El pasado 26 de septiembre una nueva huelga general paralizó Grecia. Convocada por los dos principales sindicatos, ADEDY (sector público) y GSEE (sector privado), obtuvo un seguimiento masivo. Según los sindicatos el paro fue total en los astilleros, transporte marítimo y refinerías; del 90% de los empleados portuarios y de la construcción y en las grandes empresas públicas; del 85% en la industria metalúrgica y del 80% entre los trabajadores de hostelería, comercio y bancos. Los sindicatos destacaron que, por primera vez, hay una participación significativa del sector hotelero y del pequeño comercio.
Las manifestaciones fueron masivas en las principales ciudades, destacando los 150.000 manifestantes en Atenas, a pesar de que la policía se empeña en hablar de 35.000. Una verdadera demostración de fuerza contra el nuevo plan de ajuste (13.500 millones de euros para 2013 y 2014) que negocia el gobierno de Samarás con la troika y que se concretará en 11.500 millones de recortes presupuestarios y otros 2.000 millones de nuevos ingresos, con más aumento de los impuestos. El plan incluye elevar la edad de jubilación a los 67 años, implantar la jornada laboral de 13 horas seis días a la semana, más recortes de salarios y pensiones, más despidos...
Los testimonios en las manifestaciones del 26 hablan por sí solos: “Los trabajadores de la sanidad están al borde de la pobreza. Las enfermeras cobran ahora 600 euros y los médicos, 1.200. Desde febrero no nos pagan las guardias. Cierran hospitales y nos falta material”, señalaba Maria Mitselos, médico, y concluía: “Pero lo peor es que la sanidad ya no es gratuita y la gente que está en el paro y ha perdido su seguro no puede costeársela”. Lo mismo ocurre con otros servicios como el transporte y la educación. En el marco de una recesión profunda (desde 2008 el PIB griego ha retrocedido entre un 25 y un 30%, y según el FMI en 2013 caerá un 4%), de una creciente pobreza, paro y precarización laboral (en los últimos tres años los salarios se redujeron una media del 30%, los costes laborales descendieron un 8% y la tasa de paro se triplicó), los nuevos recortes no hacen más que aumentar la deslegitimación del gobierno y avivar la lucha de clase.
Para empezar, el 9 de octubre los sindicatos han vuelto a convocar un paro de tres horas desde el mediodía y una manifestación en Atenas frente al Parlamento para protestar contra la visita de Angela Merkel, que se reunirá con el gobierno y los principales empresarios del país. A pesar de que, en una muestra más de lo poco que valen los derechos democrático para la burguesía, la ciudad estará tomada literalmente por la policía (unos 7.000 agentes) y de que se han prohibido las manifestaciones en las zonas céntricas —el distrito gubernamental de Atenas, seis estaciones de metro y varios colegios del centro estarán bloqueados por la policía— no podrán evitar el clamor popular contra los ataques de los capitalistas.