El pasado 5 de agosto los Comités de Empresa de Nissan y la Dirección de la empresa alcanzaron un acuerdo que certifica el cierre de las plantas de producción de Nissan en Zona Franca, Montcada y Sant Andreu de la Barca. A cambio de que los trabajadores pongan fin a la huelga indefinida y levanten el bloqueo a la fabricación de coches, la empresa promete que las plantas seguirán operativas hasta diciembre del año que viene. El acuerdo pone fin al ERE presentado por Nissan para el conjunto de la plantilla después de que los sindicatos acepten el cierre, especificando las prejubilaciones e indemnizaciones definitivas a percibir por todos los trabajadores.
Tanto los dirigentes sindicales en Nissan, como las cúpulas de los sindicatos en general, especialmente CCOO y CGT, están presentando el acuerdo como “muy positivo” e incluso como un hito “histórico”. Diversos articulistas vinculados al aparato de CCOO, de Unidas Podemos y también de la CGT han llegado a señalar que nos encontramos ante una demostración de fuerza del sindicalismo de clase y con un ejemplo a seguir. Al mismo tiempo, la propia multinacional, la patronal catalana Foment del Treball, o los medios de comunicación al servicio del gran capital, aplauden y ensalzan con el mismo entusiasmo el acuerdo alcanzado.
¿Por qué coinciden patronal y sindicatos en calificar el acuerdo como un ejemplo? ¿Qué es realmente lo que los Comités han aceptado con su firma? ¿Es este un desenlace positivo para las y los 25.000 trabajadores afectados? ¿Era imposible impedir el cierre definitivo y el desmantelamiento de una industria que representa el 7% del PIB industrial de Catalunya?
Sin duda, las y los trabajadores tanto de la principal como de las subcontratas y proveedores han mostrado en todo momento su disposición a luchar, acudiendo a las acciones convocadas, manifestaciones y marchas, manteniendo una huelga indefinida en los centros de Montcada y Sant Andreu de la Barca durante 95 días, o conformando una Caja de Resistencia que ha contado con un amplio apoyo social. Sin embargo, y a pesar de esta voluntad, el resultado final es el cierre de las plantas y la destrucción de 25.000 puestos de trabajo cuyas repercusiones continuarán más allá de Nissan. Y esta realidad, por mucho que se pretenda, es imposible de camuflar.
En cualquier batalla, y especialmente en batallas decisivas como esta, resulta fundamental la táctica y la estrategia, determinada siempre por los dirigentes a la cabeza de la misma. Tanto los Comités de empresa como las direcciones de los sindicatos presentes en Nissan (CCOO, UGT, USOC y CGT) tenían en sus manos la orientación del conflicto y canalizar la fuerza que en todo momento han demostrado las y los trabajadores y la enorme solidaridad que existía por parte de la clase obrera de Catalunya y del resto del Estado.
Desde Izquierda Revolucionaria y Sindicalistas de Izquierda siempre hemos defendido que era posible parar el cierre, ¡y lo era!, pero solo convirtiendo este conflicto laboral en un conflicto social de envergadura, tal y como ha ocurrido en multitud de ocasiones a lo largo de la historia. La falta de contundencia y convicción por parte de los dirigentes sindicales que han tenido en sus manos la dirección de esta lucha es lo que ha llevado finalmente a este desenlace.
¿Un acuerdo histórico? Nissan cierra a cambio de prejubilaciones e indemnizaciones
Al margen de las condiciones pactadas, el acuerdo supone que los Comités y los sindicatos en Nissan dan el visto bueno al cierre de las plantas de Zona Franca, Montcada, Sant Andreu y al centro de distribución NDS del Puerto de Barcelona, que incluyó la empresa a última hora en el ERE. El objetivo fundamental de la multinacional era garantizar el cierre, algo que ha logrado con la firma y el beneplácito de los dirigentes sindicales en muy pocos meses. No es algo que no haya ocurrido antes. Así es como se llevó a la práctica la reconversión industrial en los años 80, el cierre de las minas o de multitud de empresas industriales durante la anterior crisis económica.
