La victoria de la izquierda en las elecciones a alcaldías y gobernaciones en Colombia supone un éxito histórico para el movimiento popular y un golpe a las políticas ultrarreaccionarias que Álvaro Uribe viene aplicando desde su llegada al poder. Esta victoria –que se suma a la derrota del gobierno en el referendo que había planteado el día anterior- puede suponer el inicio de un cambio decisivo en el país si los dirigentes de la izquierda sacan las conclusiones necesarias y ofrecen a su base social un programa capaz de derribar a Uribe e iniciar una genuina transformación económica y social del país

La victoria de la izquierda colombiana tiene una significación enormemente profunda. El poder en Colombia se reparte desde hace décadas entre los partidos Liberal y Conservador, ambos completamente vinculados a la oligarquía y sumisos a las órdenes del imperialismo. La victoria este fin de semana en las elecciones a la alcaldía de Bogotá (las mas importantes del país después de las presidenciales) del ex secretario general de la principal central sindical obrera del país (la CUT), Lucho Garzón, al frente del Polo Democrático Independiente (PDI) con un 46%, frente al 39% del candidato apoyado por Uribe, ha sido un golpe para el uribismo. Pero la victoria ha sido mucho más amplia.

En la gobernación del Valle del Cauca, Angelino Garzón -también ex dirigente de la CUT- obtuvo más de 500.000 votos y quintuplicó la suma de sus dos competidores. La segunda ciudad del país, Medellín, también será gobernada por un candidato apoyado por el PDI y una de las principales ciudades industriales -y con una importante industria petrolífera- Barrancabermeja vio igualmente una victoria clara de la izquierda. En general, el avance de la izquierda -sobre todo en las ciudades-ha sido espectacular y ello a pesar de las coacciones y la campaña de intimidación desatada, especialmente en el campo, por los terratenientes y la burguesía.

El referendo

A estos resultados se une la derrota que ha supuesto para el gobierno el que el referendo que Uribe planteo como un plebiscito para reforzar su poder personal y aplicar toda una serie de medidas reaccionarias haya fracasado. Uribe debía conseguir que un 25% de los electores participasen pero ni siquiera trucos como el que para ese 25% valiesen tanto los votos afirmativos como negativos, ni toda la agresiva campaña acusando a los abstencionistas de apoyar a la guerrilla ( "los terroristas" según ellos), pudo evitar que la abstención , defendida por la izquierda e incluso por sectores de la clase dominante descontentos -o preocupados por la creciente acumulación de poder en manos de Uribe- alcanzase un 75% .

A pesar de que ahora un sector de la burguesía esté planteando que se incluyan los votos abstencionistas -en blanco y nulos- en el 25% necesario para dar validez al referendo, la derrota política es clara. De todos modos ni siquiera está claro que finalmente sean capaces de llevar esta idea tan rocambolesca a la práctica por las consecuencias políticas y el rechazo que podría suscitar.

El referendo, además de intentar reforzar el poder y autoridad de Uribe, legalizaba el perdón a los paramilitares fascistas, refuerza el bipartidismo y atenta contra las minorías políticas. Además, planteaba la ratificación de los acuerdos del gobierno colombiano con el FMI para recortar el gasto público y congelar los salarios de los empleados públicos y trabajadores de empresas estatales y atacar las pensiones, así como respaldar los acuerdos comerciales con EE.UU. (ALCA, etc.) En palabras del embajador estadounidense en Colombia, William Wood, la congelación del gasto público es fundamental "para el acuerdo con el Fondo Monetario internacional y para la sólida financiación internacional que Colombia ha recibido y recibirá en el futuro. Si estos artículos no son aprobados deberá buscarse otro mecanismo para balancear el presupuesto"(El Tiempo, 22-10-03)

