A primeras horas del sábado 24 de junio tropas del grupo Wagner ocupaban la ciudad de Rostov, capturando al estado mayor del ejército de la ciudad. Un movimiento que suponía el último eslabón en una espiral de tensión y enfrentamientos públicos entre el jefe de estas fuerzas mercenarias, Yevgueniv Prigozhin, y la cúpula del ejército ruso. Después de que una columna de blindados de Wagner se dirigiera a la capital moscovita, y de que el presidente Putin pronunciara un discurso a la nación amenazando con represalias brutales, el levantamiento terminó con un triunfo claro del nuevo zar de Rusia.
La sonada militar ha brindado la oportunidad a las agencias de inteligencia occidentales para activar la propaganda de guerra. Los medios de comunicación más respetables, y más mentirosos, se entusiasmaron hasta tal punto que llegaron a plantear que Rusia se encontraba al borde de una guerra civil, una completa distorsión de la situación. Después de los reveses sufridos por el ejército ucraniano en su contraofensiva de primavera, y de las perspectivas sombrías para Zelenski, las noticias del levantamiento venían como agua de mayo. Pero al final todo ha sido un sueño de verano. El jefe de Wagner ha sido derrotado en muy pocas horas y sus fuerzas puestas bajo la disciplina del ejército ruso.
Que la OTAN no haya sacado beneficio de este putsch, al menos por ahora, no quiere decir que este acontecimiento no tenga un profundo significado. En primer lugar ha vuelto a subrayar el carácter reaccionario y bonapartista del Gobierno de Moscú: Putin pronunció un discurso rabiosamente anticomunista comparando el levantamiento militar con la Revolución de 1917. Y en segundo lugar, el choque con Prigozhin, al que encumbró hasta la posición que ocupa y que ha sido un aliado fundamental en los últimos años, muestra también las fisuras y contradicciones en las filas de la oligarquía corrupta e imperialista que sostiene su régimen.
Un nuevo zar
El viernes 23 y a través de las redes sociales, Prigozhin acusó al ministro de Defensa de ordenar el dia anterior bombardeos contra sus bases y exigió su detención: "Se ha llevado a cabo un ataque con misiles en los campamentos de Wagner. Muchas víctimas. Según testigos presenciales el golpe fue asestado desde atrás, es decir fue asestado por militares del Ministerio de Defensa ruso”. Tras estas declaraciones el Gobierno ruso abrió una investigación criminal contra Prigozhin por tentativa de motín militar. Horas después destacamentos de Wagner ocupaban Rostov y una columna de vehículos militares avanzaba hacia Moscú.
Putin no tardó en hacer una aparición en televisión señalando que el levantamiento militar era “una puñalada en la espalda”, “una traición a la Patria”, y amenazó con que la respuesta sería brutal. También comparó la situación con la de 1917, afirmando que no iba a permitir que el caos se apoderara del país como sucedió entonces.
Por sus palabras solo se puede deducir que Putin se considera en la misma posición que el zar en 1917. Pero la pregunta es ¿quién es el que ha recurrido a Wagner para ganar la guerra en Ucrania y apuntalar la influencia militar rusa en el extranjero?
Pero seamos serios. Es obvio que la paternidad del caos de 1917 fue del zar y de la clase dominante rusa, que embarcaron al país en una guerra imperialista criminal en alianza con Francia y Gran Bretaña, Y Putin está jugando un papel semejante ahora. Por supuesto, no reconocer que la OTAN y EEUU tienen la responsabilidad de la escalada política y militar que empujó a Zelenski a intervenir a sangre y fuego en el Donbás, cercar a Rusia con un cordón de países llenos de bases militares norteamericanas, y convertir en papel mojado los acuerdos de Minsk, es simplemente absurdo. Pero solo los muy ciegos pueden negar qué Putin es la cabeza de un régimen burgués imperialista, chovinista y que se apoya en fuerzas mercenarias llenas de elementos de extrema derecha como es Wagner, y que sus objetivos en esta guerra no son "desnazificar" Ucrania, sino desarrollar la agenda imperialista de su propia oligarquía y del bloque liderado por China, en la batalla encarnizada que libran contra el imperialismo estadounidense y europeo por la hegemonía mundial.
