Ayer 19 de julio, el mismo día que la mayoría del PP aprobaba en el Parlamento el plan de recortes sociales y laborales más salvaje desde la caída de la dictadura, millones de trabajadores de todos los sectores, jóvenes, desempleados y pensionistas, abarrotamos las calles de más de 80 ciudades del Estado en una protesta histórica. En Madrid cerca de un millón de personas, en Barcelona más de 500.000, en Andalucía cientos de miles, y lo mismo en Galicia, en Euskal Herria, en Canarias, en Baleares, en Castilla León y Castilla-La Mancha, y a lo largo y ancho de toda la geografía.
El ambiente que se respiraba en las manifestaciones era de entusiasmo, confianza y combatividad. Un atmósfera que refleja el hastío de la población con un gobierno que en tan sólo seis meses ha impuesto un retroceso de treinta años en nuestras condiciones laborales y derechos ¡Sí se puede!, ¡Huelga, huelga, huelga general! ¡Manos arriba esto es un atraco!, ¡El pueblo unido jamás será vencido! ¡Abajo el gobierno del PP! ¡Tenemos la solución, los banqueros a prisión! y decenas de consignas y eslóganes del mismo tono, fueron coreados por millones de gargantas que se movían con dificultad en marchas salpicadas por miles de pancartas con las que los trabajadores de los diferentes sectores habían acudido a la cita. Los marxistas de El Militante hemos estado presentes en un gran número de ellas, distribuyendo masivamente nuestro periódico que en este curso político ha alcanzado cotas históricas de venta.
Después de una semana de acciones masivas, la gran mayoría de carácter espontáneo, que han sacado a las calles a decenas de miles de trabajadores públicos, las manifestaciones han subrayado la decisión de la clase trabajadora de llegar hasta el final en el combate contra este gobierno reaccionario, pro capitalista, y que legisla en exclusivo beneficio del capital financiero. Decenas de miles de trabajadores de la administración pública, docentes, mineros, bomberos, de los ayuntamientos, de la sanidad, de la asistencia social, de correos, de la Renfe, de las televisiones autonómicas, incluidos numerosos grupos de policías locales y nacionales, se unieron a cientos de miles de trabajadores de las empresas privadas, de parados, de jóvenes estudiantes. El sentimiento de unidad, de fuerza, de querer golpear con contundencia al gobierno del PP por su ensañamiento con los más débiles, se palpaba en cada metro recorrido en las marchas. Una lección para todos aquellos que han desconfiado de la capacidad de movilización de los trabajadores, y que se muestran escépticos con el poder de nuestra clase.
La movilización del 19 de julio es la señal inequívoca de las condiciones de rebelión social que atraviesa el Estado español. La gran marcha minera a Madrid y los más de 50 días de huelga indefinida en los pozos de Asturias, León, Teruel y otras zonas, han marcado un punto de inflexión en un proceso de luchas que en este año han afectado a la enseñanza y la sanidad públicas y al conjunto de la clase trabajadora que protagonizó el 29 de marzo una huelga general masiva. Pero además, han puesto en cuestión la política de las direcciones de UGT y CCOO por no dar continuidad a este proceso, por impedir la unificación de los sectores afectados por los recortes, que en realidad son todos, en grandes huelgas generales sostenidas en el tiempo y que paralizasen el país. La ocupación espontánea de las calles en estos días, en un reguero de manifestaciones y sentadas, asambleas y caceroladas, donde la clase obrera ha puesto su sello con una clara voluntad de participar en el movimiento y controlarlo desde abajo, es también una prueba del ambiente de indisciplina sindical que recorre a amplios sectores de nuestra clase.
