Según los resultados oficiales, Dmitry Medvedev, la mano derecha de Putin, ganó las elecciones presidenciales con más del 70 por ciento de los votos y con una participación superior al 70 por ciento. Pero nadie seriamente se cree estos datos. El domingo por la tarde muchos rusos escribían en sus blog en internet y comentaban el sin sentido de estas elecciones, y no se limitaba sólo a la minoría de activistas de izquierdas.
El domingo, el día de las elecciones presidenciales, caminaba por el centro de la ciudad para ver qué ambiente había. Si no lo hubiera sabido, era difícil percibir que estábamos en día electoral. Por casualidad tropecé con un concierto pro-Kremlin cerca de la catedral de San Basilio. Dos jóvenes, que acababan de abandonar el concierto, me preguntaron por dónde se iba al metro. No eran de Moscú y les había pagado el viaje una de las organizaciones juveniles del Kremlin. Les pregunté cómo habían entrado y me dijeron: "toma, aquí tienes una entrada". Cogí la entrada y pasé un cordón formado por cientos de policías charlando entre ellos y hablando por sus teléfonos móviles. Había cantantes como Yulia Savicheva y Aleksandr Rozenbaum. El tiempo era terrible y me uní a la corriente de jóvenes que abandonaban el concierto. Unas cuantas veces escuché a la gente decir: "¿por qué hemos venido?" Esa era la actitud de los activistas "pagados", así que imaginad lo que sentía el resto de la población.
Según los resultados oficiales, Dmitry Medvedev, la mano derecha de Putin, ganó las elecciones presidenciales con más del 70 por ciento de los votos y con una participación superior al 70 por ciento. Pero nadie seriamente se cree estos datos. El domingo por la tarde muchos rusos escribían en sus blog en internet y comentaban el sin sentido de estas elecciones, y no se limitaba sólo a la minoría de activistas de izquierdas. La gente no cree en los políticos, lo que ven por las pantallas de televisión parece que no ocurre en la vida real.
Gennady Ziuganov, el líder del Partido Comunista de la Federación Rusa, quedó segundo con casi el 18 por ciento de los votos, un 6 por ciento más de lo que consiguió el PC en diciembre. Interfax citaba a Ziuganov diciendo que "nuestros activistas observaron más de 200 ejemplos de infracciones de carácter criminal, pretendemos llevar esta situación a los tribunales". Es probable que Ziuganov lleve este tema a los tribunales pero no cambiará nada.
Lo importante, sin embargo, es que el PCFR de nuevo demostró que es la única oposición al Kremlin. Es probable que muchos votantes de Rusia Justa, un proyecto del Kremlin para dividir el voto del PCFR, apoyaran a Ziuganov frente a Medvedev. Putin no se presentaba a presidente y en el parlamento se ha fortalecido la posición del PCFR, lo que plantea la duda sobre lo que hará el Kremlin con el PCFR ya que el Kremlin no puede tolerar ningún tipo de verdadera oposición. Hay un sector en el Kremlin que está a favor de tener un partido único estatal, pero sería una situación bastante impopular y podría salir el tiro por la culata. Otro sector está a favor de crear una alternativa al PCFR, pero lo han intentado en más de una ocasión sin éxito.
El domingo también se celebraban elecciones municipales y demostraron los límites del poder del Kremlin. Rusia Justa en muchas zonas no pasó la barrera del 7 por ciento, su campaña además se vio socavada por el hecho de que no presentaban ningún candidato presidencial. Por otro lado, en las provincias de Amurskoi, Yakutia y Kalmykia, el voto al PCFR se dobló respecto a las elecciones de diciembre. Incluso los analistas políticos burgueses reconocen que los intentos de obligar al partido a retirar sus candidatos lo que han conseguido es incrementar el apoyo al PCFR. El resultado de Rusia Unida en general es más bajo que en diciembre, excepto en Moscú y San Petersburgo, donde los resultados de diciembre fueron considerados, de modo burocrático, muy bajos.
La campaña para las elecciones municipales demostró que a la población no les gustan los "políticos", que está cansada de políticos que sólo hablan. Esto dificulta la tarea de arrastrar a nuevas capas al partido y a las diferentes campañas. Pero también significa que el Estado no tiene un apoyo estable. El PCFR centró sus críticas a Rusia Unida en que es un partido controlado por los empresarios, en Rusia los empresarios son impopulares. Aunque en este momento es muy difícil la organización política, sí que existe una tremenda frustración con todos los aspectos del gobierno, ya sea local o estatal. Este hecho, tarde o temprano, se expresará a través del PCFR. Ningún tipo de medidas burocráticas podrá detener ese proceso, por eso es necesario organizar y fortalecer dicho proceso.
