El capital alemán se ha visto duramente afectado por la nueva escalada de la guerra comercial entre Estados Unidos y China y las tensiones interimperialistas. Las medidas adoptadas por el gobierno estadounidense bajo el mandato de Trump para asegurar por todos los medios su dominio global aumentan la presión sobre la economía alemana.
Mientras Merz pierde la mayoría en las encuestas frente al partido ultraderechista AfD, que se convierte por primera vez en la fuerza mayor apenas unas semanas después de las elecciones, incluso antes de asumir el cargo de Canciller, la CDU ha presentado ahora, bajo enorme presión, un acuerdo de coalición con el SPD. Es un ataque general a nuestros derechos y condiciones laborales y el nuevo gobierno es un gabinete de directores ejecutivos y lobbistas.
Ataque histórico a la jornada laboral de ocho horas
El nuevo gobierno federal pretende abolir la jornada laboral de ocho horas bajo el pretexto de la “flexibilidad moderna del tiempo de trabajo”. Se trata de un ataque frontal a un derecho conquistado históricamente por el movimiento obrero. No se trata de la autodeterminación de los trabajadores, sino de una explotación aún más eficiente del trabajo para maximizar las ganancias.
Detrás del debate sobre un tiempo máximo de trabajo “semanal en lugar de diario” no se esconde nada más que una ampliación de la jornada laboral diaria. La jornada laboral de ocho horas ya se ha visto socavada en muchos sectores: en enfermería, construcción, restauración y logística, los turnos de 12 horas, las horas extras no remuneradas y los descansos cancelados no son la excepción, sino parte de la vida cotidiana, especialmente allí donde no hay una organización sindical fuerte o donde los compañeros trabajan en condiciones precarias e ilegales. Esta nueva iniciativa pretende convertir estas condiciones laborales en el nuevo estándar y empeorar enormemente el marco legal en la lucha por mejores condiciones laborales. Cuanto más débil sea la protección jurídica, más libremente podrán las empresas obtener beneficios a costa de nuestra salud y de nuestra esperanza de vida. Un debilitamiento adicional de la Ley de Horas de Trabajo es por tanto un ataque a todos aquellos que se ven obligados a vender su fuerza de trabajo.
Esto también incluye planes para que las horas extras estén libres de impuestos, lo que hará que el trabajo se concentre aún más en unos pocos hombros. Además, existen conceptos según los cuales los trabajadores que sigan trabajando después de los 67 años pueden recibir hasta 2,000 euros libres de impuestos al mes.
Militarización de la sociedad y belicismo
Al mismo tiempo, el gobierno federal está impulsando masivamente la militarización de la sociedad. La ampliación del presupuesto de defensa se produce bajo el pretexto de una supuesta amenaza por parte de Rusia, pero el objetivo es obvio. La semana pasada se anunció la compra de cientos de drones kamikaze, así como planes para poner en órbita su propio sistema de satélites militares en 2029.
Se trata de asegurar militarmente los intereses de poder internacionales de la clase dominante alemana, especialmente en tiempos de una creciente guerra comercial entre Estados Unidos y China y de evidentes preparativos por parte de estas grandes potencias para futuros conflictos militares. El debate actual sobre la reintroducción del servicio militar obligatorio también se inscribe en este contexto. El objetivo es construir una Bundeswehr “operativa” con entre 370,000 y 460,000 soldados. Es evidente que este proceso no puede completarse en unos pocos meses, pero el camino para lograrlo se recorre cada día con mayor energía. Por supuesto, esto también significa volverse militarmente más independiente a largo plazo de los aliados poco confiables del otro lado del Atlántico.
Karl Liebknecht reconoció este desarrollo ya en 1907 en su obra Militarismo y antimilitarismo:
"[El militarismo] no quiere nada menos que cuadrar el círculo; arma al pueblo contra sí mismo; es lo suficientemente audaz como para convertir a los trabajadores [...] en asesinos de su propio pasado y futuro."
Esta militarización no sólo está dirigida hacia afuera sino también hacia adentro. El llamado “militarismo interno” sirve para controlar a la clase trabajadora y eliminar de raíz cualquier resistencia al orden gobernante. Liebknecht continuó:
“Una herramienta de la lucha de clases en manos de la clase dominante, diseñada para inhibir el desarrollo de la conciencia de clase y garantizar la libertad frente a la explotación”.
Esta represión está aumentando y su campo de pruebas es el movimiento de solidaridad con Palestina. En los últimos dos años ha habido prohibiciones de manifestaciones masivas, violencia policial, prohibiciones de congresos, prohibiciones profesionales, etc. El gobierno de Berlín está intentando actualmente deportar a cuatro activistas por su participación en una manifestación palestina. El Estado está probando hasta dónde puede llegar. Y no es casualidad que este movimiento en particular sea el que esté siendo atacado: contradice los intereses del imperialismo alemán con una agudeza que casi ningún otro lo hace.
El "militarismo interno" del gobierno de Merz también se evidencia en la creciente agitación racista contra los inmigrantes. Bajo el nuevo mando del Ministro de Asuntos Exteriores, Dobrindt, no sólo habrá controles fronterizos más estrictos en las fronteras exteriores de Alemania, sino que también se podrá retirar la doble ciudadanía a los inmigrantes en cualquier momento.
Por un lado, la agitación racista de la burguesía pretende distraer la atención de los efectos de la crisis capitalista internacional y del creciente peligro de guerra contra nuestra clase.
