Durante las últimas semanas la movilización contra el Contrato de Primer Empleo (CPE) del gobierno Villepin ha crecido significativamente, culminando con una manifestación con más de un millón de personas. El éxito de la manifestación del 7 de marzo ilustra claramente el rechazo al CPE por parte de la mayoría de la clase obrera y la juventud. Esto desacredita totalmente las pretensiones de que el gobierno cuenta con el apoyo de una mayoría silenciosa en su cruzada contra el desempleo juvenil, esto a pesar de la movilización del pasado mes de febrero que fue más débil (400.000 manifestantes en una manifestación nacional) y que se cortó por las vacaciones escolares. El éxito de esta movilización es más importante aún porque ilustra la unidad de los trabajadores, los jóvenes, los estudiantes y los profesores en la lucha contra la temporalidad laboral y el deterioro de las condiciones laborales.
La rebelión de los suburbios
En el fondo de estas protestas está la explosión social de los jóvenes excluidos y desempleados de los suburbios en Francia y que se produjo a finales de 2005. Esta explosión fue un mensaje, aunque distorsionado, para el gobierno de que su política de austeridad social, sus ataques contra los parados y su abandono de la educación pública, principalmente en los barrios inmigrantes, ya no eran soportables.
En respuesta a esta explosión social, aparta de declarar el estado de emergencia y enviar a la policía antidisturbios (CRS), el gobierno de nuevo atizó el látigo de la reacción contra la clase obrera y la juventud. En lugar de mejorar la educación y las escuelas en los barrios obreros, en un país donde terminar una educación decente está ya reservado para una elite pequeña, el gobierno aprobó una ley legalizando los aprendices con catorce años de edad y legalizando el trabajo nocturno para jóvenes de quince años. Con esto, el gobierno francés acababa con un derecho que la clase obrera consideraba fundamental desde el final de la Segunda Guerra Mundial, una educación libre y obligatoria hasta los dieciséis años de edad.
Sin embargo, esto no era suficiente para el gobierno conservador de Villepin y la clase que le apoya, la burguesía. A mediados de enero de este año, para deleite de los empresarios, Villepin presentó el Contrato de Primer Empleo, que no es otra cosa que una herramienta para atrapar a los jóvenes parados y dar a los empresarios libertad para determinar las condiciones laborales de los jóvenes trabajadores. Por supuesto, la realidad es diferente. Este nuevo contrato no es otra cosa que un regalo para la MEDEF (la patronal francesa), que permitiría a los empresarios despedir a los nuevos trabajadores con menos de 26 años de edad en cualquier momento y sin razón alguna dentro de un período de prueba de dos años. El CPE también dificultaría al trabajador despedido resistirse a un despido injusto e injustificado, porque este nuevo contrato legaliza totalmente este tipo de prácticas para los empresarios.
El espectro del CIP
A la sombra del CPE se encuentra el espectro del CIP (Contrato de Inserción Profesional) que fue presentado por el gobierno de Balladur (entonces primer ministro) hace doce años. El CIP buscaba crear un salario mínimo separado para los jóvenes trabajadores. Bajo la presión de la movilización de los jóvenes y trabajadores, Balladur tuvo que retirar su propuesta. Ahora el mismo Balladur le pide a Villepin que se mantenga firma.
La introducción del CPE representa la venganza de la MEDEF y las otras fuerzas de la reacción burguesa en la sociedad francesas, no sólo por el fracaso del CIP, sino también por la implantación de la jornada laboral de 35 horas durante el anterior gobierno de la “izquierda plural” (que por otro lado sí aplicó una política de privatización) y otras reformas progresistas aprobadas en su momento.
Durante mucho tiempo, los empresarios han tenido que aceptar que los jóvenes de 14 años sigan en la escuela y no los puedan utilizar como una mano de obra barata para ser explotada. Los empresarios ya no pueden hacer concesiones a los trabajadores y están dispuestos a acabar con cualquier conquista social, en la mayoría de los casos conquistada a través de la lucha durante la segunda mitad del siglo XX. Por supuesto no es una sorpresa que la introducción del CPE coincida con las propuestas del ministro de interior, Nicolas Sarkozy, para seleccionar la inmigración, los inmigrantes son otra gran fuerte de mano de obra barata para los empresarios.
La reacción de los sindicatos de estudiantes y organizaciones juveniles fue inmediata al anuncio del CPE por parte del gobierno. Pronto salieron a la huelga, una vez más unidos con los profesores y el movimiento obrero en general, como ocurrió en la lucha contra el CIP en 1994 y el año pasado contra la ley Fillon relacionada con la educación.
