El 10 de mayo, apenas transcurrida una semana de debate en la Asamblea Nacional francesa, la reforma laboral promovida por François Hollande fue aprobada por un decreto del gobierno.
De forma inesperada, un nutrido grupo de diputados del Partido Socialista Francés (PSF) se negaron a apoyar con sus votos la reforma laboral, e incluso 26 de ellos suscribieron junto con otras fuerzas de izquierda una moción de censura contra el gobierno de su propio partido. De modo que, atrapado entre la oposición surgida de sus propias filas y la calculada indiferencia de las fuerzas de la derecha francesa, que contempla regocijada como el PSF persiste en la senda de la autodestrucción, el gobierno de Hollande y Valls se vio ante la disyuntiva de ceder y retirar la contestada reforma laboral, o recurrir a los mecanismos de excepción propios de un gobierno autoritario que la Constitución francesa reserva al Gobierno.
El gobierno francés refuerza su giro autoritario
El 19 de mayo, el gobierno francés propuso, y la Asamblea Nacional aprobó, la prolongación durante dos meses del vigente estado de excepción. Con la excusa de proteger los partidos de la Eurocopa y el Tour de Francia, el gobierno se dota de un arsenal represivo que prácticamente equipara sus poderes a los de cualquier gobierno dictatorial.
Desde la aprobación del estado de excepción se han llevado a cabo cerca de 3.600 registros domiciliarios sin necesidad de orden judicial previa y varios cientos de personas han sido detenidas sin que contra ellos se haya formulado cargo alguno. Peor aún, el estado de excepción permite las llamadas “notas blancas” por las que los servicios secretos del Estado francés pueden, sin necesidad de presentar ningún tipo de prueba, restringir la libertad de movimientos de cualquier persona, pudiendo incluso decretar el arresto domiciliario indefinido. Más de 400 ciudadanos franceses han sufrido este arresto, prolongado en la mayoría de los casos durante más de tres meses, y como consecuencia muchos han perdido su puesto de trabajo o se han convertido en “sospechosos” a los ojos de sus vecinos y su entorno.
Este peligroso giro autoritario, que pone al desnudo la verdadera naturaleza del Estado burgués y la bancarrota de la socialdemocracia, no es un capricho ni un error de cálculo, es la respuesta desesperada de Hollande, la única que le queda, ante el imparable ascenso de la movilización social, que se extiende y profundiza cada día con mayor fuerza.
La protesta social se extiende y se endurece
En octubre de 2010, una inmensa ola de movilizaciones y huelgas sacudió Francia en protesta por el proyecto de reforma de las pensiones promovido por el entonces presidente, el conservador Nicolas Sarkozy. Las huelgas sectoriales indefinidas pusieron al gobierno contra las cuerdas, hasta el punto de que Sarkozy amenazó con militarizar varios sectores productivos y someter a los huelguistas a consejos de guerra. No le hizo falta cumplir sus amenazas porque bastó la aprobación y entrada en vigor de la reforma de las pensiones para que las direcciones sindicales considerasen que ya no podía hacerse nada más y desconvocasen las movilizaciones. En pocos días una movilización de una amplitud no vista desde los años 70 se diluyó. Las pensiones se recortaron y los millones de trabajadores movilizados retornaron a la normalidad laboral, abatidos por no haber conseguido parar el ataque del gobierno, pero en modo alguno derrotados.
Hoy la situación ha cambiado radicalmente. La reforma laboral, aunque pendiente de un último trámite en el Senado, está ya prácticamente aprobada, pero a diferencia de 2010 la movilización no sólo no decae sino que se fortalece y se extiende, y todo anuncia que el mes de junio marcará un hito en la historia del movimiento obrero francés.
Camioneros de toda Francia, trabajadores portuarios de Marsella, Saint-Nazaire y Le Havre, trabajadores de las refinerías de la empresa Total —de las 8 existentes, 4 están paralizadas y 2 con muy baja actividad—, trabajadores de metro, autobuses urbanos, aeropuertos y ferrocarriles, unidos a estudiantes de liceos y universidades, han salido a la calle en la semana siguiente a la aprobación de la ley de reforma laboral, en un abierto y rotundo desafío al Estado burgués y a su “legalidad”, a la que perciben como un arruinado decorado que apenas oculta la dominación descarnada y dictatorial de los grandes poderes económicos y financieros.