Pero también pretende dividir y es otra medida del nacionalismo en el giro de la clase dominante hacia la derecha.
Ahorro social y redistribución a favor del capital
Al mismo tiempo, el nuevo gobierno está planeando recortes de gran alcance en el sector social. Se recortarán o privatizarán los servicios necesarios para la supervivencia de la clase trabajadora, mientras las corporaciones y los ricos se benefician de exenciones fiscales. Esta redistribución de abajo hacia arriba exacerba las contradicciones sociales y muestra claramente en interés de quién gobierna el gobierno.
También en este caso se ve claramente hacia dónde se dirige el rumbo: la abolición del ingreso ciudadano en favor de un sistema de sanciones aún más represivo y de ataques a la seguridad social. El endurecimiento radical de las leyes migratorias pretende aumentar aún más la presión sobre los trabajadores migrantes y los desempleados y, al mismo tiempo, servir como instrumento de división. Las encuestas muestran que esta política no detiene a la AfD, sino que la fortalece: la AfD es el partido más fuerte. La trayectoria política de la CDU y del SPD prepara el terreno para ello. Mientras en vísperas de las elecciones Friedrich Merz seguía alardeando de estabilidad, el mayor paquete de rearme de la historia de la República Federal de Alemania seguía adelante. Con la ayuda del viejo Bundestag, ataca el nivel de vida de millones de trabajadores.
¿Y la izquierda?
La oposición autodeclarada al giro hacia la derecha ha aceptado el rearme en el Consejo Federal, sin necesidad y sin resistencia. Con esto, el partido también se ha dejado humillar por la AfD, que ha ofrecido convocar conjuntamente el nuevo Bundestag para frenar el flagrante fraude electoral y la votación en el antiguo Bundestag sobre la nueva deuda necesaria para el programa de rearme. Los líderes de la izquierda no han logrado ofrecer una resistencia creíble a este plan, ni en el Parlamento ni en las calles: una vergüenza.
Es bueno que dentro del partido haya críticas por la traición de los diputados de Bremen y por la aprobación tácita de los créditos de guerra en el Bundestag. Pero el partido debe sacar conclusiones: hay que expulsar inmediatamente a los responsables del partido y hay que llamar a manifestaciones y movilizaciones; ¡Contra la guerra, el rearme y la devastación social!
Horror sin fin para la economía alemana
La economía alemana se dirige directamente hacia su tercer año consecutivo de recesión. Los aranceles recientemente impuestos podrían causar que las exportaciones a Estados Unidos colapsen hasta un 15%.
¿Cuál es la reacción de la UE y Alemania? Lenta, vacilante, indefensa. Sólo unas semanas después de la imposición de aranceles punitivos al aluminio y al acero se empezaron a discutir contramedidas, mientras que Estados Unidos llevaba tiempo preparando nuevos pasos.
Al mismo tiempo, la política de sanciones contra Rusia sigue afectando a grandes partes de la economía, mientras que importantes mercados de ventas están desapareciendo debido a la inferioridad tecnológica de la industria automovilística alemana en comparación con la china.
La burguesía alemana está respondiendo a esta crisis no con cambios estructurales y seguridad para los trabajadores, sino con una explotación interna intensificada: recortes, flexibilización, ataques a los salarios y a las horas de trabajo. No puede ser de otra manera, no tiene margen de maniobra. Las abundantes ganancias que han permitido durante décadas al capital alemán hacer concesiones a la clase trabajadora en interés de la estabilidad capitalista o que podrían financiar propuestas de reforma para combatir los peores excesos de la crisis, como exigen sectores de la izquierda política, están directamente amenazadas por la crisis de sobreproducción y el declive del imperialismo occidental. No existen reservas como las que tenía Estados Unidos en la década de 1930, que le permitieron responder a la crisis económica mundial con un New Deal keynesiano. En cambio, basándose en las relaciones de producción capitalistas, a la burguesía alemana sólo le queda la búsqueda del beneficio a corto plazo: a través de la especulación y, sobre todo, de la intensificación de la explotación de su propia clase obrera.
Organización y resistencia: ¡una necesidad!
Estamos sólo al comienzo de un proceso cuyo curso es incierto, pero la dinámica es clara: en casi todos los estados occidentales están aumentando las tendencias bonapartistas, es decir, la reestructuración autoritaria del Estado para asegurar el poder capitalista en tiempos de crisis. En Estados Unidos este proceso aún no ha concluido y en Alemania el proceso está algo retrasado, pero la dirección está clara. La evolución de la situación en Alemania depende muy directamente de la política comercial estadounidense, de su lucha interimperialista con China y Rusia y de la economía mundial.
Al mismo tiempo, la amenaza fascista está creciendo. Aunque no sea inminente un gobierno liderado por AfD, estamos en una dinámica que podría hacerlo posible. Un gobierno así probablemente no sería una dictadura fascista, pero bien podría allanar el camino para una. Y aunque todavía no gobierna formalmente, generaciones enteras de ultraderechistas y fascistas están creciendo a su sombra, listas para asumir ese papel.
Frente a estas amenazas y los ataques masivos a nuestras condiciones de vida, una cosa está clara: no podemos esperar. Necesitamos organizarnos ahora.
La historia demuestra que los derechos no se dan: se lucha por ellos y se defienden. En la escuela, en el trabajo, en el barrio. A través de todas las fronteras. La lucha común es la única manera en que podemos afirmar nuestros intereses: por una sociedad sin explotación, sin opresión, sin guerra.
Por el socialismo.