La situación del periodo previo a las elecciones presidenciales en Francia a finales de abril es extremadamente volátil. En las semanas pasadas tres candidatos organizaron mítines electorales en la ciudad de Lyon. Marine Le Pen lanzó su campaña –“En nombre de la gente”- en un congreso de dos días con una asistencia de en torno a 1.000 personas. El mitin de Macron atrajo a 8.000 y Melenchon, candidato de la izquierda, tuvo una audiencia de 12.000 además de 6.000 en Aubervilliers cerca de Paris con un holograma de sí mismo (!).
La derrota del anterior Primer Ministro, Manuel Valls, en las primarias presidenciales del llamado Partido Socialista fue tan devastadora por sus dimensiones como por sus consecuencias. Por un lado, Benoit Hamon ganó la nominación con casi el 59% de los votos. A pesar del apoyo de muchos líderes locales y nacionales del PS, Valls tenía mucho menos apoyo entre los afiliados. Su mitin con mayor asistencia contó con 500 personas mientras que Hamon atraía entre 2.000 y 3.000 a los suyos.
Valls se negó a escuchar a los millones de manifestantes y huelguistas en la primavera de 2016 y a las encuestas que invariablemente decían que más del 70% estaba en contra de la reforma laboral; apostó por la represión policial y judicial (1750 personas fueron procesadas tras esas batallas); recurrió seis veces a las maniobras ejecutivas “49-3” para pasar por la Asamblea Nacional sus cambios reaccionarios. ¿De verdad creía que en cuanto tuviese que enfrentar un mínimo elemento de democracia no iba a sufrir las consecuencias de su actitud autoritaria y despectiva? Ha recogido lo que ha sombrado y es poco probable que el rechazo que ha experimentado desaparezca.
La arrogancia de los políticos de la burguesía
Por las mismas razones, y por los mismos medios, fueron rechazados Sarkozy y Juppé en las primarias de Les Républicains – la derecha tradicional. Pagaron por su intransigencia frente a la lucha social y por su participación en muchos “escándalos empresariales”.
En 2014 Valls llegó a Primer Ministro, a pesar de haber obtenido menos del 6% en las primarias del PS en 2011, con sus propuestas muy neoliberales como “desbloquear 35 horas”. Al nominarlo, Hollande sabía muy bien que la derecha del partido tomaría las riendas y ampliaría el carácter pro-capitalista de su política. Efectivamente, a pesar de su discurso en Le Bourget en 2011 (“Mi enemigo, ¡es el mundo financiero!”), él ha continuado el giro a la derecha como otros partidos socialdemócratas en Europa, desde Blair en Gran Bretaña hasta Renzi en Italia. Valls, porque la gente así vive separada del resto de las personas y las toma por idiotas, incluso creía que su propuesta de enmendar la ley a través del infame “49-3” sería aceptable. En sus reducidos círculos, sólo cuentan las maniobras, no el respeto por las obligaciones, y menos aún la opinión de la población. En una maniobra final no presentándose a las elecciones, Hollande (cuya popularidad tocó fondo) pretendía escapar de una ignominiosa penalización en las primarias y en las elecciones presidenciales del 23 de abril, haciendo recaer su responsabilidad sobre otros.
La otra importancia de las primarias del PS
La segunda lección es que el candidato más izquierdista fue el que ganó a pesar de todos los candidatos presentados para dispersar los votos. Hamon no tiene un programa muy de izquierdas, a pesar de lo que dicen los medios. Su propuesta de un “ingreso universal” de 750 euros (el cual es en realidad una cantidad aproximada ya que el primer paso anunciado es una subida del 10% en los mínimos sociales para luego pasar hasta los 600 euros, y el resto lo decidirá un “congreso ciudadana”…) apuntaría de hecho a fusionar la RSA (Revenu de solidarité active – una especie de ayuda mínima para parados de larga duración), con las otras diversas ayudas (de vivienda, familiares, etc.) para los más desfavorecidos. La conquista sería entonces irrisoria: una persona que percibe la RSA y ayudas de vivienda, puede recibir actualmente 742 euros, lejos de la línea de pobreza calculada en los 1.000 euros. No exigiendo empleo para todos obligando a las compañías a contratar a trabajadores gracias a jornadas laborales reducidas, la propuesta de Hamon es en realidad la aceptación de la dominación de las grandes empresas capitalistas.
