Tsipras paga su traición a los trabajadores griegos

Las elecciones en Grecia han sido ganadas con contundencia por la derecha de Nueva Democracia (ND). Con una participación del 60,91%, tres puntos más que en 2019, la formación derechista se ha impuesto con el 40,79% y 2,4 millones de votos (150.000 más que en 2019), obteniendo 146 diputados y quedándose a tan solo 5 escaños de la mayoría absoluta.

A pesar de que las encuestas vaticinaban un resultado ajustado, finalmente Syriza ha quedado 20 puntos por debajo de Nueva Democracia. Una autentica debacle: la formación de Tsipras pierde de un tercio de su electorado (600.000 votos menos) y cae 11 puntos, del 31% al 20%, obteniendo sus peores resultados desde 2012. Esta debacle no ha impedido a los dirigentes de Syriza echar balones fuera ¡culpando al sistema electoral proporcional! o señalando que esta derrota es consecuencia de que la gente quiere estabilidad y que “hay un giro conservador de la sociedad”.

Si algo demostró la clase obrera griega es su enorme disposición a luchar por transformar la sociedad. La determinación fue tan grande por enfrentar el paquete de recortes y austeridad impuesto por la Troika, que Syriza llegó al poder en 2015 con una amplísima mayoría. Pero no fue solo eso. En julio de ese año, la contundente victoria del OXI (NO) en el referéndum contra un nuevo memorándum de la Troika dejó muy claro que los trabajadores y la juventud de Grecia querían y podían tomar el cielo por asalto. El problema, entonces y ahora, no fue la clase obrera, su supuesto conservadurismo o su falta de conciencia, sino unos dirigentes renegados que renunciaron a hacer frente a la Troika y a romper con el capitalismo. Tsipras pasó a la historia como un cobarde, que pisoteó la voluntad del pueblo griego.

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Si algo demostró la clase obrera griega una gran determinación por enfrentar el paquete de recortes y austeridad impuesto por la Troikaes y una enorme disposición a luchar por transformar la sociedad. 

A partir de ahí, el escepticismo y la desmoralización se extendieron entre capas de los oprimidos, con consecuencias favorables para la reacción de derechas. Un efecto que se repite inevitablemente cuando oportunidades excepcionalmente favorables para transformar radicalmente la situación y hacer avanzar el proceso revolucionario son desaprovechadas.

La bancarrota de Syriza

Tras las elecciones, los dirigentes de ND, que no ha obtenido los suficientes diputados para gobernar en solitario, ya han planteado que no intentará formar Gobierno y convocarán nuevas elecciones para el próximo 25 de junio, de las que se volverán a aprovechar de la fórmula que otorga 50 diputados extra al partido más votado, existiendo pocas dudas de que esta vez la formación derechista sí podrá obtener la mayoría absoluta.

Este duro golpe electoral, ante todo, refleja el profundo desprestigio alcanzado por Syriza, uno de las organizaciones más representativas de la nueva izquierda europea surgida al calor de las grandes movilizaciones durante la gran crisis financiera de 2008.

Como ya hemos señalado, Syriza fue la formación de esta nueva izquierda que llegó más lejos, ganando ampliamente las elecciones en 2015 fruto de una profunda rebelión social que dio lugar a una crisis revolucionaria. Pero Tsipras y sus colegas en vez de seguir apoyándose en la enorme fuerza que mostró una y otra vez el movimiento de masas, y defender una alternativa socialista para que la clase obrera se hiciera con el control directo de las palancas del poder político y económico, capituló ante la Troika y la Comisión Europea. Los garantes de los capitalistas griegos e internacionales salieron victoriosos gracias a esta traición vergonzosa.
Tras aceptar el memorándum de la Troika, se cortó en seco cualquier expectativa de una transformación social profunda, extendiéndose la decepción. Entre 2015 y 2019, Syriza profundizó los recortes sociales y aplicó las mismas políticas de austeridad y empobrecimiento masivo que habían aplicado el PASOK y la derecha durante los años anteriores, garantizando así la vuelta en 2019 de la derecha de ND al Gobierno.