En estos años de depresión económica, la proletarización de amplias capas de la sociedad se ha acentuado. Frente a la campaña de calumnias y mentiras del gobierno del PP contra los empleados públicos, acusándolos constantemente de privilegiados y vagos, la verdad se ha hecho paso crudamente en estas jornadas. La mayoría de los trabajadores del sector público son mileuristas, padecen la misma precariedad en el empleo que sus compañeros del sector privado (más del 35%), y han visto reducir de manera lacerante su poder adquisitivo y sus derechos. Han sido víctimas de despidos masivos, por miles, y ven mejor que nadie el deterioro acelerado de los servicios públicos, de la enseñanza y la sanidad, de las conquistas que el movimiento obrero logró tras décadas de luchas y huelgas muy duras. El salto en la conciencia de cientos de miles de estos trabajadores es una realidad incuestionable, pasando a jugar un papel de vanguardia indiscutible. La idea de que sólo la lucha unificada, que permita golpear a todos los sectores de manera unitaria y al mismo tiempo, frente a la dispersión de las acciones y los conflictos sector a sector o fábrica a fábrica, muestra también el avance de la conciencia obrera a través de la experiencia de los últimos años. No sólo eso, el carácter clasista de las consignas, poniendo el acento en la denuncia que la dictadura del capital financiero ejerce sobre el presente y el futuro de la población, pone de relieve que la experiencia de las masas empieza a conectar con la necesidad de romper definitivamente con el sistema capitalista, y organizar la sociedad sobre bases realmente democráticas, lo que sólo es posible con la lucha consciente por el socialismo.
Los protagonistas indiscutibles de estas jornadas son los trabajadores. Y una vez más hay que recalcar que para que este proceso de movilizaciones concluya con un éxito histórico, derrote las medidas del PP y haga caer a este gobierno, es necesario que sea la propia clase obrera la que se coloque en la dirección del movimiento, con sus métodos de lucha y con una alternativa socialista frente a la crisis.
Presión brutal sobre los dirigentes sindicales
La movilización del 19 de julio y las luchas de este curso político han colocado una presión brutal sobre las espaldas de los dirigentes sindicales, especialmente sobre los de CCOO y UGT. Venimos de años de una política sindical basada en la paz social, en la desmovilización y en constantes cesiones y claudicaciones. Pero esa estrategia no tiene nada que ver con el ambiente real que se vive en las fábricas y empresas, en los hogares de las familias trabajadoras golpeadas duramente por el desempleo. Desde la convocatoria de la huelga general del 29 de septiembre de 2010, las direcciones de los grandes sindicatos de clase se han colocado a rebufo del movimiento, y todas las acciones que han organizado han sido impulsadas desde abajo. Su posición como “hombres de Estado” y “agentes sociales”, términos con los que les lisonjeaban la burguesía y la patronal para mantenerlos en las fronteras del pacto social, se ha venido completamente abajo. Los capitalistas han utilizado a los dirigentes sindicales para hacer un trabajo bastante lamentable, pero ahora les desprecian y les arrojan todo tipo de basura a la cabeza.
Las direcciones de CCOO y UGT se encuentran en una encrucijada. Sometidos a una presión despiadada por parte de la CEOE y el gobierno, continúan balbuceando las viejas ideas de colaboracionismo sindical, de pactos y “concertación social”, algo que no sirve para aplacar las exigencias de los capitalistas, no producen ningún fruto tangible para los trabajadores, y les debilita ante su base social. Por otra parte, el descontento con sus políticas, con su estrategia, con sus vacilaciones es cada vez más estruendoso entre miles de activistas y trabajadores avanzados, un fenómeno que se extiende ahora, de manera abrupta, entre capas más amplias de los trabajadores. No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que las direcciones sindicales se han visto desbordadas en estos dos años, tanto por el movimiento de protesta general del 15M, como en los numerosos conflictos sectoriales que se han producido.
La crisis del sindicalismo reformista, de pacto social, de renuncia a entender la lucha obrera en defensa de nuestros derechos y condiciones laborales como parte de un combate político más amplio por transformar la sociedad, es uno de los acontecimientos más destacados de este periodo. Pero una dirección caduca, que ha sido superada por los acontecimientos, por una situación objetiva que no da margen para las reformas sino que pone encima de la mesa una lucha de clases descarnada, puede mantenerse todavía por un tiempo si no existe una alternativa. Y esto plantea una tarea urgente.
Los grandes sindicatos de clase no van a desaparecer. Es un completo error pensar, como algunos sectarios ultraizquierdistas defienden, que este es el momento del “sindicalismo alternativo”, que hay que abandonar los sindicatos de clase. Como la movilización del 19 de julio ha vuelto a demostrar, cuando la clase obrera se pone en marcha lo hace a través de sus grandes organizaciones, lo que no supone que mantenga una actitud pasiva o complaciente con la política de sus dirigentes, todo lo contrario; la crítica, la oposición a la paz social, la desconfianza por tantas luchas abandonadas, lo que demuestra es que existe un terreno fértil para realizar un trabajo enérgico, y paciente, en los sindicatos de clase por construir una fuerte corriente de oposición de izquierdas, que gane el apoyo de miles de delegados sindicales y trabajadores a una acción basada en el sindicalismo de clase, democrático, combativo y con un programa revolucionario y socialista. Los trabajadores y sindicalistas de El Militante defendemos esta estrategia, una posición marxista coherente frente a los atajos que sólo conducen a aislar a una capa de activistas del conjunto del movimiento obrero y maleducarlos de cara a las impresionantes tareas que el futuro inmediato de la lucha de clases presenta ante nuestros ojos.