También se introducía entre los 15 puntos sometidos a consulta una privatización encubierta de distintas partes de la administración: "al eliminar las 67 contralorías territoriales que existen en el país, el punto noveno del referendo da pie para que el control fiscal pueda ser llevado a cabo por "empresas privadas" (...) En cuanto al señuelo de que se van a aumentar los recursos para educación y saneamiento básico con nuevos aportes de las regalías , no debe olvidarse que estas ya fueron rebajadas del 20% al 6% en promedio por la nueva ley de regalías(...) pero si de todas maneras se le retira el financiamiento a obras de infraestructura con cargo al fondo nacional de Regalías, hay que tener en cuenta que la mal llamada "revolución educativa" del gobierno Uribe Vélez dice que estas partidas se destinarán a pagar pensiones educativas en los "colegios privados". o sea que se acentuaría la privatización de la educación pública(...) en el punto cinco del referendo se propone que "los servicios técnicos y administrativos de las cámaras legislativas estarán a cargo de una entidad pública o privada, que ejercerá sus funciones con plena autonomía" (El referendo fiscalista es privatizador, Tribuna Roja 22-10-2003).

La estratagema del gobierno para hacer aprobar estas medidas era presentar el referendo como un intento de luchar contra los excesivos gastos de “la clase política” y contra la corrupción, aunque en este aspecto el plan no contenía en realidad nada serio mientras que todos los aspectos decisivos suponen -como hemos visto- ataques a los trabajadores. El gobierno intentó presentar también a los empleados públicos como unos privilegiados y engañar a su base social, la clase media, para ganar el referendo pero uno de los aspectos más significativos de los resultados es que también ha perdido esta batalla y no ha conseguido sumar los 6.180.000 votos necesarios para que la consulta fuese vinculante.

La supuesta fortaleza de Uribe
La victoria de Uribe hace algo más de un año con el 53% de los votos emitidos, o los índices de popularidad –por otra parte bastante inflados- que aún hace unos días le atribuían los medios de comunicación de la burguesía (entre un 70 y un 80%) sembraban la preocupación y cierta perplejidad entre sectores de la izquierda. ¿Qué pasaba en Colombia? ¿Por qué en plena recuperación de la izquierda en todo el continente y auge de la lucha popular Colombia aparentemente giraba hacia la derecha?

Desde El Militante explicábamos que, evidentemente, la victoria de Uribe significaba un enorme peligro y una derrota para el movimiento popular pero que había que analizar porqué se había producido y qué procesos sociales expresaba realmente. El apoyo a Uribe no reflejaba, como ahora se demuestra, la correlación de fuerzas real en la sociedad colombiana. Bajo la superficie de avance electoral de la derecha en las presidenciales y victoria de este reaccionario con claras tendencias bonapartistas, de familia terrateniente y conocidos vínculos con los paramilitares, el viejo topo de la lucha de clases seguía haciendo su trabajo.

En aquel momento decíamos:

"Es evidente que los votos que mediante el miedo y las redes de clientelismo controlan los terratenientes en muchas zonas rurales han ido a parar a Uribe. Pero, además, la demagogia de este y la táctica de suavizar su imagen en las últimas semanas de campaña, marcando mayores distancias públicamente con los paras le ha permitido captar el voto de sectores atrasados, muy confusos y poco conscientes políticamente de la población hartos de guerra. Probablemente, una parte de los que votaron al actual presidente conservador, Pastrana, en 1997 debido a su promesa de traer la paz mediante la negociación han votado ahora a Uribe confiando en su promesa de que desde una posición militar de fuerza obligaría a la guerrilla a declarar una tregua. Al mismo tiempo, sectores de la burguesía que en principio no apostaron por Uribe, a medida que veían crecer su apoyo frente al de los candidatos de los partidos tradicionales, han visto en él al hombre fuerte capaz de poder llevar a cabo la ofensiva contra la guerrilla (y también contra las condiciones de vida de los trabajadores) que necesitan.

"Pero el 53% de votos recogido por Uribe no refleja en absoluto un apoyo consciente, sólido y estable de una parte de la sociedad colombiana a la represión, ya no digamos a su programa reaccionario y antipopular. Lo que muestran sobre todo las elecciones colombianas es una polarización social y un descontento popular en aumento.
Más del 50% de la población se ha abstenido, reflejando su hastío y asco hacia los partidos políticos oficiales y su desconfianza hacia el sistema y todo lo que lo represente. Por otro lado esta abstención masiva también evidencia la dramática ausencia de una alternativa que diese la sensación de poder cambiar las cosas ya en estos momentos. Un dato muy destacable es que el candidato de la coalición de izquierdas Polo Democrático, el ex líder de la principal central sindical colombiana, Lucho Garzón, ha obtenido cerca de 700.000 votos, más del 6% de los sufragios emitidos (...)El apoyo al Polo Democrático (al igual que los resultados obtenidos en las elecciones legislativas de hace unos meses por candidatos identificados con la izquierda como el ex guerrillero del M-19 Antonio Navarro Wolf) muestra el potencial que existe en la sociedad colombiana para una alternativa de izquierdas.

