de la tierra, los elementos capitalistas presentes en el comercio e incluso en la industria ligera, podrían servir de base para la contrarrevolución capitalista. Se debe tener en cuenta que en China, debido a su mayor atraso, el proletariado es más débil con relación al campesinado que en Rusia durante la NEP. Incluso en Checoslovaquia y otros países de Europa del Este, donde los elementos capitalistas eran relativamente más débiles, el peligro de giro capitalista existió durante un tiempo. El hecho de que los trabajadores y los campesinos no tengan ningún control democrático y que la tiranía totalitaria se haya impuesto a la barbarie asiática y a las crueldades del antiguo régimen, favorece la existencia de esta posibilidad. Sin embargo, parece probable que los elementos capitalistas serán derrotados debido a la tendencia histórica a la decadencia del capitalismo mundial. La impotencia del imperialismo mundial se puede ver en que mientras intervino directamente contra la Revolución China de 1925-27, hoy ve impotente el colapso del régimen de Chiang.

Sin embargo, es bastante probable que Stalin tenga en sus manos a un nuevo Tito. Los comentaristas capitalistas astutos ya están especulando sobre esta posibilidad, aunque sólo les proporcione un gélido alivio. Mao tendrá una base poderosa en China, con sus 450-500 millones de habitantes y sus recursos potenciales, y con el apoyo indudable de las masas con el que contará su régimen en las primeras etapas. Así que los nuevos conflictos y enfrentamientos serán de ayuda para que la clase obrera mundial comprenda la verdadera naturaleza del estalinismo.

NOTAS

1. Chu Teh se unió al PC chino (PCCh) en 1922. Sus fuerzas militares se unieron con las de Mao Tse Tung en 1928. Chu se convirtió en el principal líder militar del PCCh en marzo y en la guerra civil contra Japón.

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