Desde el primer momento quedó claro que la aventura de Prigozhin daba oxígeno a la estrategia de la OTAN, EEUU y del Gobierno filofascista de Ucrania, y que carecía de apoyo popular en Rusia. El fundador de Wagner desató su lengua como si fuera un portavoz de Occidente, lanzando dardos envenenados a través de las redes sociales a sus antiguos compadres. Acusó al estado mayor de mentir sobre los motivos para invadir Ucrania y se mostró bravucón con Putin: “El presidente se equivoca profundamente sobre la traición a la patria. Luchamos todos los combatientes de Wagner. Nadie se entregará a petición del presidente, el FSB o cualquiera. No queremos que el pais viva en la corrupción, el engaño y la burocracia”. Al igual que hizo en anteriores mensajes responsabilizó al ministro de Defensa ruso Serguei Shoigui por los descalabros militares en Ucrania y lo acusó de conducir la guerra en provecho de las élites rusas: “la guerra no era necesaria para desmilitarizar y desnazificar Ucrania”, señaló en un desafío frontal a la propaganda oficial rusa, y que el mismo ha compartido activamente.
¿Qué es el grupo Wagner?
Las declaraciones de Prigozhin carecían de credibilidad para la opinión pública de Rusia. Él ha sido parte fundamental de la élite corrupta nacida del colapso de la URSS y que se enriqueció gracias al saqueo de la propiedad estatal y la oleada de privatizaciones masivas. Era un cortesano aventajado y mimado por Putin.
Wagner, su organización militar de extrema derecha, define perfectamente su posición en la cumbre del aparato del Estado capitalista ruso. Una empresa privada de mercenarios al igual que Blackwater en EEUU, y cuyos vínculos con los servicios de inteligencia, la industria armamentística y las intervenciones encubiertas en el exterior, han regado de miles de millones de dólares a sus directivos.
Wagner es un brazo del Estado ruso para una respuesta militar rápida. La mayor parte de sus efectivos son exmilitares muy bien retribuidos. El grupo inició sus operaciones en 2014 durante la guerra del Donbás y desde entonces han aparecido en diferentes escenarios, incluyendo las guerras civiles en Siria, Libia, República Centroafricana y Mali. Tras el despliegue de mercenarios entre 2017 y 2019, el grupo Wagner ha reconocido tener oficinas en 20 países africanos, obviamente bajo la dirección de los responsables de la política exterior rusa..
Sus contratistas reciben entrenamiento militar en las instalaciones del Ministerio de Defensa, y a su sombra, y a la de Putin, la fortuna de Yevgueni Prigozhin ha crecido hasta convertirse en una de la más grandes del pais. Durante años Prigozhin negó cualquier vinculación con el grupo Wagner, hasta que en 2022 admitió haber participado en la fundación de la organización paramilitar.
Entre las actuaciones más destacadas de Wagner está la toma de Palmira en la guerra civil siria en donde lucharon contra el Estado Islámico entre 2016 y 2017. Se estima que 2.500 mercenarios sirvieron de tropas de choque. En 2014 en el Donbás, fueron enviados a la región al inicio de la guerra contra el ejército ucraniano. Una vez terminadas las operaciones de mayor calado, los mercenarios recibieron la tarea de asesinar a los comandantes disidentes de la República Popular de Lugansk que no estaban siguiendo las órdenes de Putin, y que se escoraban hacia oposiciones izquierdistas.
Choque entre Prigozhin y la oligarquía rusa
Los últimos años han visto un desarrollo extraordinario del grupo Wagner, no tan solo militar sino también económico, y sus intereses y ambiciones finalmente han entrado en contradicción con los de otros poderosos sectores de la oligarquía capitalista rusa. El hecho de intentar dictar la estrategia militar al Estado Mayor ruso, espoleado por el descontento de la tropa mercenaria que ha sido utilizada como carne de cañón en el conflicto ucraniano, ha acelerado el estallido.
