El pasado 5 julio, en Louisiana, Alton Sterlin, que vendía CDs en la calle era brutalmente asesinado por la policía. Apenas 24 horas después la policía detenía el coche de Philando Castile por llevar un piloto trasero roto y le asestaba cuatro tiros en el pecho mientras trataba de coger su permiso de conducción. Todo esto ocurría delante de su hija de 4 años y de su mujer, que grabó lo sucedido y pasó la noche aislada bajo custodia policial.

Estos horribles asesinatos han despertado una ola de repulsa que recorre Estados Unidos en contra del racismo institucional y la violencia policial, y que se ha materializado en manifestaciones, concentraciones, cortes de carreteras y autopistas en ciudades tan importantes como Luisiana, Minnesota, Nueva York, Chicago, Atlanta, Baltimore o Phoenix, entre muchas otras.

Una guerra unilateral contra los pobres

Actualmente las familias trabajadoras en EEUU soportan los mayores índices de desigualdad desde la segunda década del siglo XX. Según datos oficiales1 el paro abarca a 7,8 millones de personas y otros 47 millones cobran salarios de miseria. Esta lacra se ceba especialmente con la población inmigrante y de color: el paro entre los negros es el doble que entre los blancos, y normalmente ocupan los puestos de trabajo peor pagados y en condiciones más precarias. Además de todo esto la población negra de los barrios más pobres vive bajo la permanente presión del acoso policial: 1 de cada 3 negros va a ser encarcelado al menos una vez en su vida ―1 de cada 17 para los blancos2.

La base de datos más fiable sobre violencia policial en EEUU3 tiene registradas 3.500 muertes en los últimos 15 años a causa de la violencia policial, cerrando 2015 con 1.134 muertos. La inmensa mayoría de ellas han sido por armas de fuego de la policía, aunque otras causas son por armas tipo taser, atropello, golpeados hasta morir o por asfixia. Sin embargo la base de datos está incompleta, y según reconocen sus propios autores el número real de asesinados podría ascender a unos 10.000. Por otro lado, según un estudio de The Guardian los jóvenes negros tienen 9 veces más probabilidades de ser asesinados por la policía, y al menos son ya 574 muertos en lo que va de año ―y sube cada día4 ― de los cuales 140 son negros.

Una rebelión de los trabajadores norteamericanos ¡Las Vidas de los Negros Importan!

Los asesinatos de Alton y Philando han alimentado la creciente tensión social que vive EEUU. El rechazo a la brutalidad policial es generalizado en los barrios obreros y desde que se conoció la noticia han sido convocadas multitud de movilizaciones de repulsa. El francotirador de Dallas ha servido de excusa para militarizar la respuesta policial: coches de tipo militar, bombas de humo y gas lacrimógeno han sido combinados con una constante provocación policial que buscaba justificar los más de 270 detenidos5 en los primeros 5 días de protestas pacíficas.

Paralelamente, una campaña muy interesada que intenta equiparar la situación de indefensión que sufre la población negra pobre con la de la policía. Una campaña que ha ocupado toda la prensa internacional, con declaraciones presidenciales incluidas. Evidentemente, los asesinatos de los policías de Dallas son un hecho lamentable y que nunca deberían haberse producido, que además sólo dará excusas para que más policías racistas y sus defensores excusen su brutalidad y futuros asesinatos alegando el temor a ser asesinados por ciudadanos negros. Sin embargo poco o nada se habla estos días del miedo real y palpable que millones de personas, especialmente negras, sufren cada vez que un policía les da el alto en la carretera o les para por la calle. Las propias imágenes que todos hemos visto por televisión de palizas, disparos, asfixias y brutalidad de todos los tipos reflejan la completa impunidad que existe a este respecto. ¡Todo está grabado! Lo publican todos los noticiarios, las cifras son escalofriantes y a pesar de todo, los asesinatos continúan y los asesinos son exculpados. Por eso no importa el montaje que intenten hacer en los medios de comunicación: no es cierto que todos sufran por igual el miedo, la discriminación, los insultos y las palizas. Quienes lo sufren son los pobres, en sus barrios pobres, donde hay quien se cree que puede actuar como un sheriff del lejano oeste en su peor concepción posible y hacer lo que le dé la gana, matar incluido, sin ninguna consecuencia. Son los negros, latinos, inmigrantes de otras partes del mundo y trabajadores blancos pobres los que habitan esos barrios, los que sufren esta horrible situación. No sólo tienen que soportar el paro, los trabajos de miseria y las condiciones de vida lamentables que les impone el 1% de la población que se hace rica a su costa. También, por lo visto, tienen que pagar por ello, renunciando a su dignidad, permitiendo que les traten como a personas de segunda, sin derechos, y ,si se tercia, morir acribillados sin que a nadie se le ocurra rechistar.

