Consciente de su debilidad y de la creciente rabia de la juventud y la clase trabajadora contra su gobierno (demostrada en las calles con las movilizaciones masivas de los últimos años), Peña Nieto ha querido aparentar fortaleza tratando de doblegar la resistencia del magisterio democrático que se ha mantenido luchando contra su mal llamada reforma educativa. Así pues, el pasado mes de junio fue declarado constitucional el sistema de evaluación obligatoria docente por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y en julio, en coordinación con el gobierno de Gabino Cué, decretaron la desaparición del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), que se encontraba históricamente bajo el control de la CNTE.

No obstante que una parte importante de las contrarreformas se están aplicando, el movimiento magisterial no ha permitido que estos ataques pasen sin respuesta, dificultando el ritmo y la profundidad del ataque a la educación pública. Por eso, los empresarios y su gobierno también pretenden seguir mostrando firmeza para defender sus políticas. Los primeros, en voz del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) y la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), han condenado las manifestaciones y pedido que “se aplique la ley” contra los maestros. El segundo, en voz del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, afirmando que no habrá “vuelta atrás” en la reforma educativa y que quienes atenten contra ella tendrán “la sanción correspondiente” (La Jornada, 13/10/15). En este mismo sentido se ha pronunciado el nuevo titular de la Secretaría de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, quien ya ha lanzado la amenaza a los maestros para que se presenten a la evaluación obligatoria, prevista para noviembre próximo, pues de no hacerlo “por voluntad propia o no tengan justificación, la ley señala que deberá ser retirado del servicio”.

Con la idea de que “el país pueda ser más competitivo en un mundo cada vez más globalizado”, la llamada reforma educativa, nada tiene que ver con una mejora sustancial en la calidad de la educación a la que se le destinan cada vez menos recursos, por el contrario, revela ser en realidad una reforma que viola los derechos laborales del magisterio. Por eso, legítimamente los maestros continúan luchando contra esta reforma. Sin embargo, la disposición para seguir en pie de lucha debe escalar a un nivel mucho mayor del demostrado hasta ahora. Los dirigentes magisteriales no pueden seguir planteando al gobierno represor y asesino de Peña Nieto un “debate público, abierto y plural” como medida de solución. Ya desde el 2013, luego de haber realizado foros públicos y de haber presentado las propuestas alternativas del magisterio democrático, ninguna de ellas fue tomada en cuenta por el gobierno federal que terminó por promulgar la reforma en febrero de ese mismo año. Al contrario, ha seguido siendo criminalizada su lucha social por los medios de comunicación burgueses.

Los trabajadores no debemos tener ninguna ilusión ni confianza en el gobierno e instituciones de la burguesía. Sólo debemos confiar en nuestras propias fuerzas. Los amparos, foros, mesas de diálogo y la legalidad burguesa en general, no son la herramienta que necesitamos para alcanzar nuestros objetivos. La CNTE puede convertirse en el eje que organice al conjunto de la izquierda contra el gobierno de Peña. Para ello tiene que orientar sus fuerzas más allá de sus agremiados. La CNTE tiene fuerza y autoridad política dentro del movimiento social, el problema no está en la fuerza sino en las concepciones políticas limitadas y en los métodos organizativos que no se corresponden con el momento político del país. La CNTE tiene que ampliar su agitación, llegando mucho más allá de los activistas, que muchas veces son sectores orgánicamente confusos que gustan de reuniones interminables e improductivas. Es preciso lanzar una ambiciosa campaña de agitación y organización con un carácter anticapitalista hacia todos los sectores y organizaciones que se encuentran en lucha, pero dirigiendo especialmente la agitación hacia las bases de estos movimientos, rompiendo las resistencias, las pesadas rutinas y la monotonía de buena parte de los dirigentes de la izquierda, sin por ello caer en el sectarismo.

La CNTE debe mirar la realidad cara a cara, perder la ilusión de que la simple presión sobre el gobierno lo hará ceder. No se trata de la “falta de voluntad” de Peña, el problema es que el capitalismo a nivel mundial está avasallando los derechos sociales. Para defender aspectos tan básicos, como el empleo estable y un salario digno, es preciso cuestionar abiertamente al sistema, levantando una alternativa anticapitalista consecuente y firme, que vaya más allá de los discursos y las dinámicas de los activistas. Es necesario refundar la CNTE sobre bases abiertamente socialistas y revolucionarias. La mera lucha sindical ha demostrado ya sus limitaciones en el ejemplo del SME y otros tantos sindicatos que han sido derrotados no por falta de fuerza, sino por conducirse de manera anticuada frente a la crisis del sistema. Es preciso fundir la lucha contra la reforma educativa con una lucha a más largo plazo contra el sistema capitalista, sin esta perspectiva la lucha por las demandas inmediatas tiende a perder fuerza, confianza política y posibilidades de vencer.


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