Nada muy nuevo, tampoco, cuando habla de una Sexta República o de encontrarse con Hollande o el Primer Ministro Cazaneuve. Hamon nunca llevó su oposición hasta el final como un llamado “divisor”: votó por los presupuestos de la austeridad decididos por el gobierno. Es cierto que apuesta por la derogación de la reforma laboral y quiere acompañar su neoliberalismo con medidas menos severas. Pero las razones de aquellos que votaron a Hamon van más allá. Expresaban el deseo de vencer a Valls sobre las bases de un candidato a su izquierda.
El deseo de lanzar un proceso que pueda llevar a la refundación de una nueva fuerza política a la izquierda del PS está presente en estos votos. Y de por sí, eso es positivo. Es suficiente para levantar miedos dentro del PS. Algunos ya están yendo hacia el candidato de los banqueros, Macron, mientras que otros intentan utilizar todos los mecanismos antidemocráticos (y hay muchos) dentro del partido “socialista” para forzar a Hamon a integrar en su programa las ideas defendidas por Valls.
El PS y la campaña de Hamon: se anuncia una crisis
No habrá campaña del PS para las elecciones presidenciales sobre las bases del programa de Hamon en las primarias: esto ya ha sido aclarado por la mayoría de los “tenores” del PS. Ahora que ha arrancado la selección de los candidatos para las elecciones legislativas, y muchos de los que están cerca de Valls han sido nominados, incluida la autora de la reforma laboral, El Khomri, es difícil imaginar una campaña por su derogación. Sólo una minoría de los candidatos nominados por el PS estarán en la línea de Hamon.
Sólo tiene una oportunidad si hace balance de la potencial explosión que se está dando en el Partido Socialista. El mismo Valls ha tenido que organizar un encuentro de emergencia el 31 de enero para instar a muchos de los líderes a no “abandonar el PS”. Por el momento, los líderes intentarán silenciar a Hamon, el cual no tiene la base entre la afiliación para pararlos. Inevitablemente caerá en las encuestas. Las próximas semanas serán cruciales. El potencial para una nueva fuerza política a la izquierda del PS ha sido reforzado con la victoria de Hamon en las primarias. Incluso si, como es muy probable, Hamon no sigue en esta dirección, es sin embargo la que quiere la gente que ha votado por él.
La candidatura de Mélenchon en las elecciones presidenciales, y su campaña –‘Francia Insumisa’ (FI)- representan una parte de este potencial. También es positivo que Mélenchon haya dicho que está listo para conocer a Hamon, mientras que reconoce que hay toda una serie de posiciones adoptadas por el ganador de las primarias del PS que no son compatibles con las del FI. Notablemente en materia de empleo, dónde el FI defiende una jornada de 32 horas a la semana con un incremento de empleos y salarios más altos. Respecto a Europa, Hamon no sostiene en absoluto un desafío a la Unión Europea. Pero la táctica de Mélenchon tiene sus propios límites confinándose a sí misma únicamente al campo electoral.
Por un lado, toda una capa de jóvenes y trabajadores se está preparando para abstenerse en las próximas elecciones porque ya han tenido suficiente de este circo político llevado a cabo a espaldas de la población y es bastante entendible. Por otro, lo que falta ante los ataques de los capitalistas y del gobierno a la juventud, trabajadores y la mayoría de la población es una fuerza capaz de hacer que decenas de miles de personas se organicen, se reapropien de la política y luchen contra el capitalismo. Es esto lo que tendrá que discutir el FI en las próximas semanas, y más aún si aquellos que votaron a Hamon llegan a ver que este último no tiene una posibilidad real de llevar adelante una ruptura real con las desastrosas políticas de Hollande.