El dominio de Putin
Los periódicos llevaban artículos de Putin y Medvedev dirigiéndose triunfalmente a la audiencia del concierto al que asistí. En lugar de llevar el nombre del candidato que ganó las elecciones, recurrieron al nombre de Putin. Es de hecho quién ganó realmente las elecciones. Medvedev sin el apoyo de Putin sólo sería un académico de San Petersburgo. Su carrera política es una sucesión de promociones bajo el mismo patrón y su ascenso a la presidencia es sólo el último ejemplo. Putin seguirá mandando. Esta circunstancia era evidente en toda la campaña electoral, empezando por el anuncio de que cuatro partidos políticos habían decidido apoyar a Medvedev. Después, en diciembre, Putin irónicamente inclinaba la cabeza ante estos aduladores, llamados "líderes políticos", que parecían totalmente ridículos en sus caras suites hablando sobre sus planes para el país. El día antes, Gryzlov (el "líder" de Rusia Unida) no pudo responder a preguntas sencillas sobre una serie de cuestiones simples, después, aparentemente, tomó la iniciativa antes de que su maestro pusiera un títere en su lugar.
Hegel decía que el monarca absoluto tenía el derecho a tomar algunas decisiones que él considere, que no debería limitarse al marco de decisiones que ya se han tomado. Este hecho crea anarquía en el gobierno pero es característico del capricho del gobierno de individuos, como vemos en Putin. Tomemos el ejemplo del propio Putin definiendo lo que era una trampa, lo que hizo en septiembre cuando habló ante los periodistas sobre Anatoly Chubais, el arquitecto de las privatizaciones de los años noventa y ahora líder del partido Unión de Fuerzas de Derecha (SPS). Comenzó mencionando que Chubais ahora era la cabeza del gigante energético UES y después continuaba:
"Como ustedes pueden comprender, esta es una empresa con enormes recursos, y no sólo económicos, sino también con posibilidades cuasi-administrativas para influir en la gente. Esta empresa está en posición de prestar apoyo administrativo o moral, sino también apoyo financiero. Espero que hagan esto en el marco de la legislación existente. Pero, en esencia, es apoyo oculto por parte del gobierno a esta ‘fuerza de derecha', como ellos la llaman, la Unión de Fuerzas de Derecha".
Es un pequeño esbozo de la lógica de Putin. En las primeras dos frases dice exactamente lo mismo pero en distinto orden, como si añadiera información extra. Y en las últimas dos frases clarifica que las trampas cumplen la ley siempre que vaya en interés del Estado. Pero lo que realmente significa es que sólo Putin puede interpretar qué son los intereses del Estado, y que las trampas son definidas como deslealtad a él, Putin, y se es cumplidor de la ley, independientemente del método utilizado, si se es leal ante él.
Cuando Putin quería reunir el apoyo de la sociedad no se lo pensó dos veces y criticó al capitalismo y despellejó a muchos en los años noventa:
"... ocupan posiciones importantes y actúan en detrimento de la sociedad y el Estado, sirviendo a los intereses de las estructuras oligarcas y vendiendo a precios de saldo la propiedad estatal. Hoy intentan enseñarnos cómo vivir cuando ellos mismos crearon la corrupción con los principales medios de la competencia política y económica. Son los que, año tras año, aprobaron presupuestos desequilibrados e irresponsables, los que llevaron al país a la bancarrota, a la ruina, a una caída masiva de los niveles de vida de los ciudadanos de nuestro país".
Por supuesto que sólo es retórica. Las mismas personas a las que Putin criticaba, como son Chubais y Kirienko, son capitanes de confianza en la industria y cuentan con el apoyo de Putin. El propio Putin formó parte del ala pro-capitalista de la burocracia en los años noventa, cuando fue Sobchak, alcalde de San Petersburgo. Pero puede criticar a quien quiera y nadie se atreve a criticarle a él. Puede amenazar con eliminar de un plumazo el caos provocado por el capitalismo en Rusia, y después dar un bandazo en sentido contrario, añadiendo más caos, y nadie se atreve a decir nada.
Putin es en realidad el líder no sólo de Rusia Unida y Rusia Justa, sino también de Chubais, que ha utilizado los recursos administrativos de RAO para apoyar a Putin. En www.1917 hay un breve informe sobre las instrucciones que esta empresa dio al sector nuclear para que presionaran a sus trabajadores y que votaran a Putin, como si se tratara de cualquier otro tipo de directiva industrial.
La debilidad de Putin
Aunque el Kremlin hasta el momento ha ganado las elecciones con mayorías absolutas, realmente no saben que están haciendo. Están combinando los viejos métodos estalinistas con un intento de democracia burguesa. Esta situación hace que los métodos estalinistas sean ridículos. Según Kommersant (4/3/2008) los equipos locales de campaña en las elecciones presidenciales no decidían nada porque "el cuarte general central no sólo revisaba las consignas y agendas, sino que también elegían qué calles de las ciudades eran las más adecuadas para ellos". La situación del Kremlin es como la de un borracho en la playa agitando un paraguas roto. El paraguas parece inútil cuando hace sol (por ejemplo, cuando Putin disfruta de niveles record en las encuestas) pero será aún más inútil cuando llueva. Tarde o temprano habrá una reacción contra el capitalismo y entonces quedará en evidencia la posición del Kremlin.
