Evitar la destrucción del medio ambiente sólo es posible cambiando el sistema
Del 7 al 18 de diciembre de 2009 representantes de 192 estados se han reunido en Copenhague para preparar un nuevo tratado mundial "legalmente vinculante" sobre el cambio climático. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (conocido como COP 15) supone la culminación de dos años de negociaciones después de la Conferencia de Bali, con las que se pretende llegar a un acuerdo antes de que expire el Protocolo de Kioto en 2012 por el que se consiga la reducción entre el 25% y el 40% de los niveles de CO2 existentes en 1990. El resultado ha sido el esperado: el texto aprobado no tiene ninguna validez jurídica y todo son buenas intenciones. De hecho no obliga a cumplir el protocolo de Kioto a los países que no lo firmaron. Hablan de recortes drásticos en las emisiones, pero sólo emplaza a que los países fijen antes del 1 de febrero de 2010 su cifra de reducción para 2020.
Evitar la destrucción del medio ambiente sólo es posible cambiando el sistema
Del 7 al 18 de diciembre de 2009 representantes de 192 estados se han reunido en Copenhague para preparar un nuevo tratado mundial "legalmente vinculante" sobre el cambio climático. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (conocido como COP 15) supone la culminación de dos años de negociaciones después de la Conferencia de Bali, con las que se pretende llegar a un acuerdo antes de que expire el Protocolo de Kioto en 2012 por el que se consiga la reducción entre el 25% y el 40% de los niveles de CO2 existentes en 1990. El resultado ha sido el esperado: el texto aprobado no tiene ninguna validez jurídica y todo son buenas intenciones. De hecho no obliga a cumplir el protocolo de Kioto a los países que no lo firmaron. Hablan de recortes drásticos en las emisiones, pero sólo emplaza a que los países fijen antes del 1 de febrero de 2010 su cifra de reducción para 2020.
Otro de los temas era la compensación a los países más pobres. Una cifra de referencia era que estos países necesitan 50.000 millones de dólares anuales. Pues bien, el acuerdo promete un fondo de 30.000 millones de dólares en tres años que irán principalmente a los estados isleños y a países africanos afectados por la sequía, desertificación, inundaciones, etc. Esto se completaría con otra partida de 100.000 millones de dólares anuales que se pretende conceder a partir de 2020. Pero no es un acuerdo vinculante y como se preguntaba un representante de EEUU en una rueda de prensa, ¿cómo convencemos al Senado para dar 27.000 millones que es lo que nos correspondería?
Es necesario reducir ya las emisiones de gases de efecto invernadero
Como explicamos en un artículo de El Militante nº 214, de marzo de 2008, escrito después de la Conferencia de Bali, los efectos del calentamiento global en la salud humana, en la economía, el impacto en el ambiente, son motivos de gran preocupación entre la mayoría de los científicos. Algunas especies pueden ser forzadas a emigrar de su hábitat para evitar su extinción debido a las condiciones cambiantes. Conforme el clima se haga más cálido, la evaporación se incrementará. Esto causaría un aumento de las precipitaciones lluviosas y más erosión.
El nivel de CO2 actual en la atmósfera es ya de 380 partes por millón, principalmente por quema de hidrocarburos. Se sospecha que existe un umbral (de temperatura, o de contenido de CO2 en la atmósfera) más allá del cual nada de lo que hagamos podrá evitar que la Tierra llegue irreversiblemente a un nuevo estado de calentamiento. Aunque se dejase de inmediato de agredir a la Tierra, tardaría más de mil años en recuperarse. El despilfarro caótico marcado por la búsqueda de beneficio privado inmediato provoca que se extraiga energía cientos de veces más rápido de lo que la Tierra puede reponerla en forma natural. En su búsqueda de rentabilidad a corto plazo, los capitalistas han sacrificado cualquier plan serio de invertir en el cuidado de la naturaleza y del clima.
