En el momento de escribir este artículo, los mercados mundiales aún se están recuperando de otro shock del sistema provocado por la crisis crediticia que se ha venido desarrollando en los mercados financieros capitalistas desde finales del verano pasado.

 

En el momento de escribir este artículo, los mercados mundiales aún se están recuperando de otro shock del sistema provocado por la crisis crediticia que se ha venido desarrollando en los mercados financieros capitalistas desde finales del verano pasado.

La última sacudida fue aún más grande. A última hora del domingo por la noche, 16 de marzo, la Reserva Federal estadounidense anunció que Bear Stearns, el quinto banco de inversión más grande de EEUU, se había hundido. Así que acordaron que JP Morgan-Chase, un banco aún mayor, absorbiera Bearn Stearns. JP Morgan pago sólo 2 dólares por acción y no tendrá que pagar nada más en efectivo, sólo tendrá que ofrecer acciones de JP Morgan a los accionistas de Bear Stearns. Al mismo tiempo, los enormes préstamos y bonos valorados en 30.000 millones de dólares que Bearn Stearns tenía en sus libros estarán garantizados por un préstamo de la Reserva Federal a JP Morgan.

En realidad, JP Morgan se hace con Bear Stearns y sus empresas por prácticamente nada. Ha pagado 256 millones de dólares (y no en efectivo) por un banco que sólo sus edificios valen 2.000 millones de dólares y cuyas acciones ¡valían más de 100 dólares cada una hace unos pocos meses! Y los préstamos de riesgo que Bear Stearns tenía, que son la causa de su caída, estarán garantizados por la Fed. ¡Un buen acuerdo para JP Morgan!

Las autoridades norteamericanas hacen esto porque saben que Bear Stearns no podría cumplir con sus obligaciones hacia otros bancos y los acreedores. Se había quedado sin efectivo y nadie en Wall Street, el centro financiero de Nueva York, estaba dispuesto a prestarle. Si se le hubiera permitido caer todos los demás bancos de Wall Street y Europa también habrían sufrido enormes pérdidas por los préstamos y contratos con Bear Stearns, quizá alguno de ellos habría entrado en bancarrota.

La Fed tuvo que actuar rápidamente para apuntalar el gran sistema financiero capitalista. Así que ha asumido una obligación considerable hacia el resto del sistema bancario en nombre del contribuyente, es decir, nosotros.

Lo que ha hecho la Fed recuerda a lo ocurrido en Gran Bretaña con Northern Rock. En ese caso era un prestamista hipotecario de tamaño medio que tenía la pretensión de convertirse en un banco más grande, pero cayó por que no pudo pedir prestado el dinero suficiente para pagar los intereses o el principal a los bancos e inversores que habían comprado sus hipotecas.

En este caso, el Banco de Inglaterra rechazó una oferta de Lloyds Bank para comprar Northern Rock por una miseria con garantías sobre sus préstamos, como hizo la Fed con JP Morgan para comprar Bear Stearns. En su lugar, optó por salvar el banco poniendo dinero directamente de los fondos de los contribuyentes.

El plan del Banco de Inglaterra no funcionó y acumuló enormes obligaciones, casi 100.000 millones de dólares comparados con los 30.000 millones que ha puesto la Fed. Finalmente, el gobierno tuvo que nacionalizar Northern Rock con el objetivo de despedir a la mayor parte de la fuerza laboral y liquidar la mayoría de las hipotecas para recuperar nuestro dinero.

Cualquiera de las soluciones por las que optaron las autoridades monetarias de EEUU o Gran Bretaña, lo que demuestra es que la contracción del crédito ha alcanzado tal proporción que son ahora los bancos grandes los que están contra la pared. No es extraño que el anterior presidente de la Fed, Alan Greenspan, calificase esta crisis financiera global como la peor desde los años treinta. El sector financiero del capitalismo se tambalea.

¿Cómo ha llegado a esta situación lamentable? La clave para comprender la crisis es el cambio de relación entre los sectores productivo y no productivo del capitalismo. El capitalismo es un sistema de producción de mercancías necesarias para conseguir un beneficio. La producción no es la necesidad, sino el beneficio. Si no hay beneficio no hay producción, aunque las personas necesiten mercancías o servicios.

