A veces, la fuerza de la repetición crea realidades que no existen. British Petroleum, BP, junto todas las multinacionales, gobiernos e instituciones capitalistas del mundo, no paran de repetir el concepto de "desarrollo sostenible" para que lo creamos posible bajo este sistema. BP, además, se ha distinguido en los años por su campaña machacona de que respeta el medio ambiente. Luego, cuando menos se lo esperan, llegan imágenes de plataformas en llamas, que acaban por imponerse sobre la mentira repetida. El hundimiento de la plataforma de prospección 'Deepwater Horizon', el pasado 22 de abril, fue el comienzo de un gigantesco esparcimiento de petróleo, que sigue dos meses después. La plataforma explotó, causando 11 víctimas entre los trabajadores. El vertido ya duplica ampliamente lo del Prestige de hace 8 años. Ahora BP ha dicho que va a poner 16.300 millones de Euros para costear la limpieza y pagar los daños a la población costera. Aunque BP pagase 100 veces tanto, Obama no lograría resolver nada.
Lo más indignante del asunto ha sido ver a los ejecutivos de BP retratados en los medios, con sus trajes todos iguales, asegurar que su responsabilidad medioambiental se salvaría con unos cuantos millones. Ni una palabra de ellos ni de Obama sobre los trabajadores que murieron. Y además de cínicos, arrogantes. A mitad de junio, el presidente Tony Hayward fue fotografiado mientras hacía una excursión en velero, tal vez dando vueltas al aire libre para recuperarse de tanto estrés.
Habría que nacionalizar inmediatamente a BP para que, por lo menos, las condiciones de seguridad en las instalaciones se respeten y se haga caso a los trabajadores cuando advierten sobre los riesgos, como ha pasado en este caso. Nacionalizar sin indemnización ninguna, y además confiscando todos los bienes de sus responsables y grandes accionistas especuladores, para costear la limpieza y las indemnizaciones. Debería ser el gobierno británico en hacerlo, siendo la compañía basada en Gran Bretaña (GB). La clase obrera tendría en ello todo el interés: las acciones de BP están mezcladas con fondos de pensiones en todo el mundo y especialmente de GB. Sin embargo, una nacionalización al estilo Obama serviría solamente para socializar las pérdidas y darles tiempos a los altos ejecutivos para salvar sus muebles, tomar vacaciones y reaparecer en futuro para seguir haciendo daños por el mundo. La única nacionalización efectiva podría darse bajo el control obrero sobre la empresa.
Mientras tanto, el vertido
El vertido termina depositándose en parte en el fondo marino de las zonas costeras. Donde el fondo es arenoso, el petróleo penetra el sedimento y a veces permanece por décadas. Cuando el "chapapote" se acerca a la costa, puede afectar a todas las especies y sobre todo a ecosistemas más complejos que los de alta mar. El daño afecta primero a las praderas marinas, a las algas, al fitoplancton y zooplancton que constituyen los primeros eslabones de la cadena trófica. Si desaparecen las algas y el fitoplancton, todos los animales que se alimentan de ellos empiezan a tener problemas. En algunos casos la recuperación del sistema puede tardar mucho tiempo.
Si el vertido penetra el sustrato marino, en la arena y el fango, tarda más en descomponerse y el medio en recuperarse. Y aquí aparece un segundo problema. Los científicos más avanzados saben que los océanos juegan un papel vital en limpiar la atmósfera y contrarrestar los efectos de las actividades industriales, incluso más que los bosques. De hecho las aguas marinas absorben enormes cantidades de dióxido de carbono (CO2), que es reconocido cual principal agente del cambio climático actual. Es el fitoplancton el que absorbe el CO2 y devuelve oxígeno, es decir cumple una función parecida a los bosques terrestres. El 70% del oxígeno que se añade a la atmósfera cada día proviene del plancton del mar; el 30% de las plantas terrestre. Durante casi 2.000 millones de años, hasta el desarrollo de las plantas terrestres, la fotosíntesis estuvo prácticamente a cargo de los mares.
