Después de días de incertidumbre y posiciones aparentemente muy polarizadas, la cumbre de la Unión Europea se cerraba en la madrugada del 21 de julio con acuerdo: el llamado Fondo Europeo de Reconstrucción se pondrá en marcha con 750.000 millones de euros y casi la mitad del mismo será para Italia y el Estado español.

Inmediatamente después de la fumata blanca, la maquinaria propagandística de la burguesía se activaba para vendernos un pacto “histórico” y “sin precedentes”. “Cuando más se necesita, la UE da un paso adelante para ayudar a los ciudadanos de Europa”, afirmaba la presidenta del BCE, Christine Lagarde.

Tanto desde el PP, Cs, pasando por Vox y los medios de comunicación del sistema, y destacando los portavoces del Gobierno de coalición, las alabanzas y elogios se  han sucedido sin tregua. Pero la cuestión a plantear es concreta. ¿Cómo es posible que todas las formaciones del arco parlamentario, y Gobiernos aparentemente tan dispares, coincidan en las bondades de este acuerdo? Es evidente que algo no cuadra.

¿De qué reconstrucción hablan?

La primera gran mentira de toda esa puesta en escena es la vinculación de este acuerdo a la idea de la “reconstrucción”.

Con toda la literatura que ha producido esta negociación, en el acuerdo no se adopta ningún plan de inversión para fortalecer el sistema sanitario público (a pesar de los más de 180.000 muertos por la pandemia en Europa), ni para construir nuevas escuelas, institutos y universidades para reducir ratios y garantizar las mínimas condiciones de seguridad frente a los contagios.

Tampoco hay ninguna intención de revitalizar el sector industrial público, ni por supuesto renacionalizar los servicios sociales y empresas estrategicas privatizadas en las últimas décadas con el fin de crear y defender el empleo (cuando se están perdiendo millones de ellos a una velocidad de vértigo). Eso es lo que se aproximaría a una verdadera “reconstrucción”. Pero no hay nada en el plan acordado que se le parezca.

Aquí no se va a reconstruir nada, sino que se va a intensificar lo que se estaba haciendo hasta ahora: poner todavía más dinero público a disposición de la banca y de las grandes empresas y compensarlo con más recortes sociales. Esa es la verdadera naturaleza del acuerdo. Entonces, ¿de qué reconstrucción estamos hablando? ¿Qué tenemos que celebrar las familias trabajadoras? Estamos asistiendo a un engaño absoluto de la burguesía y a una gran ceremonia de la confusión con el vergonzoso aval de los dirigentes del PSOE y Podemos.

Las cifras del “hito”

El “hito” se concreta en el mencionado fondo anticrisis de 750.000 millones de euros, de los que 390.000 se repartirán en subsidios y otros 360.000 en préstamos. Muy lejos de los 1,5 billones de los que se llegó a hablar, y que algunos como Pedro Sánchez pretendían que fueran en “deuda perpetua”, es decir sin plazo ni obligación de devolverse. Muy significativo también de los límites de este mecanismo es el tajo dado, de 110.000 millones, a la parte del fondo dedicado a las ayudas directas, pasando del 66% al 52% del total, mientras que los préstamos suben del 33% al 48%.

Lejos de mutualizar la deuda y poner en marcha los “eurobonos”, como aspiraban esos doctores democráticos del capitalismo que se llaman a sí mismos socialdemócratas, la realidad es que todos y cada uno de los países miembros que accedan a los préstamos tendrán que devolverlos y, como ha advertido Angela Merkel, “harán falta más reformas, porque no podemos endeudarnos sin límite”.

En cuanto a las ayudas directas se priorizarán las inversiones “para facilitar la economía digital, la transición ecológica” y todo aquello que “eleve el potencial productivo del país”. De entrada, la efectividad de este fondo está supeditada a eventuales iniciativas del sector privado, y en un contexto de crisis profunda, la prioridad de los capitalistas es poner a salvo su dinero, no invertir en la economía productiva.

Pero es que además una parte de este fondo “extraordinario” tendrá que compensar recortes que se producen en otras partidas. Es muy llamativo que el Fondo de Transición Justa, ligado precisamente a fomentar la “economía verde”, haya pasado de 30.000 a 10.000 millones; que el destinado a I+D pase de 13.500 a 5.000 millones; que los Fondos de Desarrollo Rural, queden en menos de la mitad, con 7.000 millones; que Horizon UE, para el desarrollo de la investigación e innovación, se quede con escasos 5.000 millones; o lo más escandaloso: la desaparición total del programa de Salud, en plena pandemia.

