Cae el Gobierno de António Costa y se convocan elecciones

El martes 7 de noviembre se produjo una hecatombe en la cúpula del Gobierno de António Costa que provocó su caída. El jefe de Gabinete del primer ministro Costa, su negociador de confianza en la sombra y “mejor amigo”, y el alcalde de Sines (PS) fueron arrestados como parte de una investigación sobre corrupción y tráfico de influencias en relación con inversiones de capital extranjero en la minería de litio, la producción de hidrógeno verde y el almacenamiento de datos.

El actual ministro de Infraestructuras (exsecretario de Estado de Medio Ambiente y Energía) y el presidente de la Agencia Portuguesa de Medio Ambiente están acusados por los mismos motivos. Además, la Corte Suprema de Justicia anunció, a pesar de no haber revelado los delitos, que también investiga a António Costa por este caso.

La dimisión del primer ministro pocas horas después de que se conocieran estos hechos, la disolución de la Asamblea de la República dos días después y la convocatoria de elecciones legislativas para el 10 de marzo por parte del presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, son el resultado de una profundización del desgaste de la política al servicio del gran capital llevada a cabo por António Costa. En esencia, esta dimisión es una consecuencia de la podredumbre y la decadencia del capitalismo.

La dimisión de António Costa era inevitable con un escándalo de esta magnitud en el seno del Gobierno y con el goteo constante de dimisiones de miembros del Consejo de Ministros en el último año y medio, principalmente por su implicación en casos de corrupción.

Cuando el contexto social de inflación y desigualdad tiene un fuerte impacto en las condiciones de vida de la clase trabajadora y los salarios son miserables, es evidente que unos 80.000 euros en billetes escondidos en el despacho de una de las manos derechas del primer ministro son no solo combustible para quemar al Gobierno, sino material explosivo. Más aún cuando ha quedado en evidencia el ocultamiento de estudios de impacto ambiental y las maniobras para esquivar los procesos burocráticos de licencias y ayudas.

Mientras, las negociaciones con los médicos en lucha, en particular en relación a la exigencia de aumentos salariales, se prolongan desde hace meses o la recuperación total del tiempo de servicio de los docentes se retrasa desde hace años. Todo ello en un escenario social de crecimiento de la lucha de clases en Portugal, reflejado tanto en protestas en las calles como en huelgas sectoriales.

El descrédito de las instituciones burguesas y de su “imparcialidad”

Costa justificó su dimisión como una forma de proteger la “dignidad del papel de primer ministro [que] no es compatible con sospechas sobre su integridad” y Rebelo de Sousa elogió “lo elevado del gesto” de su dimisión y su desempeño de gobierno en los últimos ocho años.

El objetivo es claro, no desacreditar aún más los órganos del Estado burgués y limitar al máximo el impacto sobre la estabilidad política, para no alimentar, por un lado, el descontento y la ira de la clase trabajadora y, por el otro, la instrumentalización del discurso populista anticorrupción de la extrema derecha.

La “integridad” de António Costa como padre y defensor del “éxito” portugués, tan aclamado internacionalmente, de la estabilidad política, el crecimiento económico, las “cuentas claras” y el superávit presupuestario. La “integridad” de gobernar para el gran capital permitiendo la consecución de beneficios históricos, mientras deja al Sistema Nacional de Salud (SNS) en un estado calamitoso y la clase trabajadora se empobrece a paso de gigante.

Las principales empresas de Portugal han batido récords de beneficios. Hasta septiembre, Galp obtuvo un beneficio del +18% respecto al mismo período del año pasado, destacando que en 2022 ya había logrado los mejores resultados de toda su historia. EDP aumentó sus beneficios un 83% respecto al año anterior. Los cinco principales bancos están experimentando este año un crecimiento interanual del 70%, todo ello, obviamente, a expensas del coste de las hipotecas de los trabajadores, que se han duplicado o triplicado en el espacio de un año. Los principales minoristas también se han estado alimentando de la inflación para aumentar sus beneficios, alrededor del 30% el año pasado.

