La consigna que se grita desde hace años en las manifestaciones y movilizaciones, “lo llaman democracia y no lo es”, ha puesto el dedo en la llaga. Mas allá de las apariencias vivimos oprimidos por una dictadura encubierta del gran capital, y esta idea profunda ha sido asumida por millones de personas, reflejando un gran salto en la conciencia política.

Un cambio histórico

A diferentes ritmos y velocidades, en el gobierno o en la oposición, los líderes de la socialdemocracia europea, ya sean del PASOK griego, del SPD alemán, del PS francés o del PSOE, cosechan los niveles de apoyo más bajos en muchos años. Los trabajadores griegos han sido pioneros, acabando con la tranquila alternancia en el gobierno de partidos que, a pesar de su diferente base social, garantizaban la aplicación de políticas pro capitalistas que han devastado la sociedad griega. En el Estado español, la etapa en que el PP y el PSOE sumaban más del 70% de los votos también llega a su fin.

De todos los elementos que están protagonizando estos cinco años de crisis capitalista, el más destacado es el avance de la lucha de clases, la irrupción de una movilización social de proporciones tremendas cuyos precedentes más inmediatos hay que buscarlos en las grandes luchas de los años setenta contra el franquismo. Todos y cada uno de los ataques del gran capital y de su gobierno han encontrado una amplia oposición en las calles, incluidos todos aquellos que las cúpulas de CCOO y UGT no han querido responder.

En estos años, el movimiento obrero, la juventud, los diferentes sectores golpeados por los recortes y las contrarreformas, por el paro y los despidos masivos, han sido capaces de encontrar vías de expresión y movilización para desbordar la política de unas direcciones sindicales empeñadas en no dar continuidad a las huelgas generales, en buscar en el bálsamo del pacto social y la negociación un sueño imposible: que el gobierno del PP y la patronal se volviesen “razonables” y cesaran en su ofensiva.

El movimiento 15-M, la Marea Blanca contra la privatización de la sanidad pública, la Marea Verde en defensa de la escuela pública, la lucha contra los desahucios encabezada por la PAH, la huelga indefinida de los trabajadores de la limpieza viaria en Madrid, la rebelión del barrio burgalés de El Gamonal, la ocupación de Canal 9 en Valencia, el levantamiento popular de Alcázar de San Juan contra la privatización del agua… Todas estas movilizaciones ejemplares, por citar algunas de las más destacadas, han demostrado que la consigna Sí se puede no es ninguna utopía. La clase obrera se está reencontrando con sus maravillosas tradiciones: asambleas democráticas, cajas de resistencia, extensión de la movilización para lograr la solidaridad, huelgas indefinidas. Sí, se puede derrotar a la derecha, vaya si se puede, si se lucha con decisión, con contundencia, si se unifican las movilizaciones, y se defiende un programa a la altura.

La clase trabajadora es el motor de la transformación social

El gobierno del PP ha recurrido constantemente al intento de criminalizar la protesta social a través de la actuación policial más brutal o con leyes que cercenan las libertades y derechos democráticos. Pero la represión, lejos de limitar la participación, provoca su incremento. Por otra parte, la radicalización de las luchas y el creciente número de huelgas indefinidas evidencian tanto la determinación de amplios sectores de los trabajadores de llegar hasta el final en la defensa de sus derechos, como el fracaso de un sindicalismo de moqueta frente a la agresividad de la patronal. Todos estos años no han pasado en balde. El divorcio de las direcciones sindicales y de la dirección del PSOE con el ambiente real que existe en la calle es, cada día que pasa, más evidente y clamoroso. ¡Qué gran lección para quienes afirmaron desde sus cómodos atriles académicos y desde las columnas periodísticas que la clase obrera ya no existía, y por supuesto no era el sujeto revolucionario!

Estamos ante una dinámica ascendente que, con sus inevitables alzas y bajas, no cesará de desarrollarse. De ello se encargarán los nuevos recortes que el PP tiene en cartera, como las lecciones que el movimiento extrae tanto de las victorias como de las derrotas.