En el propio presupuesto corriente de la UE para el periodo 2021/2027, que también se aprobó en esta cumbre, disminuyen partidas clave como la de la Política Agraria Común (PAC), que caerá alrededor del 10%, y que afecta directamente al Estado español, uno de sus principales receptores.

Al Estado español le corresponden 140.000 millones de euros del Fondo de Reconstrucción, 67.300 en préstamos y 72.700 en ayudas directas. El Gobierno ha resaltado mucho el carácter “histórico” de esta cuantía, pero la realidad es que en parte servirá para compensar el recorte en la PAC y otras partidas. Lo que se “da” con una mano, se quita con la otra. Pero es que, además, parte de esta cantidad se usará para tapar el boquete de un dinero que ya ha sido dilapidado en regalos a los grandes capitalistas: solo en ERTE en los últimos meses el Estado ha gastado 35.000 millones de euros, por no hablar de los 100.000 millones inyectados al Ibex-35 y la banca al inicio de la pandemia.

Un festival de propaganda capitalista y mentiras descaradas que el Gobierno PSOE-Unidas Podemos avala

En esta política de camuflaje, mentiras descaradas y propaganda ensordecedora, los representantes de la vieja y nueva socialdemocracia han jugado un papel de primera línea. Pedro Sánchez, en rueda de prensa, llegó a decir que “se ha escrito una de las páginas más brillantes de la UE”, una suerte de “plan Marshall” que cambiará el rumbo y permitirá la reconstrucción de la Unión, lejos de las recetas de austeridad y recortes que la burguesía europea impuso (y ha mantenido) a raíz de la Gran Recesión de 2008.

Mientras la dirección del PSOE apuntala su papel de portavoz de la burguesía española y europea, desde Unidas Podemos se entregan de forma entusiasta a blanquear la UE transformándola en una ciudadela del progresismo y la justicia social. Con sus valoraciones han llegado a un extremo al que ni siquiera se han atrevido los propagandistas oficiales del capital. Así escribía Pablo Iglesias sobre el nuevo pacto en Facebook:

“Todos recordamos la respuesta dada por las instituciones europeas a la crisis financiera de hace 10 años: austeridad, hombres de negro y exigencias de recortes sociales que provocaron la asfixia de los países del sur y una grave crisis del proyecto europeo. El acuerdo alcanzado esta madrugada en Europa no va todo lo lejos que a algunos nos gustaría, pero va en una dirección diametralmente opuesta a lo que vimos en la última década”.

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"La dirección del PSOE apuntala su papel de portavoz de la burguesía española y europea, Unidas Podemos blanquean la UE transformándola en una ciudadela del progresismo."

En la misma línea, en una conferencia en los cursos de verano de El Escorial, afirmaba autocomplacido que el acuerdo, “de dimensiones históricas y sin precedentes”, recogía sus propias reflexiones durante los últimos meses y redefiniría “el papel de Europa en el mundo y el papel de España en Europa". También celebraba “formar parte del Gobierno al que le toca liderar esa reconstrucción”.

Renunciado a explicar el carácter reaccionario de la Europa de los capitalistas y el significado real de este acuerdo entre bandidos, cuyo auténtico objetivo es que seamos los trabajadores quienes paguemos los platos rotos de la crisis con más contrarreformas, ajustes, devaluaciones salariales y recortes en los derechos sociales, Pablo Iglesias consolida su deriva como valedor de un sistema que no hace tanto combatía.

La farsa de una Europa “más unida y solidaria”

Otra de las grandes mentiras vertidas desde la izquierda parlamentaria es que este acuerdo refleja un salto en el camino hacia una Europa “más unida” y “más solidaria”.

Durante la negociación hemos asistido a una nueva sesión pública de navajazos entre las burguesías del norte y del sur de Europa, que ha reflejado mucho más la tendencia inevitable al nacionalismo económico y el proteccionismo encubierto que la confianza en un futuro común. La gravedad de la crisis ha hecho que estas diferencias se agudicen.

En realidad la UE solo sobrevive como el proyecto neoliberal del gran capital financiero y de las potencias fundamentales del continente, Alemania y Francia. Y todas las demás naciones no son más que comparsas vasallas de estas potencias imperialistas, y especialmente de la alemana.