¡Sobran las medias tintas! ¡Huelga general ya, y esta vez de 48h!
Ante la masividad de las protestas, las direcciones de CCOO y UGT todavía no se han decidido por convocar una huelga general. Es un tipo de juego al que nos tienen acostumbrados desde hace tiempo. Buscan la forma de sacarse de encima su responsabilidad ante el conjunto del movimiento obrero, aliviando la presión sin desencadenar una dinámica que puede conducir al Estado español a una crisis de gran calado, una crisis revolucionaria, como la que vive la sociedad griega.
Después de la huelga general del 29 de septiembre de 2010 hicieron todo lo posible por no dar continuidad a la lucha, incluso firmaron el pacto de la contrarreforma de las pensiones pensando que así podían contribuir a calmar la situación y moderar los ataques de los capitalistas. Después de la huelga general del 29 de marzo de 2012 contra la reforma laboral, continuaron por la misma senda, y ahora, ente una situación de auténtica rebelión en las calles que no pasa desapercibida para el gobierno, los capitalistas y sus medios de comunicación, nos presentan como alternativa la convocatoria de un Referéndum, con el argumento de que el PP ha estafado a los ciudadanos por que ganó las elecciones generales con un programa electoral muy diferente al que está aplicando.
Como siempre, se trata de que la clase obrera no gane protagonismo y desviar su gran poder de lucha, su capacidad para parar el país y la producción, con medidas propias del más lamentable cretinismo parlamentario. La inmensa mayoría de los trabajadores y la juventud ya han protagonizado un Referéndum, el más importante de todos, en las calles de todo el Estado cuando se han manifestado por millones contra las políticas de austeridad y ajustes del gobierno. La legitimidad del gobierno, a la que el PP apela todos los días exhibiendo su mayoría parlamentaria, ha sido puesta en cuestión en la lucha de clases a través de la movilización unánime de millones. ¿Qué más quieren los dirigentes de CCOO y UGT? Seamos claros. El truco del Referéndum no va a modificar la decisión del gobierno, de la burguesía española, del FMI, del BCE, a la hora de aplicar medidas salvajes que supondrán el empobrecimiento generalizado de millones de familias, la desaparición de la sanidad y la educación pública, la escalada del desempleo a niveles insoportables y la laminación de los derechos democráticos y sindicales que conquistamos en el pasado. Esta posición, cuando millones están en las calles, es una prueba más de la bancarrota política de unos dirigentes que viven en un pasado que no volverá.
Para derrotar al PP, a sus medidas, y a la estrategia general de los grandes capitales europeos e internacionales, sólo hay un camino: la lucha contundente, decidida y masiva del conjunto de la población. No se pude apelar ya a los viejos argumentos de que “la gente no se mueve”. Esta coartada no funciona. Lo que hace falta es organizar ese caudal de lucha, esa decisión de llegar hasta el final, a través de una política ofensiva: Organizar inmediatamente una huelga general, pero esta vez de 48 horas. Una huelga general que contaría con el apoyo unánime de los trabajadores, pero también de otros sectores que están siendo golpeados duramente por la crisis y que en el pasado podían tener esperanza en una salida más rápida del hoyo.
