Una lucha feroz por los mercados. La nueva correlación de fuerzas mundial
En este panorama la lucha interimperialista por el mercado mundial se hace más brutal y alimenta nuevas contradicciones. Una de las consecuencias políticas de mayor alcance que puede provocar este punto de inflexión histórico es la aparición de una nueva correlación de fuerzas internacional.
No obstante, hay que ser cuidadosos a la hora de abordar esta discusión. Es un error afirmar, como se hace muy a la ligera en determinados análisis, que la supremacía política y económica de los EEUU está amenazada a corto plazo. El imperialismo estadounidense sigue conservando un músculo económico y militar que ninguna otra potencia puede, por el momento, desafiar frontalmente. A pesar de lo anterior, no es posible obviar que la escalada del enfrentamiento entre el imperialismo norteamericano con el gobierno chino es la prueba de los cambios de fondo que se están operando en las relaciones internacionales: estamos ante una lucha prolongada por el dominio de sectores estratégicos del mercado mundial que tendrá consecuencias políticas de primer orden. China se convertirá en 2010 en la segunda potencia exportadora del mundo, y en muchos aspectos ya es una potencia económica de primer orden con la que hay que contar.
La volatilidad del mercado de divisas es un síntoma más de la incertidumbre de la recuperación. Los continuos vaivenes en los cambios no son una señal de estabilidad. Incluso el final del año 2009 registró una recuperación importante del dólar después de que aparecieran los datos sobre la deuda en Grecia, el Estado español e Irlanda. A pesar de todo, es evidente que el dólar se muestra para muchos especuladores como un refugio más atractivo que el euro.
En cualquier caso una cosa es cierta: se está librando una batalla sorda, pero muy intensa, en torno al mercado de divisas y la razón no es otra que la profundidad de la recesión y las estrategias para salir de ella. De esta forma se ponen de relieve a su vez los intereses contradictorios de las grandes potencias.
Los signos de que el enfrentamiento de los imperialistas norteamericanos con China puede recrudecerse son visibles. No sólo se trata de Oriente Medio. Se trata también de África, donde las inversiones chinas han crecido exponencialmente en sectores estratégicos de materias primas y energía; o de América Latina, donde las compras de empresas y los acuerdos económicos no paran de sucederse con los gobiernos de la zona.
La clase obrera y la crisis
Si nos atenemos a las previsiones de recuperación presentadas por la burguesía internacional, las consecuencias para la clase obrera son de auténtica pesadilla. Los años de austeridad que pronostican los estrategas económicos del capital, como el responsable de política económica de la Comisión Europea, el "socialista" Joaquín Almunia, son una receta acabada para una ofensiva sin cuartel contra los salarios, los derechos laborales y sindicales y las conquistas históricas del movimiento obrero. Hasta el momento, la ofensiva empresarial auspiciada por los gobiernos, ya sean de derechas o socialdemócratas, ha tenido éxito. Pero este éxito ha sido posible gracias al apoyo decidido de los dirigentes reformistas de los sindicatos obreros, convertidos en esta época de decadencia capitalista en auténticos ministros sin cartera.
Los dirigentes socialdemócratas, tanto políticos como sindicales, han servido activamente a los intereses del gran capital rechazando hasta el momento cualquier intento de enfrentar la crisis girando a la izquierda. Por eso la recesión también acentúa la tendencia de los últimos años de pérdida de confianza por parte de millones de trabajadores y de jóvenes en este reformismo sin reformas.
El avance de la ofensiva patronal y el padecimiento de la mayoría de la población es directamente proporcional a la ausencia de movilizaciones unificadas; de una lucha sostenida y contundente por enfrentar esta ofensiva en el plano político con un programa de reivindicaciones socialistas que exija, en primer término, que el dinero público sea utilizado para defender los empleos, los salarios y los servicios sociales, y que defienda, sin temor ninguno, la expropiación de la Banca bajo el control de los trabajadores y sus organizaciones. En una crisis económica de proporciones históricas como la actual, la lucha sindical limitada empresa a empresa es totalmente ineficaz e impotente. La lucha económica se tiene que transformar en una amplia, extensa y contundente lucha política si queremos arrancar conquistas imprescindibles para la vida de millones de familias obreras, pero que entran en contradicción con los fundamentos en que se sustenta el sistema capitalista. Una lucha que debe ser utilizada para aumentar el grado de conciencia y organización de la clase trabajadora y la juventud, y fortalecer las fuerzas que hagan posible la transformación socialista de la sociedad.
En una situación semejante no puede extrañar que el miedo a perder el empleo, el chantaje empresarial para imponer recortes salariales o aumentar la jornada laboral, pueda abrirse camino temporalmente. Pero al mismo tiempo que esta realidad se comprueba día a día en numerosas empresas, la confianza en el futuro del sistema se mina, y el resentimiento entre capas amplias de la clase trabajadora se acumula en las entrañas de la sociedad. Aunque no es un fenómeno homogéneo ni lineal, su proporción es creciente y será más masivo conforme se compruebe que la salida de la crisis no ofrece más que nuevos sacrificios y os y pesares.
A los trabajadores siempre les llueven piedras. Esto es más verdad en las épocas de crisis económicas agudas, cuando además el conjunto de la clase está carente de organizaciones revolucionarias con capacidad de ofrecer una resistencia masiva a estos ataques. Pero esta dura escuela enseñará una lección inolvidable a nuevas generaciones de trabajadores, empezando por la juventud obrera incorporada masivamente a la explotación capitalista en los años de boom y hoy arrojada a la cuneta del desempleo y las deudas agobiantes. Es difícil pronosticar los ritmos en una situación semejante. Pero el camino de la lucha de clases, de la organización y la movilización es el único para defender el nivel de vida de millones de hombres y mujeres de todo el mundo, para defendernos de la catástrofe que vivimos. No cabe duda de que los planes de la burguesía son una receta acabada para la explosión de la movilización de masas, y los síntomas de la tormenta que se está preparando los estamos viviendo ya. La tarea de los marxistas revolucionarios y de los trabajadores avanzados es comprender la dinámica contradictoria de este proceso, sus efectos en las organizaciones tradicionales de los trabajadores. Debemos prepararnos para los futuros acontecimientos ganando posiciones en las organizaciones sindicales y en las empresas, combatiendo la política de la paz social y defendiendo un sindicalismo de clase, democrático y combativo. Pero sobre todo construyendo paso a paso, ladrillo a ladrillo, las fuerzas del marxismo revolucionario. La liberación de la clase obrera depende del éxito en esta tarea. No hay tiempo que perder.