El discurso de António Costa para la burguesía, el sábado 11 por la noche en São Bento, resume la esencia del papel que desempeñó y sigue desempeñando incluso después de su dimisión. En resumen, la función de los Gobiernos burgueses es ser comités para gestionar los asuntos de la burguesía y no entidades que tengan la capacidad, en una sociedad de clases, de estar al margen y más allá de estos intereses.

Durante media hora, Costa se dirigió al gran capital, especialmente al extranjero, para que no se asustaran por este proceso que llevó a su dimisión y por sus consecuencias. Destacamos una de sus frases: “Para que Portugal no desperdicie oportunidades estratégicas para su desarrollo y, sobre todo, para que los futuros gobiernos no pierdan instrumentos de acción política esenciales para atraer inversiones, para valorizar nuestros recursos naturales y aprovechar al máximo las infraestructuras que tiene el país”.

En contraste, la situación económica que soporta la clase trabajadora no le merece la más mínima preocupación, no hizo una sola mención.

Aun así logró la hazaña de defender la idea de que la corrupción se debe a actos individuales y fallas morales. ¿Es entonces pura coincidencia que sea un patrón de la élite política? Por supuesto que no, la corrupción y el tráfico de influencias son inherentes al funcionamiento del capitalismo.

La estabilidad política y social en la cuerda floja

Las elecciones del próximo mes de marzo están previstas menos de dos años después de la crisis parlamentaria por el Presupuesto del Estado de 2022 que acabó con la geringonça tal como la conocíamos, y que dio lugar a la mayoría absoluta del PS en las elecciones legislativas de enero de 2022.

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La inestabilidad de los Gobiernos burgueses y la crisis misma del parlamentarismo no es exclusiva de Portugal, sino inherente al periodo histórico de decadencia capitalista en el que vivimos. 

El voto al PS fue un instrumento de la clase trabajadora para alejar la amenaza de un Gobierno reaccionario, pero persistieron el descontento y la frustración por las políticas capitalistas del Gobierno de coalición y que se mantuvieron con el del PS en solitario. El voto al PS fue también un rechazo a la política de traición y paz social de la izquierda reformista parlamentaria, encabezada por el Bloco de Esquerda (BE) y el PCP. Esto es lo que refleja su brutal colapso electoral.

Esta inestabilidad de los gobiernos burgueses y la propia crisis del parlamentarismo no son exclusivas de Portugal, es transversal al mundo entero. Es inherente al período histórico de decadencia capitalista en el que vivimos.

Estos días, el miedo a una posible explosión social hizo que las acciones de la dirección del Estado se ejecutaran con mucha rapidez y se analizaran minuciosamente todas las posibles soluciones. Las decisiones tomadas por Marcelo Rebelo de Sousa permiten mantener en funcionamiento el régimen burgués y abren varias posibilidades de solución gubernamental para la burguesía.

La Asamblea de la República se disolverá en diciembre con el objetivo de que puedan aprobarse los Presupuestos del Estado. Los fondos del Plan de Recuperación y Resilencia (PRR) seguirán fluyendo hacia las grandes empresas. Los alquileres aumentarán hasta un 7% para alegría de la pequeña burguesía y se promulgarán las migajas para la clase trabajadora: aumento del salario mínimo, de las pensiones y ayudas miserables para los sectores más pobres.

Las elecciones serán en marzo para que el PS tenga tiempo de prepararse y elegir un nuevo líder, revelando así también la falta de confianza de la burguesía y la debilidad del PSD y en la dirección de Luís Montenegro.

A pesar de la crisis de Gobierno, las últimas encuestas siguen situando al PSD por detrás del PS en intenciones de voto, incluso por debajo de las del año pasado. El PSD ha estado en crisis en los últimos años. Parte de su espacio político fue ocupado por el giro a la derecha del PS. Otra parte fue ocupada por Chega, que, con la polarización social, ganó a su base social más reaccionaria. Sin embargo, un Gobierno de la derecha en coalición con la extrema derecha es una posibilidad abierta. Las encuestas indican que Chega duplica con creces sus votos.