Ahora, con el fracaso del Gobierno de Tsipras todavía fresco en la memoria, y tras cuatro años de limitar su oposición a impotentes discursos en el Parlamento y de girar aún más a la derecha, incorporando a su seno sectores del PASOK e incluso de ND para mostrar una imagen de mayor moderación, el batacazo electoral ha sido monumental.  

Un descalabro que profundiza los signos de descomposición en el seno de Syriza, y que a nivel electoral ha supuesto que continúe la recuperación del PASOK: tras casi desaparecer en 2015, ahora incrementa su apoyo en 216.000 votos, pasando del 8,10% al 11,46%, y de 22 a 41 diputados.

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Syriza malogró una oportunidad excepcionalmente favorable para impulsar la transformación social. Tras esa traición el escepticismo y la desmoralización se extendieron entre capas de los oprimidos, con consecuencias favorables para la reacción de derechas. 

Por otro lado, Mera25, organización formada por el exministro de Finanzas del primer Gobierno de Syriza, Yanis Varoufakis, pierde los 9 diputados que consiguió 2019, quedando fuera del Parlamento al no sobrepasar el mínimo del 3%. A pesar de su discurso más crítico con Syriza, la realidad es que su oposición se ha reducido a los meros gestos parlamentarios y a hacer constantes e impotentes llamamientos a Syriza, negándose en todo momento a construir un partido de lucha con raíces en el movimiento.

Por su parte, Course of Freedom, otra escisión proveniente de Syriza, aunque ha crecido recogiendo algunos votos de Syriza y Mera25 (ha pasado del 1,46% de 2019 a un 2,89%), tampoco ha superado la barrera del 3% quedándose fuera del Parlamento.

El KKE se fortalece gracias a la movilización obrera y juvenil

A pesar de estos resultados, la clase obrera y la juventud griega, tras un periodo muy duro, ha comenzado a levantar la cabeza. Las elecciones se han celebrado poco después de que Grecia haya vivido la ola de movilizaciones más importantes desde 2015. Aunque ya habían tenido lugar importantes luchas contra el incremento del coste de la vida, o potentes huelgas estudiantiles contra el intento de establecer una “policía universitaria”, el brutal accidente ferroviario del pasado 28 de febrero, que costó la vida a 57 personas, elevó las protestas a un nivel superior[1].

Con dos huelgas generales que paralizaron el país, la clase obrera griega puso contra las cuerdas al Gobierno de ND. Sin embargo, el accidente salpicaba también a anteriores Gobiernos del PASOK, y al último y único Gobierno de Syriza, responsable de la privatización de los ferrocarriles en el año 2017. Algo que convertía cualquiera de sus críticas parlamentarias a la derecha en puro papel mojado.

En este contexto, el KKE, junto a PAME, la poderosa corriente sindical que dirige, se puso al frente de las movilizaciones, impulsándolas y jugando un papel central en su dirección, dándoles un contenido concreto, anticapitalista y de denuncia de los recortes y la austeridad, y señalando a todos los responsables económicos y políticos de este desastre criminal. Una acción audaz que impulsó el movimiento arrastrando al resto de sindicatos reformistas a tener que convocar huelga general, y que ha demostrado la fuerza del KKE donde más importa, en las calles y en los centros de trabajo y de estudio.

Esto ha tenido su reflejo en el frente electoral, en el que el KKE ha tenido un significativo crecimiento, aumentando sus votos en un 41% (127.090 votos más), y pasando del 5,3% en 2019 a un 7,23%, y de 11 a 26 diputados. Su ascenso ha sido mayor en la zona metropolitana de Atenas, que concentra 5 millones de habitantes de los 10 millones que hay en toda Grecia, y donde vive el grueso de la clase obrera griega. Aquí el KKE es la tercera fuerza alcanzando de media el 9,5% de los votos.

