El 21 de mayo los montenegrinos decidieron a través de un referéndum el ser independientes o no. El jefe de la Comisión Electoral, Fratisek Lipka, anunció que los resultados definitivos daban al ‘sí’ a la independencia el 55,5% de los votos. La UniónEl 21 de mayo los montenegrinos decidieron a través de un referéndum el ser independientes o no. El jefe de la Comisión Electoral, Fratisek Lipka, anunció que los resultados definitivos daban al ‘sí’ a la independencia el 55,5% de los votos. La Unión Europea había fijado en el 55% los votos positivos necesarios para aceptar sus resultados, además de reclamar una participación por encima del 50%, requisito éste que también se cumplió ampliamente. En total participaron en el referéndum 419.236 de los 484.718 ciudadanos montenegrinos con derecho a voto, lo que constituye una participación del 86,49%. Hubo, por lo tanto, 230.711 votos a favor de la independencia frente a los 184.954 votos de los unionistas proserbios que abogaban por una permanencia en la unión estatal con Serbia.

Después de saber los resultados ha habido declaraciones de todo tipo. Por ejemplo, Otegi señaló que la comunidad europea se ha implicado “de lleno” para que Montenegro pudiera ejercer el derecho de autodeterminación. Incluso el lehendakari Juan José Ibarretxe, utilizando el oportunismo, dijo que la decisión de la UE de reconocer a Montenegro el ejercicio de la autodeterminación contradice las afirmaciones realizadas el mes pasado por el presidente español sobre la no aplicabilidad del derecho a decidir en la Europa democrática y espera que sirva para Euskal Herria. Por todo ello, según algunos, “cabe concluir que el proceso en Montenegro es algo más que un caso de secesión, para pasar a convertirse en un modelo del que extraer conclusiones”. Aunque, por otro lado, Javier Solana salió en seguida respondiendo a estas declaraciones diciendo que comparar Montenegro y Euskal Herria “raya el ‘delirium tremens”.

Frente a todas estas manifestaciones creemos que para analizar correctamente el caso de Montenegro es necesario hacer un análisis desde un punto de vista marxista. La cuestión nacional en la historia puede jugar un papel progresista o reaccionario, depende de su contenido de clase. Los marxistas para determinar nuestra actitud ante la cuestión nacional siempre nos preguntamos: ¿a qué intereses de clase sirve? ¿qué clase social está a la cabeza? Ésta es la cuestión decisiva. Es necesario atravesar la niebla de verbosidad y retórica patrióticas para descubrir los intereses de clase que hay detrás. Sobre todo es necesario cuando se trata del movimiento nacional porque aquí la burguesía tiene especial interés en ocultar sus verdaderos intereses, ocultos con la cortina de humo del misticismo y la demagogia, como demuestra muy bien Ibarretxe. La clase obrera debe diferenciarse claramente de la burguesía nacionalista, la enemiga del movimiento obrero.

La codicia del imperialismo

alemán

Fue la codicia del imperialismo alemán la responsable de la última guerra de Yugoslavia hace algo más de diez años. La burguesía alemana tiene las manos manchadas con sangre inocente. Poseedora de la más poderosa economía europea vio en la caída de los regímenes del Este una nueva oportunidad histórica de ampliar su área geográfica de influencia económica. Desmembrar países, azuzar enfrentamientos en líneas étnicas, armar a conocidos racistas fanatizados; todo fue lícito para conseguir aumentar los beneficios capitalistas. Croacia y Eslovenia fueron armadas —la prohibición que al respecto había impuesto la “comunidad internacional” no fue obstáculo para el Bundes Nachichten Dienst (equivalente alemán de la CIA)— y empujadas a una secesión rápidamente reconocida por Alemania y por la UE. Si bien todos eran conscientes de que las maniobras alemanas llevaban directamente a un conflicto armado, ningún líder europeo actuó firmemente para evitarlo.

Toda la historia del siglo XX proporciona una prueba de que las aspiraciones nacionales de los pueblos de los Balcanes no pueden ser resueltas sobre bases capitalistas. En tal situación, el denominado “derecho de autodeterminación” es sólo una hoja de parra para disimular las intrigas reaccionarias y ambiciones de una u otra gran potencia.

Los marxistas estamos en contra de cualquier tipo de opresión nacional. No estamos a favor de mantener por la fuerza a ningún pueblo en un Estado en el que se siente oprimido. Pero decir esto no es suficiente. Bajo condiciones determinadas, la denominada “autodeterminación” es una cruel burla, también en Montenegro. ¿Acaso Montenegro ha conseguido la soberanía nacional? No. Además, Lenin explicó miles de veces que el derecho de autodeterminación no es un derecho absoluto, sino que tiene que estar siempre subordinado al interés general del proletariado y la revolución mundial. Sólo las camarillas rivales de los gánsteres burgueses y mafias se han beneficiado de la balcanización de Yugoslavia.

Algunos tienen ilusiones en el papel de la OTAN, EEUU y la UE pero está claro que éstos no son los amigos del pueblo de Montenegro. El imperialismo y la burguesía ofrecen la protección de la propiedad privada, inversiones extranjeras e integración de la economía de Montenegro con las estructuras económicas mundiales y europeas. Ésta es una receta para el desastre en Montenegro, ya saben bien los pueblos explotados lo que significa la “economía de mercado”. Si Montenegro antes era una nación oprimida, lo va a seguir siendo porque a pesar de la “independencia” seguirá siendo una “colonia” para el imperialismo. La independencia no solucionará ninguno de los problemas de Montenegro, ni el económico, ni el cultural... En todos los casos, la amarga experiencia ha demostrado que los pueblos de los Balcanes nunca podrán lograr la libertad como vasallos de las potencias extranjeras.


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