Como resultado de la peor crisis, desde el crack de 1929, que ha experimentando el sistema capitalista a nivel mundial, México sigue resintiendo los efectos tanto en el ámbito económico, como en el político y el social.

Por su alta dependencia del mercado norteamericano, la perspectiva para la economía mexicana está vinculada con el crecimiento que pueda experimentar Estados Unidos este año. Al respecto, ya en el primer trimestre de este 2011, EEUU sufrió una desaceleración de su Producto Interno Bruto (PIB), el cual sólo alcanzó el 1.8% (y no el 2% esperado), después de haber cerrado con un 3.1% el cuarto trimestre de 2010.

Teniendo en cuenta ese resultado, el Fondo Monetario Internacional, en su revisión de abril, ha proyectado para el vecino del norte un crecimiento del 2.8% en 2011, pero la correduría JP Morgan, prevé un repunte de sólo 2.5% al cierre del año. Y de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, las magras recuperaciones de Europa y EEUU abren la posibilidad a nuevas crisis globales que pueden impactar en el crecimiento latinoamericano. Señala que “todo puede cambiar, de forma traumática, si los países endeudados de Europa, como Grecia, Irlanda o España, no logran salir de la crisis” (La Jornada, 20/05/11).

El crecimiento económico mundial sigue siendo bastante frágil y la recuperación de EEUU, en particular, aún está lejos de haberse consolidado, lo que para la economía mexicana no es nada favorable. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía e Informática, en el primer trimestre de 2011, el PIB creció al 4.6%, una tasa menor a la expectativa oficial de 5% estimada para dicho periodo.

La incertidumbre respecto al futuro económico es tal que, no hay acuerdo sobre el crecimiento para este año: según Hacienda la economía crecerá al 4%, pero la Presidencia corrigió después la perspectiva a 4.3%, mientras que el BdeM subió su rango de 4 a 5%. En cualquier caso, la expectativa es menor al crecimiento obtenido el año pasado del 5.5%, y se proyecta con respecto al ritmo “elevado” de crecimiento con que EEUU cerró el 2010, pero como se mostró antes la provisión ha sido revisada a la baja.

El panorama no es nada prometedor, la crisis capitalista mundial continúa y tiene su expresión, también, en el caso de nuestro país, en la lucha por el mercado de las telecomunicaciones, por ejemplo, entre la misma burguesía, la cual busca seguir cargando el costo de su crisis sobre los hombros de los trabajadores e incrementar más sus beneficios privados. Al respecto de esto último, los empresarios le exigen a Calderón llevar a cabo las famosas “reformas estructurales” (aplicar IVA a medicinas y alimentos, reformar la Ley Federal del Trabajo y continuar con la privatización de PEMEX, entre otras) para “facilitarles mejores condiciones de inversión” y explotación de la clase trabajadora. Y en cuanto a las telecomunicaciones, un sector que genera altos beneficios económicos e influencia política, tres grandes monopolios (Telmex-Carlos Slim, Televisa-Emilio Azcárraga y TV Azteca-Ricardo Salinas Pliego) iniciaron en febrero pasado la disputa por el dominio del llamado “triple play” (televisión por cable, telefonía fija e internet).

La crisis económica también se expresa en mayores divisiones y confrontaciones, tanto entre el gobierno y la burguesía, como entre los partidos de ésta (el PRI y el PAN) y, en general, en una mayor crisis y debilidad del régimen.

Un ejemplo de las diferencias entre Calderón y la burguesía es su exigencia recíproca para encontrar una salida definitiva a la crisis económica. De acuerdo con el subsecretario de Hacienda, el gobierno ha cumplido con su aportación al crecimiento económico de “generar condiciones de estabilidad” y exigió al sector privado que se arriesgue a invertir. Pero, al día siguiente, la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, respondió que “la estabilidad macroeconómica no basta para hacer crecer la economía, y al gobierno federal le hace falta cumplir otras condiciones necesarias para poder invertir y, sobre todo, para que las empresas sean rentables”, por lo que “el gobierno debe ser un ‘facilitador’ para que podamos avanzar como se requiere”(La Jornada, 20-21/05/11).

En cuanto a la división interna en el PRI, principalmente, se debe a las diferencias entre el senador Manlio Fabio Beltrones y el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, por sus aspiraciones a ser candidatos de su partido a la presidencia de la república en las elecciones de 2012. A fines del mes de enero, por ejemplo, la divergencia se dio entre Francisco Rojas, coordinador de los priístas en la Cámara de Diputados (del grupo de Peña Nieto) y Beltrones, sobre la propuesta de este último para reducir el IVA de 16 a 12%, pero generalizarlo; a lo que el primero se opuso por considerar poco propicias las circunstancias políticas. Y un segundo caso que expresa las divisiones al interior de este partido fue la designación de Eruviel Ávila como candidato a la gubernatura del Estado de México mismo que no fue no aceptado por el llamado Grupo Atlacomulco que mantuvo la hegemonía en esa entidad durante 60 años.