"Este potencial se verá aumentado con las políticas que va a aplicar la clase dominante. La intensificación de la represión militar, lejos de acabar con la guerra, probablemente la agravará y hará crecer el descontento popular. Ello, unido a las políticas antisociales y de ajuste que las exigencias de las multinacionales imperialistas y de los burgueses colombianos impondrán a Uribe (por mucho que por el momento se ponga la piel de cordero y hable de redistribuir la riqueza y ampliar la solidaridad), crearán las condiciones para un movimiento masivo hacia la izquierda. En estos momentos el paro ya afecta al 20% de la población y el 55% vive por debajo del umbral de la pobreza. Todas las promesas y engaños de Uribe van a convertirse en muy poco tiempo en una realidad todavía más amarga de la que hoy padece el pueblo. El resultado será un aumento aun mayor del malestar que incluso podría provocar una explosión social." (“Tras la victoria de Uribe y la ruptura de las negociaciones de paz: ¿Hacia dónde va Colombia?”, Mayo de 2002,)

Giro a la izquierda

La victoria actual de la izquierda ha sido posible porque una buena parte de ese 50% de la población que se abstuvo cuando Uribe llegó al poder ahora se ha movilizado en el terreno electoral y lo ha hecho votando a la única fuerza en la que ven una esperanza: la izquierda.

La causa fundamental de este crecimiento de la izquierda está, en nuestra opinión, en la crisis del capitalismo en Colombia que ha elevado la pobreza y el desempleo espectacularmente y en el rechazo a las políticas, especialmente económicas y sociales, del gobierno y la burguesía. A los pocos meses de la victoria de Uribe vimos un paro nacional masivo, el 16 de septiembre de 2002, que se enfrentó a una represión despiadada. Después hemos asistido a dos nuevos paros nacionales igualmente reprimidos. Ahora este movimiento ha pasado al terreno político, en este caso electoral.

El giro a la izquierda expresado en las elecciones locales colombianas no es ajeno tampoco a lo que ocurre en el resto del continente. Una de las ideas que también planteábamos en el artículo antes citado era que la evolución de la lucha entre las clases en Colombia no sólo dependía de la situación nacional sino que se vería influenciada por el contexto general de ascenso de la lucha de clases y avance de las fuerzas de izquierdas en el continente. Es indudable que una parte importante de esas masas hartas del desempleo y la pobreza que estaban escépticas hace más de un año han visto con esperanza lo que han hecho sus hermanos en Brasil, en Venezuela o más recientemente en Bolivia y miran hacia la izquierda con esperanza, como la única fuerza nueva y transformadora capaz de cambiar el país.

La táctica de la burguesía colombiana de utilizar la falta de una alternativa revolucionaria por parte de los dirigentes de la izquierda y la demagogia y mentiras sobre el conflicto armado para desdibujar la lucha de clases y presentar a Uribe como el hombre fuerte que obligaría a la guerrilla a abandonar las armas ha tenido un cierto éxito en las ciudades, especialmente entre las capas medias y sectores mas atrasados políticamente de los trabajadores, durante algún tiempo. Han presentado el conflicto armado como una lucha entre bandas de terroristas en las que el ejército intentaba poner paz. Han justificado con ello la intervención norteamericana en el país con el argumento de la lucha contra el terrorismo y contra el narcotráfico.

Pero, aunque en el terreno de cómo perciben sectores de las masas el conflicto armado esta campaña sigue teniendo un efecto, su peso es cada vez menor y las cuestiones de clase pasan a primer plano. El 73% de los colombianos creen que el principal problema del país es el desempleo, el 61% no cree que la situación económica mejore. La propia utilización demagógica del conflicto con la guerrilla se volverá contra Uribe a medida que estos sectores vean que la represión sólo agrava el problema.

