Entre la ofensiva contrarrevolucionaria y la lucha por completar la revolución

Después de la victoria del candidato del PSUV, Nicolás Maduro, sobre el burgués Capriles Radonsky por un margen de 300.000 votos en las elecciones presidenciales venezolanas del 14 de abril, la derecha venezolana y el imperialismo estadounidense han lanzado una violenta campaña de desinformación y desestabilización.

Tras no reconocer los resultados electorales del 14 de abril, la oposición venezolana, apoyada por el imperialismo norteamericano y gobiernos afines como el del PP en el Estado español, continúa con su campaña contra la revolución. Los capitalistas internacionales entienden lo que los marxistas hemos señalado hace tiempo: que Venezuela es un epicentro de la revolución mundial y que la muerte de Chávez, para disgusto de los mismos, lejos de suponer el fin de la revolución abre una nueva etapa donde revolución y contrarrevolución se van a ver las caras a un nivel superior.

Campaña internacional de intoxicación

El gobierno de Rajoy, en un primer momento, se negó a reconocer los resultados electorales por boca del ministro de Asuntos Exteriores, Margallo, quien señaló que “en los comicios se constató la existencia de una fuerte polarización en Venezuela” y agregó que “para evitar incertidumbres era necesario confirmar cuanto antes el resultado electoral efectuando un recuento de los votos”, siguiendo la línea política de la derecha y el imperialismo norteamericano. Sin embargo el temor del gobierno de Rajoy a abrir un nuevo conflicto en el terreno internacional, obligó a cambiar su posición, reconociendo los resultados y enviando para la investidura del presidente Maduro al presidente del Congreso, Jesús Posadas. Este reconocimiento del gobierno de Rajoy está lejos de significar un cambio de la derecha española respecto a la revolución bolivariana.
En el mes de mayo, diputados de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) fueron recibidos en Madrid por diputados del PP, PSOE y PNV como primer paso de una gira europea buscando apoyo y denunciando el supuesto fraude, siguiendo en su línea de desconocer los resultados electorales.
En sus denuncias patéticas, recogidas por el diario Abc, apuntan que “la oposición denuncia que muchos votantes utilizaron varias cédulas de identidad para ejercer su derecho al voto más de una vez”, acompañando esto de fotos donde se ve el rostro de una persona y una mano con varias cédulas. Cualquier persona que conozca el sistema electoral venezolano sabe que esta es una burda manipulación. Para votar en Venezuela no basta con la cédula, hay que pasar por una máquina capta-huellas que coteja la misma con una base de datos y, tras la votación, se mancha un dedo con tinta indeleble, con lo que el fraude, como lo difunde Abc, es imposible. Pero al fin y al cabo, de lo que se trata es de generar confusión en la opinión pública con el propósito de aislar a la revolución venezolana entre los trabajadores de Europa y generar las condiciones de su derrocamiento.
Por el contrario, nada dicen los diputados de la MUD, ni la prensa burguesa (que los califica de “oposición democrática”), de los once militantes revolucionarios asesinados por bandas fascistas de la derecha, ni de los CDI (centros de salud), Mercales (centros de distribución de alimentos a precios baratos) y sedes del PSUV atacadas y quemadas por las hordas de oposición: los verdugos pretenden hacerse pasar por víctimas.

¿Qué objetivos persigue la contrarrevolución?

