La violencia sexual en las escuelas es una realidad ya innegable. Por años, las víctimas de acoso, hostigamiento, abuso y violación sexual habían tenido que sufrir estas vejaciones en silencio. Esto responde a dos situaciones, la primera, el machismo individual tan arraigado que este sistema capitalista les enseña a los hombres, y también a mujeres, a tratarnos como mercancías y objetos de cuidados y placer ajenos a los nuestros. La segunda, el machismo institucional que manda un mensaje claro de impunidad a los agresores de que no importa qué tan grave sea el delito, ellos, por sí solos “no pueden” realizar lo que se supone es su trabajo. ¡Y todavía lo admiten! ¡Cínicos!

Las casas de estudio con mayor número de casos es la UNAM, extendiéndose a las ENES y FES en los estados, ¡con más de 2500 casos registrados! Y le siguen el IPN, la Universidad de Guadalajara, la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), Universidad de Guanajuato (acoso, asaltos e intentos de violación, #NiUnaAbejaMenos), la Universidad Pedagógica Nacional (con un protocolo inexistente, como en la mayoría de las escuelas y casos de acoso y abuso sexual a menores en Ajusco y otras unidades), las UAM (con un protocolo existente pero que tardó 10 años en despedir a un solo maestro acosador, Carlos Baños Lemoine, quien sigue dando clases en UPN-A), UACM (con los feminicidios impunes de Leslye Hernández, Martha Torres, Campira Camorlinga, Nancy Lara), Universidad de Coahuila, Universidad de Tamaulipas y recientemente las protestas en la Universidad de Sinaloa por casos similares, nos confirma que no es un problema local e institucional, es el resultado de un sistema corrupto, negligente y abiertamente misógino.

¿Cómo es que puede pesar más para las autoridades un mérito y el prestigio académico de los agresores que la integridad de las integrantes de la comunidad universitaria?

Es completamente indignante y preocupante la complicidad con la que trabajan agresores y autoridades. La violencia feminicida se ha normalizado a tal grado que cuando una víctima decide denunciar (las cuales lo hacen cuando están preparadas, no necesariamente cuando quieren), se encuentran con la ineptitud e insensibilidad de las autoridades, que consciente o inconscientemente revictimizan, obligando a la mayoría de las denunciantes a desistir y no solamente eso, sino que la falta de apoyo conlleva a la deserción escolar e incluso al suicidio. Se necesita de un apoyo social, psicológico y jurídico para llevar a cabo una denuncia y es evidente que las autoridades no están capacitadas para responder a estos casos.

Exigimos que se creen centros especializados de atención para violencia de género, en donde se brinde la ayuda debida que agilice los procesos de denuncias, que se endurezcan los castigos a agresores, así como también un programa de prevención donde se impartan materias de género, raza y clase, que sensibilicen y concienticen al conjunto de la comunidad.

Ningún derecho es negociable y el derecho a tener una vida digna y libre de violencia es el motor de las manifestaciones y paros multitudinarios, no vamos a dejar de organizarnos para defender nuestras vidas y la dignidad por las compañeras que les han sido arrebatadas a sus familias.

Como Libres y Combativas nos queda claro que la justicia no nos va a ser otorgada a menos de que nosotras se la arrebatemos a las instituciones, como lo hemos hecho con la campaña #NoEstásSola.

Por eso, hacemos un llamado a sumarse al Paro Feminista Estudiantil el 6M, las marchas del 8M y a darle un contenido revolucionario al paro del 9M, en donde se convoquen asambleas mixtas y se involucre a toda la comunidad en comisiones, brigadeos, piquetes y movilizaciones masivas. Porque no queremos un día de celebración ni de ausencia, queremos que todos nuestros días sean de presencia y participación activa para frenar la violencia y transformar de fondo nuestra sociedad.


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