El conflicto armado

En otros artículos explicamos que el conflicto armado colombiano no tiene una solución justa y definitiva bajo el sistema capitalista porque no tiene su origen en unos malvados terroristas que han creado una guerrilla –como intenta transmitir, a través de los medios, la oligarquía y el imperialismo- sino en profundos problemas sociales y políticos. En primer lugar la injusta distribución de la tierra, así como el desempleo, las desigualdades sociales y el propio sistema político clientelar, corrupto y antidemocrático. Esto es lo que hace que decenas de miles de jóvenes, trabajadores y campesinos engrasen las filas guerrilleras y que las FARC y el ELN sean organizaciones que , se rechacen o se apoyen sus métodos y programa, tienen un indudable apoyo social, especialmente en el campo.

La burguesía colombiana y el imperialismo decidieron romper las negociaciones de paz e hicieron aparecer a las FARC como las responsables de esa ruptura al darles un ultimátum que no podían aceptar. Hay varios factores que explican esa actuación pero el decisivo es la crisis del sistema capitalista tanto a nivel internacional como en Colombia. La burguesía colombiana en un contexto de crisis no tiene margen para hacer concesiones serias ni a la lucha de las masas ni a los dirigentes guerrilleros. Por otra parte los intereses de los terratenientes y ganaderos y los de la oligarquía financiera e industrial están completamente vinculados (al igual que con los narcos e incluso una parte de los paramilitares), esto hace imposible una reforma agraria que distribuya la tierra con justicia a los campesinos bajo el capitalismo.

Al mismo tiempo los intereses de esta oligarquia parásita del campo y de la ciudad dependen cada vez más de las multinacionales imperialistas. Eso es lo que explica el entreguismo de la burguesía colombiana y su máximo representante actual, Uribe, al imperialismo y que apuesten por la represión contra el movimiento popular y contra las guerrillas campesinas.

El problema para la oligarquía y el imperialismo es que en un contexto de crisis profunda de su sistema y auge de la movilización popular en todo el continente la situación en Colombia se les puede escapar de las manos en cualquier momento y la existencia de dos poderosas guerrillas, en especial las FARC – a pesar de las políticas erróneas de sus dirigentes- puede servir como un referente para las masas en un momento de movilización popular. Como siempre hemos explicado los marxistas lo único que el imperialismo y la oligarquía están dispuestos a negociar con la guerrilla son las condiciones de su rendición.

Bajo el capitalismo es imposible cambiar el país

Si la idea de una burguesía nacional-progresista siempre ha sido una quimera en esta etapa histórica del capitalismo -en que el dominio de las multinacionales y el parasitismo y dependencia de las burguesías nacionales ha alcanzado su mayor expresión- es especialmente falsa. Por eso, la alternativa que plantean en sus programas tanto los dirigentes de la izquierda parlamentaria del Polo como los de las FARC –luchar por un gobierno democrático que reforme el país y garantice democracia, justicia social, desarrollo independiente, etc. - es imposible bajo el capitalismo. Una reforma agraria que beneficie realmente a los campesinos y acabe con los latifundios, una democratización real del país que acabe con la violencia fascista de sectores del ejército y de los paramilitares o arrancar el control de los principales recursos nacionales de manos de las multinacionales sólo es posible luchando por un gobierno de los trabajadores, los campesinos y el pueblo pobre que avance hacia el socialismo.

Uribe ha intentado desde su llegada al poder tomar varias medidas de carácter bonapartista. Como explicamos en otros artículos esto no significaba que la última palabra estuviera dicha ya y que una dictadura bonapartista fuese inevitable, iba a provocar una reacción popular y además los vientos de la lucha de clases en el continente soplaban a favor por el momento del movimiento popular colombiano. Pero estas medidas si son un aviso de cuál es el escenario para el que se preparan la burguesía y el imperialismo.

