El intento de desplazar a Pablo Iglesias de la dirección de Podemos ha fracasado estrepitosamente. A pesar de todos los recursos invertidos y del arrope que los medios de comunicación han proporcionado a Íñigo Errejón y sus seguidores, las bases de Podemos se han manifestado de manera inequívoca con una participación histórica de 155.000 inscritos. Iglesias ha obtenido cerca del 90% de los votos a su candidatura como secretario general, más del 60% en la lista que encabezaba para el Consejo Ciudadano, y más de 50% en todos los documentos que presentaba su equipo. Para entender lo que supone esta victoria basta con leer la prensa capitalista o escuchar lo que dicen los informativos de las grandes cadenas. Su rabia por este triunfo chorrea en cada línea, en cada frase, en cada insulto y descalificación. Y no es para menos. La maniobra de la clase dominante por controlar definitivamente Podemos, asimilarla como una formación socialdemócrata clásica y apuntalar la paz social, se ha estrellado contra la voluntad de decenas de miles de luchadores.
El fracaso de Errejón es una buena noticia para todos los que hemos protagonizado la gran rebelión social de estos años, para los que hemos impulsado el 15M, las huelgas generales, las Mareas Ciudadanas, las Marchas de la Dignidad, las grandes movilizaciones estudiantiles… y hemos hecho posible la crisis del bipartidismo y del régimen del 78. El motor del cambio político ha sido y será la lucha de clases, la movilización masiva de los trabajadores y la juventud, ese factor que con tanto desdén han despreciado Íñigo Errejón, Rita Maestre, Tania Sánchez y tantos otros que intentan desvirtuar el proyecto político de Podemos en las aguas del cretinismo parlamentario y la colaboración de clases.
La batalla desatada en Podemos tiene una gran trascendencia, y eso lo sabe muy bien el PP, la gestora golpista del PSOE, Ciudadanos y los grandes poderes económicos. Errejón no es ningún inocente, es muy consciente de lo que dice y de lo que hace. Él y sus seguidores quieren un Podemos fuera de la convergencia con Izquierda Unida, fuera de la lucha de los trabajadores y trabajadoras de Coca Cola, de las subcontratas de Movistar, de Gamonal, de la gran Marea Verde y de la Marea Blanca, de las movilizaciones a favor del derecho a decidir… Y quieren un Podemos muy cerca del PSOE, del programa clásico de una socialdemocracia en crisis, de la transversalidad que hace de Podemos un clon de los partidos del sistema, satisfecho con los puestos confortables, los despachos enmoquetados, las comisiones y subcomisiones bien pagadas, y con la respetabilidad que ofrece el orden establecido y sus instituciones.
Errejón ha contado con grandes mecenas en su ofensiva. No lo podemos olvidar. El diario El País lo ha repetido hasta la saciedad: “Errejón defiende un Podemos mucho más moderno, democrático y abierto, distinto por completo de la confusión generada por Iglesias en torno a una estrategia de radicalización ideológica y movilización callejera cuyo efecto está siendo diluir la fuerza y capacidad negociadora del partido en el Parlamento y en las instituciones”. Lo mismo se puede decir de la dirección golpista del PSOE, que no ha dudado en valorar el triunfo arrollador de Iglesias como una derrota de la democracia y una victoria del “pablismo-leninismo”. ¿Se puede ser más transparente? Los golpistas del PSOE, esos mayordomos serviles de la burguesía que han destituido a Pedro Sánchez y han entregado el gobierno al señor Rajoy en bandeja de plata, se consideran ahora la “única oposición”. ¡Los mismos que forman parte de una gran coalición con la derecha!
Los marxistas no somos neutrales
Desde Izquierda Revolucionaria hemos apoyado a Pablo Iglesias en esta lucha frente a Íñigo Errejón y su modelo socialdemócrata. Nuestra posición la hemos hecho pública repartiendo más de 6.000 hojas, vendiendo cientos de ejemplares de nuestro periódico El Militante en Vistalegre II, y recibiendo el apoyo y las felicitaciones de muchos compañeros y compañeras de Podemos.
Además de apoyar, también hemos señalado críticas que a nuestro entender son justas y merecen ser valoradas. Creemos sinceramente que si Errejón ha llegado tan lejos se debe también a errores y vacilaciones de Pablo Iglesias. La visión del “cambio” político como un mero ejercicio electoral en el que la movilización de masas ya había cumplido su papel, también fue defendida por Iglesias, especialmente tras los éxitos de las municipales de mayo de 2015 y de las generales del 20D. Sus declaraciones públicas justificando la capitulación de Tsipras, su desmarque de la revolución venezolana haciéndose eco del mensaje de la reacción, su afán por aparentar responsabilidad, “alturas de miras” como gobernante y ocupar el espacio socialdemócrata, además de erróneas y contradecir las verdades razones por las que Podemos irrumpió con tanta potencia… reforzaron el discurso y la audacia de los sectores más derechistas de Podemos.