En el caso del PAN, uno de los enfrentamientos es entre el grupo de Vicente Fox y el de Calderón, expresado en la expulsión de Manuel Espino, ex-presidente nacional de ese partido y crítico de la política del actual gobierno. También está la renuncia a su militancia en el PAN de Arturo Gómez Mont (ex-secretario de Gobernación) por su desacuerdo con la política de alianzas electorales de su partido con el PRD, ambos casos, a finales de 2009.

Pero además estas divisiones internas en el PRI y el PAN, también están las pugnas entre ambos partidos de la clase dominante. El primero, ahora bajo la dirigencia de Humberto Moreira, ha endurecido sus críticas hacia el segundo, diciendo, por ejemplo, que bajo los gobiernos del PAN la violencia y la pobreza se han incrementado, y ha calificado al gabinete de Calderón como “NINIS”, es decir, que ni pueden ni saben gobernar. A esto, el PAN ha respondido diciendo que todos estos problemas sociales se incubaron durante los más de 70 años de gobierno del PRI, y que, por el contrario, bajo los gobiernos panistas la pobreza ha disminuido. Los reclamos del partido gobernante hacia el PRI se vinieron a recrudecer al cierre del primer periodo de sesiones ordinarias del congreso, cuando los priístas (partidarios de Peña Nieto) en la cámara de diputados se negaron a aprobar las reformas a la Ley Federal del Trabajo, la de Seguridad Nacional y la política.

Todo lo descrito en los anteriores párrafos ha profundizado la crisis y debilidad del régimen. Se trata de un gobierno completamente fracasado, el cual, para tratar de obtener la legitimidad que no logró en las elecciones del 2006, decidió sacar al ejército a las calles  para emprender una supuesta “guerra contra el narcotráfico” dando como resultado la muerte de más de 40 mil personas; pero el problema está lejos de resolverse, a pesar del discurso triunfalista de Calderón sobre una reducción del número de homicidios en su más reciente visita a Ciudad Juárez, uno de los lugares más violentos del país.

Se trata de un gobierno impopular que también ha venido sumando derrota tras derrota en el ámbito electoral. En 2007 perdió la gubernatura de Yucatán; en 2008, las de Baja California, Nayarit, Quintana Roo, Coahuila, Hidalgo y Guerrero; y en 2009 las elecciones federales de diputados, lo cual se tradujo en la pérdida de 4.2 millones de votos respecto a la cantidad obtenida en 2006. La más reciente derrota fue la del Estado de Guerrero dónde el PAN perdió su registro en esa entidad, por no haber obtenido el 2.5% de la votación en la elección de gobernador.

Los resultados anteriores que demuestran la erosión de la base social del panismo, obligaron a Calderón a recurrir a la política de alianzas electorales y buscar el apoyo de “los chuchos”, la fracción de derechas que dirige al PRD para intentar ganar algunas gubernaturas (conseguido en Oaxaca, Sinaloa y Puebla), pero, sobre todo, para desprestigiar al PRD ante las masas, como la principal fuerza política de izquierda a nivel nacional y cerrarle el paso a los trabajadores que siguen a López Obrador. Esto mismo intentaron para las próximas elecciones en el Estado de México, pero los trabajadores organizados en torno a Morena lo impidieron.

Como candidato Calderón prometía ser “el presidente del empleo”, pero de la noche a la mañana despidió a más de 44 mil trabajadores con el decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro en octubre del 2009. Con esto y el cierre de medio millón de Pequeñas y Medianas Empresas, la cifra de despidos llegó a un millón y medio de trabajadores ese año.

Bajo este gobierno se han precarizado aún más las condiciones laborales y de vida de la clase trabajadora. De acuerdo al Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM, en el sexenio calderonista existen más de 29 millones 800 mil trabajadores sin prestaciones laborales, se registra una pérdida del poder adquisitivo del salario mínimo de 42%, y siete de cada 10 trabajadores obtienen entre cero y tres salarios mínimos. La explotación hacia los trabajadores se ha recrudecido, mientras 11 multimillonarios mexicanos concentran una riqueza equivalente al 12.5% del PIB obtenido en 2010. Definitivamente, no podemos seguir viviendo así, ni tolerando un gobierno que ha demostrado ser el administrador de los negocios de los capitalistas.

La actual crisis económica ha agudizado la debilidad del régimen actual. Es posible frenar los ataques de este gobierno e impedir el regreso del PRI a la presidencia en 2012, mediante la conformación de un Frente Único de Lucha de los sindicatos, partidos de izquierda (PRD, PT, Convergencia), el MORENA y todas las organizaciones de los trabajadores en nuestro país, que impulse una huelga general de 24 horas y se plantee la caída de Calderón. Pero además que se proponga eliminar la propiedad privada capitalista de los monopolios, banqueros y empresarios, para poner bajo la administración democrática de los trabajadores la riendas de una economía planificada.


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