Estamos comenzando el 2011 y el escenario laboral para los jóvenes y trabajadores de todo el país se recrudece, los salarios siguen disminuyendo en relación con el precio de los productos de la canasta básica y hoy las familias mexicanas adquieren hasta 40% menos alimentos que al inicio del gobierno de Felipe Calderón; si agregamos las violaciones a los contratos laborales, los despidos injustificados, las masas de desempleados a causa de las quiebras y las políticas anti obreras del gobierno panista, lo que tenemos es un futuro de mayor miseria y explotación si es que no ponemos un alto y derrocamos a este gobierno propatronal.

El gobierno de Calderón ha sido distinguido por los altos índices de desempleo, profundizando la tendencia que se ha gestado desde del 2006 al 2009, la población económicamente activa se incrementó en alrededor de 2 millones 600 mil, sólo se generaron 25 empleos formales (registrados en el Instituto Mexicano del Seguro Social, IMSS); es decir, 0.96 por ciento de la demanda real. Con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), para el segundo trimestre de 2010 existían 2 millones 485 mil trabajadores desocupados, resultado que comparado con el del 2000 arroja un incremento del 164%. La población entre 14 y 29 años representa el 53% de los desocupados, el 49% de pérdida de empleos y un tercio de los informales.

El desempleo de los jóvenes entre 18 y 28 años a nivel mundial corresponde al 21%. En cuanto a la tasa de desocupación en México es de 9.5%, mientras que en el Distrito Federal representa el 70%. En total en México tenemos a 120 mil jóvenes que ni estudian ni trabajan. La juventud definitivamente es un sector de la sociedad en franca marginación.

Sin embargo, el gobierno mexicano lejos de brindar una alternativa seria al mejoramiento de las condiciones de la juventud, lanza una nueva ofensiva contra la clase trabajadora, con el disfraz de oportunidad, por medio del Contrato de Primer Empleo (CPE), destinado a seguir la senda directo al basurero que han seguido en Francia, en Brasil y próximamente en Chile.

Este invento del Estado se trata de un Contrato orientado a precarizar las condiciones laborales de los jóvenes, a ofrecer empleos de los que te pueden despedir a partir de los 18 meses, y no más de los 3 años, tal vez permitirá ganar experiencia; al final está no servirá de nada si las cifras de desempleo se mantienen como hasta ahora dado que éste método de contratación sólo lo puedes optar una vez, pues al ser registrado al IMSS como lo marca la Ley del CPE, ya no serás candidato para otro puesto de estas características, sino que ahora te encontraras en desventaja frente a las nuevas generaciones. La ley pretende incentivar al empleador a generar más puestos de trabajo para nuevos empleados, al deducirle hasta el 40% en pago de ISR, monto que será absorbido por el gasto público, es decir, lo pagaremos entre todos, para quitarle ese peso a los empresarios; una treta más para cargarnos la crisis a los hombros.

Para la población trabajadora en su conjunto, esta ley tendrá repercusiones negativas al legalizar la precarización del poco empleo nuevo que se pueda ofrecer y arrebatarle terreno a las conquistas de plazas de trabajo que contaban con prestaciones de ley. Es decir los empresarios cuentan con una herramienta para destruir plazas de trabajo formal, recrearlas como nuevas y contratar sólo a jóvenes bajo este esquema. Aun así, y por ello protestan los empresarios, es insuficiente para sus objetivos, porque además requieren un trabajo cualificado, de manera que un joven sin experiencia difícilmente se podrá ajustar a sus necesidades. Por tanto esta ley está condenada a ser una salida intermedia mientras se realizan las contrarreformas laboral y educativa, que es lo que realmente les interesa. Y mientras tanto la juventud, seguirá teniendo un panorama desolador en cuanto a empleo.

Desde las escuelas, los trabajos y en las calles, el conjunto de la juventud debemos salir a luchar por empleos dignos, que nos permita obtener experiencia laboral, continuar con nuestros estudios e ingresos para apoyar a nuestras familias, más aún en época de crisis. No queremos paliativos que nos ofrezcan empleos precarios, un mal trato, y todo a costa de sacrificar plazas con prestaciones de ley que las generaciones anteriores ganaron a base de luchas; tampoco queremos que la falta de oportunidades nos lleve por el camino de las drogas, el alcoholismo y el crimen organizado que ha sido en los últimos años los mayores empleadores de la juventud. ¡La juventud mexicana decimos basta a la marginación! ¡Luchemos hombro a hombro con los trabajadores  adultos por la defensa de los puestos de trabajo digno y por trabajo para todos! ¡Qué la crisis la paguen los capitalistas!


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