Incluso después de perder un millón de votos el 26J, Pablo Iglesias siguió afirmando que el trabajo parlamentario e institucional sería su prioridad. Por supuesto, estas concesiones dieron alas a sus adversarios que se mostraron completamente decididos a debilitarlo y finalmente apartarlo. Es bueno recordar estas verdades, ahora que Errejón y otros, incluso desde posiciones supuestamente “anticapitalistas”, hablan de ser “generosos” e “integrar todas las sensibilidades”. ¿Habría integrado Errejón a todas las corrientes en caso de haber ganado? ¿Qué habrían dicho al respecto El País y el PSOE, o los grandes poderes fácticos? La respuesta es más que obvia.
La cuestión es que Iglesias reaccionó en los últimos meses para defender su liderazgo, y lo hizo con el instinto de que su supervivencia y la de Podemos dependía de volver al discurso original y basarse en los sectores que, con su lucha, han dado carta de naturaleza a la formación morada. En los últimos meses Iglesias realizó reflexiones bastante acertadas. Se preguntó públicamente si no había sido la imagen de moderación que había transmitido Podemos la causa del resultado inesperado el 26J. Habló del error de intentar ocupar el espacio de la socialdemocracia para no “asustar” a un sector de los votantes, y más recientemente insistió en la necesidad de recuperar la calle y de que los sindicatos convocaran una huelga general contra la política antisocial del PP. “La transversalidad no es parecernos a nuestros enemigos, sino parecernos a la PAH”, afirmó correctamente. No es ninguna casualidad las constantes apariciones de Pablo Iglesias en las movilizaciones de los trabajadores de Coca Cola en lucha, o el respaldo que Irene Montero y otros dirigentes cercanos a Iglesias han dado a las movilizaciones organizadas por el Sindicato de Estudiantes.
El conflicto planteado entre Iglesias y Errejón, más allá de la forma, refleja las presiones de clases antagónicas. No tener presente esta realidad conduce al engaño y a mantener posiciones lamentables. Otras corrientes, como los Anticapitalistas, realizaron un planteamiento oportunista, tacticista y corto de miras. Sus dirigentes más destacados como Miguel Urbán y Teresa Rodríguez, volcaron una imagen falsa de lo que estaba en juego y de los motivos reales de esta crisis. Su discurso insistía en acabar con los supuestos “enfrentamientos personales” y las “luchas entre machos alfa”, apelando a la “unidad” y a que “todos somos compañeros”, lo que en lugar de elevar la discusión la rebajaba a niveles bochornosos. Su actitud equidistante antes de Vistalegre II, negándose a plantear un frente único con Pablo Iglesias, les restó apoyo en una votación absolutamente polarizada: tan sólo el 3,2% para el Consejo Ciudadanos y 2 consejeros de 60. Pero lo peor no son estos resultados ni mucho menos; lo más lamentable es que han sido incapaces de utilizar las tribunas que han tenido a su disposición, y han sido muchas, para diferenciarse políticamente y presentarse como una alternativa revolucionaria y realmente “anticapitalista”.
Urbán lo ha reconocido en numerosas entrevistas: no son marxistas, mucho menos trotskistas. Incluso cuando apelaban a un Podemos más de lucha, existe un abismo entre sus palabras y sus hechos. Anticapitalistas tiene el control de la alcaldía de Cádiz, tiene la dirección de Podemos en Andalucía, tiene diputados y concejales. ¿Dónde está su impulso a la movilización social, sus medidas concretas en beneficio de las clases populares desobedeciendo las leyes capitalistas —como le gusta decir al eurodiputado Miguel Urbán—allí donde son los dirigentes o gobiernan? Existen simpatías por el discurso a favor de la “unidad”, pero estos dirigentes son gente experimentada y saben perfectamente que la “unidad” muchas veces es la coartada de la derecha del movimiento para atar de pies y manos a la izquierda. Una cosa ha quedado clara en cualquier caso: para una parte considerable de la dirección de Anticapitalistas la estrategia prioritaria sigue siendo copar espacios en el aparato y lograr mejores posiciones en las listas a diputados o concejales, renunciando por completo a un trabajo serio y sistemático por convertir Podemos en la alternativa de la izquierda transformadora.
Pablo Iglesias debe pasar a la acción: ¡Basta de paz social, hay que movilizar ya!