El fitoplancton se desarrolla fundamentalmente en las aguas costeras y las plataformas continentales, es decir, justo donde se encuentra la totalidad de las decenas y decenas de miles de plataformas petrolíferas que flotan en el mundo. Plataformas continentales es el nombre que se da a las zonas de los mares de menor profundidad y contiguas a la superficie. Frente a Louisiana, Texas y Mississippi, es decir en una parte de la plataforma continental del Golfo de México, se hallan ancladas unas 4000 instalaciones, cada una con su taladro perfora y extrae petróleo del fondo marino, cada taladro abre boquetes.
Por eso cabe pensar que el daño a largo plazo sea la amenaza para equilibrio de los gases atmosférico, siendo dicho equilibrio clave para el mantenimiento de unas condiciones constantes para la vida de muchas especies de la biosfera, incluida la nuestra. Lo que se vierte al océano influye en el cambio climático tanto como la CO2 lanzada al aire por la combustión industrial. Escribió James Lovelock, químico inglés "la recogida de información sobre el mar, de datos relativos a su química, su física, su biología y a las relaciones entre ellas, debería ocupar, por derecho propio, el primer puesto en la lista de tareas prioritarias para la humanidad. Cuanto más sepamos sobre ello, mejor entenderemos hasta dónde es seguro llegar en el aprovechamiento de los recursos del mar y más completa será nuestra visión de las consecuencias que tendría abusar de los poderes derivados del carácter dominante de nuestra especie, entrando despiadadamente a saco en sus regiones más fértiles. Menos de una tercera parte de nuestro planeta es tierra firme: ello quizá sea la explicación de que la biosfera haya podido enfrentarse a los radicales cambios introducidos por la agricultura y la ganadería y probablemente sea capaz de seguir haciéndolo a pesar del crecimiento demográfico y la intensificación de los cultivos, pero no creamos que nos está permitido explotar el mar, en especial las plataformas continentales, con impunidad semejante. Nadie sabe realmente los riesgos concomitantes a la perturbación de esta área clave de la biosfera." (Gaia, una nueva visión de la vida sobre la tierra)
Nuestra opinión es que hay que dejar de lado toda la charlatanería sobre el "desarrollo sostenible" que, bajo el sistema capitalista, nada tiene que ver con la realidad. La economía capitalista no deja espacio para la investigación seria y la toma de conciencia colectiva acerca del funcionamiento real de la biosfera, y menos de los mares. Para ello, sería necesaria la intervención colectiva en los asuntos ecológicos, cosa que solo podría darse en una sociedad genuinamente democrática, es decir socialista, y libre de la lógica del máximo beneficio. La misma idea de que unos pocos poderosos (por ejemplo, un Obama) puedan hacer algo para paliar los efectos de la explotación de la naturaleza, desvía la atención del verdadero problema.
Fueron Marx y Engels quienes explicaron científicamente y con meridiana claridad ante la clase obrera que el ser humano es parte de la naturaleza. Según la visión del materialismo dialéctico, nuestra especie difiere de las demás y destaca en el conjunto de la vida del planeta en un solo aspecto concreto: somos la porción de la naturaleza viva en la que, gracias al papel del trabajo social, la materia ha logrado conciencia de sí misma. En la "Introducción a la dialéctica de la naturaleza" de Engels está indicado que en nuestra especie la naturaleza ha llegado tan lejos como para llegar a tener conciencia global de su propia existencia, en otras palabras: la capacidad de la materia de reflexionar sobre su propio ser. Sin embargo, este privilegio no nos separa de la materia ni nos da derechos especiales sobre ella. Eso si, nos da deberes esenciales: entre ellos, el de entender a la materia en su proceso infinito de movimiento y transformación, como parte del proceso de entender nuestro papel y nuestras obligaciones ante el resto de la vida del planeta, la llamada biosfera. El ser dotados de conciencia nos hace parte especial de la naturaleza. Especial sí, privilegiada si queremos, pero sobretodo parte.
Dentro de esta parte que somos, hay más partes que llamamos clases sociales. A la clase trabajadora, que es la que muere en las plataformas incendiadas, que ve contaminarse las costas, que participa sinceramente en el sentimiento de desamparo al ver estos desastres, le toca emanciparse de la visión propia de las clases y castas dominantes, que por su propio beneficio quieren convencernos de que existe un desarrollo económico y social sostenible dentro de este sistema en descomposición.