Según la última evaluación del Fondo Monetario Internacional, Alemania ha gastado ya en su economía el equivalente al 14% de su PIB, cifra similar a la de Francia. Mientras, en Italia ese porcentaje es del 5% y en el Estado español del 3,2%. Por más que los Gobiernos español o italiano sollozen y protesten tímidamente porque “algunos países puedan apoyar sus economías de forma más generosa que otros”  y reivindiquen “igualdad de condiciones para empresas y Estados”, la crisis acentúa el desarrollo desigual de las economías europeas. Así funciona el sistema capitalista. La burguesía alemana no va a renunciar a su musculatura económica ni a sus ventajas financieras y menos aún en un contexto en el que la disputa por el mercado mundial se ha exacerbado al extremo.

A raíz de la irrupción del coronavirus las ayudas estatales de emergencia para blindar las grandes empresas han ascendido a casi 1,9 billones de euros en el conjunto de la Unión Europea (cantidad, por cierto, que más que duplica el fondo de reconstrucción). Es muy significativo que, con datos de mayo, Alemania concentrará el 52% del total de dichas ayudas, frente al 17% de Francia, el 14% de Italia y menos del 4% del Estado español. Según los datos que maneja la Comisión Europea, el Gobierno de Merkel tiene preparados hasta 996.000 millones de euros, el equivalente al 29% de su PIB, para apoyar a sus grandes compañías, según informaba El País el pasado 1 de junio.

Por supuesto, esas ayudas no han blindado ni el empleo ni los salarios de los trabajadores alemanes. Lufthansa, por ejemplo, tras recibirlas ha anunciado miles de despidos. Toda esa ingente cantidad de dinero que se está movilizando servirá única y exclusivamente para tratar de salvar los balances de las grandes corporaciones y la banca alemana. Igual que sucedió con los planes de rescate para Grecia hace una década, cuando solo se “rescató” a la banca, especialmente a la alemana y francesa, mientras se empobreció y aplastó al pueblo griego.

Los planes y la actitud de la burguesía alemana, que es quien lleva la batuta en la UE, sigue siendo no cargar con los problemas (deuda, déficit, productividad...) de las economías capitalistas más débiles y preservar los intereses de sus empresas para salir lo mejor posible de esta coyuntura y que cada burguesía nacional, como dice el refranero popular, “aguante su vela”.

Para no ser un plan de rescate se le parece demasiado

También es completamente falso que ya no habrá “hombres de negro”. El dinero que llegue de Europa, ya sea vía transferencias directas o créditos, estará completamente supeditado a llevar adelante políticas de ajuste y reformas estructurales. Por más eufemismos que se utilicen, los distintos Gobiernos tendrán que presentar a Bruselas antes del 15 de octubre un borrador de presupuesto y un “plan de inversiones y reformas” para los próximos tres años, que será evaluado en los siguientes dos meses y que tendrá que cumplir con sus recomendaciones “en materia presupuestaria y de reformas”.

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"El dinero que llegue de Europa, ya sea vía transferencias directas o créditos, estará completamente supeditado a llevar adelante políticas de ajuste."

Una vez conseguido el visto bueno de la Comisión Europea, el dinero llegaría a partir de la primavera de 2021, pero no de golpe, sino por tramos. Su desembolso estará sometido a un férreo seguimiento de cómo se emplea. A nadie se le escapa que en el caso del Estado español esas “sugerencias” pasan por no derogar la reforma laboral, y volver a la carga contra el sistema público de pensiones.

Para no ser un plan de rescate se le parece demasiado. De hecho, otro elemento que subraya esta realidad es la inclusión en el acuerdo del “freno de emergencia”, que permitirá a cualquier Estado miembro bloquear de inmediato los fondos de otro si considera que no se está cumpliendo con las reformas prometidas. El derecho a veto de Alemania (aunque haya dejado el papel de “poli malo” a los Países Bajos) claro que se ha materializado.

De nuevo, en el límite del precipicio

Lo verdaderamente histórico es la profundidad de la crisis capitalista mundial, particularmente en Europa. Si a pesar de las graves disputas entre las diferentes burguesías nacionales finalmente se ha llegado a un acuerdo es porque la alternativa, es decir, no alcanzarlo, sería aún mucho peor.

La contracción de la economía es de tal calibre que el peligro de volver a una situación de caos como la que se vivió con la crisis del euro está sobre la mesa, pero con el agravante de que esta vez el epicentro no sería Grecia, sino Italia y España, la tercera y cuarta economías de la eurozona.

