Se han celebrado elecciones presidenciales en Rusia y por quinta vez desde el 2000 no ha habido más opción que esta: o Putin, o alguno de los otros candidatos, que no tienen ninguna oportunidad de ganar. La única excepción fue en 2008, cuando Medvedev se presentó para mantenerle caliente la silla presidencial a Putin durante los cuatro años en que este no pudo ocuparla por razones legales.

Después de las últimas elecciones en 2012, estallaron protestas contra el fraude electoral. Esta vez las manifestaciones se han llevado a cabo antes de la votación. Hace unas semanas, una ola de movilizaciones juveniles secundada en más de cien ciudades barrió Rusia, desde Moscú donde miles de personas se manifestaron a -6 grados centígrados, hasta Yakutsk, donde la treintena de manifestantes sufrieron los -45 grados. 

La policía llevó a cabo redadas generalizadas en decenas de locales del político Alexei Navalnii, quien había hecho un llamamiento a estas protestas. Detuvieron a pasajeros en aeropuertos y estaciones y buscaron en albergues estudiantiles para poder confiscar cualquier panfleto. El propio día de la manifestación, trescientos manifestantes, incluido el propio Navalnii, fueron detenidos por la policía. Sin duda, al régimen le preocupaba que una nueva escalada de manifestaciones antes de las elecciones pudiera provocar la expresión de un descontento más amplio y profundo. El Ministerio de Defensa, según algunos soldados, ha estado preguntando a los uniformados quién creen que es el político “favorable a Occidente” más popular, más partidario de una "revolución de color", y si estarían dispuestos a obedecer una orden de uso de la fuerza contra los que piden acabar con la Constitución rusa actual.

En una primera protesta en marzo de 2017, los jóvenes marcharon sin pancartas ni consignas. Ahora están haciendo las manifestaciones suyas, llevando pancartas con lemas como "El quinto mandato de Putin debería ser su mandato a prisión" y "Putin: el pueblo tiene derecho a alzarse contra la tiranía y la represión". Cuando el político derechista Vladimir Zhirinovski se presentó en la manifestación de Moscú para tratar de hacer campaña política, fue abucheado; le exigieron que retirara su candidatura y se burlaron de él llamándole "bufón del zar".

Varios de los manifestantes comentaban que no sentían especial simpatía por Navalnii, pero que boicotearían las elecciones ante la falta de candidatos reales de la oposición. Navalnii, un populista de derechas, se ha visto obligado a presentar una imagen más izquierdista, exigiendo por ejemplo un salario mínimo, y sanidad y educación públicas y gratuitas. Durante su campaña distribuyeron decenas de miles de serpentinas rojas con la inscripción "zabastovka" (“huelga”). Aunque Navalnii no tiene intención alguna de organizar huelgas; de hecho él no ofrece ninguna estrategia de lucha, excepto que los jóvenes deben protestar cuando él quiera. El hecho de que los jóvenes manifestantes en otras ciudades mantuvieran la consigna de la huelga en sus manifestaciones significa que la juventud pone sobre la mesa esta forma de lucha.

Ausencia de oposición real

La victoria de Putin por un 77%, según los datos oficiales, refleja que el apoyo a Putin todavía es mayoritario, en gran medida debido a que se le asocia con el fin de los años catastróficos del gobierno de Boris Yeltsin, posterior al colapso de la URSS. Putin llegó al poder dos años después del colapso del rublo y tras los atentados con bombas en bloques de viviendas, supuestamente perpetrados por terroristas chechenos. Se presentó como un líder fuerte preparado para terminar con el caos y organizó una encarnizada guerra para restablecer el control sobre Chechenia. Tuvo la suerte de que la caída brusca del rublo combinada con un aumento drástico del precio mundial del petróleo llevó a Rusia a ocho años de fuerte crecimiento económico.

Pero en 2007-2008 la crisis global alcanzó de lleno a Rusia, sufriendo una de las recesiones más agudas; en los años posteriores y hasta hoy Rusia padece estancamiento económico. Esto ha provocado un creciente descontento y el crecimiento de sindicatos independientes, protestas sociales en torno a los derechos de la comunidad LGBTI+ y, finalmente, manifestaciones contra el fraude en las elecciones de 2012. Sin embargo la combinación de la falta de dirección por parte de los líderes sindicales y liberales de la oposición y un aumento de la represión condujo al debilitamiento de la lucha.

Los acontecimientos en Ucrania y la incorporación de Crimea a la Federación de Rusia elevaron a Putin, en una nueva ola de patriotismo durante la cual cualquier oposición, ya fuese en el parlamento o fuera de él, fue aislada y obligada a retirarse. Cualquiera que se atrevía a sobrepasar la línea que Putin marcaba se encontraba con la represión y esto hizo que muchos grupos de la oposición prácticamente desaparecieran. Pese a todo podemos decir que actualmente algo están cambiando.

La mayor parte de la vida adulta de los menores de 30 años, es decir, la última década, se ha desarrollado bajo el gobierno de Putin, o sea, en tiempos de estancamiento económico y crisis. Los recortes en la educación superior, los bajos salarios y los empleos de miseria, junto a las crecientes restricciones a las libertades fundamentales y la creciente imposición de la religión, no presentan ningún atractivo para esta generación. Navalnii ha aprovechado este estado de ánimo con éxito; aunque las protestas juveniles fueron relativamente pequeñas sí fueron explosivas. Y más que un apoyo abierto a su política representan una expresión de frustración ante la situación general. El peligro para el régimen es que la creciente radicalización de la juventud afecte a la generación anterior y le dé esperanzas también de que algo puede cambiar.

