Durante décadas Suecia ha sido presentada como el país de la prosperidad y la igualdad social. La socialdemocracia, y en especial la del sur de Europa, ha tendido siempre a presentar al país escandinavo como modelo. Para los reformistas, Suecia era el ejemplo vivo de que era posible la existencia de otro capitalismo: un capitalismo de rostro humano con justicia social y un robusto estado del bienestar. El reciente estallido en los barrios obreros de Estocolmo ha emborronado este idílico cuadro.

Durante más de una semana cientos de jóvenes de la periferia de Estocolmo se han enfrentado a pedradas con la policía. Varios coches ardieron, ha habido ataques a comisarias al tiempo que se sucedían las detenciones, redadas policiales y manifestaciones. La revuelta, que se inició el 19 de mayo en la barriada de Husby, al noroeste de Estocolmo, creció hasta extenderse a 15 barrios de la capital y llegar a otras ciudades, como Malmö, al sur.
El incidente que desencadenó la protesta fue el asesinato en Husby de un hombre de 69 años, a manos de la policía. Ésta entró en el domicilio del sexagenario, un inmigrante que padecía problemas psicológicos y, según la versión policial, fue abatido a balazos al amenazar a los agentes con un arma blanca. El oscurantismo con el que se desarrolló la investigación colmó la paciencia de la población, mayoritariamente inmigrante, acostumbrada a abusos policiales de tipo racista.

Desigualdad creciente

Desde 1990 comenzó en Suecia un progresivo proceso de recortes y privatizaciones en el estado del bienestar. Este proceso se ha visto acelerado con la llegada de la derecha al Gobierno en 2006. De hecho, si bien Suecia sigue situado entre los países con un mayor índice de bienestar social —según las estadísticas oficiales—, entre 1995 y 2010 fue el país de la OCDE donde más aumentó la desigualdad (www.elboletin.com/index.php?noticia=76498). La realidad en las barriadas como Husby es que el paro juvenil oscila entre el 20% y 40%, según las fuentes. Este es el proceso de fondo que explica el malestar creciente entre amplios sectores de la población y que provoca estos episodios de rabia.
Y a la paulatina degradación en las condiciones de vida se le añaden factores políticos. Como en tantas ciudades europeas, los suburbios de Estocolmo concentran a un gran número de trabajadores inmigrantes, expulsados a la periferia por el prohibitivo precio de la vivienda en el centro. Y es en estos barrios donde permanentemente se producen redadas policiales, identificaciones arbitrarias por el color de la piel, provocaciones e insultos racistas por parte de la policía. Uno de los aspectos que más indignó a los vecinos y que provocó la extensión de los disturbios a otros barrios de Estocolmo fueron las cargas policiales que afectaron a ancianos y niños en Husby y los insultos racistas de la policía llamando “monos” a los vecinos. El Gobierno de la derecha, mientras inundaba de policía las calles, era condescendiente con la actuación de grupos neonazis en el barrio de Tumba.
En Suecia se están aplicando, aunque con distinto ritmo, las mismas políticas que han provocado el empobrecimiento de la población en el sur de Europa. Y a situaciones económicas similares corresponden procesos sociales similares. A un ritmo u otro Suecia también se encamina a una situación de rebelión social. La revuelta de los barrios es una señal evidente de que el país camina en esa dirección.


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