La rebelión social ha continuado, incorporando nuevos sectores a la lucha: 16 de las 19 centrales nucleares del país han parado. El 26 de mayo una nueva jornada de movilización reunió a más de 300.000 personas en las calles, 100.000 de ellas en París. Para la primera semana de junio se amplían las huelgas indefinidas prorrogables en los ferrocarriles, y en el metro y autobuses de la región de París. El 14 de junio está convocado un paro general y una gran manifestación nacional en París.
Sin duda alguna, las asambleas del movimiento Nuit Debout1 han jugado un importante papel en canalizar el descontento social. Nacido al calor de la primera huelga general contra la reforma laboral, se ha mantenido estrechamente vinculado al movimiento obrero, pero sus planteamientos han ido mucho más allá de los de las direcciones sindicales. Nuit Debout, no sólo protesta contra la reforma laboral, sino que, según sus propias palabras, apunta al “cuestionamiento de un sistema social y político en crisis”. Por eso, la aprobación gubernamental de la reforma laboral lejos de ser un factor de desmovilización ha sido un estímulo para responder aún con más fuerza a un gobierno que traiciona abiertamente su programa electoral y los intereses de sus votantes. En las próximas semanas comprobaremos la evolución de este movimiento, pero una cosa ya ha quedado clara: la barrera que el respeto a la legalidad del Estado burgués imponía a la movilización social ha sido superada, y este hecho ya es irreversible. La autoridad del Estado ha quedado dañada como nunca lo había estado desde los años 30 del siglo pasado.
La responsabilidad de la dirección de la CGT
Los dirigentes de la CGT, el principal sindicato francés, han estado hasta el momento a la cabeza de las diversas huelgas y movilizaciones sectoriales, y han sido los principales impulsores de la huelga general del pasado 31 de marzo. Su secretario general, Philippe Martinez, ha participado en asambleas de Nuit Debout, donde ha sido cálidamente acogido, aunque se le ha formulado una clara exigencia: que la CGT encabece ya una convocatoria de huelga general indefinida, la única medida capaz de hacer retroceder al gobierno Hollande.
Hasta el momento la dirección de la CGT no se decide a dar el paso que el movimiento le reclama. El pasado 12 de mayo, en una entrevista en el periódico L’Humanité, vinculado al Partido Comunista Francés, Philippe Martinez explicaba respecto de la convocatoria de la huelga general que “son decisiones difíciles de tomar, no basta con apretar un botón”. ¡Naturalmente que no basta con apretar un botón! Los cientos de miles de trabajadores franceses que están participando en las huelgas de los diversos sectores saben perfectamente el esfuerzo que significa organizar una lucha consecuente y decidida. De hecho, llevan varias semanas haciéndolo. Es en ellos en los que tiene que apoyarse la dirección de la CGT para preparar la tan necesaria huelga general indefinida, y conseguir que el gobierno se vea forzado a retirar la reforma laboral.
Lo que ha quedado demostrado en estas semanas de movilizaciones2 es que los intentos del gobierno francés de calmar la lucha suavizando la reforma laboral y haciendo algunas otras concesiones han fracasado estrepitosamente. Los trabajadores y jóvenes han hecho caso omiso de estas propuestas y han continuado adelante con las movilizaciones previstas. Y también está fracasando el recurso a la represión y la fuerza bruta. Sólo hace falta que los dirigentes de la CGT recojan el sentir masivo de la calle y convoquen la huelga general indefinida hasta la retirada total de la reforma laboral. Las condiciones para la victoria están maduras.
1. Ver el artículo Nuit Debout: Vientos de rebelión en Francia (http://goo.gl/iUes9d)
2. Ver el artículo Pese a la brutal represión, la rebelión se extiende por Francia (http://goo.gl/iGN1ns)