Según esta definición, los sectores productivos del capitalismo son aquellos que generan beneficio. Marx explicó que sólo el trabajo puede generar un valor y que el beneficio se materializa cuando el valor de las mercancías o servicios se venden en el mercado por encima del coste de emplear mano de obra, de la inversión en plantas y materias primas necesarias para fabricar las mercancías o servicios.

Pero algunos sectores del capitalismo parecen que pueden generar un beneficio, pero lo que en realidad hacen es extraer o redistribuir los beneficios generados en otros sectores de la economía. De este modo, las empresas de bienes inmuebles pueden hacer beneficios de la compra o venta de propiedades o de los honorarios que ellas cobran. Pero en ese proceso no se produce nada. También se consiguen beneficios cuando los constructores privados construyen una casa y la venden. Pero en este último caso si se produce algo. Desde el punto de vista del capitalismo, el sector productivo es la construcción de casas y el improductivo sería el sector de bienes inmuebles, porque en el primero es donde se genera originalmente el beneficio que después consiguen los agentes inmobiliarios.

Para el capitalismo, los sectores productivos que generan beneficios son la manufactura, minería, transporte y comunicaciones. Pero estos sectores deben comprar los servicios de abogados, agentes inmobiliarios, asesores y sobre todo deben pedir dinero prestado a los bancos e instituciones financieras para financiar inversiones y pagar a sus empleados. Estos sectores son necesarios para lubricar los engranajes del capitalismo, pero no son productivos porque no generan beneficios para el conjunto de la economía, sino que sencillamente recogen un pedazo de los ingresos producidos por los sectores productivos.

Igual de "necesario" e improductivo para el capitalismo son los sectores gubernamentales de la sanidad, educación, policía y fuerzas armadas. Son necesarios para preservar la salud y las habilidades de la fuerza laboral, y para mantener la "ley y el orden". Pero no generan plusvalía ni generan beneficio por sí mismos.

Lo que ha ocurrido durante los últimos veinticinco años ha sido una masiva expansión de los sectores improductivos de la economía capitalista (al menos en las economías capitalistas desarrolladas maduras de Norteamérica, Europa Occidental y Japón). Según ha madurado el capitalismo, cada vez se ha orientado menos hacia la producción. Los reducidos sectores productivos han tenido que financiar un sector productivo en expansión o economías capitalistas maduras que han tenido que extraer beneficios de los sectores productivos de China, India y América Latina que han crecido rápidamente.

Como resultado de este proceso, el crecimiento económico en las economías maduras se ha desacelerado poco a poco comparado con las décadas doradas de los años cincuenta y sesenta. El crecimiento económico no ha sido tan convulsivo y volátil como en los años setenta, pero no ha superado la media del 3 por ciento anual en las economías desarrolladas, comparado con el 5-6 por ciento del período posterior a 1948.

Por eso cada vez más inversión se ha desviado hacia los sectores no productivos que sólo tenían la apariencia de mejor rentabilidad. Peor aún, como la rentabilidad caía en los sectores productivos, las autoridades monetarias intentaron estimular el crecimiento bajando los tipos de interés y poniendo más dinero en circulación. El capital monetario creció, dando la apariencia de que había mucho capital o beneficio para reinvertir.

Pero como diría Marx, era capital ficticio. No era real porque no se basaba en los beneficios de los sectores productivos del capitalismo, sino que sólo era el resultado de poner más dinero en circulación, de los contratos de bonos, hipotecas y otros instrumentos financieros. En los últimos quince años han aparecido nuevos y exóticos instrumentos financieros destinados a financiar la compra de acciones, edificios, casas e incluso algo de inversión en la producción real.

Este capital ficticio alcanzó niveles astronómicos. La producción anual mundial alcanzó un valor de aproximadamente 53 billones de dólares en 2007. Sin embargo, los préstamos bancarios alcanzaron los 40 billones de dólares, los mercados de acciones del mundo llegaron a los 70 billones de dólares y, más asombroso aún, los mercados de derivados (contratos para comprar o vender bonos, acciones o préstamos a una fecha determinada) alcanzaron los 500 billones de dólares, ¡diez veces más que el PIB mundial!

Es evidente que el capitalismo mundial cada vez es más irreal. Esta situación no podía durar. El detonador fue el sector inmobiliario, después de todo, era una de las partes más grandes del capital ficticio. Durante aproximadamente los últimos quince años, las hipotecas baratas y la gran afluencia de dinero permitió a los asalariados medios entrar en el mercado inmobiliario. En todas partes el mercado inmobiliario se disparó: los precios subían alimentados por hipotecas cada vez mayores e incluso precios más elevados. La apariencia de prosperidad llevó a los propietarios de casas a pedir dinero prestado sobre sus casas y gastar como si no existiera el mañana.

