En el actual gobierno de la 4T, la educación básica del país ha tenido cambios en su planteamiento técnico-pedagógico llamándose actualmente Nueva Escuela Mexicana. La cual plantea que el proceso educativo sea por fases, que son 6: de los 0-3 años de edad son la fase 1; los 3 grados de preescolar son la fase 2; la fase 3 es 1º y 2º de primaria; 3o y 4o de primaria fase 4; 5o y 6o de primaria fase 5 y por último los tres grados de secundaria son la fase 6.

Un elemento muy importante a considerarse en los programas de trabajo de las docentes es una evaluación diagnóstica del contexto de la comunidad, de la escuela y de su aula para poder determinar los ejes articuladores y campos formativos con los que se trabajarán los procesos de desarrollo de aprendizaje de sus alumnas y alumnos.

La educación sexual se encuentra situada dentro del campo formativo denominado: Ética, naturaleza y sociedades y en los ejes articuladores de igualdad de género, vida saludable e inclusión. Hasta aquí todo suena bien, con cambios favorables en pro de una educación integral y con una visión formativa, sin embargo, en el trasfondo sigue igual, pues los materiales que se encuentran al alcance de las maestras y maestros se siguen quedando en la línea de una educación sexual informativa de los procesos biológicos del ser humano.

Por otro lado, no se ha capacitado al personal a cargo de este trabajo arduo e importante para mejorar la vida de las niñas, niños y jóvenes. Nuestras maestras y maestros tienen que contar con una preparación específica en temas como igualdad de género, métodos anticonceptivos vigentes, legislaciones vigentes y violencias normalizadas, por mencionar algunas cuestiones básicas, lo cual el sistema no se ha preocupado por hacer y en muchas ocasiones el gremio magisterial ha tenido que hacer con sus propios recursos y en sus horarios no laborales, saturando así nuestras jornadas.

La educación sexual es un asunto que, lamentablemente, se ve como algo secundario tanto para las familias, los alumnos y el profesorado, su importancia se visibiliza hasta que un alumno muestra características explicitas de tener problemas en dichos temas, pues el mismo sistema educativo se ha encargado de sepultar estos temas fundamentales viéndose rebasados al no saber cómo solucionarlos, plantearlos y exponerlos en las aulas, dejando toda la responsabilidad al personal docente, psicólogas y trabajadoras sociales (cuando las hay), que con carencias y miedo, ponen sobre la mesa temas como: inicio de la vida sexual, el abuso infantil, la sexodiversidad, etc.

México es el primer país en embarazo adolescente en la OCDE, los esfuerzos por disminuir estas estadísticas no han sido los suficientes para dar respuesta sustancial al origen del problema. Y es que debemos entender que la medula espinal para una Educación Integral de la Sexualidad, como ahora la 4T le llama, es el sistema educativo, sin embargo, no ha sido una prioridad ¿Por qué? Para este sistema patriarcal, el otorgar educación sexual con todas las de la ley es dar herramientas a nuestra liberación, y lamentablemente, sin bien este gobierno ha insistido en generar una educación “liberadora”, se rehúsa a abordar temas disruptivos que abran las puertas al cuestionamiento del status quo.

Menciona la importancia de la educación sexual, pero dejándolo sólo en un discurso “inclusivo y equitativo”, y la autoridad educativa sólo exige números y estadísticas de la cantidad de personas que reciben información relacionada a la equidad de género y a la salud reproductiva, olvidándose del qué, el cómo, cuándo y todo el esfuerzo que esto conlleva, pues para ellos sólo importa registrar de manera bimestral el “avance”, sólo las cifras.

El material principal con el que cuentan lxs maestrxs en las escuelas para trabajar son los libros de texto mismos que siguen quedándose al margen de ser una herramienta suficiente y eficiente para desarrollar en nuestras infancias y juventudes las condiciones para que vivan su derecho a una sexualidad sana, libre y en igualdad de oportunidades.

Y no hablemos de ser inclusivos, pues si hablamos de educación sexual para los niños y jóvenes con discapacidad ni siquiera existe un material apropiado para sus necesidades específicas; o, si existen, son con costos que corren por cuenta de los maestros, o bien, no son nada accesibles para las personas ni para los maestros, pues están en manos de servicios privatizados a los que sólo pueden tener acceso unos cuantos.

Es por esto que el personal de las escuelas públicas tenemos que echar mano de otros apoyos externos, ya sean públicos o privados para poder abordar los temas como: equidad de género, violencia en el noviazgo, derechos sexuales y reproductivos, métodos anticonceptivos, etc., pues el sistema no considera la formación profesional del personal en estos temas, pero si responsabilizarlos de tan importante trabajo.

Hace poco trabajaba con una familia en donde la madre tenía no más de 26 años, el padre casi los 60 años y su hija casi los 8 años, mientras habla con ellos sobre diferentes temas relacionados a la educación de su hija, no podía dejar de darme vueltas en la cabeza la edad en la que ellos se conocieron y “procrearon” a su hija, que, por cierto, tiene una discapacidad al igual que la madre. ¿Cómo y cuándo el sistema educativo realmente trabajará en detener el abuso sexual infantil y hacia las personas en situación de discapacidad? ¿Hasta cuándo la educación sexual dejará de verse como un tabú en lugar de una necesidad imperante para ser libres y vivir sin violencias?

La educación sexual, en una sociedad tan machista como la nuestra, es fundamental, no sólo para evitar el abuso o el embarazo adolescente, sino también para combatir el machismo, en concreto, abonar en que dejen de asesinarnos y violarnos todos los días. Las y los maestros combativos debemos de dar la lucha porque este tema también sea parte de nuestras reivindicaciones e intereses.


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