¿Por qué se retira Putin? Porque sabe que hay gente que comienza a estar cansada de el. Pero la gente también se cansará de él como primer ministro. Putin pretende mover las cuerdas de Medvedev a través de la Duma y de su partido, Rusia Unida. Pero la historia moderna de Rusia demuestra la inutilidad de los partidos burgueses y el dominio de la administración presidencial. Se han hecho analogías con Ucrania, donde el presidente Kuchma se retiró y cambió la constitución para dar más poder al parlamento. El resultado fue un callejón sin salida. Los estrategas del capital temen una situación similar en Rusia, que ya presenció un conflicto sangriento entre el parlamento y Yeltsin en 1993. Por eso Vedemosti (4/3/2008) citaba a la primera ministra ucraniana, Yulia Timoshenko, que recientemente hizo la siguiente declaración:
"Es absurdo que el país esté dirigido por dos funcionarios, el presidente y el primer ministro, que se superponen en funciones y poderes. Esto provoca caos en el gobierno y crea un sistema de desequilibrio destructivo que debilita al país. Es necesario eliminar el doble poder en el país".
El desastre del capitalismo y la democracia burguesa en Ucrania se ha reproducido en Georgia, donde el presidente Saakashvili ganó las últimas elecciones con una gran mayoría pero que está sufriendo protestas cada vez más importantes en contra de su gobierno. En Armenia las recientes elecciones presidenciales se ganaron gracias al fraude. Las protestas contra el gobierno provocaron este fin de semana enfrentamientos con la policía donde murieron ocho personas. En Azerbaiyán el hijo del anterior secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética, Aliev, ahora es el presidente, la primera vez que ha pasado el poder de padre a hijo de una manera dinástica. En los estados de Asia Central de la Unión Soviética o, como en el caso de Kyrgyzistán, llegaron al poder después de aplastar una insurrección contra el líder tiránico. Bielorrusia tampoco es un ejemplo de floreciente democracia burguesa, aunque es un estado relativamente estable.
Una comparación con estos países demuestra la debilidad subyacente que hay debajo de la superficie del sistema político en Rusia. Si no fuera por el alto precio del petróleo tendríamos también acontecimientos convulsivos similares. Y esa es la perspectiva. La buena suerte de Putin no llega a la masa de rusos corrientes y esta situación no puede durar indefinidamente. A pesar de toda la pompa que rodea a Putin, existe una fuerte corriente subterránea de odio contra el capitalismo que incluso Putin expresó durante la campaña, articulando el deseo de venganza contra los oligarcas que destrozaron la economía planificada. Pero el odio de Putin al capitalismo se limita sólo a las palabras. Para los trabajadores es otra cuestión. Su amargura, que Putin ha conseguido canalizar para sus propios objetivos, abandonará su aislamiento y veremos el surgimiento de brotes de furia espontáneos en todas partes. Es inevitable un gran giro a la izquierda, las contradicciones de la política y sociedad rusa sólo se pueden entender si se entiende que el proceso se ha retrasado. Este retraso es legado del estalinismo, la desilusión en las ideas socialistas que siguió al colapso de la URSS. Pero cuanto más se retrase este proceso más explosivo será el movimiento.
El ejemplo del callejón sin salida de los movimientos de la oposición en otras antiguas repúblicas soviéticas demuestra lo inútil que es una oposición no basada en la clase obrera. Aram Sarkisian, el líder del partido de la oposición armenia Respublika, ayer era citado en Kommersant comentando: "No esperaba que la población resistiera tanto. Nuestra población comprendió mejor la situación de lo que nosotros explicábamos. La gente ha comenzado a creer que puede cambiar su país...". Estas palabras demuestra el desprecio de los demagogos burgueses hacia la clase obrera. Pero cuando el Estado intensificó su represión, allí no estaban los líderes de la oposición, no había dirección. Acontecimientos similares ocurrieron en 2005 en Kyrgyzstán. Cuando las masas asaltaron el palacio presidencial sus dirigentes les abandonaron. Por eso insistimos en que los trabajadores sólo pueden confiar en sus propias fuerzas y que no pueden confiar en las fuerzas liberales (aunque estas fuerzas en Rusia sólo existan de manera virtual en la forma de Kasparov y sus activistas a sueldo).
La clase obrera instintivamente intenta cambiar la sociedad. Ha demostrado una y otra vez su capacidad de luchar. La cuestión no es si la clase obrera intentará luchar contra los títeres del Kremlin sino cuando ocurrirá. También depende de si los marxistas en ese momento son capaces de dar la dirección y programa necesarios para garantizar la victoria de la clase obrera. Esa es la tarea que recae sobre los hombros de la nueva generación de comunistas en Rusia hoy.