Del lado del PS, el nuevo líder será Pedro Nuno Santos, del ala izquierda, o José Luís Carneiro, del ala derecha. El primero candidato para allanar el camino a un nuevo entendimiento con la izquierda y una posible geringonça 2.0 y el segundo con la intención de lograr un acuerdo con el centro. Cada día son más claras las señales de que Pedro Nuno ganará las elecciones internas en el PS. En la presentación de su candidatura llenó la sede de Largo do Rato. Cuenta con el apoyo de las Juventudes Socialistas, de 17 de los 21 distritos. También lo respalda Francisco Assis, la principal figura del ala derecha.

Pedro Nuno está pasando sin problemas la primera prueba de la burguesía. En pocos días logró unir y reconciliar al PS tras de él. Habla directamente a la clase trabajadora y lo hace sobre sus mayores problemas: salarios, vivienda y servicios públicos. A la vez, ataca frontalmente a la derecha y al racismo y la xenofobia de Chega.

En los últimos años el ala pedronunista ha sabido demostrarse en diversas ocasiones y afirmarse ante la izquierda como el principal enemigo del fascismo. Como lo hizo con la candidatura de Ana Gomes en las últimas elecciones presidenciales. Recordemos que Ana Gomes presentó la oposición más contundente a la extrema derecha y fue la única candidata que apoyó la ilegalización de Chega.

Esta posición de Pedro Nuno y el temor generalizado entre diferentes capas de la clase trabajadora a la elección de un Gobierno reaccionario que incluya a la extrema derecha podría concentrar el voto de la izquierda y capturar también sectores de la base electoral del BE y el PCP.

Sin embargo, su programa político no es nuevo y no ofrece ninguna alternativa. Es puramente socialdemócrata. Su lema de ser nieto de zapatero e hijo de empresario es la síntesis de su propósito, la conciliación de clases. Su discurso de candidatura lo dejó cristalino: «No conseguiremos salarios dignos despreciando a quienes trabajan, pero tampoco lo conseguiremos despreciando a las empresas e ignorando sus retos. Reconocemos que las empresas son comunidades entre empresarios y trabajadores, y que las relaciones entre ellos están compuestas de derechos y obligaciones. Por eso el PS es la plataforma política que mejor defiende y promueve el diálogo, la negociación y la concertación entre empresarios y trabajadores”.

Por todo ello, Pedro Nuno Santos puede ser la carta de triunfo de la burguesía. Sin embargo, en el caso de que sea elegido primer ministro, estará bajo una enorme presión social por parte de los trabajadores y la juventud.

Los mismos errores de la izquierda reformista

Cuando António Costa dimitió, la respuesta del PCP fue pedir “soluciones y no elecciones” y el BE, aunque exigió elecciones anticipadas, esperaba que la investigación se desarrollara con la mayor calma posible y que se hiciera justicia.

Cabe preguntarse: ¿qué soluciones espera el PCP de este régimen? ¿Expropiará alguna vez el Gobierno actual grandes fondos inmobiliarios para garantizar viviendas para todos? ¿Y qué justicia espera el Bloco? ¿La del Estado de derecho burgués? ¿El mismo que arresta a trabajadores pobres por pequeños hurtos, pero deja libres a violadores, grandes banqueros y a la élite política?

En medio de la agitación de esta situación política y social, esto es lo que la dirección del PCP y BE tiene que decirnos. Para estos burócratas no está ocurriendo nada serio, ni siquiera en sus vidas. Su fijación es con el parlamentarismo y las instituciones burguesas.

Basta leer las palabras del exdirector y fundador de BE, Francisco Louçã, cuando dice: “Por otro lado, la izquierda puede recordar que la ‘geringonça’ fue la medicina que protegió al país de la burbuja autoritaria que es la mayoría absoluta. Es cierto, pero eso no constituye una política, ya que la historia no se repite. El hecho de que ahora sea necesario no sustituir a un Gobierno de derechas, sino más bien garantizar una respuesta estructural a los problemas creados o agravados por el Gobierno saliente, en la política de industrialización, inversión y salarios o en la organización de los bienes comunes de la democracia que constituyen el bienestar del pueblo, incluyendo la salud, la vivienda, la educación y la política ambiental, requiere ahora un programa más profundo y detallado que en cualquier otro momento del pasado. Mi conclusión es que solo ganará a la derecha una izquierda que sea más exigente que nunca”.

