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En pleno siglo XXI la humanidad está siendo empujada a un callejón sin salida. La guerra interimperialista por la hegemonía mundial, está llevando a la militarización de los países, y en América Latina amenaza con una nueva fase intervencionista. El salvaje genocidio sionista contra el pueblo palestino o la devastación medioambiental muestran lo lejos que esta dispuesta a llegar la burguesía en su barbarie.

La promesa fraudulenta de un mundo de democracia esconde un día a día lleno de violencia contra las mujeres y la diversidad, precarización laboral y de servicios, narcoterrorismo, recortes sociales, despojo, crisis de desapariciones, etc. Y todo apuntalado con más represión y militarización, y una sumisión ante el trumpismo que criminaliza a nuestros herma­nos y hermanas inmigrantes y divide a nuestra clase.

El avance de la extrema derecha es el fru­to de esta descomposición del capitalismo y del fracaso de las políticas tanto neoliberales como reformistas.

Y es esa izquierda y esos arribistas reciclados del régimen pasado instalados cómodamente en las cámaras, y tan servil con los poderes económicos y el imperialismo estadounidense, la que allana el camino a la reacción. Por eso su “soberanismo y antiimperialismo” es impotente. La amenaza ultraderechista e intervencionista sólo puede ser derrotada con la movilización más contundente y masiva de los trabajadores y la juventud.

Es el momento de dar un paso adelante

Quienes aspiramos a romper con el orden capitalista sabemos que las cosas no van a cambiar simplemente con el voto. La experiencia histórica muestra que los avances reales a favor de los oprimidos han sido el resultado de su organización consciente y de la lucha de clases.

Y este es el proyecto de Izquierda Revo­lucionaria: construir un partido de masas que defienda un programa comunista, intervinien­do en el movimiento obrero y juvenil, en la batalla ideológica y teórica, y hacerlo sin sec­tarismo.

En Izquierda Revolucionaria la democracia interna y la participación es fundamental. Una militancia formada políticamente en la teoría y en la acción y que decida es el mejor antídoto contra la burocratización, el arribismo y el oportunismo.

Nos inspiramos en las mejores tradiciones de nuestra clase. Pagamos una cuota mensual para financiarnos y distribuimos nuestros periódicos —Militante y Libres y Combativas— en centros de estudio, barrios, fábricas y empresas, en movimientos sociales y manifestaciones.

Impulsamos el sindicalismo ­combativo y asambleario en el movimiento obrero, cons­truimos el Sindicato de Estudiantes, la plataforma feminista revolucionaria Libres y Combativas y la Fundación Federico Engels, la editorial marxista más importante en lengua castellana con más de doscientos títulos.

Ser comunista hoy

Los comunistas no existimos para integrar Gobiernos capitalistas, por muy progresistas que se digan. Esto es una deformación grotesca. Ser comunista tampoco es una estética para las redes sociales, ni un medio de vida. Ser comunista es luchar consecuentemente para acabar con el poder de la oligarquía capitalista y esto es incompatible con gestionar su sistema.

La hipótesis de que hay que meternos a las entrañas del enemigo para acabar con él y que la vida de la gente cambiaría por participar en un Gobierno junto a los reformistas ha sido desmentida en diferentes épocas y países una y otra vez.

Lo que realmente puede modificar la correlación de fuerzas y arrancar derechos de manera permanente es una política de confrontación con los capitalistas y sus Gobiernos, que nos arme con las huelgas generales y grandes movimientos de masas, y que aproveche las condiciones que la crisis capitalista crea para la revolución socialista.

Los comunistas revolucionarios defendemos el socialismo. ¿Y qué significa esto? Poner la inmensa riqueza que ya existe en la sociedad, y que controla una minoría de multimillonarios, a disposición de la población trabajadora y hacerlo de la única manera posible: expropiando a los grandes monopolios, bancos y terratenientes.

En una sociedad socialista, liberada de guerras, de opresión de clase, nacional, ­racial y de género, enviaremos las lacras del capitalismo al basurero de la historia y las conquistas del género humano se desarrollarán a una escala inimaginable.

¡Socialismo o barbarie!

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