La chispa que inició el fuego fue la muerte de dos jóvenes electrocutados en una central eléctrica en Clichy-sous-Bois, tras una brutal represión policial. Después del multitudinario entierro de los dos jóvenes y cuando todo parecía en calma aparecieron los cuerpos especiales de la policía, armados hasta los dientes, decididos a “marcar el territorio” y a demostrar quién manda. Desde ese momento las revueltas se han extendido espontáneamente a más de 350 ciudades francesas, incluso han llegado a los barrios ricos del centro de París. Además, el ministro de Interior, Sarkozy, echó más leña al fuego al calificar de “gentuza” a los jóvenes que viven en los barrios obreros.
¿Qué hay detrás de
esta revuelta juvenil?
Al principio se intentó presentar esta revuelta como a elementos aislados, formados por bandas de “delincuentes”, el problema es que cuando comenzó a extenderse quedó claro que detrás había algo más serio. La violencia con la que se está manifestando esta protesta refleja la profundidad de la frustración y la rabia contra un sistema que les condena al paro, la marginación y la pobreza. En algunos de estos barrios la tasa de desempleo supera el 40%, cuatro veces más que la tasa nacional. Es verdad que una parte importante son de origen árabe o africano pero, como reconocen los propios medios de comunicación franceses, también muchos son jóvenes “blancos” afectados por los mismos problemas.
El País (8/11/05) publicaba un artículo muy interesante sobre estos jóvenes que tienen ganas de “romperlo todo”. Explica el carácter espontáneo de una protesta que no “responde a ninguna consigna, ni a ninguna organización”. Son jóvenes, como los que podemos encontrar en cualquier barrio obrero de una gran ciudad, que sin empleo ni perspectiva no tienen nada que perder: “No tenemos elección, estamos dispuestos a sacrificarlo todo porque no tenemos nada... ‘No somos vándalos, somos rebeldes. En la banda todos estamos en el paro’ deplora Nadir, que explica que en los últimos meses ha enviado cien currículos y sólo ha tenido tres entrevistas”.
Como ya explicamos desde las páginas de El Militante (ver número de junio de 2005), Francia es el país de la Unión Europea donde más lejos han llegado los ataques contra los trabajadores. Son años de ataques a los derechos laborales y recortes sociales. Francia tiene una tasa de paro del 9,8%, casi tres millones de parados, entre los inmigrantes el paro es del 17,4%. La tasa de paro juvenil es del 20%. También es el país de la UE donde ha aumentado más la pobreza.
Desde 2003 se ha reducido un 20% al año el dinero destinado a las asociaciones que trabajan en los barrios obreros con estos jóvenes. Han reducido los programas destinados a la formación de empleo juvenil. Han eliminado las ayudas destinadas a fomentar la contratación de jóvenes y reducido drásticamente el dinero destinado a programas de lectura y escritura para jóvenes. A esta situación de recortes sociales hay que añadir la política racista y destinada a criminalizar a la juventud puesta en práctica por Sarkozy. Hace poco lo expresó claramente, cuando fue a Toulouse y ante representantes de la policía de barrio (que también ha visto reducido drásticamente su presupuesto) dijo: “Tenéis un trabajo y no es jugar al fútbol con los chicos. ¡Vuestro trabajo es arrestarles!” (Le Monde, 6/11/05).
Qué refleja la violencia
Los marxistas no estamos en contra de la violencia por razones “morales”. En este caso estamos en contra porque en su desesperación estos jóvenes están quemando los coches y propiedades de sus vecinos que son trabajadores como ellos. De hecho, en algún barrio los vecinos han organizado patrullas de vigilancia para salvar sus propiedades y convencer a los jóvenes de que esa no es la forma correcta de luchar. Además la violencia de la protesta está siendo utilizada por la derecha para intensificar las medidas represivas. Ahora el gobierno ha permitido que se pueda decretar el toque de queda y quiere recuperar una ley de 1955 que permitirá decretar el estado de emergencia, quieren aumentar el número de reservistas e incluso un sector está pidiendo la intervención del ejército.
Pero también debemos entender que la violencia con la que se expresan estos jóvenes es sólo un reflejo, en primer lugar de la espontaneidad, pero también y es lo más importante, expresa la falta de alternativa política, la ausencia de una organización capaz de canalizar y dirigir este movimiento. Las organizaciones que deberían dar una expresión política a este descontento, el partido socialista o el partido comunista, aunque critiquen a Sarkozy al mismo tiempo piden mano dura contra los “violentos” e incluso la LCR, a la que se supone más a la izquierda, se niega a pedir la “retirada de la policía”.
La burguesía europea observa aterrada lo que está ocurriendo en Francia. Hablan del efecto “contagio”, como si los jóvenes fueran autómatas que imitan a los demás sin pensar por qué y sin tener un motivo. Pero su pánico refleja que saben perfectamente lo que está ocurriendo. Romano Prodi, un fiel representante de su clase, lo expresó muy bien: “Es cuestión de tiempo. Todos tenemos los mismos problemas”. Son conscientes de que esta revuelta juvenil representa una rebelión contra el sistema, un sistema que condena a miles de jóvenes al paro y la marginación social. Son conscientes de que una vez más los jóvenes sólo son un presagio de lo que está por venir, la movilización de la clase obrera y la amenaza que eso representa para su sistema.