Cada migrante muertx bajo responsabilidad de ICE, cada cuerpo hallado sin vida en el Río Grande, cada familia incompleta… no son hechos aislados, son el resultado lógico y calculado de la maquinaria imperialista estadounidense, que devora a la clase trabajadora precarizada y aprovecha de ésta hasta la última gota.
La violencia contra lxs migrantes es una de las expresiones más despiadadas de un sistema putrefacto y en crisis: el capitalismo en su fase imperialista, que como hemos observado más de una vez a lo largo de la historia, necesita del fascismo para azotar a la clase trabajadora, tanto dentro como fuera de sus fronteras.
La carne de cañón del capital
Las personas que huyen de la pobreza y la violencia en América Latina hacia Estados Unidos son el resultado de siglos de explotación imperialista. Sus países de origen han sido sometidos a un saqueo sistemático, a golpes de estado orquestados por la CIA para instalar dictaduras, a tratados de "libre comercio" que someten y generan dependencia económica, y a la extracción de plusvalía por parte de empresas estadounidenses –y demás trasnacionales y nacionales– que pagan salarios que sentencian a lxs trabajadores a la miseria.
Lxs migrantes son miembrxs de la clase obrera internacional desplazadxs por la mano depredadora del capital. Cuando huyen hacia el norte, no lo hacen en búsqueda del "sueño americano", como la Casa Blanca se ha encargado de vender al mundo entero a través del cine de Hollywood, sino buscando sobrevivir a la pesadilla que el propio imperialismo yanqui creó en sus lugares de origen. Su desplazamiento no solo se trata de un éxodo forzado, sino de una operación calculada para que, intentando huir, vayan directamente hacia las manos de su principal opresor, quien terminará presentándose como la víctima de una “invasión” que debe ser contenida a como dé lugar.
Trump y el Estado burgués desenmascarado
Las políticas en la administración de Trump, desde la "Tolerancia Cero" hasta la construcción del muro, no han sido aberraciones sin precedentes o un giro de 180 grados en la política migratoria estadounidense, sino la eliminación de la hipocresía liberal; el fascismo no es una trasposición del Estado burgués, sino su revelación en tiempos de crisis. Trump ha desenmascarado al imperialismo al pronunciar abiertamente la doctrina que siempre ha guiado al aparato estatal estadounidense: la deshumanización de sus enemigxs de clase y racializadxs.
Esta deshumanización, lejos de ser una invención de la era de Trump, ha sido el hilo conductor de la historia del capitalismo estadounidense, un Estado fundado sobre el genocidio nativo y la esclavitud racial. Por ello, figuras como Barack Obama, envueltas en la retórica multicultural del establishment –que promueve un discurso de diversidad, inclusión y representación étnica– actuaron como administradores eficaces del mismo aparato represivo, sin alterar en lo más mínimo las estructuras económicas y de poder. La presidencia de Obama, lejos de contradecir la naturaleza racista del imperialismo, fue dotada de una fachada "progresista", al mismo tiempo que deportaba a un número récord de migrantes –alrededor de 3 millones. Así, se demuestra que el Estado burgués, ya sea bajo una máscara liberal o un rostro fascista, reproduce de forma constante y necesaria el terror racial como pilar de su dominación de clase.
Pero lo anterior no significa subestimar el peligro que implica el trumpismo, todo lo contrario, los discursos y políticas abiertamente fascistas de Trump cumplen funciones vitales para la burguesía en crisis: llegar a las capas menos politizadas y más decepcionadas de la clase trabajadora, intoxicándolas con un nacionalismo chovinista y racial; generar un terror que paraliza y desorganiza a los sectores más vulnerables del proletariado; y normalizar la violencia y la lógica del exterminio, rompiendo con la solidaridad de clase y creando un terreno fértil para la justificación y expansión del aparato represivo.
ICE el brazo armado del trumpismo y el capital financiero
ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos), que nada tiene que envidiarle a la Gestapo del régimen nazi, no es una agencia de aplicación de justicia; se trata de una fuerza paramilitar construida para cazar personas racializadas de todas las edades, sin presentar orden judicial, con “agentes” y vehículos no identificados, y a través de la violencia más brutal. Como en julio de este año, cuando una madre y su hijo de 4 años fueron secuestradxs por elementos de la HSI (Oficina de Investigaciones de Seguridad Nacional) –subdivisión de ICE– como señuelo para localizar a su esposo, a quien verdaderamente perseguían.
Al menos 22 personas han muerto bajo custodia de ICE durante el último año, más de la mitad son latinas, 7 de ellas mexicanas; como Miguel Ángel García Hernández, joven de 31 años asesinado el 29 de septiembre por un francotirador en una oficina del ICE en Dallas, siendo 2025 el año más mortal para lxs detenidxs por esta agencia desde 2004. Tres de estas muertes han sido a partir de suicidios provocados por las condiciones inhumanas dentro de los centros de detención para migrantes, y donde también se han denunciado abusos físicos y sexuales, maltrato a infancias y mujeres embarazadas, falta de alimento y agua, exposición a altas temperaturas, separación de familiares, etc. Estas muertes, ya sea por negligencia médica, suicidio o asesinato, son violencia de clase, el precio que la burguesía exige para mantener sus privilegios.
Asimismo, desde el inicio del segundo mandato de Trump, 60 mil personas han sido detenidas, abarrotando los centros de detención de migrantes y alimentando el negocio multimillonario que estas prisiones representan; tal es el caso de los gigantes carcelarios de CoreCivic y GEO Group, el mayor operador de prisiones en EEUU, que obtuvo ingresos por 2, 400 millones de dólares en 2024 y que pretende duplicar sus servicios y ganancias bajo el cobijo de la nueva administración de Trump. Resulta necesario resaltar que dentro de los principales accionistas de estas empresas, cuyas acciones desde luego van a la alza, se encuentran fondos de inversión como BlackRock, Vanguard y Goldman Sachs, tres de las principales entidades que han financiado el genocidio en Palestina mediante la compra de bonos de guerra. Es evidente, el capital financiero ha hecho del genocidio, la limpieza etnica y la persecución de migrantes un negocio multimillonario.
La lucha de clases no tiene fronteras
La solidaridad internacionalista es la única respuesta. Denunciar a ICE, exigir su abolición y echar abajo todas las fronteras es un imperativo de clase. La liberación de la clase trabajadora es una tarea universal que no conoce banderas. Lxs migrantes perseguidxs, violentadxs y asesinadxs por ICE serán vindicados mediante la organización y la lucha revolucionaria que entierre, de una vez por todas, al sistema capitalista responsable de su opresión.
¡Nativa o extranjera, la misma clase obrera!