La huelga general no puede ser un fin en si mismo. Es un medio para elevar el grado de organización y conciencia de la clase obrera, de la juventud, de los sectores decisivos de la sociedad. Debe ser organizada de manera combativa, en base a asambleas en todos los centros de trabajo, democráticas, dónde la clase obrera se pueda expresar, tomar iniciativas y cohesionarse. Asambleas de verdad, no reuniones mal convocadas, sin ningún poder de decisión, que sólo sirven para escuchar las ideas rutinarias de dirigentes que no tienen confianza alguna en la lucha. Este método, o lo que es lo mismo, recuperar las tradiciones del movimiento obrero, es fundamental para garantizar el éxito de la movilización. Junto a las asambleas es necesario organizar Comités de Lucha en cada centro de trabajo y empresa, integrados no sólo por los delegados sindicales sino abiertos a todos los trabajadores que quieran jugar un papel activo. Es necesario el aire fresco de las nuevas capas que se incorporan sin prejuicios a la lucha, sin el peso muerto de las pasadas derrotas, sin el escepticismo que es uno de lo enemigos a los que tenemos que combatir. Precisamente la consiga ¡Sí se puede!, en el actual contexto, es un obús a la línea de actuación de muchos dirigentes y cuadros medios del aparto sindical que siempre echan la culpa a los trabajadores por fracasos que sólo son de su exclusiva paternidad.
La presión sobre las direcciones de CCOO y UGT para convocar la huelga general, y darle continuidad, se va ha hacer mayor en los próximos días y semanas. Ahí está el ejemplo de los trabajadores de Radio Televisión Valenciana, ocupando los estudios de los informativos para denunciar el despido de 1.300 compañeros y convocando huelga el 27 y 28 de julio; la convocatoria de la huelga general en RENFE para el 3 de agosto, y el llamamiento del Sindicato de Estudiantes a poner en pie de guerra la enseñanza pública, convocando huelga general en los centros de estudio para el inicio de curso. En Euskal Herria, la mayoría sindical vasca (ELA y LAB) ya han convocado huelga general para el 26 de septiembre aunque, de manera errónea, se han negado a confluir y participar en las manifestaciones del 19 de julio, cosa que si hizo la CIG en Galicia con el resultado de hacer todavía más masivas las manifestaciones y reforzar una aspiración a la unidad positiva y necesaria tal como reclama el movimiento. Todas las condiciones están dadas para que la huelga tenga un carácter estatal y unitario, con todos los sindicatos golpeando juntos. Una necesidad que hunde sus raíces en la percepción, absolutamente correcta, de que el calado de los ataques sólo puede ser parado por un movimiento unificado, estatal y masivo.
Desde la Corriente Marxista El Militante, llamamos a todos los delegados sindicales, a todos los trabajadores a mantener la presión en las calles, con manifestaciones y acciones en todos los sectores, que deben tener también como eje la exigencia a las direcciones de los sindicatos de clase, especialmente de CCOO y UGT, de que convoquen inmediatamente a la huelga general, a unificar la lucha, y a llenarla de un contenido y una alternativa clara:
- Por la retirada de todos los planes de ajuste aprobados por el PP desde que llegó a La Moncloa. En defensa de la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales Públicos. En defensa de todos los puestos de trabajo.
- Sí hay dinero ¡Lo tienen los banqueros! ¡Expropiación sin indemnización de la gran banca y el conjunto del sector financiero, bajo control democrático de los trabajadores y sus organizaciones! ¡Utilización de los recursos financieros para la puesta en marcha de un plan de inversiones masivas en sanidad, educación, servicios sociales y vivienda pública!
- ¡No a la amnistía fiscal a los defraudadores, que son los grandes empresarios y banqueros del país! ¡Aumento drástico de los impuestos a las grandes fortunas! ¡Confiscación del patrimonio de los defraudadores!
- Basta de pérdidas de poder adquisitivo. Por una escala móvil precios-salarios. Jornada laboral de 35 horas sin reducción salarial. Salario mínimo de 1.100 euros al mes.
- Subsidio de desempleo indefinido hasta encontrar un empleo. Expropiación bajo control obrero de las empresas que se declaren en quiebra o en suspensión de pagos.
- Paralización de todos los desahucios. Juicio y encarcelamiento de los banqueros responsables de la quiebra de Bankia y de la estafa de las “preferentes”.
Al mismo tiempo, como hemos señalado anteriormente, la alternativa no es crear nuevos sindicatos, sino cambiar los existentes. Los trabajadores y sindicalistas de El Militante en el seno de CCOO y UGT, y del resto de los sindicatos de clase, luchamos por crear una fuerte corriente de izquierdas en defensa de un sindicalismo combativo, de clase y democrático, y a esta tarea llamamos a todos los trabajadores.
¡Abajo el gobierno del PP!
¡Trabajador, joven, parado, únete a la Corriente Marxista el Militante!