Como explica un artículo publicado en Rebelión: "El Protocolo de Kyoto era tremendamente limitado en los porcentajes acordados y dañino en la forma de cumplirlos: acepta como reducción el pago de créditos de carbono, que en realidad no es tal, sino sencillamente nuevos negocios, sobre todo para las empresas más grandes y contaminantes. Un pequeño ejemplo: en Copenhague tomé un taxi que anunciaba ‘este taxi es carbono-neutral'. Le preguntamos al conductor qué quería decir y se rió. Dijo que era lo mismo de siempre, pero pagaba una cantidad que se enviaba a Nigeria para que allí las empresas petroleras plantaran unos arbolitos, que se supone absorbían el equivalente del carbono de su taxi. No se lo creía, pero desde que tenía ese cartel, tiene más clientes y gana mucho más de lo que paga a Nigeria. El problema, explicó, es que es muy buen negocio y no hay que hacer nada, entonces muchos querrán hacerlo y habrá demasiada competencia. Que la Shell en Nigeria desplaza y mata a los indígenas que allí viven y aprovechan sus tierras, tanto para la explotación petrolera como para las plantaciones -que les resultan un excelente y subsidiado negocio allí y en otros países-, no figuraba en su ecuación" (Nuevo clima en Copenhague de Silvia Ribeiro, 20/12/09).
Los gobiernos pretendían avarse la cara
Todo esto, teóricamente, se pretendía corregir con la Conferencia de Copenhague. El gobierno danés organizó una reunión en la que parecía que todo el mundo iba a poder dar su opinión: gobiernos, campesinos del tercer mundo, indígenas de las selvas amazónica e indonesia, etc., y por supuesto las ONGs y las organizaciones ecologistas de todo tipo. Prepararon un local para unas 18.000 personas y dieron acreditaciones a 45.000. Éste fue el primer problema: colas para entrar, tensión, termómetros bajo cero y al final manifestaciones que el "democrático" gobierno danés reprimió de la manera más salvaje y que se saldó con 1.700 personas detenidas "de manera preventiva". Fueron 191 jefes de Estado, la mayoría para hacer el paripé, pero hubo una serie de gobiernos que mostraron rápidamente que la Conferencia no iba a llegar a buen puerto.
Los distintos gobiernos querían capitalizar políticamente la lógica preocupación, muy extendida en la sociedad, por la destrucción acelerada de la naturaleza y el carácter irreversible que puede llegar a tener este proceso. Por eso todos querían salir en la foto y demostrar que es un tema que tratan de resolver. Sin embargo, el margen real de actuación de estos gobiernos está determinado por los intereses de las multinacionales de la industria, el transporte, la energía y (detrás de todas ellas) los bancos, que no quieren desperdiciar la más mínima posibilidad de hacer negocio y conseguir beneficios. Por otro lado, los países emergentes como China, India o Brasil, no quieren que los acuerdos sobre control de emisiones, acuerdos para evitar la desforestación, etc. sean un obstáculo para el desarrollo de su economía.
En una conferencia de prensa el 19 de diciembre de 2009, Yvo de Boer (que dirigía la Cumbre), describió el acuerdo de Copenhage como "un acuerdo impresionante". Luego enumeró sus problemas: no es jurídicamente vinculante; no establece metas de reducciones de emisiones para los países industrializados; no indica qué harán los grandes países en desarrollo; menciona un financiamiento de 30.000 millones de dólares, pero no dice nada sobre quién asumirá la responsabilidad de recaudar el dinero.