La corriente general es cada vez más favorable para el desarrollo a gran escala de una opción revolucionaria, de clase y socialista. A la base de apoyo que ha agrupado en los últimos años, se suman ahora cientos de miles más que miran a Izquierda Unida en busca de una alternativa claramente diferenciada de las demás. Su objetivo va más allá de acabar con el odiado gobierno del PP y de evitar repetir la amarga experiencia del gobierno Zapatero. No se trata ya sólo de votar y desalojar a la derecha del gobierno, que por supuesto que sí, sino de sumarse a un proyecto político que en el parlamento, pero sobre todo en las calles, defienda de forma decidida y consecuente los intereses de los trabajadores y de la mayoría social oprimida por el capitalismo.

Una estrategia de lucha por el socialismo

En el seno de Izquierda Unida existe actualmente un amplio espectro de posiciones políticas. Desde las opciones más reformistas y próximas a la socialdemocracia, hasta los sectores más consecuentes con la lucha por la transformación social. Desde nuestro punto de vista, es el momento de la Izquierda Unida que muchos militantes hemos construido pacientemente durante años, que no han dudado en situarse en primera línea de combate de las Mareas, de la PAH, del 15-M, o dentro de los sindicatos defendiendo una estrategia de confrontación con el gobierno y la patronal, por un sindicalismo de clase, combativo y democrático. Todos los que abogamos por una IU que nada tenga en común con los partidos de la llamada “política oficial”, tanto por levantar un programa de ruptura con el capitalismo como por defender un régimen interno plenamente democrático, estamos en las mejores condiciones para hacernos oír con fuerza.

Obviamente las contradicciones en el discurso y en la práctica de IU existen y tienen que resolverse. No es coherente luchar contra los recortes del gobierno del PP y participar en un gobierno de coalición en Andalucía junto al PSOE, para aplicar recortes en los presupuestos de educación y enseñanza. Izquierda Unida no debería avalar con su presencia en este gobierno la política de la dirección del PSOE, debe romper con esta contradicción saliendo de este gobierno y poniéndose a la cabeza de la movilización social defendiendo una auténtica política socialista. Lo mismo se puede decir en el caso de Extremadura, donde la posición de la dirección extremeña de IU ha dado al PP la posibilidad de gobernar para llevar adelante muchas medidas antiobreras. Hay que poner punto y final al “cretinismo parlamentario”: la actividad en las instituciones deber ser una caja de resonancia de lo más importante, que es la implicación decidida de Izquierda Unida en la lucha de clases, en las huelgas y conflictos obreros, en las movilizaciones de masas, en los barrios, en las universidades y en los centros de estudio. Y, por supuesto, nuestros representantes en las instituciones deben vivir como la gente normal, con el salario de un trabajador, para no despegarse de las condiciones de vida de nuestra clase.

Los trabajadores y jóvenes de EL MILITANTE que defendemos las ideas del socialismo revolucionario en los sindicatos de clase, en el movimiento estudiantil y las mareas, seguiremos sumando esfuerzos, decididos a convertir IU en un referente capaz de traducir el avance electoral en lucha organizada y consciente por el socialismo.

Levantar una IU de masas exige ideas claras y una estrategia que se base en la fuerza de la clase trabajadora, en su capacidad de lucha y creatividad. Izquierda Unida debe dejar claro que no acepta la lógica de este sistema capitalista, que defiende la nacionalización sin indemnización del sector financiero y de los grandes monopolios (bancos, eléctricas, transportes, telecomunicaciones…) bajo el control democrático de los trabajadores y sus organizaciones. Que lucha por la anulación de todos los desahucios y por la expropiación del parque de viviendas propiedad de la gran banca para ponerlas en alquiler social. Que se pone al frente de la movilización contra la contrarreforma franquista de la enseñanza (LOMCE) y la privatización de la sanidad. Que exige la continuidad de las huelgas generales para frenar los despidos masivos, anular la reforma laboral y la reforma de las pensiones, y por la jornada de 35 horas sin reducción salarial…

Izquierda Unida puede y debe señalar que necesitamos otro tipo de sociedad, liberada de la dictadura que una minoría de grandes monopolios, multimillonarios y banqueros imponen a la inmensa mayoría. Que la lucha por esta sociedad socialista no es una utopía bienintencionada, sino una necesidad urgente para preservar las conquistas de la humanidad. Ése es el camino para lograr la Izquierda Unida que los trabajadores y los jóvenes queremos y necesitamos.


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