El objetivo de la oposición y del imperialismo es crear un estado de opinión, basándose en la mentira de que ha habido fraude,  para alentar la violencia fascista y la desestabilización de la situación allanando el terreno para un golpe militar o cualquier otra vía para derrotar la revolución.
Hay evidencias claras de que, desde hace tiempo, y con especial intensidad tras la muerte de Chávez, la contrarrevolución y el imperialismo están intensificando sus movimientos dentro del ejército y del aparato estatal buscando apoyo. Cuando comprendieron que no tenían suficiente fuerza en este momento para dar un golpe militar, y que entre las bases revolucionarias crecía la indignación y empezaba a haber movilizaciones espontáneas para defender la revolución, dieron un giro hacia una táctica golpista a medio plazo. Es bastante posible también que hubiese divisiones en sus propias filas ante la evidencia de que la correlación de fuerzas en la calle sigue siendo todavía favorable a la revolución y una acción demasiado frontal o prematura podía tener el efecto contrario al buscado. Esto probablemente generó diferencias tácticas en el campo contrarrevolucionario.
Otro factor que revela esta correlación de fuerzas favorable es el apoyo a la Venezuela bolivariana que sigue existiendo entre los pueblos de toda América Latina. Ello hizo que la gran mayoría de gobiernos de la zona se viesen obligados a reconocer inmediatamente a Maduro. Sin embargo, confiar en que este estado de cosas se va a mantener siempre sería un grave error. Sectores significativos de las bases revolucionarias están preocupados por la tibia respuesta de la dirección bolivariana ante la ofensiva fascista.
Lejos de la imagen de violencia que intentan transmitir los medios burgueses internacionales, utilizando provocaciones y farsas como la organizada por los diputados opositores en la Asamblea Nacional, la respuesta de la gran mayoría de dirigentes de la revolución fue llamar a la paz, la tranquilidad de las bases y dejar la tarea de la defensa únicamente en manos de la policía y la Guardia Nacional. Pero, tal y como demuestra la experiencia histórica, al fascismo sólo se le puede derrotar mediante la movilización y acción consciente de las masas y llevando la revolución hasta el final para aislar a los contrarrevolucionarios y cortar cualquier posible apoyo a su demagogia entre sectores atrasados de las masas y la pequeña burguesía.
La estrategia contrarrevolucionaria sigue combinando la campaña mediática nacional e internacional de mentiras y la desestabilización en la calle con el sabotaje económico y la búsqueda de peones y aliados en que poder apoyarse dentro del ejército y la burocracia estatal. El desabastecimiento de productos, la especulación que provoca constantes subidas de precios, etc. que ya fueron factores claves para que el resultado electoral del 14-A fuera tan ajustado, continúan y es el principal arma de la oposición en estos momentos.

La urgencia de un programa revolucionario

Para  derrotar la nueva acometida contrarrevolucionaria, garantizar la voluntad popular (expresada en la victoria del PSUV y de Nicolás Maduro) y defender y hacer irreversible la revolución es imprescindible la organización, movilización y armamento del pueblo, a través del desarrollo de comités en defensa de la revolución y el fortalecimiento de las milicias y su extensión a todas las fábricas y barrios obreros y populares.
Aunque la revolución, en estos catorce años, ha logrado importantes avances en educación, salud, reducción de la pobreza, etc., la propiedad de la mayoría de las empresas sigue en manos capitalistas y estos la utilizan para ocultar productos, especular con los precios y sabotear cualquier medida progresista. A esto se une que la estructura burguesa del Estado no ha sido sustituida por un Estado socialista dirigido por los trabajadores y el pueblo. Esto permite que la corrupción típica del capitalismo continúe y que en las instituciones y empresas públicas se haya desarrollado una burocracia que en muchos casos sabotea desde dentro a la revolución (desatendiendo las reivindicaciones obreras y populares, estrechando lazos con los capitalistas y participando de pequeñas y grandes corruptelas, etc.). 
Esto es utilizado de manera cínica y demagógica por la contrarrevolución para sembrar el escepticismo y desmoralización entre sectores de las masas que han apoyado durante años a Chávez y la revolución pero que están cansados de esta situación. Entre capas de la juventud esto ha afectado especialmente. Muchos jóvenes no recuerdan ya la pesadilla que vivía el pueblo cuando gobernaba la derecha, la misma que representan Capriles y los suyos, y ven una contradicción entre los discursos oficiales y la continuidad de los problemas antes citados. Más aún cuando los sectores reformistas y burocráticos  proclaman que “estamos en socialismo” o en transición al mismo y que esta transición durará varias décadas más, al tiempo que niegan los problemas (inflación, corrupción, inseguridad, burocratismo…) o atacan y marginan a los sectores de las bases que intentan denunciarlos.
Pese a todo esto la lucha entre revolución y contrarrevolución sigue abierta. Las masas siguen dispuestas a ir hasta el final. El único camino para derrotar la estrategia contrarrevolucionaria de manera definitiva y hacer irreversible la revolución es expropiar a los capitalistas y destruir el Estado burgués para establecer una economía y un Estado socialistas, dirigidos por los propios trabajadores y el pueblo a través de delegados elegibles y revocables sometidos en todo momento a su control.


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