La semana pasada dos nuevos asesinatos por disparos de la policía conmocionaron a millones de personas en todo el mundo que con espanto y horror vieron en las redes sociales los vídeos de las muertes de dos jóvenes afroamericanos, Alton Sterling y Philando Castile, las imágenes habían sido grabadas por varios testigos presenciales y después las subieron a Internet para denunciar los hechos. Las imágenes también sirven para echar por tierra el argumento policial de que los agentes “temían por su vida” o que dispararon “en defensa propia”.
Sterling fue asesinado en Baton Rouge (Louisiana) el 5 de julio, al día siguiente Castile recibía cuatro disparos en un control de tráfico en Minnesota frente a su novia y la hija de ésta de cuatro años de edad. El jueves 7 apareció en las redes el vídeo de la muerte de Dylan Noble, un joven blanco de 19 años asesinado por la policía el pasado 25 de junio en una gasolinera de Fresno (California). Muchos pudieron ver las estremecedoras imágenes de Noble en el suelo mientras el agente sigue disparando, después se niega a llamar a una ambulancia y deja que agonice en el suelo. El fin semana moría un joven hispano de 19 años, Erik Villanueva, todas las víctimas iban desarmadas. La aparición de vídeos en las redes está relacionada con el llamamiento constante de los activistas de Black Live Matter a que se graben todos los casos de violencia policial que se presencien para dejar constancia y evitar así el velo de silencio que existe sobre la mayoría de las muertes. La semana pasada en poco más de 72 horas murieron 8 personas por la violencia policial. Tras las revueltas de Ferguson, la administración Obama prometió emprender reformas para solucionar este problema, se han aprobado más de 16 leyes que pretendían controlar a la policía. Desde entonces la policía ha matado a 6.102 personas, 602 sólo en lo que va de año. Además la mayoría de las investigaciones federales terminan exculpando a los policías y criminalizando a las víctimas inocentes.
En medio de la conmoción provocada por las últimas muertes se produjo el asesinato en Dallas de cinco policías a causa de los disparos de un francotirador, según la policía se trataba de un ex combatiente de la guerra en Afganistán que supuestamente pretendía asesinar policías blancos y así vengar la muerte de los dos jóvenes afroamericanos. A pesar de los intentos de los medios de comunicación y del gobierno de crear un clima de funeral e intentar aprovechar los asesinatos de Dallas para victimizar y crear un ambiente favorable hacia la policía, eso no impidió a decenas de miles de personas salir a las calles de Atlanta, Boston, Nueva York, Chicago, Detroit, Los Ángeles, San Francisco y en muchas otras ciudades. En las manifestaciones se podía ver a jóvenes y trabajadores de todas las razas exigiendo justicia. Las protestas fueron duramente reprimidas por la policía que arrestó a centenares de personas, muchas de ellas dirigentes de Black Lives Matter, incluido a uno de los autores del vídeo del asesinato de Sterling.
Una policía militarizada y armada hasta los dientes
Una de las causas del incremento de las muertes por violencia policial es la militarización que ha experimentado la policía norteamericana en estos últimos años. La incorporación a la policía de muchos ex combatientes de las guerras de Iraq y Afganistán ha ido acompañada de la dotación de equipamiento militar a los departamentos de policía de todo el país. Ahora disponen de un increíble arsenal de vehículos acorazados, armas de fuego de última generación, cañones de sonido, etcétera, que se han podido ver durante el último año en muchas de las manifestaciones y protestas reprimidas por la policía. Según la American Civil Liberties Union el valor del equipamiento militar en manos de la policía pasó del millón de dólares de 1990 a casi 450 millones de dólares en 2013. Al mismo tiempo, se han extendido las fuerzas paramilitares como los SWAT, que junto a la Guardia Nacional fueron utilizadas en 2014 para sofocar las protestas de Ferguson y en 2015 en Baltimore, también para imponer durante semanas el estado de sitio en estas ciudades y en Boston o Chicago. Un ejemplo de la utilización en casa de los métodos utilizados por las fuerzas especiales en el exterior ha sido la bomba controlada por un robot usada para acabar con la vida del francotirador de Dallas.
Hasta hace unos años este tipo de grupos especiales sólo existían en las grandes ciudades y se dedicaban a operaciones especiales como asaltos a bancos, toma de rehenes o bombas. En los últimos años la situación ha cambiado, en 1980 participaban en unas 3.000 operaciones anuales, ahora superan las 50.000 y el 90% de las ciudades con más de 50.000 habitantes cuentan con grupos especiales de la policía. En la actualidad se dedican a todo tipo de operaciones, desde acabar con una timba ilegal, una pelea en un instituto o una redada en un bar, recurriendo a tácticas que según algunos ex veteranos de guerra son mucho más duras que las utilizadas por ellos en Afganistán o Iraq.
Una cuestión de clase
Los medios de comunicación y el gobierno norteamericano presentan la situación como un problema puramente racial. Indudablemente el racismo juega un papel esencial en muchos de los asesinatos policiales, sin embargo, la violencia policial no se explica sólo en términos raciales. Es verdad que la proporción de afroamericanos víctimas de la violencia policial es desproporcionada, pero según los datos aportados por The Washington Post aproximadamente la mitad de las víctimas son blancas, en muchos casos los oficiales y jefes de policía son negros o hispanos. El racismo es algo intrínseco a la clase dominante norteamericana que durante décadas lo ha utilizado para dividir a la clase obrera, presentar el problema como una cuestión racial sólo pretende socavar el instinto natural de unidad que existe entre los trabajadores blancos, afroamericanos o hispanos.
La violencia policial es esencialmente una cuestión de clase, no hay un muro que separe la agresiva política que la clase dominante norteamericana aplica en el exterior, a la que pone en práctica dentro del país contra la clase obrera. Los métodos utilizados son cada vez más agresivos porque la clase capitalista es consciente de que EEUU está al borde de importantes convulsiones políticas y sociales y se prepara para ello.