El estado de excepción y la declaración de las zonas de consolidación y rehabilitación, decretado por Uribe nada más llegar al poder y que supuso una represión brutal de las luchas populares fue revocado por la Corte Suprema de Justicia. Detrás de este conflicto se ocultaba el hecho de que la represión no consiguió acallar la resistencia popular y probablemente un sector de la clase dominante en este contexto temía que la prolongación de esta situación pudiese acabar convirtiéndose en material explosivo y provocar una radicalización del movimiento popular. Pero mañana cuando la crisis de sus sistema y el crecimiento de los reclamos populares les obligue a ello no dudarán en ir con más decisión por esta vía e incluso en intentar una dictadura civil o militar si ven amenazado su dominio.

A pesar de esa medida de la Corte, la declaración de guerra del gobierno a los trabajadores y sectores populares continúa cada día, de una manera no por más disimulada menos brutal. El intento de legalizar progresivamente a los paramilitares fascistas y apoyarse en ellos para luchar contra la guerrilla, la creación de un cuerpo de civiles informadores o la extensión de la actuación criminal de los paramilitares del campo a las fábricas para descabezar al movimiento sindical son reveladores de sus verdaderas intenciones.

Del mismo modo, a pesar de la derrota en el referendo, el gobierno intentará aplicar esas mismas medidas antidemocráticas y antipopulares derrotadas en la consulta porque responden a necesidades estratégicas de la clase dominante. En realidad algunas de estas medidas ya estaban empezando a ser aplicadas. De hecho, en cuanto vio el riesgo de perder el referendo, un sector de la clase dominante lo que criticaba a Uribe no eran muchas de las medidas propuestas sino el plantearlas como un plebiscito y unirlas todas jugándose todo a una carta y arriesgándose así a una derrota como la que ahora ha sufrido, que además de desgastarle puede servir de revulsivo al movimiento popular.

O con el pueblo, o con los capitalistas

La burguesía colombiana y el imperialismo, mientras tengan el poder, seguirán atacando al pueblo porque no les queda otra opción para seguir manteniendo sus beneficios y su sistema.

Los dirigentes del Polo Democrático deben ser conscientes de esto y utilizar su victoria para organizar a las masas populares para las batallas que se avecinan. Un sector de dirigentes, nada más ganar las elecciones, ha hecho declaraciones bastante conciliatorias, pareciera que en sus cabezas está la idea de construir una izquierda responsable y dialogante. Lucho Garzón ha llamado a sus oponentes burgueses, incluido el candidato de Uribe, Juan Lozano, a integrarse en el futuro gobierno municipal y hacer una política para todos. Ha prometido sanear las finanzas de la alcaldía y llevar a cabo programas sociales sin subir los impuestos sobre los más ricos sino simplemente luchando contra la evasión fiscal (El Tiempo, 27-10-03).

Una parte de estos dirigentes parece pensar que el desarrollo de su labor de gobierno y su preparación para asaltar el poder va a parecerse más a la época de la paz social en Europa –que está tocando precisamente a su fin- y a la alternancia sin grandes tensiones de izquierda y derecha en el poder en un clima de diálogo y convivencia que a situaciones de convulsión social como las que vemos en todo el continente. Esto no deja de ser una contradicción en un país donde se da el conflicto armado más antiguo, y uno de los más sangrientos, del planeta, donde la burguesía desarrolla sistemáticamente desde hace décadas fuertes medidas represivas para mantener su control del poder, donde se asesina sindicalistas y campesinos cada día y donde el imperialismo yanqui está interviniendo ya con tropas de elite y agentes de la CIA.

Estos dirigentes no pueden dejarse engañar por las buenas palabras democráticas de la burguesía, los saludos y las palmadas en el hombro. Todo esto forma parte de la ceremonia de la confusión, intentan llevarlos a su terreno para que su actuación se mantenga bajo el capitalismo. Pero en realidad los dirigentes del Polo Democrático sólo tienen dos opciones: o basarse en la fuerza de las masas y el ánimo que les ha dado la reciente victoria para pasar a la ofensiva y aplicar un programa en beneficio de los trabajadores y el pueblo, un programa de transformación social, que demuestre a la gente que pueden ser esa alternativa capaz de sustituir no sólo a Uribe sino a todo el corrompido sistema y cambiar el país. O aceptar la lógica del capital y gobernar en el marco de lo posible para este, lo que en la práctica significa defraudar las expectativas de los trabajadores y desaprovechar esta magnífica oportunidad de que la izquierda pueda llegar al poder y llevar a cabo una transformación revolucionaria del país. La euforia de la victoria no puede hacer olvidar las experiencias de todos los anteriores éxitos que ha tenido la izquierda en el país, saldados con la represión más sangrienta por parte del establishment.