El ambiente que se respiraba en Vistalegre II entre miles de militantes era muy significativo. Por un lado, los gritos de unidad reflejaban un anhelo absolutamente comprensible, pero en todos los corrillos y debates en los pasillos se insistía una y otra vez en una idea: ¡Hay que volver a la calle, hay que volver a lo que ha hecho fuerte a Podemos!
Esta es una cuestión estratégica de primer orden. Y son precisamente los medios de la clase dominante los que subrayan la importancia de esta idea. En su editorial del lunes 13 de febrero, titulado Podemos se radicaliza, El País señala: “…Triunfa pues el Podemos más radical y contestatario que se concibe a sí mismo como un movimiento populista que apoyándose en la fuerza de la movilización social y de la calle aspira a impugnar el orden establecido”. Es difícil hablar más claro.
Todos los medios de comunicación han reaccionado con extrema virulencia al triunfo de Pablo Iglesias. ¿Cuál es la razón de este odio encendido? La pugna interna de Podemos, alentada descaradamente por la burguesía, tendría consecuencias inmediatas según el resultado. Un triunfo de los errejonistas podía reforzar una paz social muy necesaria para imponer la agenda de recortes sociales y austeridad que ya está diseñada por el gobierno de Rajoy y pactada con el PSOE. La posibilidad de una vuelta a la movilización social, en un escenario como el actual, es la peor noticia posible para la derecha y la socialdemocracia, y también para la burocracia sindical.
Errejón ha sido muy cuidadoso en rechazar la idea de que nos gobierna una gran coalición (PP-PSOE-C’s) y, en lugar de situar a la actual dirección del PSOE como parte del problema, ha insistido una y otra vez en sumarse al carro de sus “iniciativas”. Pero ¿cómo es posible argüir que colaborando con la dirección actual del PSOE estaremos más cerca de acabar con el gobierno de Rajoy? ¿Acaso no es este PSOE una pieza clave en la gobernabilidad precaria que pilota el PP?
No es arropando a la socialdemocracia, firmemente controlada por la burguesía, como se combate las políticas de la derecha. Para derrotar los recortes sólo hay una opción: volver a llenar las calles con una movilización masiva y sostenida. El ejemplo de las huelgas impulsadas por el Sindicato de Estudiantes, que han hecho posible tumbar las reválidas franquistas, es elocuente. Precisamente porque estamos ante un gobierno muy débil, y con una base social más reducida, cualquier estrategia que conduzca a la desmovilización es un regalo maravilloso para la derecha. Ahora es el momento de poner a Rajoy contra las cuerdas. Y eso no es posible —tal como pretende Errejón— con un frente único con el PSOE de la gestora golpista, que además ya ha elegido al PP y Ciudadanos como a aliados.
La victoria de Pablo Iglesias no se debe entender en términos personales, por más que la personalidad de los dirigentes sea un factor importante en la lucha de clases. Parafraseando a Lenin, ha sido el látigo de la contrarrevolución el que ha provocado el impulso desde abajo, el que ha motivado a decenas de miles de trabajadores y jóvenes para dar un puñetazo en la mesa con su voto. Y ese puñetazo, que ha dejado muy deprimido a Errejón y sus seguidores cuando se las prometían tan felices asaltando la dirección de Podemos, también lleva implícito un mensaje muy claro: hay que volver a la lucha, hay que dar la batalla al PP con la movilización y un programa rupturista con el capitalismo.
Pablo Iglesias y sus colaboradores más cercanos tienen una gran responsabilidad. Deben escuchar el mandato de las bases de Podemos. La unidad no se puede construir a costa de abandonar los principios y dar la espalda a millones de personas que están sufriendo dramáticamente los efectos de una crisis devastadora. La unidad se tiene que hacer con los que luchan, con los que sufren, con los que pueden hacer posible el cambio real. Y eso pasa por llamar inmediatamente a la movilización, a preparar ya una huelga general contra el tarifazo eléctrico, contra la rebaja de las pensiones, contra los recortes en sanidad, contra la LOMCE, el 3+2 y la Ley Mordaza, por una vivienda digna por ley, y por las libertades democráticas, incluido el derecho a decidir. No basta con guiños a la izquierda de vez en cuando. No basta con reflexiones que luego no tienen ninguna consecuencia práctica. La única manera de ligarse sólidamente a las masas, la verdadera fuerza de Podemos como izquierda transformadora, sólo se puede desarrollar defendiendo una alternativa socialista frente a la crisis capitalista e implicándose directamente en las luchas cotidianas del movimiento obrero y juvenil.
Ahora le toca a Pablo Iglesias cumplir con su palabra.