Los Comités aceptan poner fin a la huelga indefinida y retomar la actividad a partir del próximo 24 de agosto, pudiendo así cumplir con los compromisos de la empresa hasta su cierre y evitando una fuerte multa por parte de Mercedes-Benz en caso de no entregar la pick-up Clase X. Una huelga indefinida que nunca llego a extenderse a la planta de Zona Franca, donde trabajan 2.095 trabajadores de los casi 2.600 trabajadores de la empresa, pero que al ser suspendida permitirá a Nissan seguir haciendo negocios y obteniendo beneficios hasta el final.
Además, como señala textualmente el acuerdo, los Comités se comprometen a mantener la “paz social en el seno de la Empresa Nissan” y a hacer “los mayores esfuerzos para contribuir a la paz social respecto de los proveedores”. Acuerdan así garantizar que tampoco habrá lucha más allá de la principal, dejando en la estacada a miles de trabajadores de subcontratas y proveedores. Una consecuencia más de una táctica sindical que se ha negado a unificar la lucha de los 25.000 trabajadores afectados.
A cambio de esto, la empresa dice que va a “intentar evitar que se produzcan bajas traumáticas con anterioridad a la fecha prevista de finalización de la actividad productiva (31 de diciembre de 2021)”. El objetivo de la multinacional es ir reduciendo la plantilla hasta el cierre definitivo, ofreciendo a aquellos trabajadores que decidan rescindir su contrato “voluntariamente” entre enero y diciembre del 2021, “derecho preferente de incorporación en la potencial empresa de reindustrialización” y que la cuantía de la indemnización se contabilice como si hubieran trabajado hasta el 31 de diciembre de 2021. De hecho, en el caso de llevarse a cabo la supuesta reindustrialización, no tendrán que devolver la cuantía adicional que hayan cobrado de más por aceptar “voluntariamente” la rescisión de su contrato.
Todas estas ventajas tienen la finalidad de que las y los trabajadores rescindan "voluntariamente" sus contratos durante los próximos meses, siendo incluso más ventajoso acogerse a dicha rescisión que no hacerlo. De esta manera se puede presentar a la opinión pública desde los Comités y los dirigentes sindicales que han sido las y los trabajadores los que voluntariamente han decidido cesar su actividad en la empresa. Un truco muy visto para esconder un cierre traumático que destruirá miles de puestos de trabajo.
Pero además, y de cara a reforzar estas rescisiones "voluntarias", el acuerdo recoge que “las extinciones de contratos se acometerán (…) dentro del periodo comprendido entre el 1 de septiembre de 2020 y el 30 de junio de 2022”, y que la empresa podrá aplicar, en caso de que las bajas voluntarias no sean suficientes, “medidas de flexibilidad de reducción de jornada individual”, movilidad territorial a otras plantas, o la aplicación de nuevos ERTEs y, en último caso, "fórmulas alternativas que permitan alcanzar el número requerido de bajas." En este contexto, y ante la amenaza de un futuro incierto, ¿qué trabajador va a arriesgarse a no acogerse a la rescisión voluntaria de su contrato? Parece todo atado y bien atado.
Además, aunque la empresa habla de que no retirará maquinaria propia hasta diciembre de 2021, sí habla de “retirar activos propiedad de un tercero”, hecho que abre la puerta a comenzar el desmantelamiento de las plantas de forma inmediata.
Con este acuerdo es la empresa la ganadora. Los Comités de Nissan a cambio de estas indemnizaciones –previstas evidentemente desde el inicio del conflicto por la empresa– y promesas y buenas intenciones no respaldadas por ninguna medida concreta, permiten que Nissan se salga con la suya: el cierre y desmantelamiento de las plantas y el despido de todos los trabajadores. Por eso no es un acuerdo para continuar la lucha, tal y como señalan los compañeros de la CGT, sino para cerrarla definitivamente.
¿Una reindustrialización de la mano de Nissan?
De cara a intentar justificar que se van a mantener los puestos de trabajo, se introduce la idea falsa de un supuesto “proceso de reindustrialización” consistente en poner en marcha una “mesa” para buscar “un nuevo inversor”. Una "Comisión de trabajo para la Reindustrialización constituida de forma tripartita y paritaria entre la Dirección de Nissan, la Representación de los Trabajadores y las administraciones, a los efectos de analizar, evaluar y codecidir en su caso y realizar el seguimiento sobre UN POTENCIAL Plan de reindustrialización de la actividad de producción de la Empresa en los centros de Zona Franca, Montcada i Rexach, Sant Andreu de la Barca y NDS”.