Garzón y los demás dirigentes del Polo deben plantear un programa que en primer lugar ofrezca solución a los problemas más importantes de las masas: el desempleo, planteando que todas las empresas privatizadas deben volver al estado y que las empresas en crisis deben ser estatizadas bajo control de los trabajadores, proponiendo la reducción de la jornada laboral para repartir el empleo, planes de obras públicas, aumentos de salarios y no pagar la deuda externa –que además es responsabilidad de los capitalistas y no del pueblo y ha sido pagada con creces con todo lo que se han llevado los imperialistas del país en décadas- y destinar su monto a gastos sociales. Deben estos dirigentes, para solucionar realmente los problemas del país, defender la nacionalización de los principales bancos y monopolios bajo control obrero y popular.

Por un gobierno obrero y campesino con un programa socialista

Frente a la violencia de sectores del ejército y los paramilitares los dirigentes de la izquierda deben explicar pacientemente las auténticas causas del conflicto armado y combatir la campaña de manipulación de la burguesía y exigir la depuración del ejército, anular las leyes de perdón a los fascistas y proponer la retirada total e inmediata del imperialismo del país y el final del Plan Colombia. Hay que proponer un programa de reforma agraria que acabe con el latifundismo y dé tierra y trabajo a los campesinos. Al mismo tiempo deben movilizar a su base social para luchar en la calle por este programa, creando Comités y Asambleas populares en los barrios, fábricas y pueblos que mantengan a la población movilizada para luchar por estas consignas y contra cualquier posible nueva ofensiva represiva del gobierno y la burguesía.

Las campañas internacionales de denuncia de la violencia están bien pero deben ir acompañadas de un llamamiento a la movilización permanente de las masas en la ciudad y en el campo y no entorno a consignas pacifistas abstractas sino para expulsar a los paramilitares fascistas y a los sicarios que utilizan para asesinar sindicalistas.
Para responder ala violencia armada hay que plantear, así mismo, la creación de comités para organizar la autodefensa y de milicias en los barrios y en las fábricas para proteger estas de los atentados de los fascistas y los asesinos a sueldo de la patronal y los terratenientes.

Por último pero no menos importante estos dirigentes deberían hacer un llamamiento a los dirigentes y la base de las guerrillas a abandonar los métodos desesperados y poner su lucha bajo el control de asambleas populares en cada barrio y en cada pueblo, impulsando un frente unitario de las organizaciones obreras y populares de izquierdas para luchar por la transformación social del país.

La victoria de la izquierda también contiene importantes lecciones para los dirigentes guerrilleros; el estancamiento de la lucha guerrillera durante décadas en el campo, separados del movimiento obrero de las ciudades y teniendo que recurrir cada vez en mayor medida a métodos más desesperados y menos comprensibles para sectores de las masas para romper el cerco militar (secuestros masivos o indiscriminados, atentados contra instalaciones públicas, etc) les ha aislado de importantes sectores de la población urbana, que no comprenden su lucha o están cansados de esos métodos. Los dirigentes de la guerrilla no deben entregar las armas a ningún gobierno burgués- la experiencia de cómo masacraron a los activistas de la Unión Patriótica es bastante clara en este sentido- ni buscar una negociación bajo el capitalismo en la que la clase dominante no les puede ofrecer nada más que engaños y buenas palabras, en nuestra opinión deben plantear un programa socialista en las líneas del que antes hemos defendido –que rompa con cualquier ilusión en pactos con sectores de la burguesía - y subordinarse al movimiento de masas en todo momento.

La victoria de la izquierda demuestra el potencial que existe actualmente en Colombia para derrotar a la clase dominante. El que sea aprovechada esta oportunidad para levantar un movimiento organizado de masas por la transformación del país o pueda ser derrotada como en otros momentos del pasado depende de que los sectores más a la izquierda del Polo Democrático y del movimiento obrero y campesino consigan ofrecer a este una dirección y un programa revolucionarios.


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