Cuatro meses de gobierno de López Obrador han bastado para dejar clara una idea: la pretensión de hacer una política que concilie los intereses de los empresarios y los trabajadores es totalmente imposible. Recuperar elementos de un supuesto Estado benefactor en una época de crisis capitalista como la actual, se torna sumamente complicado. México no puede escapar a la lógica de un sistema económico internacional que, lejos de mostrar síntomas de recuperación, se aproxima a otra recesión global.

Más allá de que las perspectivas de crecimiento se sitúen muy lejos del 4% anunciado por el presidente de la república, lo más significativo es que AMLO insiste en no tocar el modelo económico establecido en las últimas décadas. Atacar la corrupción con medidas superficiales y programas públicos, sin duda despertará mucha simpatía teniendo en cuenta el balance de los gobiernos anteriores, pero esto, por sí mismo, no resuelve la constante degradación de las condiciones laborales y de vida de millones de familias trabajadoras.

AMLO frente al movimiento obrero

Durante el último periodo se habló mucho de que la clase obrera ya no existía, y mucho menos que representara la fuerza decisiva para transformar la sociedad. Dentro de la academia y la intelectualidad de izquierda se celebraron numerosos funerales por el marxismo, descalificado como una interpretación del pasado incapaz de enfrentar los retos de la sociedad moderna. Pero el movimiento huelguístico de Matamoros, ha puesto sobre la mesa que la clase obrera no solo está más viva que nunca, sino que además tiene una fuerza transformadora imparable desde el momento en que se organiza y actúa unificada contra los patrones.

Lamentablemente, la respuesta de AMLO ante el levantamiento obrero del norte del país ha sido el silencio más estruendoso. No hay ningún posicionamiento claro y determinante a favor del movimiento 20/32, solamente llamados a la prudencia y a un supuesto “dialogo” que ha sido contestado por los empresarios con despidos y violencia.

 Mientras AMLO renuncia a ningún acercamiento a los trabajadores en lucha para imponer una solución favorable a sus demandas, sí se reúne con el dirigente charro de la CTM para solucionar un conflicto del que es tan responsable como los empresarios, que tiene una larga trayectoria de métodos gansteriles y pro patronales y que con sus manejos corporativos se ha hecho rico a costa de las y los obreros.

En teoría, AMLO plantea resolver estos conflictos con el cumplimiento de “la ley y del Estado de Derecho”, pero vivimos en un sistema político que legaliza la explotación de la clase trabajadora, las jornadas laborales interminables y los salarios de miseria, que permite que un puñado de millonarios acumulen la mayor parte de la riqueza generada por los trabajadores sin mover un solo dedo. No basta con una política de asistencia social muy limitada, mientras el sistema económico que ampara la más brutal de las desigualdades se perpetué. El llamado Estado de Derecho, bajo el capitalismo, siempre es un Estado de derechas, a favor de los ricos y los empresarios, de su justicia y su policía.

Otro ejemplo relevante de porque no puede haber una política de conciliación entre los poderosos y los trabajadores, es la posición del gobierno federal ante la construcción de la Termoeléctrica en Huexca y el Proyecto Integral Morelos. Las comunidades que están en contra de este proyecto de muerte fueron un activo muy importante para llevar a AMLO al gobierno dadas sus promesas de oponerse al mismo. Sin embargo, ahora no está dispuesto a cumplir con su palabra y choca frontalmente con toda la base social que lo llevó a la presidencia. El caso del asesinato de Samir Flores y el silencio por parte del gobierno, es otra prueba del alejamiento creciente de AMLO de los sectores que están impulsando las luchas sociales más importantes del último periodo.

La misma situación se expresa en el conflicto magisterial, ya que la propuesta de reforma educativa presentada por el gobierno federal mantiene elementos en los que los derechos laborales de los docentes siguen siendo afectados, y en última instancia se mantiene la base de la reforma presentada por Peña Nieto, cuando AMLO se comprometió a abrogarla en su totalidad.

Un programa socialista para defender a los trabajadores y los oprimidos

Una de las decisiones más sorprendentes de este gobierno ha sido rodearse de un grupo de “asesores” que se nutre de un círculo de empresarios acaudalados, muchos de ellos pertenecientes a la célebre “mafia del poder”. ¿Qué se pretende con esto? Es evidente que estos sectores sólo aconsejarán y presionarán en una dirección: impedir y sabotear cualquier medida en beneficio del pueblo que pueda afectar a los grandes poderes económicos. 

Lo mismo se puede decir respecto a Morena: una amplia capa de elementos conservadores y derechistas, que ocupan posiciones de dirección, han pasado a la ofensiva. Es el caso de las declaraciones de Lili Téllez sobre la cuestión del aborto, o del diputado Juan Carlos Leal Segovia, de Nuevo León, abogando por una política machista y patriarcal para criminalizar a las mujeres que lo practiquen; o la diputada de Veracruz Ana María Férreas, que propuso un toque de queda para las mujeres, cargando así sobre las espaldas de las víctimas la responsabilidad de los feminicidios. Estos solo por mencionar algunos ejemplos de cómo el gobierno de la cuarta transformación contiene en su seno elementos en total oposición a los cambios que necesitamos.

Si se sigue insistiendo en esta estrategia, el fracaso estará garantizado más tarde o temprano. Estos cinco meses son una experiencia suficiente: cualquier medida en beneficio del pueblo, por muy modesta que sea, pasa por enfrentar el poder de  los empresarios y grandes capitalistas, de los terratenientes, de la jerarquía religiosa, del imperialismo, de un aparato del Estado colmado de represores y narcos, e impulsar el movimiento de los trabajadores.

López Obrador rechaza la lucha de clases y pretende que con discursos a favor de “la moralización del país” puedan cambiar las cosas. Pero un capitalista, un narco, un corrupto, siempre querrá obtener ganancia a costa de la explotación de los trabajadores, de la opresión de los campesinos, de la esclavitud de las mujeres y la degradación de la juventud, y eso solo lo puede derrotar la fuerza organizada de los trabajadores, como lo ha demostrado el movimiento 20/32.

El gobierno de López Obrador debe ser consciente de que ha llegado al poder como resultado de la lucha masiva que millones de campesinos, obreros y jóvenes han llevado a cabo durante los últimos años, que ha golpeado decisivamente al régimen político que existía. Esta es la base social que ha derrotado al PRIAN, y es la base que podrá lograr los verdaderos cambios que necesitamos. Confiar en los empresarios es traicionar los principios políticos que dieron la victoria a AMLO.

 La movilización ejemplar de los obreros y obreras de Matamoros marca el camino. Es precisamente en esta fuerza revolucionaria en la que un gobierno que se proclama de izquierda debería basarse para llevar a cabo el cambio que necesitamos, confrontando al poder de la banca, los grandes monopolios y la oligarquía. Sólo defendiendo un programa socialista de nacionalizaciones de los sectores estratégicos de la economía mexicana, bajo control democrático de la clase obrera, podremos acabar con la gangrena de la corrupción, la represión del Estado y la pobreza que sangra al pueblo.

¡Seguiremos en las calles luchando contra este sistema hasta alcanzar la victoria!


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