Así es la democracia en Francia. Que la pasada victoria electoral del Nuevo Frente Popular puede poner en riesgo los intereses de la clase dominante y las contrarreformas aprobadas contra la voluntad del pueblo, ¡no hay problema! Se desprecia olímpicamente lo que se ha votado en las urnas y se nombra de manera cesarista a un primer ministro a la medida de lo que quieren los grandes capitalistas. Esto es lo que ha hecho el pasado 5 de septiembre el presidente Macron, un auténtico golpe de Estado institucional para robar las elecciones a la izquierda y entregar el gobierno a la extrema derecha.

La designación como jefe del Ejecutivo de Michel Barnier, dirigente de Los Republicanos, formación derechista que cuenta tan solo con 45 escaños de 577 en la Asamblea nacional francesa, y que fue un infame ministro de Medioambiente, Asuntos Europeos, Agricultura y Exteriores bajo las presidencias de Chirac y Sarkozy, da carta de naturaleza a un régimen que está cuestionando con dureza los derechos democráticos del pueblo francés, y que viola su propia legalidad asumiendo un carácter abiertamente bonapartista.

Tras numerosas propuestas del Nuevo Frente Popular para designar un primer ministro salido de sus filas, Macron ha decidido colocar a este reaccionario al frente del Gobierno con el pleno aval de la ultraderecha. El llamado “Frente Republicano” para establecer un cordón sanitario contra Le Pen, que Macron defendió demagógicamente durante las elecciones, se ha demostrado una autentica pantomima. En realidad la llamada derecha moderada no es más que el escudero vergonzante de las políticas de Rassemblement National (el nombre actual del Frente Nacional).

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Tras numerosas propuestas del Nuevo Frente Popular para designar un primer ministro salido de sus filas, Macron ha decidido colocar a este reaccionario al frente del Gobierno con el pleno aval de la ultraderecha. 

Tras conocerse esta maniobra, cientos de miles de jóvenes y trabajadores han llenado las calles de toda Francia para enseñar el puño a Macron y su nueva socia de gobernabilidad, Marie Le Pen.

Un primer ministro ultra a medida de la patronal y la extrema derecha

El historial ultraconservador de este primer ministro machista, xenófobo y racista de manual está fuera de discusión. Votó en contra de la despenalización de la homosexualidad (que estaba penada gracias a una ley adoptada bajo el régimen de Vichy y que se mantuvo en vigor hasta 1981), contra el derecho al aborto de las mujeres en la sanidad pública, contra la igualdad salarial entre hombres y mujeres y contra las tímidas leyes que dicen proteger a la sociedad del racismo, y que en los hechos, como todo el mundo sabe, son violadas impunemente. Michel Barnier votó en contra de todo eso y mucho más.

El flamante primer ministro espurio es un ultraliberal en nómina de la patronal, que votó entusiastamente por el aumento de la edad de jubilación a los 65 años, que defendió públicamente la contrarreforma de las pensiones de Macron, el aumento de la jornada de trabajo semanal, y que no se corta en sus posiciones ultraderechistas exigiendo un control de fronteras aún más estricto, el endurecimiento de las leyes de extranjería e inmigración, y que amenaza incluso con recuperar el racista Ministerio de Inmigración de Sarkozy.

Esto confirma lo que lleva años siendo un secreto a voces: Macron pactaría antes un Gobierno con el apoyo del Rassemblement National que permitir un Gobierno de la izquierda que estuviera condicionado por el peso político de Mélenchon y la Francia Insumisa (FI). De ahí el acuerdo previo, también con la extrema derecha, de cara a designar como presidenta de la Asamblea Nacional a la macronista Yael Braun-Pivet.

Los banqueros y los grandes empresarios necesitan un Gobierno que continúe con la agenda de recortes, ajustes y contrarreformas, que intensifique la represión policial y los ataques a los derechos democráticos, y que no altere el racismo institucional que convierte a nuestros hermanos y hermanas inmigrantes en los chivos expiatorios de la crisis del capitalismo francés. Y, por supuesto, que mantenga la hoja de ruta de militarismo y belicismo exacerbado en busca de recuperar la vieja gloria imperial de Francia. Este es el programa que viene a aplicar Michel Barnier.

Un Gobierno del Nuevo Frente Popular a pesar de tener un programa socialdemócrata limitado, podría plantearse —en un momento determinado y como consecuencia de la presión popular—derogar las contrarreformas de las pensiones y laborales, paralizar las nuevas leyes antiinmigración e impedir la privatización de la SNCF en marcha. Un escenario semejante sería una apuesta muy arriesgada que la clase dominante no puede tolerar. Por eso, cada vez más, los fundamentos de la democracia entran en contradicción con los intereses estratégicos de la burguesía, no solo en Francia, sino en todo el mundo.

El dirigente de RN, Bardella, se ha apresurado a reconocer que, gracias a sus negociaciones con Macron, se ha evitado “el ascenso de la extrema izquierda al Gobierno” y que, en caso de resultar elegido Barnier, no votarán una moción de censura contra él. También Marine Le Pen ha saludado públicamente el acercamiento del nuevo primer ministro a sus posturas, y Marion Le Pen, dirigente del aún más ultraderechista partido Reconquista de Zemmour, le ha animado a cumplir todo su programa racista y xenófobo.  

