Tras meses de noticias acerca del retroceso de la economía china, en las últimas semanas el optimismo se ha apoderado de algunos economistas burgueses. Argumentan que la amplitud y efectividad de las medidas anticrisis adoptadas por el régimen chino posibilitan una rápida recuperación. Es indiscutible que la economía china cuenta con poderosos recursos, destacando su gigantesca potencia industrial1 y sus enormes reservas económicas. Sin embargo, todavía es demasiado prematuro para afirmar que estamos ante una inminente recuperación y, sobre todo, para descartar que la actual crisis, al margen de su duración en el tiempo, no provocará una profunda y duradera herida en la economía del gigante asiático.

Un gigante doblegado por el mercado mundial

Considerando que actualmente el 40% del PIB chino proviene de las exportaciones, se comprende el terrible golpe que ha supuesto la caída de sus ventas en el exterior: nada menos que un 25,7% y un 17% en febrero y marzo de este año respectivamente. Los inversores extranjeros, que contaban de antemano con esta perspectiva, empezaron a recortar sus inversiones en el país ya desde el pasado octubre2. Empresas emblemáticas como China Telecom -primera telefonía china- o Lenovo -cuarto fabricante mundial de ordenadores-, han sufrido una reducción de sus beneficios del 96,3% y el 20% respectivamente en 2008. Las exportaciones de automóviles bajaron más de un 61% en los dos primeros meses de 2009.

El proceso de contracción económica, que empezó por los sectores más dependientes del comercio mundial, se extiende ahora a otras áreas de la economía. Así, el sector de la energía, importante termómetro de la actividad  productiva, se ha resentido duramente. El Consejo Chino de la Electricidad informó de una reducción de más del 10% de la demanda en el primer trimestre de este año, derivada fundamentalmente de la caída del consumo industrial.

La crisis de sobreproducción que experimentan varias ramas de la industria china se está traduciendo en la destrucción de parte de las fuerzas productivas instaladas. Numerosos informes afirman que en la industria juguetera se han cerrado ya el 50% de las fábricas existentes. Alrededor de veinte millones de trabajadores han ido al paro en los últimos meses.

No olvidemos además, que los vínculos de China con el mercado mundial no se limitan solamente al sector industrial manufacturero. La llamada fábrica del mundo, rebosante de capitales gracias a su abultado superávit comercial, se ha convertido en estos años en uno de los mayores prestamistas de la economía estadounidense3. Parecía un buen negocio, China prestaba y EEUU, a cambio, consumía sus mercancías. Sin embargo, el estallido de la crisis en EEUU está transformando este negocio en un asunto feo. Las estimaciones del gobierno chino respecto a sus pérdidas por las inversiones que ha realizado en renta variable estadounidense van desde los 80.000 a los 240.000 millones de dólares. Y, lo peor, cualquier caída futura del dólar, conllevará una gran pérdida de capitales para China.

Las medidas anticrisis del régimen chino

Semejante combinación de factores ha dado como resultado una reducción en el crecimiento del PIB chino, hasta situarse en un 6,1% en el primer trimestre de 2009, la cifra más baja de los últimos 17 años. Este dato es aún más desolador si tenemos en cuenta que para dar trabajo a las casi diez millones de personas que se incorporan anualmente al mercado laboral la economía necesita crecer a tasas de un 8%.

Ante la difícil situación que se abre en el mercado mundial4, los dirigentes chinos están apostando por relanzar el crecimiento a través del incremento del consumo doméstico. Para ello, han puesto en marcha un generoso plan de inversión estatal que, además, sirve para estimular el crédito. En total se prevé inyectar alrededor de 585.000 millones de dólares en la economía, fundamentalmente a través de inversiones en infraestructuras5. Respecto al crédito, el volumen en el sector privado se ha multiplicado por seis en el último año, mientras la masa monetaria en circulación ha crecido en torno al 25%. Estas medidas han permitido que la producción industrial remontara en marzo así como también las ventas minoristas.