Un síntoma de esto es lo que ocurrió tras la difusión de un video realizado por un grupo de pilotos en prácticas en Ulyanovsk. Estos jóvenes filmaron una parodia de la canción Satisfaction, vestidos con provocativa ropa interior. Las autoridades tomaron medidas drásticas, comparándolos con la banda punk de protesta feminista, Pussy Riot, y les amenazaron con juicio. En cuestión de días, aparecieron muchos vídeos en solidaridad, hechos por nadadores, jinetes, cadetes de la policía y del ejército, e incluso un grupo de jubilados, lo que obligó a las autoridades a retroceder.

Una izquierda extremadamente débil

Desgraciadamente, la izquierda como fuerza organizada en Rusia es extremadamente débil. Uno de los líderes más conocidos “de izquierdas” es Sergei Udaltsov. Se convirtió en un líder de las protestas contra el fraude electoral de 2012, durante las cuales argumentó que la izquierda debía unirse a los liberales y a la extrema derecha en oposición al Kremlin, eliminando así cualquier demanda de la izquierda para poder conciliar con sus nuevos amigos. Udaltsov fue recientemente liberado de la prisión, donde ha estado desde que terminaron las manifestaciones de 2012. Inmediatamente anunció que apoyaría al partido comunista ruso, que combina una política social-chovinista rusa profundamente reaccionaria y un apoyo servil a la política internacional de Putin con algunas frases demagógicas sobre salarios, sobre niveles de vida y sobre lo maravilloso que era la vida en la URSS.

Udaltsov organizó unas "elecciones primarias" para nombrar a los candidatos de las organizaciones de la “izquierda patriótica". Entre los candidatos a los que Udaltsov apoyó había economistas a favor del mercado capitalista, empresarios, gobernadores regionales y chovinistas que se declaran abiertamente de derechas. Con la aprobación del Kremlin, el empresario agrónomo sin partido Pavel Grudinin ganó las primarias y se convirtió en el nuevo candidato "comunista".

Los "comunistas" lo presentan como “un buen empresario", como alguien que dirige una empresa de forma honesta, en consonancia con los intereses del pueblo ruso. Grudinin, según este cuento de hadas, paga salarios elevados y asegura buenas condiciones para sus empleados. Pero nada más lejos de la realidad; Grudinin es poco más que el típico oligarca. Quizá no sea un gran oligarca como los que viven de los ingresos del petróleo y el gas, pero opera exactamente del mismo modo. Durante el proceso de privatizaciones, los terrenos pertenecientes al Koljós Lenin se pusieron en alquiler y el hijo de Grudini está todavía a cargo del departamento. El número de trabajadores de la granja ha disminuido de 900 a 320 y la productividad se ha incrementado por cinco. Esta aumento dramático de la explotación de los trabajadores coincide con el también aumento del nivel de vida de aquellos que viven de esos alquileres. Además, miles de mujeres, inmigrantes y, según algunos informes, incluso niños, recolectan fruta y verdura en el verano por salarios de miseria y sin contratos ni garantías sociales.

Totalmente en línea con las políticas racistas del Partido Comunista, Grudinin advertía a los inversores que construyen viviendas en las tierras de la granja en estos términos: “tenéis que verificar la nacionalidad de la gente. Si comenzais a vender pisos a las personas equivocadas, no trabajaré con vosotros. Existe el control facial (…). Si el apellido de alguien es Ivanov [típicamente ruso], eso es bueno. Zagorulko [ucraniano-ruso], bien. Lukashenko [ucraniano-bielorruso], bien… Aryutyunyan [armenio], id con cuidado”.

Por mucho que nos lo digan Udaltsov y los “comunistas” rusos, Grudinin no es socialista. Usa el nombre del Koljós Lenin en su beneficio. El Partido Comunista en su defensa responden: "Si nuestro candidato es elegido, Rusia será como China”. Pero tener a China como modelo, cuando allí se están llevando las políticas antiobreras más brutales de la restauración capitalista, que se combinan con un régimen extremadamente dictatorial, no atrae a jóvenes y trabajadores en Rusia para votar por Grudinin.

Reflejando el estado de ánimo de los jóvenes que han acudido a las calles en respuesta a su llamamiento, Navalnii dejó de lado sus puntos de vista más chovinistas y enfatiza las demandas sociales. Pero esto es demagogia populista. No reivindica lo que reivindicamos los revolucionarios, no rechaza el capitalismo ni defiende la necesidad de una sociedad socialista genuinamente democrática. Todo lo que se necesita es un "capitalismo de rostro humano". Esta es la debilidad fundamental en su posición y se ve agravada por sus vaivenes en la campaña presidencial. En contraste, los marxistas luchamos por construir una oposición democrática que se movilice por salarios adecuados para todos, por sanidad y educación gratuita y de calidad y por una alternativa genuina al capitalismo.

Los compañeros del Sotsialisticheskaya Alternativa (CIT en Rusia) hemos participado activamente en las protestas, mientras señalamos que para que ocurra un cambio real, deben formarse comités de acción que funcionen democráticamente, que se doten de una estructura nacional y que adopten una política independiente a la de Navalnii.

Lo más importante es que a la mayoría de la clase trabajadora que aún no ha comprendido la necesidad de la lucha se le ofrezca una política alternativa y de clase, oponiéndose al régimen antiobrero de Putin y también a todas las opciones de la oposición liberal pro-occidental.

Todas las oportunidades que surgirán en los próximos meses serán utilizadas por los revolucionarios para fortalecer el apoyo entre la nueva capa de activistas y construir una organización capaz de reflejar los intereses reales de la clase trabajadora y la juventud: unos salarios dignos, fin de la explotación de la juventud, vivienda digna, educación y sanidad, unidad para acabar con el racismo, el sexismo y los prejuicios contra la comunidad LGBTI+, que nos intentan dividir. Así podremos luchar por un cambio real: la transformación socialista de la sociedad. 


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