Según datos de la Comisión Europea, este año la recesión de la zona euro será del 8,7%. Para el Estado español prevé una caída del 10,9% del PIB, solo por detrás de Italia, donde será del 11,2%. En Francia el desplome alcanzará un 10,6% y en Alemania un significativo 6,3%. A la vez, se sigue acumulando un inmenso endeudamiento: la deuda conjunta de la UE, del 60,7% en relación al PIB en 2008, cerrará 2020 por encima del 100% y podría alcanzar el 120% en 2021, y con previsiones para Italia de llegar al 150% este año y en España de superar claramente el 100% y subir al 120% en 2021.

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"Si a pesar de las disputas entre las burguesías nacionales finalmente se ha llegado a un acuerdo porque no alcanzarlo sería aún mucho peor."

La bola de la deuda afecta también de lleno al sector privado. El vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, alertaba durante los meses de confinamiento de que el 45% del conjunto de la deuda de las empresas en Europa es de calidad BBB, a un paso de lo que se denomina “nivel especulativo”. Y en este contexto las corporaciones europeas perderán este año al menos 720.000 millones de euros, amenazando a entre el 25% y el 35% del tejido empresarial (datos de la Comisión Europea, publicados por El País, 1/06/20). Y en el peor de los escenarios podría situar a la mitad de los negocios de todo el continente ante “un grave riesgo de quiebra”, según la CE.

Realmente este acuerdo es producto de una situación límite, en el contexto de una debacle económica sin precedentes desde los años 30. Lo máximo a que pueden aspirar es a mitigar su virulencia y, como siempre, ganar tiempo para seguir aplicando las únicas recetas que la burguesía tiene frente a la crisis de su sistema: cargarla sobre las espaldas de los trabajadores.

Por una alternativa revolucionaria y socialista frente a la Europa del capital

La hecatombe social no ha hecho más que empezar. Después de 10 años desde la Gran Recesión, no ha parado de llover sobre mojado. La experiencia para millones de trabajadores y jóvenes no ha pasado en balde, hay una oposición generalizada a nuevos recortes, y más aún en el contexto inédito de una pandemia como la que estamos viviendo.

No es casualidad que el comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, en una entrevista reciente señalara su preocupación (y la de la clase dominante en general) ante “las consecuencias sociales” que se pueden producir “en otoño”. Efectivamente, el temor al estallido de una potente rebelión social, que se daría a un nivel superior de la vivida en Grecia, es lo que hasta ahora ha suavizado el tono con el que la burguesía exige más recortes.

Tratarán de prolongar la fanfarria montada alrededor del acuerdo europeo todo lo que puedan, para sembrar la máxima confusión, con la inestimable colaboración de los dirigentes reformistas de la izquierda que siguen profundizando su política de colaboración de clases y unidad nacional. Pero la dinámica de la crisis capitalista es tozuda y los planes de recortes son urgentes. Si Pablo Iglesias quiere engañarse e intentar engañar a su base social, la burguesía ya está preparando toda la maquinaria para imponer a los Gobiernos del sur una nueva vuelta de tuerca en la política de austeridad y recortes.

La Vanguardia del 26 de julio publicaba un artículo con este significativo titular: “El plan de reconstrucción obligará al Gobierno a desenterrar las reformas”, acompañado de un subtítulo no menos clarificador: “Bruselas fuerza un gran giro económico del Ejecutivo que se concretará en otoño”. El texto empieza con la frase, “Ya no y ahora sí”, ironizando sobre el supuesto fin de los recortes anunciado por Iglesias. Más claro todavía: “El plan de reconstrucción aprobado (…) en la cumbre de la UE ha aparcado quizás para siempre la parte de la agenda legislativa más progresista del Gobierno y obligará muy pronto al Ejecutivo a abrir de nuevo el baúl de las reformas”.

Es un grave error que los dirigentes de Unidas Podemos y de los sindicatos, en vez de denunciar esta situación y hacer desde ya un llamamiento a la organización y a la movilización, estén participando de forma entusiasta en la gran estafa que hay detrás de este acuerdo. Mientras la burguesía afila cuchillos contra la clase obrera, ellos han adoptado el lamentable papel de guardianes de la paz social y de adalides de la “unidad nacional”, como si capitalistas y trabajadores tuviéramos los mismos intereses.

Hoy más que nunca la única manera para acabar con la explotación y la barbarie de este sistema es la lucha obrera y levantar una alternativa revolucionaria. Más tarde o más temprano la clase obrera europea se colocará en primera línea de batalla y abrirá una etapa explosiva. La tarea de construir una izquierda revolucionaria será la clave para lograr el triunfo, abriendo paso a la Federación Socialista de Europa y mundial.


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