¡Increíble! Nissan, que desde el principio no le ha importado lo más mínimo dejar a 25.000 trabajadores y trabajadoras en la calle, que se ha embolsado impunemente cientos de millones de euros en subvenciones incumpliendo todos los acuerdos con la administración ¿ahora jugará un papel decisivo para reindustrializar las plantas y mantener los puestos de trabajo?
Nos encontramos ante puro papel mojado, como hemos visto en muchos otros casos. Así ocurrió con la minería en Asturias, donde también existía un supuesto plan de empleo y reindustrialización en las cuencas mineras, y sin embargo miles de jóvenes tuvieron que emigrar para poder encontrar un puesto de trabajo. Es el viejo cuento de siempre, que hemos visto una y otra vez cuando se produce el cierre de algunas grandes empresas.
Por eso mismo existía una amplia solidaridad con la lucha de Nissan, porque miles de trabajadores se dan cuenta de la trascendencia de esta decisión y de los nefastos efectos que tendrá en Barcelona y más allá. La multinacional hará el paripé en esta Comisión todo lo que sea necesario mientras desmantela y cierra las fábricas definitivamente. Las y los trabajadores y nuestras familias pagaremos las consecuencias.
Muchos de los procesos de desindustrialización que hemos visto –siderurgia, minería, textil–, y que han condenado al paro y a la miseria a miles de familias trabajadoras, se han hecho de esta manera: un cierre con promesas futuras de “reindustrialización”, con promesas de las empresas y los gobiernos de que llegará “un nuevo inversor” que salvará a las y los trabajadores. Hay que aprender del pasado, y también del presente como con Continental y Alcoa. Como mucho es pan para unos pocos hoy y hambre para todos mañana. Y especialmente ahora, en una situación de brutal crisis económica como la que estamos viviendo.
Las propias condiciones pactadas[1] para esa supuesta reindustrialización dificultan que una empresa capitalista invierta, a no ser que bajo manta reciba ingentes ayudas estatales. Las empresas capitalistas invierten para hacer dinero, ¿por qué iban a aceptar quedar atadas de pies y manos por un acuerdo de estas características? ¿Por qué iban a aceptar pagar salarios un 20% por encima de los establecidos en el Convenio del sector? Es un brindis al sol, que acabará como otros, con el viento llevándose las palabras.
La verdadera reindustrialización y el mantenimiento de los puestos de trabajo sólo pueden darse mediante la nacionalización de Nissan sin indemnización, bajo el control de las y los trabajadores, y con criterios de producción acordes con las inmensas necesidades sociales que existen y no para saciar el afán de beneficios de un puñado de capitalistas que se lucran a costa de nuestro esfuerzo y sacrificio.
La estructura industrial de Nissan y las subcontratas es socialmente necesaria, y serviría para fabricar entre otras cosas respiradores, autobuses para los servicios de transporte público, flotas de coches eléctricos, y un sinfín de productos para mejorar la vida de millones de personas. Pero mientras mande el lucro privado capitalista esto resulta completamente inviable.
El acuerdo deja en la estacada a las y los trabajadores de subcontratas y proveedores
A pesar de que una parte de las plantillas de las subcontratas y proveedores han estado participando codo con codo con los trabajadores de la plantilla principal en las movilizaciones organizadas por los Comités de Nissan, éstos no han defendido en ningún momento un plan de lucha unificado y reivindicaciones unitarias para las 25.000 familias.
Estado Desde los Comités de Nissan no se ha organizado ni una sola movilización unitaria, no se ha invitado a los trabajadores de subcontratas y proveedores a las asambleas, y no se ha hecho ningún intento concreto de fortalecer dicha unidad. Este comportamiento ha ido generando desconfianza entre las y los trabajadores de subcontratas y proveedores, imponiéndose la política del “sálvese quien pueda”, o mejor dicho, la política de que cada uno se busque sus indemnizaciones. El acuerdo es la confirmación definitiva de esta penosa estrategia por parte de los Comités de Nissan.
Ahora, tras las firma del acuerdo, los mensajes de los Comités de Nissan de "apoyo" a las auxiliares afirmando que "las subcontratas y proveedores también tienen que tener garantizado un futuro industrial" suenan a burla, después de haber señalado durante meses que son "luchas distintas" y tras haber acordado con la empresa la "paz social" tanto entre la plantilla principal como en las subcontratas y proveedores.
