No nos cupo ninguna duda de que tras el traslado colectivo se ocultaba la intención de comenzar el desmantelamiento de la planta de El Puerto de Santa María. Enfrentados a esta situación, de la que hay muchos ejemplos por todo el Estado y con especial incidencia en la provincia de Cádiz (no son pocos los casos de empresas que llegan, cogen subvenciones y se van, dejando la provincia con el paro más alto de la Unión Europea), los trabajadores consideramos la situación de una gravedad extrema. Lo que estaba encima de la mesa era el primer paso para el cierre de la planta.
Al tiempo que se llevaban a cabo por parte del comité de empresa las reuniones del periodo de consultas que marca la ley, los trabajadores organizados en asamblea comenzamos la movilización. Teníamos muy claro que en la mesa de negociación sólo arrancaríamos lo que hubiésemos conquistado en la calle. También entendimos que si queríamos ganar esta batalla teníamos que trascender los muros de la empresa y encontrar eco en la clase trabajadora de Cádiz. A su vez, era necesario demostrar que estábamos dispuestos a llegar hasta el final. Así, entre octubre y enero, hemos realizado 16 días de huelga, 12 de los cuales de manera consecutiva por medio de una huelga indefinida.
Organizar la lucha de forma democrática
Todos los días de huelga nos reuníamos los trabajadores de forma masiva en la entrada de la empresa para organizar los piquetes informativos y realizábamos asambleas en las que nos poníamos al día de la situación y decidíamos cuáles eran nuestros siguientes pasos, para inmediatamente pasar a las acciones que hubiésemos decidido para ese día: manifestaciones, repartos de panfletos por distintos barrios y centros de trabajo de la Bahía de Cádiz, colectas solidarias, etc. Durante las huelgas se han realizado varios repartos en más de ocho localidades, así como en las factorías de Navantia, de Airbus, del CBC y de AT-Sistemas.
No era la primera vez que los compañeros de CCOO nos dirigíamos a las fábricas de nuestro alrededor. Muchos delegados sindicales nos conocen desde hace tiempo como sindicalistas comprometidos con la defensa de un sindicalismo de clase, combativo y democrático. Hemos participado tanto en las huelgas generales, como en apoyo de los diferentes conflictos de empresa que se han producido en nuestro entorno.
La caja de resistencia
Pese a las reticencias de las direcciones provinciales de los sindicatos UGT y CCOO, una de nuestras primeras iniciativas, augurando que la lucha iba a ser larga, fue la creación de una caja de resistencia. Cuando realizamos repartos de panfletos explicando nuestro conflicto los acompañamos con colectas. Contactamos también con diversos colectivos y comités de empresa para pedirles que nos permitiesen explicar nuestra situación y hacer colectas en los centros de trabajo. Todo esto también se completó con una campaña de apoyo en las redes sociales, donde recibimos muestras de apoyo y aportaciones de todo el estado. Hasta el primer reparto, a mediados de enero, hemos reunido alrededor de 3.500 euros.
La cuestión de los recursos económicos es fundamental. Los trabajadores partimos en los conflictos de una situación de desventaja frente al patrón, que puede intentar agotar nuestra fuerza a través de la asfixia económica. Poder editar propaganda, además, era clave si pretendíamos ganar apoyo social. Desgraciadamente, nuestros dirigentes sindicales muchas veces no comparten la importancia que tienen los carteles y los panfletos, ni la necesidad de extender el conflicto, e incluso ni siquiera consideran viable la victoria. Una caja de resistencia controlada por los trabajadores nos da autonomía frente a cualquier maniobra burocrática e intento de desviar la lucha de la calle a los despachos para negociar retrocesos. En nuestro caso, nos enfrentamos a la escandalosa situación de que el servicio jurídico de CCOO nos dejó colgados con el plazo para la demanda a punto de caducar. Afortunadamente pudimos recurrir a un abogado de El Militante que, haciendo un gran esfuerzo, elaboró un brillante recurso en apenas dos días que los medios jurídicos del sindicato fueron incapaces de redactar durante semanas.
Exigir responsabilidades
a la Junta de Andalucía
En nuestras asambleas, panfletos y ruedas de prensa hicimos público también que la responsabilidad no era exclusivamente del patrono, puesto que nuestra empresa matriz está controlada en un 22% por la Junta de Andalucía. Explicamos que un gobierno de izquierdas, que llegó al poder gracias a los votos de la clase obrera y la juventud, tenía la obligación de impedir que empresas que tienen beneficios, que se lucran de contratos y subvenciones del Estado, y que además usan el dinero público para externalizarse (es decir, deslocalizar el trabajo a lugares con peores condiciones laborales), realicen traslados, ERE o cualquier otro recorte en las condiciones de los trabajadores.