Las quejas de Prigozhin sobre el trato a sus tropas y las denuncias de que han sido sacrificados en la "picadora de carne" de la guerra, han sido numerosas en los últimos meses. Aunque Putin, al más puro estilo bonapartista, situándose por encima de los contrincantes y balanceándose entre uno y otro, ha evitado hasta ahora decantarse por uno de los dos bandos, (Wagner y la cúpula del Ministerio de Defensa), finalmente aprobó una orden que establece que los grupos de mercenarios deben firmar contratos para ponerse bajo el control del Ministerio de Defensa antes del 1 de julio de 2023. El grupo Wagner se había vuelto demasiado poderoso y, por tanto, una amenaza que había que descabezar y disolver lo antes posible.
Después de ser rechazada por Prigozhin, la orden ejecutiva del Kremlin fue acompañada de los bombardeos a los campamentos mercenarios, y esto empujó a la aventura del levantamiento militar en Rostov.
Putin ha utilizado a fondo la carta de Wagner para maniobrar y conseguir objetivos políticos y militares en la guerra. Utilizando a sus mercenarios pretendió sortear el malestar por los miles de muertos y heridos de las tropas regulares, y por el alargamiento del conflicto. Si las tropas son mercenarias, morir es su trabajo. De esta manera ha pretendido esquivar el descontento popular y evitar un movimiento de la clase obrera en su contra. Y llegaron muy lejos en esta táctica.
Prigozhin reclutó a decenas de miles de presidiarios, asesinos y violadores, es decir a lo peor del lumpen, para luchar en Ucrania prometiendo la condonación de las penas. Pero Putin no contaba que el grupo de mercenarios que había organizado Wagner con su aquiescencia iba a volverse en su contra. No es la primera vez en la historia en que la soldadesca, envalentonada y enfadada al mismo tiempo, intenta rebelarse contra el Gobierno que la promociona y paga.
El levantamiento de Wagner refleja la inestabilidad de la camarilla en que se apoya Putin, y los intereses contradictorios que recorren a la oligarquía capitalista dominante, de la que Prigozhin formaba parte, sobre el desarrollo de la guerra y los problemas que su alargamiento está suscitando.
El Partido Comunista Ruso al rescate de Putin
En todos estos acontecimientos cabe resaltar la lamentable posición del Partido Comunista de Rusia y de su presidente Zyuganov: arrimar el hombro para sostener el régimen bonapartista burgués del Kremlin. "Apoyo totalmente el llamado del presidente para unirnos lo más posible en este momento crucial. Hay todo tipo de malentendidos entre personas, pero hay un momento en la historia de cualquier Estado y ciudadano en el que tienes que abandonar todas tus ambiciones y defender la patria como la defendimos en 1941-45. Hago un llamado a todas las fuerzas populares patrióticas de izquierda, debemos unirnos tanto como sea posible y apoyar a los muchachos que luchan por nuestra patria liberando a Ucrania de los nazis, los Banderistas y los fascistas”.
Así se expresaba Zyuganov. En lugar de denunciar que Wagner es una creación de Putin y del Estado capitalista ruso para la defensa de sus intereses fuera y dentro del país, y hacer un llamamiento a los trabajadores a rechazar las maniobras y peleas de la camarilla burguesa del Kremlin, el líder del PCR exige a la izquierda y a la clase obrera rusa que hinque la rodilla y se subordine a los dictados de un anticomunista como Putin en nombre de la unidad, apelando al chovinismo gran ruso y a la defensa de la patria con la que los explotadores y capitalistas enmascaran su saqueo al pueblo y justifican la guerra de ucrania.
Qué lejos queda esta postura respecto al programa proletario e internacionalista de Lenin, educando a los trabajadores en la solidaridad de clase y socialista, contra la guerra y por el derrocamiento de los bandidos imperialistas.
El levantamiento fracasa. ¿Qué efectos tendrá en el desarrollo de la guerra?
Aunque en su marcha a Moscú hubo enfrentamientos con efectivos del ejército, los mercenarios alzados replegaron velas al acabar la tarde del sábado. Tan solo unas horas y las bravuconadas de Prigozhin se disolvieron como un azucarillo. Según las informaciones oficiales, a los soldados de Wagner que no participaron en el golpe se les admitirá en el ejército ruso y a los que participaron no se les procesará, y la organización, lógicamente, será disuelta. También se permite a Prigozhin huir a Bielorusia, sin cargos judiciales, asilado por el presidente Bieloruso, Lukashenko. Aparentemente se ha alcanzado un acuerdo para evitar el derramamiento de sangre entre compatriotas. Pero la última palabra no está dicha.
