¡Solidaridad con nuestras hermanas turcas en lucha!
El pasado 20 de marzo Turquía, a través de un decreto aprobado por decisión del presidente Erdogan, tomó la decisión de abandonar el Convenio de Estambul, el convenio del Consejo de Europa para la protección de las mujeres y contra la violencia de género. El año pasado, Tayyip Erdogan ya mencionó la posibilidad de retirarse de este tratado en un intento de complacer a sus votantes más conservadores en un momento de crecientes dificultades económicas.
A pesar de que el Protocolo de Estambul no es más que papel mojado que no compromete a nada a los países que lo firman, la retirada de Turquía del convenio es un intento de seguir golpeando a los millones de mujeres, jóvenes y trabajadoras, que han tomado las calles en los últimos años contra la violencia machista y en defensa de nuestros derechos. Además, las declaraciones del presidente han sido la gota que ha colmado el vaso: “algunos artículos impactan negativamente sobre la estructura familiar y van en contra de los valores nacionales, ya que promovería la homosexualidad y ataca los valores familiares, por describir las relaciones de personas que viven juntas sin especificar si están casadas”.
Otro aspecto que ha generado una gran indignación es que la medida ha sido aprobada sin pasar por el Parlamento ya que, gracias a la ampliación de poderes presidenciales de 2018, Erdogan puede retirar al país de cualquier tratado internacional.
La respuesta en las calles no se ha hecho esperar. Miles y miles de mujeres salieron el sábado 26 de marzo a las calles de Estambul, Ankara, Bursa, Esmirna y decenas de ciudades más por segundo fin de semana consecutivo, para protestar contra este nuevo ataque a las mujeres y al colectivo LGTBI al grito de “cancelad la retirada”, “no tenemos miedo” y “esta guerra la ganarán las mujeres”.
La violencia contra las mujeres en Turquía se ha recrudecido salvajemente. Sin ir más lejos, la semana pasada fueron asesinadas cuatro mujeres a manos de sus parejas, una de ellas una joven de 17 años embarazada. En 2020 el dato es escalofriante: 300 mujeres asesinadas. En 2021 ya suman 77. Esta realidad devastadora, ligado a la campaña de criminalización del movimiento feminista desde hace años, demuestran el hartazgo y la rebelión de las mujeres trabajadoras turcas contra el régimen de Erdogan.
La represión y criminalización: el ADN del gobierno turco
Las movilizaciones del 8M en Turquía han destacado por su combatividad, masividad y por la represión con la que han sido respondidas por parte de la policía. Este año, en 2021, dos días después de las marchas organizadas por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, 18 activistas feministas fueron arrestadas y acusadas de insultos a la autoridad, un delito que se paga hasta con 4 años de cárcel.
Estas detenciones se produjeron justo una semana después de que Erdogan presentase su nuevo plan de “derechos humanos”, en el que promete proteger la libertad de información, expresión y manifestación. ¡Qué cinismo y qué mentira! No sólo otras nueve mujeres fueron arrestadas tras las concentraciones del pasado sábado, sino que, en los cinco años de su mandato, ya ascienden a 63.000 los y las detenidas por insultos e injurias a la autoridad. Este hecho sumado a la petición de la Fiscalía para ilegalizar al Partido Democrático de los Pueblos (HDP) y expulsar del Parlamento a varios miembros de esta formación prokurda –miles de miembros de esta organización están encarcelados y tras las municipales de 2019, los alcaldes elegidos han sido depuestos por orden del Ministerio del Interior– son sólo ejemplos más de la interminable lista de la falta de derechos democráticos que existe en Turquía.
La violencia contra las mujeres se recrudece en Turquía
En 2018, el Grupo de Expertos en la Lucha contra la Violencia contra la Mujer y la Violencia Doméstica (GREVIO) ya denunció la falta de derechos de las mujeres en el país, propiciado por las políticas reaccionarias del gobierno Erdogan. Pero a raíz de la pandemia de la Covid-19, la violencia machista es ha recrudecido.
El gobierno dejó de contabilizar el número de víctimas a causa de violencia de género de forma oficial, pero las estimaciones de los feminicidios apuntan a que se han casi triplicado en los últimos diez años. Según la OMS, casi 40% de las mujeres en Turquía son objeto de violencia en algún momento de sus vidas.
A pesar de todos los mecanismos puestos en marcha por el Estado para golpear y herir de muerte al movimiento feminista, Fidan Ataselim, portavoz de las Asambleas de mujeres, resumía muy bien el espíritu de lucha que se respira entre las opirmidas turcas: “No van a poder parar a millones de mujeres. No van a aplastar nuestras demandas de libertad. No nos vamos a ir ningún sitio. Las mujeres quieren vivir libres e iguales”.
La lucha y la organización pueden tumbar los ataques y a Erdogan
El papel de vanguardia que han jugado las mujeres turcas es innegable. Las mujeres pobres, trabajadoras y jóvenes se han convertido en las protagonistas de la movilización social en el país. Las más oprimidas entre los oprimidos se han colocado a la cabeza de la lucha contra un sistema que solo nos ofrece machismo, represión y hambre.
El gobierno de Erdogan está muy debilitado, por eso la movilización debe continuar. Construir un movimiento desde abajo que agrupe a las mujeres trabajadoras, al colectivo LGTBI, a la comunidad kurda pobre y al conjunto de los trabajadores y trabajadoras del país, debe ser el primer paso. Armados con un programa revolucionario que señale a los capitalistas como responsables de los ataques al movimiento feminista y la libertad de expresión, contra la pobreza… se puede tumbar al régimen de Erdogan. Necesitamos acabar con este sistema, el capitalismo, para conseguir una vida digna para el conjunto de la sociedad.