Estos reformistas y burócratas, hoy, después de los desastrosos resultados obtenidos en las elecciones de hace dos años y después del caos en el que el PS sumió a la clase obrera y a los oprimidos, sueñan con volver al pasado. Todavía sueñan con la geringonça o, quién sabe, con un puesto ministerial en un hipotético futuro Gobierno de Pedro Nuno Santos.

El gran programa del reformismo se reduce a lo siguiente: mostrar a los capitalistas que sus intereses están mejor garantizados bajo su gobierno que bajo uno de la reacción. ¡Lo que importa ahora es la unidad para parar a la derecha! Pero si se repiten los mismos errores que nos llevaron a esta situación, los resultados serán muy similares. La paz social permitida por la dirección del BE, el PCP y la CGTP para encubrir las políticas capitalistas del Gobierno de António Costa solo sirvió para fortalecer a la extrema derecha.

El crecimiento de la extrema derecha no cae del cielo, ni en Portugal ni en Estados Unidos, Italia, Francia o Alemania. Es el resultado de profundas desigualdades y descomposición social, de la crisis del parlamentarismo burgués dominado por una polarización creciente, del giro reaccionario de las clases medias que se llenan los bolsillos con la precariedad laboral, los bajos salarios y la infame explotación de los trabajadores inmigrantes. Es el resultado de la política de colaboración de clases que deja al movimiento obrero descalzo, que lo debilita y lo desmoviliza, del fracaso de una izquierda socialdemócrata, tanto tradicional como nueva.

Las elecciones del 10 de marzo serán una nueva prueba. Evidentemente tenemos que movilizarnos para frenar a la extrema derecha y la reacción en estas elecciones. No podemos facilitar su avance en ningún ámbito, ni siquiera en las urnas. La abstención hará avanzar y dará confianza a estos fascistas. No es indiferente si gobierna el PSD/Chega o la izquierda parlamentaria. No podemos decir que reaccionarios y reformistas son lo mismo. Por tanto, el voto en estas elecciones debe ser muy crítico para la izquierda parlamentaria. En modo alguno se trata de un voto de confianza, es un voto para frenar a los fascistas. Somos conscientes de que para cambiar nuestras vidas y derrocar al fascismo solo podemos confiar en nuestras propias fuerzas, las fuerzas de la clase trabajadora y el movimiento juvenil, su organización y sus métodos de lucha.

Llenar las calles y construir una izquierda revolucionaria

Los trabajadores en Portugal han demostrado su voluntad de lucha, con cientos de conflictos a lo largo de este año, destacando los movimientos huelguísticos desde abajo de los docentes y más recientemente de los médicos, con la huelga contra las horas extras ilegales. El camino a seguir son las protestas en las calles y una huelga general, que unifique e intensifique la lucha de los trabajadores, en lugar de las huelgas exclusivamente sectoriales que mantiene la dirección de la CGTP.

Como lo han demostrado repetidamente, para este camino no podemos contar con la acción de las direcciones reformistas del BE y PCP, tampoco del PS. No podemos dejar que sea el calendario electoral decidido por la burguesía el que marque nuestro ritmo. ¿Cómo puede alguien a quien no le llega su salario a fin de mes esperar a las elecciones dentro de cuatro meses? Este es el momento para intensificar la lucha contra los capitalistas y la reacción. La lucha contra las políticas de pobreza y contra la extrema derecha no se puede ganar dentro de los muros del parlamento. Votar no basta.

Necesitamos una izquierda consecuente y revolucionaria que luche en la calles por el fin de la explotación de la clase trabajadora y no por la reconciliación de nuestra miseria con las ganancias de los grandes monopolios capitalistas.

Si quieres construir esta izquierda, ¡únete a nosotros!


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