Esta brutalidad policial y la indefensión de los más oprimidos frente a ella ha obligado a jóvenes y trabajadores a formar sus propias herramientas de lucha como es el movimiento por la defensa de los derechos civiles con la plataforma Black Lives Matters a la cabeza: movimiento que se originó tras la muerte de Trayvon Martin ―un joven de 17 años a manos de un policía que, tras el juicio, quedó libre de responsabilidad― y que, después de que la brutalidad policial se cobrase también la vida de Mike Brown en Ferguson, tomó aún más fuerza convirtiéndose en una referencia en todo EEUU. De hecho, entre los detenidos tras este fin de semana se encuentra DeRay McKesson, uno de los líderes reconocidos del movimiento, ya puesto en libertad.

Esta lucha contra el abuso policial está en íntima relación con el aumento de la conflictividad laboral en estados unidos y la respuesta a nivel general de los sectores más golpeados de la población. Una de las luchas sindicales más emblemáticas ha sido la campaña por el salario mínimo de 15$/hora, y que recientemente ha conseguido una nueva victoria en Nueva York, al ser concedido para el sector de la comida rápida ―donde los trabajadores están muy movilizados. No es casualidad que este sea uno de los sectores que más extranjeros emplea: ambos, la lucha contra la policía racista y la lucha por unas condiciones laborales dignas, forman parte del mismo movimiento de rebelión social que se ha gestado en EEUU en los últimos años por parte de los sectores más explotados y que más ha sufrido los efectos de la crisis económica.

Una verdadera revolución política en Estados Unidos

El capitalismo es un sistema criminal que no tiene nada que ofrecer a los trabajadores. Ni siquiera en EEUU, la primera potencia mundial, el buque insignia del sistema. El recurrente “cuento” que tantas veces hemos oídos sobre el famoso “sueño americano” ha dado paso a la realidad de la precariedad, la pobreza y la represión más brutal. Y precisamente la lucha diaria de los trabajadores americanos contra la carestía de la vida, por una sanidad y educación pública de calidad o la lucha contra la brutalidad policial es lo que alimenta la revolución política que ha hecho posible fenómenos como el de Bernie Sanders. Esta rebelión que se está gestando entre la población norteamericana, que conecta con sus tradiciones revolucionarias, que formó Occupy Wall Street, que denunció que el 1% de la población le niega lo más básico al 99%, que defiende los derechos de inmigrantes, negros y del conjunto de los trabajadores y que ha nutrido una campaña histórica a un posible candidato al presidencia que defiende el socialismo… todo eso es lo que teme el establishment americano, que confía en su policía reaccionaria como garantía última para mantener la estabilidad.

Desde el Sindicato de Estudiantes nos sentimos inspirados por la lucha de Black Lives Matters y de todos los trabajadores negros, blancos, inmigrantes que están llenando las calles por miles y plantando cara contra la brutalidad policial, contra la impunidad de la que gozan este tipo de actuaciones criminales que sólo se ceba con los más humildes. Les mandamos todo nuestro apoyo y solidaridad en una lucha que entendemos como nuestra.

¡Basta ya de brutalidad policial!

¡Black Lives Matters!


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