La realidad es que el acuerdo da el pistoletazo de salida para el desmantelamiento acelerado de todo el tejido industrial en torno a Nissan, y facilita la estrategia de atomización. Acciona, por ejemplo, ya ha roto el contrato con Nissan y en cualquier momento puede atacar a los trabajadores y convertir el ERTE en que se encuentran en un ERE de extinción de contrato.
Hay que ser claros al respecto. La situación de las plantillas de subcontratas y proveedores es mucho peor ahora que antes de la firma del acuerdo, ya que éste descabeza la lucha de los trabajadores de la principal y fomenta lo que ya hace tiempo que está sucediendo: que cada subcontrata o proveedor pelee individualmente por mejores indemnizaciones. Una estrategia con la que siempre pierden las y los trabajadores globalmente, cuya única fuerza es la acción colectiva. ¡Para eso nació el sindicalismo! ¡Para evitar este tipo situaciones! ¡Para unificar la fuerza de trabajadores y parados contra los chantajes patronales!
La CGT ha podido marcar la diferencia, pero no ha pasado de las palabras a los hechos
Los delegados de la CGT en Nissan y la dirección de la FESIM, más allá de las meras declaraciones generales, desgraciadamente se han negado durante todos estos meses a levantar una alternativa de lucha consecuente por la nacionalización, supeditándose en todo momento a la táctica sindical de USOC, UGT y CCOO, que en la práctica asumían ya el cierre como inevitable. De nada sirve hacer una rueda de prensa a última hora anunciando un “plan para la socialización de Nissan” –de por sí limitado como ya hemos explicado– cuando en los tres meses anteriores no se ha hecho nada al respecto de cara a impulsar un plan serio y decidido para lograrlo.
Ni siquiera se ha intentado ganar a los trabajadores de Nissan para el programa que la CGT decía defender, y plantear enérgicamente votar una alternativa combativa a los planes de la mayoría del Comité en las asambleas y repartiendo miles de panfletos defendiendo la misma. Tampoco han intentado impulsar asambleas conjuntas entre la principal y las subcontratas. ¿Por qué? ¿Es que acaso no era posible? ¿Es que acaso se necesitaba la autorización de CCOO, UGT o USOC? Intentar esconder su responsabilidad ante esta renuncia apelando a la unidad del Comité es una burda excusa. Así solo se fortalece un modelo sindical de conciliación, el de las direcciones de CCOO y UGT, que tanto ha criticado la CGT durante años.
Desgraciadamente, la dirección de la CGT no ha llevado sus palabras a la práctica y no hemos visto por ningún lado las “movilizaciones muy duras” para frenar el cierre y exigir al gobierno la “nacionalización de la fábrica” que tanto anunció al inicio del conflicto. No ha favorecido la unidad entre principal y auxiliares, y no ha hecho nada por convertir este conflicto en un gran conflicto social que sacudiera Catalunya y todo el Estado mediante grandes manifestaciones, huelgas y ocupaciones. Ese era el camino. Obviamente la victoria nunca esta garantizada, pero solo es posible si realmente crees en ella y pones todas tus fuerzas en conseguirla. Es así como se consiguieron, en circunstancias mucho más duras, las grandes victorias de los años 70, con meses de huelga, ocupaciones de los centros, manifestaciones multitudinarias del conjunto de la población… Nada de eso se ha impulsado en esta ocasión.
La dirección de la CGT debe reflexionar sobre su papel este conflicto y por qué su supuesto sindicalismo combativo no se ha distinguido en nada del sindicalismo de moqueta y pacto social de las direcciones sindicales de CCOO, UGT y USOC. La primera tarea de un sindicalista que reivindica un sindicalismo alternativo, de clase y combativo es precisamente levantar una alternativa de lucha, enfrentándose al escepticismo y el derrotismo de aquellos dirigentes sindicales que han abandonado una posición de combate y se aferran a un sindicalismo de gestión impotente frente a cierres, despidos, EREs o ERTEs. Si los dirigentes de CCOO, UGT y USOC no confiaban en la fuerza de la plantilla y asumían el cierre, la CGT tenía la obligación de luchar contra esa posición. Ésa es la forma de ganar el oído y la simpatía de los trabajadores, independientemente del sindicato al que estén afiliados. Y esa es la forma de ganar una batalla de esta trascendencia, incluso aunque inicialmente se esté en minoría.
