A finales de 2022 Beatriz Rojas Paredes, estudiante de la normal rural de Panotla, Tlaxcala fue víctima de uno de los más grandes y graves atropellos a la dignidad popular que venimos arrastrando desde hace décadas en nuestro país, la criminalización de las Escuelas Normales Rurales y de sus estudiantes.

¿Por qué hay un interés fehaciente de parte de la clase política en señalar como delincuentes a quienes conforman el cuerpo estudiantil de la que en muchas ocasiones se convierte en la única alternativa para acceder a la educación superior en las comunidades rurales de nuestro país? Porque la normal, más allá de lo meramente académico se encarga de crear comunidad, cohesión y consciencia de clase. Es decir, que el normalismo, históricamente ha sido revolucionario y combativo.

La normal, además de enseñar a los jóvenes de las comunidades rurales a ser docentes, les enseña a trabajar el campo, les enseña a organizarse políticamente y les enseña a tener solidaridad de clase. Finalmente, uno de los puntos clave se encuentra en entender a la normal muchas veces como la única vía, de acceder a una educación y empleo digno.

Y es que eliminar el acceso a estos derechos básicos en las zonas de por sí precarizadas, violentas y marginadas de nuestro país, obedece al interés de la clase burguesa por mantener al pobre siendo cada vez pobre, pues esto crea las condiciones para aumentar la fuerza laboral dispuesta a aceptar, por necesidad, las migajas que los ricos ofrecen a cambio de trabajar de sol a sol hasta morir.

Es un hecho que el neoliberalismo ha traído consigo, como uno de muchos atentados a la colectividad, el convertir al sector educativo en uno cada vez más elitista, se trata de crear las condiciones para que los hijos y las hijas de los oprimidos abandonen las escuelas sin necesidad incluso de que estas sean privatizadas.

Basta con desmantelarlas. Tal es el caso de las normales en Tlaxcala, donde los estudiantes decidieron manifestarse solicitando nada extraordinario, sencillamente un poco de dignidad. No pedían otra cosa que el aumento al presupuesto y la mejora de las instalaciones de sus escuelas, pues al día de hoy se encuentran en condiciones indignantes, así mismo, solicitaban el aumento de la matrícula que año con año se ha ido reduciendo, provocando así la disminución progresiva de la figura del normalista. Representando todo esto en los hechos la desaparición de la escuela.  

Hablar de la batalla eterna entre las normales y el estado mexicano no es tarea sencilla ni que pueda resumirse en un escrito breve. La herida provocada con el paso del tiempo al normalismo es lamentable, imperdonable e irreparable, la derecha, servil a los intereses burgueses, quien tuvo en sus manos las riendas del país, ha cometido reales crímenes de lesa humanidad contra él, por eso es indignante que desde los estados que gobierna la izquierda se siga reproduciendo estos ataques.    

Al día de hoy, la situación que atraviesan los estudiantes de las normales en México – falta de presupuesto, desmantelamiento, descuido, ataque, desprestigio - , pese a vivir bajo un régimen que se dice de izquierda, sigue siendo lamentable. Retomemos el caso de Beatriz Rojas, una normalista que decidió manifestarse para exigir la dignificación de sus condiciones educativas, en un estado gobernado por MORENA y con la intención de hacer llegar sus demandas al actual secretario de gobernación, Adán Augusto López Hernández, ella terminó siendo encapsulada junto con sus compañeras, gaseada y golpeada para finalmente ser asesinada a manos de la policía estatal.

¿Puede llamarse de izquierda una gobernadora que, desde el escritorio, moviliza sus instrumentos de represión en contra del pueblo, en contra de los hijos de la clase trabajadora?, ¿Cómo podemos calificar a un gobierno federal que en el mejor de los casos desconoce estos atroces acontecimientos o que, decide encubrirlos? Es urgente que se tomen cartas en el asunto de las normales, que se haga justicia a los miembros de la comunidad que han caído en la lucha a manos de la represión y que se vaya más allá de la sustitución de nombres y rostros en las dependencias gubernamentales.

El espíritu revolucionario del normalismo mexicano prevalecerá frente a la avanzada burguesa y su intento miserable por desmantelar las conquistas populares.


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