Desde que se fueron conociendo los borradores del acuerdo que se querían negociar todos se dieron cuenta que las reivindicaciones de los verdaderamente afectados por el cambio climático: los campesinos, los indígenas de las zonas de grandes bosques y los habitantes de países como Bangladesh, Maldivas, etc. no iban a ser tomadas en cuenta
Fueron los países bolivarianos, sobre todo Venezuela y Bolivia, los que tomaron en sus manos la defensa de estas reivindicaciones. Hubo un encuentro de Hugo Chávez, Evo Morales y el representante de Cuba con los activistas llegados a la cumbre en el que explicaron lo que sucedía dentro de la cumbre. Chávez, entre otras cosas planteó: "En esas mesas se discute de todo y vienen los países más poderosos, como siempre, a tratar de ofrecer, de engañar, haciendo ofrecimientos que no van a cumplir, además. Manipulando las regiones, aplicando la tiranía mundial y se discute ahí hasta el sexo de los ángeles, que si el mercado del carbono, que si la reducción de las emisiones, que si los números y porcentajes y en eso se va el tiempo y se quiere evadir el tema de fondo, como Evo lo dijo aquí y en la Cumbre, se trata de ir a las causas del problema, porque el cambio climático no es el único problema del mundo. El hambre que mata a millones de niños todos los días es otro problema del mundo, el analfabetismo, las enfermedades que matan a los pobres, el sida, la tuberculosis, la malaria; los niños que mueren recién nacidos por falta de atención médica. Los niños que antes de nacer están desnutridos en el vientre, condenados antes de venir al mundo".
Al finalizar la cumbre Venezuela, Bolivia, Cuba, Nicaragua y Sudán se negaron a dar el visto bueno al acuerdo que negociaron EEUU, China y Brasil denunciándolo por antidemocrático, negociado a espaldas de la mayoría de las delegaciones y sin ninguna fuerza ni legal ni moral para obligar a los gobiernos a cumplirlo.
Bajo el capitalismo no se van reducir las emisiones
Uno de los problemas de la humanidad en el que se ve con más claridad la necesidad de acabar con el sistema capitalista es el generado por la emanación de los gases de efecto invernadero. Como explica el artículo Balance y Estadísticas de Energía Mundial / ECOFYS Generación Potencial: "Estadísticas del 2006 dicen que de toda la energía producida en ese año un 0,02% fue solar, 0,68% eólica, otros renovables 1,37%, hidráulica 16.41% y recursos no renovables 81,51%. En ese mismo año se produjo 19.015 teravatios, pero la electricidad que podría generarse en el mundo a partir de recursos renovables son 975.010 teravatios (cercano a un millón de teravatios) que se distribuiría de la siguiente forma 6.000 teravatios eólica marítima, 12.500 en geotérmica, 13.889 hidráulica, 91.398 oceánica (por marea y oleaje), 105.278 eólica (en tierra), 275.556 concentración solar, 470.278 fotovoltaico solar (J. A. Hernández, www.elmilitantevenezuela.org)".
Pero generar energía de estas diferentes maneras requiere inversiones a muy largo plazo que los capitalistas no están dispuestos a llevar adelante. Por otro lado, no quieren arriesgarse en invertir en investigar otras posibilidades de captación de energía que no sea a través de los combustibles fósiles o de la energía nuclear y por eso se está retrasando el desarrollo de las energías renovables.
Es imprescindible luchar or el socialismo
En la sociedad capitalista los burgueses necesitan abaratar los costes de producción atacando los niveles de vida de los trabajadores y aumentando su ritmo de explotación para así generar más ganancias que les permitan acumular más capital, necesitan cada vez ganar más invirtiendo menos. Sólo expropiando a los capitalistas, y poniendo los medios de producción en manos de la clase obrera es posible reorganizar la forma de producir en la sociedad, y combatir el problema del calentamiento mundial y la contaminación del medioambiente. La plusvalía, es decir esa enorme masa de recursos económicos que produce la clase obrera y que va a los capitalistas iría de nuevo a la sociedad, por lo tanto bajo una economía planificada democráticamente en poco tiempo se puede revertir la situación ambiental actual. Con todas las herramientas de la economía en manos de los trabajadores se podría planificar todo el trabajo en la sociedad en base a las necesidades reales de la población y no a las del mercado.
Es necesario nacionalizar la banca, la gran industria, monopolios y los latifundios para ponerlos bajo control democrático de los trabajadores. Esa es la tarea de la revolución socialista por la que luchamos desde El Militante.