A mediados del 2003 los trabajadores del Seguro Social iniciaron una lucha en defensa de su Régimen de Jubilaciones y Pensiones. El gobierno de Fox pretendía incrementar los años laborados para acceder al retiro y eliminar las aportaciones del estado al fondo de jubilaciones.

Superando la inmovilidad que durante años había prevalecido y la represión conjunta de las autoridades y la burocracia priista que controlaba el sindicato, los trabajadores comenzaron un proceso de movilizaciones. Cuando la dirección del sindicato, encabezado por Vega Galina, sintió que su aparato coercitivo ya no le daba para impedir la manifestación, no tuvo más remedio que encabezarla. Hizo lo impensable: emplazó a huelga para el 16 de octubre.

El ambiente era magnífico, pero llegado el día, la dirección pospuso el emplazamiento para marzo del 2004. La burocracia maniobraba para ganar tiempo, muchos trabajadores lo sabían, pero el sector más a la izquierda, politizado y con una caracterización más clara del papel de los charros no estaba suficientemente organizado, y por ello la maniobra prosperó.

Llegado marzo, la burocracia sindical volvió a intentar jugar su antiguo papel como gerente del gobierno. Intentaron usar el congreso extraordinario del sindicato para legitimar ahí mismo las medidas contra los derechos laborales (!). La base del sindicato nuevamente los desafió con una manifestación a las afueras del congreso, limando el filo más nocivo de sus “propuestas”. A pesar de su carácter totalmente oportunista, los dirigentes no tuvieron más camino que encabezar nuevamente la lucha, pues la presión de la base les obligaba a ello. Aunque la desconfianza de los agremiados era cada vez mayor sobre sus dirigentes, la inexistencia de una alternativa organizada abría un enorme margen de acción al oportunismo de los charros.

Los empresarios se abocaron a fondo para que la reforma fuera aprobada en la Cámara de Senadores en agosto. Días antes, Vega Galina advertía al gobierno: “Esto se está saliendo del control del sindicato. Yo ya no puedo meter en cintura a la gente. De verdad (el gobierno) no tiene idea de la dimensión de la bomba social que está a punto de estallar". También hacía saber las intenciones de otros sindicatos para apoyar la lucha del IMSS: "Si nos quieren presionar tendremos la fuerza y la presencia de todos los sindicatos, los cuales no son corporativistas. Tenemos verdaderos aliados que están dispuestos a movilizarse"… Pero invocar el fantasma de la lucha no crea el mismo efecto que organizarla concretamente.

La convocatoria a huelga general por parte del IMSS, el SME y la UNT se fijó tardíamente, para semanas después de que fue aprobada la reforma. Y nunca se realizó. El día del supuesto estallido, 1 de septiembre, se realizó una “falta colectiva” que no tuvo el efecto de derrotar la reforma. ¡A pesar de que las condiciones eran inmejorables! Pues el 29 de agosto se había realizado la marcha de un millón de personas para derrotar el desafuero de Obrador.

La fuerza de los trabajadores es enorme, pero cuando se pone en acción, para ello es preciso contar con una base organizada de la cual emanen dirigentes cuya más grande convicción sea la lucha implacable contra el régimen que nos oprime.


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