A dos meses de la celebración de las convenciones demócrata y republicana, que elegirán a los candidatos para las elecciones presidenciales del mes de noviembre, nada está decidido. En el bando republicano, después de vencer el 20 de abril en las primarias del estado de Nueva York, Donald Trump está más cerca de su objetivo, pero aún lejos de los 1.237 delegados necesarios para la nominación: hasta ahora ha conseguido 849, unos 300 más que su rival Ted Cruz. El posible triunfo de Trump preocupa a la clase dominante norteamericana, su verborrea ultraderechista está contribuyendo a profundizar la polarización política. Cada una de sus intervenciones públicas va acompañada de protestas masivas y piquetes en su contra. La clase dominante y el aparato del Partido Republicano buscan desesperados un candidato más moderado como alternativa. La particularidad de la convención republicana es que se puede presentar un candidato sin la necesidad de pasar por el proceso de primarias. Después de tantear a Bloomberg, el multimillonario exalcalde de Nueva York, ahora intentan que acepte presentarse Paul Ryan, presidente del Senado, un candidato que sería bien visto por casi todos los sectores del partido.
El controvertido triunfo de Hillary Clinton en Nueva York
En el campo demócrata, Hillary Clinton venció en Nueva York. Una vez más fue una victoria polémica, con claras evidencias de fraude. En este estado las primarias son cerradas y sólo pueden votar los simpatizantes registrados como tales, quedando fuera unos tres millones de seguidores de Bernie Sanders inscritos como independientes. Además, se exigen meses de antigüedad para ejercer el voto. Más escandaloso si cabe es que la votación estuvo plagada de incidentes, el más destacado fue la desaparición, sin ninguna justificación, de casi 130.000 personas del censo, muchos con décadas de afiliación demócrata, por supuesto, la mayoría en zonas favorables a Sanders. Y como sucedió en Arizona, se instalaron tan pocas mesas electorales que hubo gente esperando más de cinco horas para votar. Ha sido tan escandaloso que la fiscalía del estado ha anunciado una investigación, como sucedió en Arizona, Illinois o Nevada. En este último estado inicialmente ganó Clinton por un escaso margen sobre Sanders, pero tras investigar las irregularidades Sanders fue declarado vencedor de las primarias. En la investigación de Illinois se ha descubierto cómo en algunas mesas se quitaban votos a Sanders sin justificación y al mismo tiempo sumaban votos a Clinton.
Cuando comenzaron las primarias, Hillary y el establishment demócrata creían que ésta vencería con facilidad. Tras la victoria de Sanders en ocho de las últimas nueve primarias, Clinton esperaba que su triunfo en Nueva York, estado por el que fue elegida senadora en dos ocasiones, asestara un golpe decisivo a la campaña de Sanders e inclinara decisivamente la balanza a su favor. Aunque ha ganado con 15 puntos de ventaja, sólo ha ampliado su ventaja de delegados en 35, en total tiene 1.424 delegados frente a los 1.149 de su rival, pero aún está lejos de los 2.382 necesarios para la nominación.
A pesar de la supuesta derrota, la campaña de Sanders en Nueva York ha sido histórica, con mítines en los que han participado decenas de miles de personas, superando todos los récords de la ciudad. En el Washington Square Park congregó a 27.000 personas y en Manhattan, símbolo de la élite financiera norteamericana, reunió a miles de personas, demostrando una vez más el entusiasmo que ha despertado su candidatura en todo el país. La campaña de Sanders representa un hito histórico en la política estadounidense, unos siete millones de personas han votado en las primarias por un candidato “socialista”, que habla de redistribuir la riqueza y acabar con el dominio de los millonarios de la vida política. Casi tres millones han apoyado económicamente la campaña. Estos resultados habrían sido imposibles sin la participación activa de miles de seguidores a lo largo y ancho de EEUU que han logrado superar la muralla de silencio impuesta por los medios de comunicación sobre Sanders.
Preocupación y maniobras de la clase dominante
El silencio de los medios de comunicación, los artículos venenosos de economistas como Paul Krugman o los 16 artículos en 16 horas, uno por hora, contra Sanders publicados el 1 de marzo por el Washington Post, demuestran el nerviosismo de la clase dominante. Su preocupación no es tanto Sanders como candidato, sino el mensaje político que ha conectado con el descontento que existe entre millones de jóvenes y trabajadores que ahora están dispuestos a votar a un candidato socialista. Roger Altman, secretario adjunto del Tesoro durante la presidencia de Bill Clinton, expresaba este temor en un artículo titulado ‘La furia de los votantes norteamericanos está en su infancia’: “En su núcleo, esta rabia es económica. Cada vez más estadounidenses tienen problemas para llegar a fin de mes. Muchos de los empleos creados desde la crisis financiera son con bajos salarios. Los votantes no esperan ingresos mejores en el futuro. Para una nación acostumbrada a creer que cada generación viviría mejor que su predecesora esto es una píldora amarga de tragar (…) la presión de la renta que hoy vemos continuará. Si lo ignoramos la furia del votante se intensificará” (The Financial Times, 4/4/16).
Las primarias no han terminado, pero lo sucedido en Arizona o Nueva York demuestran que el aparato del Partido Demócrata hará todo lo posible para que Clinton sea elegida candidata, aunque eso signifique el desprestigio del partido ante un sector importante de la población.
Si Sanders no es el elegido, sería un error desperdiciar los enormes recursos materiales y humanos que ha movilizado durante la campaña. En pocos meses la posibilidad de construir un partido independiente que represente los intereses de los trabajadores y la juventud se podría hacer realidad. Muchos de los comités de apoyo a Sanders ya están dando el paso de organizarse a nivel local y estatal para que el movimiento no desaparezca y se convierta en una alternativa política. Algunos han ido más allá y están recogiendo firmas para pedir a Sanders que no apoye a Clinton y se presente como candidato independiente a las presidenciales de noviembre, entendiendo que el camino para derrotar a Trump o Cruz no es votar “al mal menor”, en este caso Clinton, que representa los mismos intereses políticos y económicos que los candidatos republicanos.
Las próximas semanas serán decisivas. En todo caso, sea cual sea el resultado final de las primarias, esta campaña está revelando la profundidad de la crisis política, social y económica que vive EEUU, abriendo una nueva etapa histórica marcada por la polarización política y el cuestionamiento del sistema.