Planteamos también que, al igual que el decreto de la Función Social de la Vivienda recoge la expropiación de viviendas a los bancos para garantizar el derecho a la vivienda, un gobierno de izquierdas debería expropiar las empresas que destruyen empleo para garantizar el derecho al trabajo y poner coto a los desmanes y abusos patronales. Con esta propuesta nos reunimos en varias ocasiones con dirigentes del PSOE e IU, llegando incluso a sentarnos con el vicepresidente de la Junta, Diego Valderas, en el parlamento andaluz. Fue imposible conseguir que se implicasen más allá de las buenas palabras, salvo la importante y notable excepción de los compañeros de IU de El Puerto de Santa María y de Cádiz.
Sacar la lucha fuera de las cuatro paredes de la empresa
Durante la huelga indefinida de diciembre, uno de nuestros objetivos era convocar una manifestación en Cádiz. Debía reunir el apoyo de toda la izquierda y los colectivos de trabajadores en lucha como los parados del Metal, para reivindicar no solo la anulación de los traslados, sino también carga de trabajo para la Bahía. La manifestación fue convocada para el 17 de diciembre, y su convocatoria fue firmada por CCOO, UGT, CGT, SAT, IU, Sindicato de Estudiantes, El Militante, Izquierda Anticapitalista…
El resultado fue todo un éxito, con el lema de “No a los traslados”, “Carga de trabajo para la Bahía” y “Libertad para los 8” nos manifestamos cuatro mil trabajadores contra el ERE encubierto en la empresa SDS y en solidaridad con los detenidos en la lucha de Astilleros para quienes exigimos la inmediata puesta en libertad. Especial mención merece la presencia en la cabecera de familiares de los ocho presos por reivindicar carga de trabajo para Navantia en el Puente Carranza.
Al día siguiente de la manifestación tuvo lugar una vista previa en el juzgado donde se decidía la paralización cautelar de los traslados. El revuelo social que habíamos levantado con nuestra lucha consiguió que el juez paralizase cautelarmente los traslados. Algo que muchos abogados con los que consultamos consideraban imposible se logró gracias a la lucha.
Una sentencia producto de la fuerza en la calle
Finalmente, el 16 de enero tuvo lugar el juicio al que asistimos muchos compañeros, hasta el punto de que no cabíamos en la sala. La sentencia nos ha dado la razón por mala fe por parte de la empresa durante el periodo de consultas y anula completamente los traslados. Pero quedarse con eso es hacer una lectura superficial. La realidad es que un pequeño grupo de trabajadores, poco más de un centenar, le hemos parado los pies a una poderosa multinacional y esto no es fruto de la casualidad o de que la justicia haya hecho su trabajo. Las leyes están hechas por y para los empresarios. El que los juzgados hayan dado la razón a los trabajadores en este caso es producto del tipo de lucha que hemos desarrollado.
Por un lado, está lo que no hemos hecho: claudicar ante la empresa, dejarlo todo en manos de la justicia, contagiarnos de las pesimistas previsiones de los dirigentes de nuestro sindicato y de la UGT que nunca confiaron en la victoria y recelaban cuando no se oponían a la huelga indefinida, las manifestaciones y la caja de resistencia. Pero, sobre todo, lo que sí ha hecho la plantilla de SDS: tomar las decisiones de forma asamblearia y democrática, no dejarse intoxicar por los rumores de la empresa y algún que otro interesado anónimo acerca de la ilegalidad de la huelga indefinida o de la necesidad urgente de firmar lo que quería la empresa, confiar en nuestras fuerzas y en nuestra clase, en definitiva tomar nosotros el timón de nuestras vidas.
Para finalizar, queremos destacar una cuestión que nos parece central. Los compañeros que firmamos este artículo, parte del Comité de Empresa, afiliados a CCOO y miembros de la Corriente Marxista El Militante, llevamos años defendiendo en nuestra empresa y en el sindicato que Toxo y Méndez deben abandonar la política de paz social. Nuestra experiencia, la de los compañeros de la limpieza viaria en Madrid, y muchas más, demuestra que con una lucha decidida, encabezada por dirigentes que confían en la victoria y dispuesta a llegar hasta el final se puede ganar. Esa es la política sindical que necesitamos. ¡Viva la lucha de la clase obrera! ¡Por un sindicalismo de clase, democrático y combativo!