"El sector inmobiliario se ha movido estos últimos años al ritmo de Ricky Martin con su canción Living la vida loca. Sin embargo, los ritmos alegres en la subida de precios parecen haber tocado su fin. Ya nadie lo oculta: el ciclo está cambiando." (El País 15/8/07)
Nadie lo niega porque los datos son demoledores. Según el Banco de España, entre 1997 y 2006, el precio de la vivienda aumentó un 100% en términos reales y aunque todavía a nivel general no ha empezado a bajar (no es el caso de algunas grandes ciudades como Madrid), sí se constata una desaceleración del incremento del precio de la vivienda, situándose, dicho crecimiento, a niveles del año 2000.
Este cambio de tendencia en el precio de la vivienda, está provocando un gran nerviosismo en el sector, porque esto supone una reducción de los márgenes de beneficio y porque indica que el sector está saturado y las dificultades para vender son cada vez mayores. En 2006, el número de hipotecas firmadas descendió un 10,6% respecto a 2005. El número de casas iniciadas cayó en mayo un 20,7% respecto al mismo mes de 2006 e incluso el consumo de cemento ha descendido en el segundo trimestre de este año.
Todos los indicadores han venido apuntando en los últimos meses a que el cambio de ciclo en el sector inmobiliario era ya una realidad.
La crisis financiera en Estados Unidos detonada por el derrumbe del negocio de las hipotecas de alto riesgo, no ha hecho sino acelerar la tendencia descendente en el sector y aumentar el nerviosismo en los analistas ante lo imprevisible de las consecuencias que una crisis severa en el negocio inmobiliario podría tener en toda la economía española. En ese sentido son muy indicativas las palabras de Xavier Segura, director del Servicio de Estudios de Caixa Catalunya: "Si los bancos centrales no saben el efecto real de la crisis de las hipotecas de alto riesgo, no lo vamos a saber nosotros". (El País, 9/9/07)
El boom inmobiliario es uno de los elementos fundamentales en los que se ha basado el crecimiento que la economía española desde hace más de 10 años y las consecuencias de este cambio de ciclo en el sector ya se están haciendo notar a todos los niveles.
Las turbulencias bursátiles están provocando pérdidas severas en las empresas inmobiliarias. Por otro lado, las "ratas" empiezan a abandonar el barco, como pudimos comprobar el pasado 13 de junio cuando se hizo público que el Banco Santander, entre otras entidades y empresas, había vendido la práctica totalidad de sus inmuebles en el Estado español.
Por otro lado, en lo que va de año, cerca de 7.000 inmobiliarias han cerrado.
La economía real también está empezando a sufrir las consecuencias. Sin ir más lejos, la desaceleración en el sector de la construcción provocó una subida del paro en el sector de 11.900 trabajadores en julio y de 22.088 en agosto, siendo uno de los principales contribuidores al repunte del paro experimentado en estos dos meses.
Pero todo parece indicar que estamos asistiendo solo al principio. Las consecuencias pueden ser dramáticas para la economía española y aunque desde todas las instancias oficiales se trata de tranquilizar a la opinión publica, restando importancia a la situación, los analistas económicos serios así lo creen: "Si estalla la burbuja (inmobiliaria) y los precios caen levemente, el consumo privado se verá afectado, lo que, junto a un menor crecimiento de la actividad constructora, podría poner en riesgo el crecimiento futuro de la economía española." (Expansión)
"Ojo con la corrección en el sector de la vivienda; uno de los principales motores del crecimiento español está a punto de pararse y otros sectores no van a tirar con la misma fuerza". (Ángel Laborda de la Fundación de Cajas de Ahorros)
"Una corrección inmobiliaria tendría un gran impacto sobre la economía, cuyos motores son el consumo interno y la construcción. Este es un ciclo que se retroalimenta y que podría derivar en un frenazo brusco de la economía." (The Wall Street Journal)
Por último, el pasado 26 de junio, la ONU pidió al Gobierno español que alerte a los ciudadanos de la incipiente grave crisis inmobiliaria que se avecina.
Los datos corroboran que la crisis en el sector inmobiliario tendrá profundas consecuencias en toda la economía.
En primer lugar, la construcción parece no tener quien la releve como motor. La producción industrial, a pesar de que en los dos primeros trimestres creció por encima de la construcción por primera vez en los últimos años, desaceleró su crecimiento hasta un 1,3% anual en julio, lo que indica que el factor determinante para que superara a la construcción fue la desaceleración de ésta, no el crecimiento de la producción industrial.
Por otro lado, el recurso al crédito, factor que hasta ahora había contribuido de forma importante a la expansión económica, puede transformarse de manera brusca en todo lo contrario, convirtiéndose en un lastre de incalculables consecuencias para toda la economía.
Hay casi un billón de euros concedidos en créditos hipotecarios, de los que actualmente se calcula que 34.221 millones de euros son difíciles de cobrar. Estas cifras, junto a los todavía bajos niveles de morosidad (mayo 2007 un 0,693%, junio un 0,706%), todavía no parecen preocupantes, pero pueden crecer rápidamente en un contexto de problemas en el mercado laboral, como ya estamos empezando a ver.
A esto hay que sumar la inmensa deuda que las familias tienen contraída con los bancos, que en 2005 alcanzó el 105% de la renta disponible y en 2006 un total de 832.289 millones de euros.
Esta deuda en un contexto de aumento del paro y de subida de los tipos de interés (el Euribor se encuentra ya en torno al 4,8%), con miles de familias sin poder hacer frente a sus cuotas hipotecarias, puede colocar la economía al borde del abismo.
Como siempre pasa después de años de crecimiento interrumpido, de orgías especulativas y de borrachera de beneficios, una vez más, todo parece indicar que el sueño se va a convertir en pesadilla y aunque para los trabajadores el boom económico nos está trayendo pocos beneficios, los capitalistas intentarán que seamos nosotros los que paguemos los platos rotos de su sistema.
Debemos estar preparados, organizarnos y exigir dentro de nuestras organizaciones una respuesta contundente a los ataques que sin duda alguna recibiremos.