Y los bancos no sólo concedían cada vez más hipotecas a personas que no se las podían permitir, también vendías estas hipotecas como bonos a otros bancos e inversores atraídos por intereses y precios más elevados de lo que ellos ganaban.

Después, aproximadamente a mediados de 2005, los precios inmobiliarios norteamericanos dejaron de subir tan rápido e incluso comenzaron a caer. Los precios ya eran tan altos que muchas personas ya no podían comprar, incluso con hipotecas accesibles y baratas. Los sectores productivos de la economía ya no generaban aumentos salariales y beneficios suficientes para costear los elevados precios inmobiliarios. Igual que la burbuja bursátil estalló en 2000, lo que llevó a la recesión económica de 2001, ahora le tocaba el turno a la burbuja del mercado inmobiliario.

Los precios inmobiliarios en EEUU han caído ya más de un 10 por ciento, con caídas del 30 por ciento en estados clave como California y Florida. La gente comenzó a dejar de pagar sus hipotecas. Los bancos han tenido que cancelar como incobrables estas deudas. Pero muchas de estas hipotecas fueron empaquetadas como bonos y vendidas a terceros. Los inversores ahora se encuentran con que sus bonos no valen nada. Habían pedido dinero prestado basados en el valor de estos bonos y ahora tampoco podrán pagar a sus acreedores. Pronto la crisis del crédito se trasladó a los sectores financieros de EEUU, Europa y Asia. Finalmente hemos llegado a Bear Stearns.

Cuando los bancos tienen que pagar las pérdidas con el dinero de sus accionistas, se ven obligados a encontrar más inversores o sino deben reducir el préstamo. Por eso no pueden prestar más de diez veces el valor del capital de sus inversores o de los depósitos que tienen. La mayor parte del tiempo, los inversores y los depositarios no quieren disponer de la totalidad de su dinero, por eso los bancos se ‘apalancan', sumen que sólo necesitan desembolsar aproximadamente el 10 por ciento de su exigible.

Así, si su capital desaparecer cuando tienen que saldar pérdidas y si todos los depositarios exigen el reembolso de su dinero, entonces se enfrentan a la bancarrota. Deben ser cuidadosos y reducir los préstamos si no quieren derrumbarse como Bear Stearns. Así que deben desapalancarse.

Los bancos y otras instituciones financieras ahora se están desapalancando como locos. No quieren prestar más a los propietarios de viviendas o manufactureros, cada vez prestarán menos y con tipos de interés más elevados. El capital ficticio está desapareciendo y la lamentable situación del capital real es evidente.

Esta situación alimenta la recesión económica. Como ya hemos explicado muchas veces, la rentabilidad capitalista sube y baja de acuerdo con los ciclos, como explicaba Marx en la ley de la tendencia a la caída de la tasa de beneficios. Es una tendencia, la rentabilidad no siempre cae. En realidad, en EEUU, Gran Bretaña y Europa subió desde 1982 hasta 1997. Pero ahora estamos en medio de una fase descendente de la rentabilidad y que probablemente pueda durar hasta 2013-2015.

En la fase descendente, la caída de los beneficios algunas veces puede llevar a una caída real de la masa de beneficios generada por el capitalismo, provocando una recesión económica donde la producción cae, el desempleo aumenta y la inversión cae hasta que se consiguen restaurar los beneficios.

Este proceso está ocurriendo ahora. Los beneficios empresariales en EEUU están cayendo y pronto ocurrirá también en las empresas europeas. Después caerá la inversión o se frenará, el desempleo, que había bajado en EEUU y Europa desde 2002, comenzará a subir, y lo hará rápidamente.

La última recesión económica en 2001 fue muy suave porque, aunque cayeron los beneficios, la enorme explosión del capital ficticio en el mercado inmobiliario consiguió mantener alto el consumo. Ahora estamos entrando en una recesión económica, los mercados inmobiliarios están a la baja en todas partes y el crédito se ha agotado. Esta puede ser la peor crisis económica del capitalismo desde 1991 o 1981, y quizá tan mala como la de 1975-1975.


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