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El KKE ha cosechado un importante resultado y ha incrementado su prestigio entre miles de luchadores, aumentando el número de sus militantes y fortaleciendo sus posiciones en el frente obrero y en el movimiento estudiantil.  

El KKE ha cosechado un importante resultado por estar en primera línea en la oposición en la calles al Gobierno de ND, por mantener una postura internacionalista y de clase frente a la guerra imperialista en Ucrania, y ha incrementado su autoridad y prestigio entre miles de luchadores, aumentando el número de sus militantes y fortaleciendo sus posiciones tanto en el frente obrero como en el movimiento estudiantil. 

La victoria electoral de ND no detendrá la lucha de clases

El golpe a la moral de la clase obrera que asestó la capitulación del Gobierno de Tsipras, reforzado por cuatro años de estéril oposición parlamentaria, todavía sigue presente. Además la coyuntura económica también ha ayudado al Gobierno de Mitsotakis. En agosto de 2022, la Comisión Europea comunicaba al Gobierno del país heleno el fin de la supervisión de sus cuentas públicas. Por otro lado, impulsada por el turismo, la economía griega creció en 2022 un 5,6%, y la previsión es que para 2023 lo haga en un 2,4%, el doble que la media de la UE.

En estas condiciones sectores de la población, fundamentalmente de las capas medias y de la pequeña burguesía, han visto mejorar sus ingresos a costa entre otras cosas de una fuerte devaluación salarial, lo que en el terreno electoral ha sido rentabilizado por ND. Además, el Gobierno de ND ha realizado algunas políticas asistenciales de carácter populista, estableciendo una cesta de la compra con productos básicos rebajados de precio o subsidiando las facturas energéticas.

Sin embargo, las elecciones no son el único factor a tener en cuenta para comprender la situación política. Hay otros elementos que en este contexto adquieren más importancia y van a condicionar de forma más determinante los futuros acontecimientos de la lucha de clases en Grecia.

A pesar de los resultados electorales y de las grandes cifras macroeconómicas, la realidad cotidiana de la mayoría de los griegos prepara nuevas rebeliones y estallidos. Los precios han subido un 9,3% en términos anuales, con los alimentos haciéndolo más del 15%, mientras los salarios, ya de por si bajos, solo “crecen” un mísero 1%. El 40% de las familias viven con ingresos por debajo de los 12.000 euros anuales, y otro 40% lo hace con unos ingresos de entre 12.000 y 30.000. El 36% de los griegos no puede pagar a tiempo sus facturas, y 2022 cerró con un 30% de la población en riesgo de pobreza.

Por otro lado, a pesar de las decenas miles de millones de euros que Grecia ha pagado por la deuda pública, esta sigue representando en torno el 200% de su PIB. En estas condiciones, con una nueva crisis financiera internacional en el horizonte y con un profundo malestar social que no deja de agravarse y que las recientes movilizaciones han sacado en parte a la superficie, el próximo Gobierno de Nueva Democracia, aun con mayoría absoluta, enfrentará conflictos y oposición en las calles.

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La realidad cotidiana de la mayoría de los griegos prepara nuevas rebeliones y estallidos. El próximo Gobierno de Nueva Democracia, aun con mayoría absoluta, enfrentará conflictos y oposición en las calles. 

La clase obrera griega demostró, y volverá a demostrar, que se pueden vencer las mayores dificultades, que se puede desafiar el poder del Estado y el poder de los capitalistas, y que se puede tomar el cielo por asalto. Para  llevar adelante la transformación socialista de la sociedad, el desafío no es menor: levantar un partido revolucionario a la altura de las circunstancias de esta fase del capitalismo monopolista, y el KKE puede jugar un papel muy relevante en este proceso sin duda alguna.

                                                                                                                                            

[1] El accidente ferroviario desata la ira de la clase obrera. Huelga general y movilizaciones masivas en Grecia


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