El movimiento obrero francés lejos de estar en calma e inerte, y también lejos de creer todas las promesas del gobierno, ha entendido naturalmente que es sólo cuestión de tiempo que el CPE se generalice al conjunto de la clase obrera, por esa razón están apoyando a los jóvenes trabajadores y a los estudiantes. Incluso los sindicatos tradicionalmente más reformistas de derechas, como Force Ouvriere (FO), han convocado las movilizaciones y huelgas contra el nuevo contrato del gobierno.
Una vez más, y muy importante desde el punto de vista marxista, los sindicatos de estudiantes han vinculado sus reivindicaciones con las del movimiento obrero, en lugar de recurrir a algún tipo de “juerga estudiantil”, y esta actitud les ha garantizado el apoyo del grueso de la clase en su lucha justificada contra un plan de empleo antijuvenil y antiobrero.
Los partidos obreros y la oposición parlamentaria
Después de su fracaso con los trabajadores durante el referéndum de la Constitución Europea, el Partido Socialista (PSF) ahora intenta rectificar esta política presentando una fuerte oposición parlamentaria al CPE. En sí mismo es un paso importante, pero la base consciente del partido y los marxistas deben hacer todo lo que esté en su poder para garantizar que la dirección del PSF no usurpe el movimiento para intentar calmarlo y diluirlo.
En su arrogancia, el gobierno Villepin decidió que el debate y las enmiendas relacionadas con el CPE (la democracia parlamentaria y los procedimientos que incluye) no se podía retrasar la “lucha contra el desempleo” y recurría al apartado 49.3 de la Constitución francesa que permite al gobierno aprobar una ley sin votarla en el parlamento. El PSF, que ya había amenazado antes si el gobierno se atrevía a utilizar este apartado 49.3, presentó una moción de censura en el parlamento. Por supuesto, no tenía posibilidades de seguir adelante porque los partidos de derechas tienen la mayoría en el parlamento.
El Partido Comunista también se opone al CPE y aunque no se unió a la moción de censura, sí votó a favor. Todos los demás partidos de la “izquierda” votaron a favor de la moción o la presentaron conjuntamente. Algunos de estos partidos (con el PSF al frente) se están preparando para un nuevo gobierno de la “izquierda plural”.
Los medios de comunicación y Segolene Royal
Consciente de que las elecciones son el año que viene, no sólo por el CPE sino también por los últimos cinco años de políticas de austeridad del gobierno, la burguesía ha comenzado a promover a sus candidatos dentro del PSF.
En los últimos meses, los medios de comunicación burgueses han mostrado constantemente la figura de Segolene Royal, presidenta regional de Poito-Charente y esposa del secretario general del partido, Francois Hollande, como la candidata del PSF para las elecciones de 2007. La propia Royal ha guardado silencio con las protestas contra el CPE y gustosamente dice que Tony Blair “es su modelo”.
Una vez más, este movimiento para promover a Royal como la ganadora más probable en 2007, es claramente una táctica de la burguesía para garantizar que Chirac y Villepin sean sustituidos por un presidente y un gobierno reformista y “dócil”, defensor de la “economía de mercado”.
Las futuras batallas: ¡no al empleo precario! ¡no a la temporalidad laboral!
La lucha contra el CPE y la política de austeridad social está lejos de haber terminado, incluso aunque se gane, ni aunque todavía no lo haya aprobado el parlamento. Los sindicatos estudiantiles y obreros se han unido en un tercer día de movilización nacional contra el CPE, cuarenta y cinco universidades han ido a la huelga desde el 9 de marzo. Esa misma noche, la CRS cargó contra los estudiantes en la Sorbona y se levantaron barricadas en el bulevar Saint Michel, posteriormente desmanteladas por la CRS. Como marxistas, debemos mirar con entusiasmo y optimismo esta unidad en la lucha entre jóvenes, estudiantes y, por supuesto, trabajadores. Es un paso adelante en la lucha contra el capitalismo y sus amos burgueses. Las conquistas sociales de la clase obrera no se pueden mantener en un período de crisis del capitalismo. La única forma de conseguir que nuestras conquistas puedan mantenerse es arrebatar los bancos y los medios de producción del grillete de la clase que actualmente los posee, la burguesía, y ponerlos en manos de la clase que produce la riqueza del sistema, la clase obrera.
¡No a la temporalidad laboral!
¡No al deterioro de las condiciones laborales!