Para comprender el momento actual en Portugal es crucial entender la situación del capitalismo internacional. De París a Port-au-Prince las protestas no retroceden ni ante la represión más dura. En India eclosionan las mayores huelgas de la historia, China es asolada por huelgas “salvajes” sector tras sector, e incluso en Estados Unidos se alza un nuevo movimiento obrero. En todo el mundo la juventud entra masivamente en la lucha política.

Después de una década de crisis y con la amenaza de una nueva recesión en el horizonte, las relaciones entre clases sociales están siendo perturbadas violentamente y la democracia burguesa se tambalea reduciendo su base social. Su eje, el “centro” liberal, se rompió abrumadoramente —con partidos de la ex socialdemocracia tradicional sufriendo un proceso de pasokización. Muchos gobiernos adquieren rasgos bonapartistas reaccionarios en economías tan importantes como la italiana o la brasileña. Mientras tanto, la “revolución bolivariana” es sacudida por los golpes del imperialismo, avivando la memoria de Pinochet y mostrando, una vez más, las consecuencias inevitables de la política de la conciliación de clases practicada en este caso por la dirección del PSUV.

El espacio para la paz social se desvanece día a día, mientras las contradicciones del capitalismo incitan a la clase obrera y la burguesía a un enfrentamiento abierto. Es una época marcada por la revolución y contrarrevolución. La forma en como la clase trabajadora se organice y actúe, y de cómo respondan sus direcciones en cada país determinará, en última instancia, el resultado de este ciclo de la lucha de clases.

Reorganización de clases en Portugal

En Portugal, el movimiento general del capitalismo se expresa en formas específicas, pero tiene la misma esencia. Y si hoy vivimos el mayor ataque al derecho a la huelga desde la Revolución de 1974, es precisamente porque vivimos una de las mayores olas de huelgas desde la Revolución.

Muchas de estas huelgas tienen un carácter defensivo, pero aún así son intolerables para el capital. Los servicios públicos concentra la mayoría de estas huelgas. Después de los profesores, los enfermeros están ahora en la línea de frente con su huelga quirúrgica. Pero varios grupos profesionales vinculados a la logística y al transporte — como los estibadores — pueden fácilmente estrangular el capital con una huelga igualmente quirúrgica en la circulación de mercancías, materias primas o fuerza de trabajo.

La burguesía nacional, a pesar de su profundo provincianismo, ya ha mostrado entender al menos esto. Las medidas adoptadas para limitar el derecho de huelga de los enfermeros (requisación civil), es en realidad un ataque a todos los trabajadores. Por eso mismo, cuando la Fiscalía General de la República selló la “legitimidad democrática” de suspender un derecho democrático, el Primer Ministro António Costa declaró que esto valía desde ahora para toda la función pública. El aparato de Estado burgués se está preparando para el futuro: cualquier sector de la clase obrera que pueda paralizar un punto esencial de la economía, se verá frente a este mecanismo legal con redoblada facilidad.

Quien parece no entender esto son las direcciones del Bloco de Esquerda (BE), del Partido Comunista Portugués (PCP) y de la Confederación General de Trabajadores Portugueses (CGTP), mostrando su disposición a colaborar en este asunto con el gobierno del Partido Socialista (PS), e indirectamente con la burguesía nacional, para asegurar la paz social.

Todos los aparatos burocráticos de la izquierda parlamentaria atacaron, con mayor o menor desfachatez, la huelga de los enfermeros, y cubrieron el flanco izquierdo del PS mientras éste preparaba, a la vista de todos, un golpe aplastante contra la huelga.

Sectores de derecha, con todo el sosiego que le da la “geringonça”, funda una cantidad incontable de partidos, prueba variadas formas de discurso reaccionario, se atreve hasta ponerse a la cabeza de huelgas inevitables que la CGTP se niega a dirigir, como sucede precisamente con los enfermeros.

Dentro y fuera de los partidos parlamentarios, se trazan nuevas líneas políticas. Divisiones, unificaciones, coaliciones, todo tipo de desarrollos orgánicos tienen lugar, de izquierda a derecha, con mayor o menor velocidad, y ni el mismo PCP y su central sindical escapan del proceso: el Sindicato de Enfermeros Portugueses, de la CGTP, pierde apoyo por cada día en que se mantiene sin organizar un plan de lucha consecuente.

¡Huelga general por el derecho a la huelga!

Los trabajadores y los militantes de la izquierda tienen que organizarse y combatir las políticas de conciliación de clases que no sólo perpetúan la austeridad sino que preparan el camino a ataques más brutales.

Grecia mostró hasta dónde puede llegar la violencia de la burguesía imperialista. Y cuando Passos Coelho y su coste de ministros repitieron ad nauseam que “Portugal no es Grecia”, de una manera completamente diferente de la deseada tenían razón. El proceso de descomposición de las cúpulas burocráticas que dirigen las organizaciones de izquierda y el movimiento obrero, así como la decadencia del PS, se prolongan por un largo período de tiempo a diferencia del proceso relámpago en Grecia. Pero las consecuencias pueden ir más allá. En Portugal, los hermanos de Tsipras en el BE, abrazados al PS, capitulan antes de llegar a ser parte del gobierno, y los líderes “comunistas” se unen a ellos en esta deriva.

Con todo, y a pesar de estas direcciones, las únicas organizaciones capaces de transformar la situación son todavía el BE, el PCP y la CGTP, siendo esta última la organización obrera más importante, con poder para paralizar el país.

Ante estos ataques al derecho a la huelga, sólo hay un camino para la izquierda: la convocatoria de una huelga general de 24 horas como primer paso para poner fin a la ley de la requisición civil — estableciendo el pleno derecho a la huelga —, para acabar con la austeridad, conquistar 35 horas para todos, un salario mínimo de 900€ y la contratación colectiva.

Con estas consignas, los marxistas revolucionarios luchamos en Portugal por construir un frente único que unifique a la clase trabajadora y la juventud partiendo desde la base, en los centros de trabajo, en los barrios y centros de estudio. Es la hora de pasar a la acción.


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