La dirección de la FESIM celebra el acuerdo firmado por el Comité diciendo que es “un acuerdo para continuar la lucha”. Pero la pregunta es: ¿No es este acuerdo precisamente una manera de ponerle punto y final? ¿O acaso está planteando la FESIM algún plan decidido y serio que permita continuarla? ¿O es que piensa la FESIM que lo hará el Comité de Nissan? Basta de palabras y basta de retórica.
Por un sindicalismo de clase, combativo y democrático
Nos enfrentamos a una derrota para la clase trabajadora de Barcelona, que acelerará la destrucción y precarización de puestos de trabajo en el sector del automóvil y en el conjunto de la industria, y que animará a las multinacionales a endurecer su ofensiva. La dirección de la CGT debe extraer las lecciones y corregir su posición, puesto que este modelo se intentará imponer en los conflictos que están por llegar y que sin duda se multiplicarán por todo el Estado español. Nos jugamos mucho; nos jugamos la destrucción de miles de puestos de trabajo y sufrir un proceso de desertificación industrial que solo traerá paro y miseria.
La única alternativa frente a esta dinámica es levantar un sindicalismo que tenga claro un programa de clase, unos métodos basados en la participación y organización consciente de los trabajadores, en la democracia obrera donde la asamblea decide, y que entienda que el conflicto sindical es parte inseparable de la lucha por la transformación socialista de la sociedad.
La idea de que las empresas que cierran y destruyen miles de empleos van a colaborar en la industrialización de los territorios de los que huyen, es completamente absurda. Frente a los cierres y despidos solo hay una opción: defender la nacionalización de las empresas sin indemnización bajo control de las y los trabajadores. Ese es el único plan real de reindustrialización para atender las enormes necesidades sociales existentes.
Hay que exigir esta solución al Gobierno del PSOE-UP, que ha tenido un papel completamente lamentable ante la actitud arrogante de Nissan , exactamente igual que el del Govern de la Generalitat. Pero hay que hacerlo en las calles, con la fuerza de la organización y con la movilización contundente.
No podemos aceptar el balance de la burocracia sindical sobre este conflicto. No se puede aceptar presentar una derrota como una victoria. De persistir en esta línea, el desastre está asegurado para miles de trabajadores. Sabemos que cuando se lucha hasta el final es posible que los objetivos no se cumplan. Pero en este caso el planteamiento no ha sido ese ni mucho menos. Sin ocupación de las plantas, sin unificar la lucha con las subcontratas, sin promover una gran huelga general en Barcelona, el guión ya estaba decidido por los grandes aparatos sindicales. Y para un porcentaje pequeño de los 25.000 trabajadores la solución no es tan mala, pues la cuantía de las indemnizaciones y las prejubilaciones resolverán muchos problemas personales. Pero el sindicalismo de clase lucha por soluciones colectivas que defiendan los intereses del conjunto de los trabajadores, no de una minoría. Es el momento por tanto de perseverar contra un modelo de sindicalismo que no defiende derechos ni mantiene los empleos frente a una patronal a la ofensiva en todos los frentes. Los próximos conflictos deben servir para hacer avanzar esta alternativa.
[1] La RLT tendrá la exclusiva para tratar las condiciones laborales y garantías de los trabajadores que puedan ser recolocados en caso de reindustrialización, garantizando:
Mantenimiento del empleo un mínimo de 3 años. En el caso de incumplimiento de este compromiso los trabajadores afectados percibirán una indemnización mínima equivalente al salario que se dejara de percibir entre el periodo comprendido entre la fecha del despido y los 3 años comprometidos con un mínimo de 25000 euros. Las partes integrantes de la comisión de reindustrialización acordarán fórmulas para garantizar dicho mínimo.
Las condiciones salariales mínimas que la nueva/s empresa/s deben garantizar serán las del Convenio Colectivo Sectorial de referencia + 20%.
NISSAN garantizará el cumplimiento de estos compromisos de empleo incluyendo dichas cláusulas en el contrato que suscriba con el nuevo inversor como condición indispensable.