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Un Gobierno del Nuevo Frente Popular podría plantearse —en un momento determinado y como consecuencia de la presión popular—derogar las contrarreformas de las pensiones y laborales, etc. 

El Gobierno de Barnier atizará la lucha de clases

La crisis del imperialismo francés, puesta de manifiesto con contundencia con la retirada de sus tropas en Malí, Níger y otros países africanos, a la que hay que sumar la rebelión popular desatada en abril en Nueva Caledonia, y su pérdida de influencia en los mercados globales, obligará al nuevo Gobierno a dar una nueva vuelta de tuerca contra los derechos sociales y laborales, buscando maximizar los márgenes de beneficio de los grandes capitalistas. Una receta acabada para una feroz lucha de clases dentro de Francia.

Un Gobierno conformado por ministros del macronismo y la derecha tradicional, y con el firme apoyo del Frente Nacional, es la apuesta más segura ante este escenario. E incluso mañana con ministros del Frente Nacional, una posibilidad que está encima de la mesa debido a la debilidad parlamentaria de Los republicanos y de Macron. ¿Acaso la ultraderecha no se sienta ya en diferentes Consejos de Ministros de países de la UE?

En tan sólo un mes, el nuevo Gobierno se enfrenta a una tarea central: diseñar los presupuestos del año 2025 y presentarlos ante la Asamblea Nacional. Las previsiones de déficit público, en un contexto de ralentización de la economía y con temores de recesión, son muy negativas: el año 2024 cerrará con un déficit sobre el PIB del 5,6%, cifra que podría aumentar hasta el 6,4% el próximo año. En este contexto, la cascada de ataques y recortes en los servicios públicos continuará.

El anterior Ejecutivo dirigido por Gabriel Attal ya presentó varios proyectos en esa línea, como por ejemplo el cierre de 1.600 aulas en la escuela pública y el despido de 1.800 profesores y profesoras o el establecimiento de un techo de gasto por Ministerio. Otro de los grandes ataques previstos es a las prestaciones por desempleo. La propuesta a discutir en el Parlamento plantea aumentar el tiempo de trabajo necesario para acceder a estas prestaciones de 6 a 8 meses y reducir su duración máxima de 18 a 15 meses.

Impulsar un movimiento combativo en las calles para tumbar a Macron

El sábado 7 de septiembre, más de 300.000 personas secundaron las primeras movilizaciones contra Barnier y su nuevo Gobierno, y es sólo una muestra de lo que le espera en los próximos años. Los trabajadores y jóvenes franceses han demostrado sobradamente que no están dispuestos a aceptar un hundimiento aún mayor de sus condiciones de vida y saben muy bien lo que es la ultraderecha, pero también conocen de primera mano a esa izquierda reformista que se llena la boca de “antifascismo” en campaña electoral pero luego está dispuesta a maniobrar por la espalda y dar balones de oxígeno a Macron y al sistema. Nos referimos a los dirigentes del PS, del PCF y de los Verdes.

Como marxistas nos basamos en los hechos de fondo. La rebelión contra la reforma de las pensiones, las movilizaciones antifascistas del mes de julio y la gran manifestación contra este golpe de Estado institucional marcan el camino a seguir. La FI, los sindicatos de clase más combativos y las organizaciones estudiantiles deben trazar un plan de acciones, movilizaciones y huelgas para tumbar cuanto antes a este Gobierno, que es muy débil. Este es el camino para frenar el ascenso de la extrema derecha.

Si la acción se reduce a una batalla parlamentaria y a maniobras legales, los efectos deprimentes de esta estrategia no se harán esperar y mostrarán su impotencia. Los asuntos políticos relevantes no se resuelven en los tribunales ni con discursos, sino con la movilización de masas y la lucha organizada.

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La FI, los sindicatos de clase más combativos y las organizaciones estudiantiles deben trazar un plan de acciones, movilizaciones y huelgas para tumbar cuanto antes a este Gobierno, que es muy débil. 

La democracia francesa atraviesa una crisis orgánica que es el fruto de la crisis material del capitalismo. Es imposible rescatar los derechos democráticos sin plantear abiertamente una batalla contra la causa que los degrada y elimina, la decadencia del régimen burgués. Y eso exige una estrategia de lucha por el socialismo, para poner fin a la monarquía presidencialista que se vive bajo la V República y que permite golpes de Estado como el que ha practicado Macron, para acabar con todas las contrarreformas y recortes, para imponer la reducción de la edad de jubilación y de la jornada laboral, el establecimiento de una educación y sanidad públicas y 100% gratuitas, vivienda digna pública asequible, la eliminación de todas las leyes represivas y racistas, la concesión de la independencia a los territorios coloniales, y poner fin a la orgía militarista y las políticas belicistas que la burguesía francesa práctica y que se concretan en su apoyo al régimen ultraderechista de Zelensky y al genocidio sionista en Gaza.

La clase obrera francesa demostrará en los próximos meses que tiene la fuerza para barrer a este nuevo Gobierno, a Macron y a la extrema derecha, y lo conseguirá con un programa de ruptura con el capitalismo.


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