Sin embargo, por sí sólo, este plan no parece ser lo suficientemente efectivo como para volver a situar el crecimiento del PIB en torno al 9%, media de la que este país ha disfrutado en los últimos años. De hecho, hay persistentes rumores sobre la aprobación de un segundo plan estatal de estímulo económico debido al agotamiento de los efectos beneficiosos del primero. También hay voces que advierten de la peligrosa dinámica que genera la expansión crediticia. En la medida en que el sector productivo de la economía se resiente por la recesión, existe el riesgo de que se alimenten procesos especulativos similares a los ocurridos en otros países. Varios analistas destacan con preocupación el aumento de las inversiones bursátiles y en bienes inmuebles. El crecimiento de burbujas especulativas en la bolsa y el sector inmobiliario podría estimular modestamente el crecimiento económico a corto y medio plazo, pero a costa de provocar un desarreglo aún peor a largo plazo como demuestra la experiencia en EEUU.

¿Podrá el consumo interno sustituir los ingresos de las exportaciones?

Todos parecen de acuerdo en que la clave para que el capitalismo chino pueda superar su dependencia de las exportaciones es aumentar la capacidad del consumo de su población. Formular la solución del problema es simple, pero llevarla a la práctica es una tarea más complicada.

No olvidemos que el desarrollo vertiginoso de la economía china se ha basado en parte en la explotación de mano de obra muy barata, es decir, en la existencia de una clase obrera con un poder adquisitivo limitado. El tan insistentemente subrayado espíritu ahorrador del pueblo chino no es otra cosa que el reflejo de la indefensión de las familias trabajadoras que, debido al desmantelamiento de los beneficios sociales de los que las proveía la economía planificada y nacionalizada, deben financiar sus gastos médicos y escolares, así como resguardarse económicamente para períodos de desempleo o cuando se jubilan.

Parece obvio que aumentando los salarios, concediendo generosos y prolongados subsidios de desempleo, garantizando una sanidad y educación gratuitas y universales, se aumentaría el poder de compra de las masas chinas. Pero todas estas medidas van precisamente en dirección contraria a la política desarrollada por los dirigentes chinos.

Hace poco más de dos años que, con el reconocimiento legal de la propiedad privada, los dirigentes estalinistas chinos incorporaron a la esfera del derecho una realidad de hecho en el terreno económico: la legitimidad del beneficio privado y, por tanto, de la desigualdad social. Socavar la propiedad nacionalizada y la planificación económica como cimientos esenciales de la economía y sociedad china, no podía traer otro resultado. Sobre la estrechez económica y la explotación de la gran mayoría se ha desarrollado una capa de nuevos ricos: 825.000 chinos poseen más de un millón de euros. Pero siguen siendo una minoría en un país poblado por 1.200 millones de personas con un poder adquisitivo muy bajo.

No podemos prever con exactitud el ritmo de los desarrollos económicos, pero sí hay algo que estamos en condiciones de afirmar: la desigualdad y la injusticia social que se han desarrollado en China al calor de la restauración capitalista, y que aumentarán bajo la crisis de sobreproducción, preparan un estallido social de grandes proporciones.

NOTAS

1. Según un informe de la Asociación de Fabricantes de Maquinaria y Plantas Industriales de Alemania, China se ha convertido en el mayor productor del mundo de bienes de equipo, desbancando a Alemania.
2. En el primer trimestre de 2009 la Inversión Extranjera Directa ha caído un 20,6%.
3. China posee actualmente divisas extranjeras por un valor de dos billones de dólares, de los que aproximadamente el 70% son dólares USA.
4. El BM advierte que el comercio caerá a su peor nivel en los últimos 80 años, pronosticando para 2009 una caída del 9%.
5. Por ejemplo, sólo en los tres primeros meses de 2009, la inversión en la red ferroviaria se ha triplicado.


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