Putin no pasará página tan fácilmente. No se puede decir a ciencia cierta lo que ocurrirá en los próximos meses, pero no sería ninguna sorpresa que Prigozhin apareciera envenenado con polonio u otra sustancia tóxica, siguiendo una larga tradición de la policía secreta rusa a la hora de eliminar a los adversarios políticos, tradición que se remonta a los tiempos de Stalin.
El golpe de mano de una fracción militar que ha sido mimada por Putin pero que tiene su propia agenda en la guerra e intereses económicos que chocan con un amplio sector de la oligarquía rusa, fracasó con una rapidez asombrosa para disgusto del imperialismo occidental.
El levantamiento ha sido derrotado porque no tenía apoyo entre la población, ni entre la oficialidad del ejército. En su marcha hacia Moscú quizás esperaban que se les unieran destacamentos del ejército, cosa que no sucedió. Son significativos los vídeos en redes sociales donde la población de Rostov les emplazaba sin miedo a que hicieran caso al presidente y se volvieran a sus bases.
Pese a la derrota de Prigozhin, que duda cabe que lo sucedido es un golpe para Putin, una grieta en el armazón del régimen bonapartista que que produce ante los ojos de todo el mundo, y en particular ante los de la clase obrera rusa que es la llamada a acabar en un futuro con este régimen burgués podrido. Por eso mismo el nuevo zar tendrá que acentuar el carácter represivo y despótico de su mandato, y asegurar así un cierre de filas inequívoco.
El levantamiento de Wagner le viene como anillo al dedo al imperialismo norteamericano y a su títere Zelensky para ocultar el fracaso de la contraofensiva ucraniana, y lo explotarán con este enfoque en los próximos días. Pero aunque en Bruselas y Washington se froten las manos, los acontecimientos en Rusia no cambian nada las perspectivas sombrías para el bloque de la OTAN.
Tras los intentos infructuosos de romper las líneas rusas a lo largo de las últimas dos semanas las tropas ucranianas armadas y entrenadas por la OTAN apenas han sido capaces de penetrar unos kilómetros en las defensas rusas. La prueba más elocuente del fracaso de las mismas es el silencio del Gobierno ucraniano incapaz de resaltar cualquier avance significativo. El ejército ucraniano choca una y otra vez, sacrificando miles de vidas, contra los más de 1.000 kilómetros del frente blindados con trincheras y sistemas defensivos por parte de Rusia en el último año y medio.
En el campo de la OTAN muchas voces se levantan advirtiendo de la previsible debacle. El presidente Checo, Petr Pavel, que fue presidente de la comisión militar de la OTAN desde 2014 (primer militar que alcanzaba ese puesto proveniente de un país del antiguo pacto de Varsovia), señalaba en una entrevista a The Guardian en mayo de 2023: “Occidente debe estar preparado para un resultado desfavorable para Ucrania en la guerra con Rusia, y deberíamos hacer todo lo que esté a nuestra disposición para alentar a los ucranianos y apoyarlos para que tengan éxito. Pero internamente también debemos estar preparados para otras circunstancias". A finales de abril Petr Pavel se reunió con Vladímir Zelenski, a quien en privado advirtió del probable fracaso de la contraofensiva que Kiev pretende llevar a cabo "pronto" contra el Ejército ruso.
Estas palabras, o semejantes, se repiten en numerosos artículos de analistas occidentales. Rusia está consolidando sus posiciones en el Donbás, sorteando con un éxito evidente la política de sanciones. Y China está más fuerte que nunca, atrayendo como un imán a muchos de los otrora aliados de EEUU en áreas críticas, como Arabia Saudí, Turquía, India… Mientras tanto, Washington y Bruselas siguen con su política suicida, alentando una crisis política y económica salvaje. Precisamente la decadencia orgánica imparable de las potencias occidentales las ha convertido en una fuente de inestabilidad crónica.